/ viernes 13 de diciembre de 2019

El joven de Tetecolala

La sociedad azteca estaba conformada por dos estratos bien establecidos con múltiples subdivisiones: los nobles o pipiltin y el pueblo común o macehualtin

La sociedad azteca estaba conformada por dos estratos bien establecidos con múltiples subdivisiones: los nobles o pipiltin que nacían en un círculo familiar con prestigio social y se les confería por herencia una serie de ventajas y privilegios tanto económicos como político-religiosos y, por ende, una mejor atención desde su nacimiento y a lo largo de la vida. El segundo grupo social era el mayoritario, pues lo constituía el pueblo común o macehualtin, estaba subdividido principalmente en sectores por actividad económica, siendo más los agricultores, con un amplio conglomerado que participaba de las guerras y otra gran porción la conformaban los pochtecas, que era un grupo en el que se encontraban comerciantes y artesanos. Tanto estos como los militares de carrera, podían escalar socialmente de manera alterna a los pipiltin, por meritocracia, logrando incluir su opinión en la toma de decisiones político-religiosas conformando otro tipo de estrato de nobleza dentro del pueblo en general. En sentido estricto, esta gama de subestratos generaban tradiciones diferenciadas para la atención de los niños, los enfermos y los ancianos.

Este fue el tipo de conformación social que se instauró como el común denominador en las sociedades prehispánicas del Posclásico en el Altiplano Central, siendo la población general, el sustento con el cual los grupos aztecas lograron construir un estado con el poder centralizado en Tenochtitlán, al cual rendían tributo grandes señoríos como los de Cuauhnáhuac, Yautepec y Oaxtepec, el primero tendría sometidos a tlatoque menores como los de Jiutepec y Tepoztlán (Gerhard, 2000).

Tetecolala, situada en los límites de los actuales municipios de Tepoztlán y Jiutepec, a cinco kilómetros al norte de esta última, fue sin duda un sitio particular incluido en esta estratificación, pues se encontraba enmarcado dentro del devenir político del altiplano central, pero su situación, alejada de los centros urbanos, la mantuvo como un área rural hasta no hace pocos años. Es el contexto arqueológico que señala lo anterior al establecer que el lugar estuvo carente de vestigios arquitectónicos que delimitaran áreas cívico-religiosas, pero se encontró gran presencia de cerámica y piezas de lítica pulida de uso doméstico. Estos vestigios muestran patrones de asentamientos dispersos ligados a una economía de tipo agrícola, actividad que fue desarrollada hasta nuestros días, que es cuando inicia de manera formal el proceso de urbanización y da pie al hallazgo en cuestión (Monterroso, 2017).

Entre los objetos materiales encontrados, además de los fragmentos de cerámica, se reporta presencia de navajillas de obsidiana y un metate con su tejolote, que sirvieron para fecharlos en el periodo Posclásico (1400-1521 d.C.).

Material arqueológico asociado al joven de Tetecolala.

En este contexto, el hallazgo del conjunto óseo se dio con la construcción de una fosa séptica dentro de un predio particular. Siendo fortuito el descubrimiento, los trabajadores que realizaban las labores de excavación dieron aviso primeramente a la Fiscalía General del Estado de Morelos y posteriormente, ésta delegación canalizó el hallazgo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tras corroborar que fueran restos asociados a población prehispánica. Así mismo, al continuar con la construcción, fue el mismo dueño del lugar quien de manera inapropiada exhumó y dio aviso al INAH de la presencia de más restos humanos prehispánicos. Es así como fueron llevados al laboratorio de Antropología Física de dicha dependencia, donde se revisaron y prepararon para su estudio.

En laboratorio se determinó que los materiales óseos correspondían a doce individuos, de los cuales 6 eran de sexo masculino y 3 de sexo femenino, así también un adolescente y dos infantes de sexo indeterminable. El esqueleto 2 llamo la atención por la presencia de un tumor (exostosis) que presentó en la parte posterior del cuello del fémur izquierdo, el cual se trata de una prominencia de hueso y tejido cartilaginoso ubicada específicamente donde se inserta el ligamento izquiofemoral, es decir, en la zona lateral del glúteo. Además, tiene asociadas una serie de afecciones esqueléticas que posiblemente fueron producto del mismo desequilibrio óseo, pero también por la falta de atención y cuidado por parte de su núcleo familiar.

Este sujeto se determinó de sexo masculino, con una edad ubicada entre los 30 y 35 años al momento de la muerte, era un adulto joven que no alcanzó a vivir la media de años esperada para la población prehispánica. En su cráneo se observa la presencia de deformación intencional craneal del tipo tabular erecto. Esta característica era una práctica cultural que se realizaba en la primera infancia y habitualmente se hacía a todos los miembros de la población; consistía en modificar el crecimiento natural de los huesos de la cabeza para obtener una forma característica, generalmente oblicua o erecta. Se tenía que realizar en el recién nacido y hasta antes de los dos años, para lo cual se le colocaba en una cuna que le sujetaba la cabeza o mediante el uso de aparatos portátiles.

Su cráneo también muestra lesiones por hiperostosis porótica, que es una característica observada en forma de pequeños agujeros agrupados en las zonas de menor irrigación sanguínea, como producto de una hipoavitaminosis B, una dieta alimentaria pobre o debida a trastornos digestivos crónicos que impedían la síntesis de hemoglobina, los cuales desembocaron en una severa desnutrición a través de un tiempo prolongado del padecimiento, lo que nos muestra también, una carencia de atención dada la falta de movilidad del individuo.

Análisis antropofísico del joven de Tetecolala.

Sabemos también que tenía deficiencia en su locomoción por dos características principales, la primera es por un sobre esfuerzo de la extremidad superior izquierda la cual quedó plasmado en una mayor anchura de la región epicondilar del húmero, es decir, del codo, así como en la articulación esternocostoclavicular (unión de clavícula y esternón), donde existe una entesopatía muy rara del ligamento costoclavicular, lo que significa que el ligamento encargado de detener la elevación del brazo y el cual interviene en el movimiento de cuatro grupos musculares, se habría hiperdesarrollado. Esta lesión del ligamento señala el sobre esfuerzo constante realizado para empujar hacia abajo la extremidad, denotando quizás el uso de bastón para la locomoción. Así mismo se observa acortamiento de la clavícula derecha con una robustez mayor indicando que esta extremidad sería la dominante.

De igual manera, la extremidad inferior derecha presenta una mayor inserción muscular, mientras que la extremidad afectada por el tumor, se encuentra disminuida en su densidad ósea y anchura hacia el área de la rodilla. El primer metatarso del pie izquierdo también muestra una carilla en la base de apoyo, producto de una prolongada locomoción anormal en apariencia de puntillas, así mismo, el calcáneo lo confirma denotando rotación supina anormal con marcado desarrollo de la apófisis media del calcáneo y torsión de la apófisis lateral, con lo cual se concluye que el pie izquierdo no se apoyaba totalmente y tenía un giro interno, quizás por un acortamiento de la extremidad, sin embargo, aún era funcional.

En cuanto al tumor que causó todos los daños esqueléticos en este joven, se tomaron varias radiografías y una tomografía axial computarizada, las cuales arrojan los siguientes datos: se visualiza una lesión exofítica con continuidad cortical y medular trabeculada con el hueso adyacente, además presenta una implantación ancha de una sola masa. Con estos datos se ha sugerido como diagnóstico más probable, un tumor benigno llamado osteocondroma solitario.

Material óseo recuperado del hallazgo, en preparación y restauración.

Este tumor afectó el ligamento isquiofemoral, que se encarga de realizar los movimientos de aducción, extensión y rotación interna del fémur. Al localizarse en esta zona se limitó parcialmente la movilidad de la extremidad, provocando dolor, puesto que ahí circula el nervio ciático, con la consecuente pérdida de la funcionalidad que desembocó en la gama de padecimientos del individuo.

Cabe destacar que este tipo de tumores inician en el cartílago de crecimiento de los huesos largos, por lo que su aparición en fémur, tuvo que ser antes de los 19 años, lo que significaría que prácticamente la mitad de la vida de este individuo la recorrió con el padecimiento óseo.

Finalmente, se puede concluir que el joven de Tetecolala vivió los últimos años de su vida con una situación precaria, producto de su situación social al hallarse en una zona periférica, así como por su situación familiar, pues no tenía las condiciones de atención necesarias para llevar adecuadamente su enfermedad, sin embargo, se observó que se sobrepuso a su estado de salud durante un tiempo relativamente largo para dejar huella de ello en sus huesos: desde una neoplasia que le causó inmovilidad, hasta problemas de carácter anémico, los cuales quizás fueron los causantes indirectos de su muerte a una edad joven, ya que pudieron dar paso a alguna enfermedad más severa y fulminante la cual no dejaría rastros en su esqueleto. Para época colonial, basándonos en estudios de los archivos parroquiales (Monterroso 2015), las enfermedades digestivas y respiratorias estacionales, serían las de mayor incidencia como causa de muerte, lo cual no estaría lejano de la situación que predominó en época prehispánica.

Tomografía del fémur izquierdo en donde se ve el crecimiento del tumor y la disminución de la densidad ósea en la región distal o de la rodilla.

Agradecemos a la Dra. Josefina Bautista Martínez y a la Dra. Elisa Martínez Corea por el diagnóstico y la toma de radiografías y tomografías, sin cuya ayuda no hubiese sido posible el desarrollo de este artículo.

Fuentes de información

  • Bass, W. (1977) Human Osteology A laboratory and Field Manual of the Human Skeleton. Missouri Archaeological Society, Missouri.
  • Gerhard, P. (2000) Geografía histórica de la Nueva España, 1519–1821. UNAM, México.
  • Monterroso P. (2017). Informe técnico académico delos restos óseos recuperados en Tetecolala, Tepoztlán, Morelos. INAH, México.
  • Moreno M. (1995) Las clases fundamentales de la sociedad mexica. En: León-Portilla, M. De Teotihuacán a los aztecas: antología de fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas universitarias Núm. 11 pp. 318-325, México.
  • https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionario/def/osteocondroma
  • https://www.lifeder.com/osteocondroma/
  • http://sevillatumoresoseos.net/secundarias/Osteocondroma.php

La sociedad azteca estaba conformada por dos estratos bien establecidos con múltiples subdivisiones: los nobles o pipiltin que nacían en un círculo familiar con prestigio social y se les confería por herencia una serie de ventajas y privilegios tanto económicos como político-religiosos y, por ende, una mejor atención desde su nacimiento y a lo largo de la vida. El segundo grupo social era el mayoritario, pues lo constituía el pueblo común o macehualtin, estaba subdividido principalmente en sectores por actividad económica, siendo más los agricultores, con un amplio conglomerado que participaba de las guerras y otra gran porción la conformaban los pochtecas, que era un grupo en el que se encontraban comerciantes y artesanos. Tanto estos como los militares de carrera, podían escalar socialmente de manera alterna a los pipiltin, por meritocracia, logrando incluir su opinión en la toma de decisiones político-religiosas conformando otro tipo de estrato de nobleza dentro del pueblo en general. En sentido estricto, esta gama de subestratos generaban tradiciones diferenciadas para la atención de los niños, los enfermos y los ancianos.

Este fue el tipo de conformación social que se instauró como el común denominador en las sociedades prehispánicas del Posclásico en el Altiplano Central, siendo la población general, el sustento con el cual los grupos aztecas lograron construir un estado con el poder centralizado en Tenochtitlán, al cual rendían tributo grandes señoríos como los de Cuauhnáhuac, Yautepec y Oaxtepec, el primero tendría sometidos a tlatoque menores como los de Jiutepec y Tepoztlán (Gerhard, 2000).

Tetecolala, situada en los límites de los actuales municipios de Tepoztlán y Jiutepec, a cinco kilómetros al norte de esta última, fue sin duda un sitio particular incluido en esta estratificación, pues se encontraba enmarcado dentro del devenir político del altiplano central, pero su situación, alejada de los centros urbanos, la mantuvo como un área rural hasta no hace pocos años. Es el contexto arqueológico que señala lo anterior al establecer que el lugar estuvo carente de vestigios arquitectónicos que delimitaran áreas cívico-religiosas, pero se encontró gran presencia de cerámica y piezas de lítica pulida de uso doméstico. Estos vestigios muestran patrones de asentamientos dispersos ligados a una economía de tipo agrícola, actividad que fue desarrollada hasta nuestros días, que es cuando inicia de manera formal el proceso de urbanización y da pie al hallazgo en cuestión (Monterroso, 2017).

Entre los objetos materiales encontrados, además de los fragmentos de cerámica, se reporta presencia de navajillas de obsidiana y un metate con su tejolote, que sirvieron para fecharlos en el periodo Posclásico (1400-1521 d.C.).

Material arqueológico asociado al joven de Tetecolala.

En este contexto, el hallazgo del conjunto óseo se dio con la construcción de una fosa séptica dentro de un predio particular. Siendo fortuito el descubrimiento, los trabajadores que realizaban las labores de excavación dieron aviso primeramente a la Fiscalía General del Estado de Morelos y posteriormente, ésta delegación canalizó el hallazgo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tras corroborar que fueran restos asociados a población prehispánica. Así mismo, al continuar con la construcción, fue el mismo dueño del lugar quien de manera inapropiada exhumó y dio aviso al INAH de la presencia de más restos humanos prehispánicos. Es así como fueron llevados al laboratorio de Antropología Física de dicha dependencia, donde se revisaron y prepararon para su estudio.

En laboratorio se determinó que los materiales óseos correspondían a doce individuos, de los cuales 6 eran de sexo masculino y 3 de sexo femenino, así también un adolescente y dos infantes de sexo indeterminable. El esqueleto 2 llamo la atención por la presencia de un tumor (exostosis) que presentó en la parte posterior del cuello del fémur izquierdo, el cual se trata de una prominencia de hueso y tejido cartilaginoso ubicada específicamente donde se inserta el ligamento izquiofemoral, es decir, en la zona lateral del glúteo. Además, tiene asociadas una serie de afecciones esqueléticas que posiblemente fueron producto del mismo desequilibrio óseo, pero también por la falta de atención y cuidado por parte de su núcleo familiar.

Este sujeto se determinó de sexo masculino, con una edad ubicada entre los 30 y 35 años al momento de la muerte, era un adulto joven que no alcanzó a vivir la media de años esperada para la población prehispánica. En su cráneo se observa la presencia de deformación intencional craneal del tipo tabular erecto. Esta característica era una práctica cultural que se realizaba en la primera infancia y habitualmente se hacía a todos los miembros de la población; consistía en modificar el crecimiento natural de los huesos de la cabeza para obtener una forma característica, generalmente oblicua o erecta. Se tenía que realizar en el recién nacido y hasta antes de los dos años, para lo cual se le colocaba en una cuna que le sujetaba la cabeza o mediante el uso de aparatos portátiles.

Su cráneo también muestra lesiones por hiperostosis porótica, que es una característica observada en forma de pequeños agujeros agrupados en las zonas de menor irrigación sanguínea, como producto de una hipoavitaminosis B, una dieta alimentaria pobre o debida a trastornos digestivos crónicos que impedían la síntesis de hemoglobina, los cuales desembocaron en una severa desnutrición a través de un tiempo prolongado del padecimiento, lo que nos muestra también, una carencia de atención dada la falta de movilidad del individuo.

Análisis antropofísico del joven de Tetecolala.

Sabemos también que tenía deficiencia en su locomoción por dos características principales, la primera es por un sobre esfuerzo de la extremidad superior izquierda la cual quedó plasmado en una mayor anchura de la región epicondilar del húmero, es decir, del codo, así como en la articulación esternocostoclavicular (unión de clavícula y esternón), donde existe una entesopatía muy rara del ligamento costoclavicular, lo que significa que el ligamento encargado de detener la elevación del brazo y el cual interviene en el movimiento de cuatro grupos musculares, se habría hiperdesarrollado. Esta lesión del ligamento señala el sobre esfuerzo constante realizado para empujar hacia abajo la extremidad, denotando quizás el uso de bastón para la locomoción. Así mismo se observa acortamiento de la clavícula derecha con una robustez mayor indicando que esta extremidad sería la dominante.

De igual manera, la extremidad inferior derecha presenta una mayor inserción muscular, mientras que la extremidad afectada por el tumor, se encuentra disminuida en su densidad ósea y anchura hacia el área de la rodilla. El primer metatarso del pie izquierdo también muestra una carilla en la base de apoyo, producto de una prolongada locomoción anormal en apariencia de puntillas, así mismo, el calcáneo lo confirma denotando rotación supina anormal con marcado desarrollo de la apófisis media del calcáneo y torsión de la apófisis lateral, con lo cual se concluye que el pie izquierdo no se apoyaba totalmente y tenía un giro interno, quizás por un acortamiento de la extremidad, sin embargo, aún era funcional.

En cuanto al tumor que causó todos los daños esqueléticos en este joven, se tomaron varias radiografías y una tomografía axial computarizada, las cuales arrojan los siguientes datos: se visualiza una lesión exofítica con continuidad cortical y medular trabeculada con el hueso adyacente, además presenta una implantación ancha de una sola masa. Con estos datos se ha sugerido como diagnóstico más probable, un tumor benigno llamado osteocondroma solitario.

Material óseo recuperado del hallazgo, en preparación y restauración.

Este tumor afectó el ligamento isquiofemoral, que se encarga de realizar los movimientos de aducción, extensión y rotación interna del fémur. Al localizarse en esta zona se limitó parcialmente la movilidad de la extremidad, provocando dolor, puesto que ahí circula el nervio ciático, con la consecuente pérdida de la funcionalidad que desembocó en la gama de padecimientos del individuo.

Cabe destacar que este tipo de tumores inician en el cartílago de crecimiento de los huesos largos, por lo que su aparición en fémur, tuvo que ser antes de los 19 años, lo que significaría que prácticamente la mitad de la vida de este individuo la recorrió con el padecimiento óseo.

Finalmente, se puede concluir que el joven de Tetecolala vivió los últimos años de su vida con una situación precaria, producto de su situación social al hallarse en una zona periférica, así como por su situación familiar, pues no tenía las condiciones de atención necesarias para llevar adecuadamente su enfermedad, sin embargo, se observó que se sobrepuso a su estado de salud durante un tiempo relativamente largo para dejar huella de ello en sus huesos: desde una neoplasia que le causó inmovilidad, hasta problemas de carácter anémico, los cuales quizás fueron los causantes indirectos de su muerte a una edad joven, ya que pudieron dar paso a alguna enfermedad más severa y fulminante la cual no dejaría rastros en su esqueleto. Para época colonial, basándonos en estudios de los archivos parroquiales (Monterroso 2015), las enfermedades digestivas y respiratorias estacionales, serían las de mayor incidencia como causa de muerte, lo cual no estaría lejano de la situación que predominó en época prehispánica.

Tomografía del fémur izquierdo en donde se ve el crecimiento del tumor y la disminución de la densidad ósea en la región distal o de la rodilla.

Agradecemos a la Dra. Josefina Bautista Martínez y a la Dra. Elisa Martínez Corea por el diagnóstico y la toma de radiografías y tomografías, sin cuya ayuda no hubiese sido posible el desarrollo de este artículo.

Fuentes de información

  • Bass, W. (1977) Human Osteology A laboratory and Field Manual of the Human Skeleton. Missouri Archaeological Society, Missouri.
  • Gerhard, P. (2000) Geografía histórica de la Nueva España, 1519–1821. UNAM, México.
  • Monterroso P. (2017). Informe técnico académico delos restos óseos recuperados en Tetecolala, Tepoztlán, Morelos. INAH, México.
  • Moreno M. (1995) Las clases fundamentales de la sociedad mexica. En: León-Portilla, M. De Teotihuacán a los aztecas: antología de fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas universitarias Núm. 11 pp. 318-325, México.
  • https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionario/def/osteocondroma
  • https://www.lifeder.com/osteocondroma/
  • http://sevillatumoresoseos.net/secundarias/Osteocondroma.php

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