/ sábado 17 de noviembre de 2018

El Chinelo Muerto, una festividad viva

El Tlacuache

Se festejaba a los muertos pero el pueblo estaba más vivo que nunca; las niñas y los niños corrían contentos pues pronto saldrían a pedir su calaverita. Los jóvenes de la secundaria se alistaban en el salón ejidal, para ver una película de terror con ponche y churros. Mientas que seis jóvenes afinaban los últimos detalles del “Chinelo Muerto”.

San José de los Laureles es un pueblo (como le llaman sus habitantes), localizado al norte del estado, en el municipio de Tlayacapan. Cada año realizan las festividades del día de muertos. Inician el 31 de octubre y finalizan el 2 de noviembre. Este año la tradición del día de muertos estuvo acompañada de música de viento, baile, pendones y el torito.

La festividad comenzó el 31 de octubre en la escuela primaria. Por la mañana los niños se disfrazaron y se pintaron las caras de calavera y participaron en el concurso de baile. Dani, una de las niñas de la primaria nos contó muy emocionada, que el grupo ganador obtuvo como premio ir a nadar gratis. En el transcurso de la tarde, los niños y los familiares que asistieron al concurso, seguían comentando de los bailes y mostrando los videos y fotos que tomaron. Algunos niños mostraban en la tarde los rastros del maquillaje, sus ojos se veían aún delineados de negro.

Panteón de San José. 2 de noviembre de 2018. / Tania Ramírez

A las 6 de la tarde, en el megáfono ubicado en la iglesia, se hacía la invitación a que todas las niñas y los niños del catecismo se reunieran en el atrio de la iglesia. Al principio las catequistas trataban de organizar a los niños en dos filas: una de niñas y otra de niños. Al frente estaban dos niños, los más altos, cargando un huacal de plástico anaranjado.

Un señor iba tocando la campana que traía moviendo en su mano, el sonido acompañaba los cantos de los niños del catecismo y las jóvenes de la confirmación, junto a sus catequistas. Algunos niños y catequistas llevaban en su mano velas encendidas que iban alumbrando su camino. Mientras caminaban por las calles centrales, cantaban algunas canciones como: “El amor de dios es maravilloso, grande es el amor de dios…el perdón de dios es maravilloso, cómo es el perdón de dios? , Grande es el perdón de Dios…”. En la pedida de la calaverita se paraban en ciertas casas y las personas salían a dar fruta, dulces, teleras y pan de muerto. Todo se iba colocando en el huacal, a excepción de los panes que se depositaban en una bolsa de plástico. Cuando las personas daban “la calaverita”, las catequistas les decían a los niños: “¿Cómo se dice?” y todos juntos respondían en voz alta: “Gracias”.

Se insiste mucho en el carácter comunitario basado en las acciones de dar, compartir, recibir y agradecer. Es importante el agradecimiento de quien recibe. La catequista Lety Manzanares nos comenta que realizan esta procesión para fomentar en los niños la tradición, los conocimientos de la iglesia de Dios y enseñarles el valor de compartir y saber dar.

Al final regresan al atrio de la iglesia y ahí se les reparte en partes iguales lo obtenido en la calaverita. Mientras que en la entrada del pueblo, ya venía la banda de viento caminando. La banda junto con la gente que venía bailando (entre ellos un niño como de 5 años vestido de chinelo) se reunieron en enfrente de la iglesia. Vanely, la hija de la ayudanta, la Sra. Hilda Manzanares Martínez, hizo dos pendones con carrizo, que decían “El chinelo Muerto” y un torito como de 1 metro de alto. También se hizo un ataúd de cartón que cargaba un joven. Para este festejo que le llamaron “El chinelo muerto”, los jóvenes organizadores comentan que veinte días antes se reunieron y se preguntaban qué harían el día de muertos; a dónde irían, porque en pueblos vecinos se festeja con banda de viento. Los jóvenes (Horacio Polanco Manzanares, Bruce Flores Pérez, Luis Alberto Polanco Flores, Guner Flores Polanco, Abdiel Flores Polanco y Jesús Polanco Manzanares) decidieron organizar algo similar en su propio pueblo. Le dieron a la festividad un nombre particular que no se encuentra en otra zona. Días antes pidieron una cooperación voluntaria para cubrir los gastos, especialmente los de la banda que oscila entre los 12 mil pesos. Comentan que la gente se emocionó tanto y se puso tan contenta con la música de viento que ese mismo día seguía la cooperación. El festejo terminó alrededor de las 12 de la noche.

Ánimas benditas. 1 de noviembre de 2018. / Foto Patricia Ramírez.

El día 1 de noviembre, como a las 7 de la noche, grupos de niñas y niños, acompañados de sus padres o familiares mayores, recorren las calles del pueblo pidiendo “su calaverita”. Algunos van vestidos de drácula o disfrazados de personajes (brujas, muñecos diabólicos, etc.) o salen con las caras pintadas de calavera. Van de casa en casa cantando: “La calavera tiene hambre, ¿no hay un pancito por ahí? No se lo acaben todo, déjenme la mitad. Ahí viene la chilindrina comiendo su mandarina. Ahí viene el chavo del ocho a pedir su pan del ocho. Veinte de azúcar, veinte de sal, la calavera quiere cenar. Si mi calavera se muere usted me la va a pagar. Cuesta 150 pesos, y eso la va a costar; ¿no se le ocurre nada?”. Y sale la persona de la casa a darles a los niños. Algunas niñas y niños llevan en su mano un chilacayote. Por la mañana de ese día los niños salen a buscar un chilacayote. Vanely menciona que con una navaja o corcholata le quitan toda la pulpa y semillas; la dejan hueca. De un lado graban una cara y a los lados pueden grabarle una cruz, su nombre o grecas. Por debajo hacen un orificio donde pasa la vela que alumbra la cara del chilacayote. Doña Hilda, ayudanta de San José, recordó con nostalgia el cómo se pedía “antes la calaverita”. Era un canto en náhuatl e iban con chilacayotes. Resalta que la tradición local es llevar un chilacayote para pedir la “calaverita”.

A las once de la noche los delegados (mayordomos) de la iglesia, mediante el megáfono los invitan a que los acompañen al recorrido de las “ánimas benditas”. La señora Hilda señala que se efectúa para recolectar “ceras” o velas, fruta, comida o pan, para aquellas ánimas que han sido olvidadas. A las once de la noche salieron los delegados con algunos niños y personas que se unieron. Elías, un niño de la localidad junto con otro niño, iban cantando los cantos como el de “salgan, salgan, salgan ánimas en pena”. Don Leandro, uno de los delegados llevaba una campana, y la demás gente velas. Generalmente se recaudan como 2 o 3 huacales llenos de fruta y bolsas de pan. El recorrido termina alrededor de las dos de la madrugada. Todo lo recaudado se lleva al día siguiente al panteón y se reparte entre todos los que asisten.

El día 2 de noviembre se acude al panteón. Hay quienes van desde las 6 de la mañana y generalmente se van retirando como a las 2 ó 3 de la tarde, pero hay quienes se quedan hasta en la noche. Debido a que este año los jóvenes organizadores del “Chinelo muerto” juntaron algo de dinero, les alcanzó para llevar la banda de viento al panteón. La misa fue a las 10 en el panteón y la gente decoró con flores las tumbas. Algunos llevan comida, refrescos y bebidas. A los que fallecen de niños se les suele colocar sobre las tumbas juguetes.

Don Leandro en el panteón de San José.. 2 de noviembre de 2018. / Tania Ramírez.

Todas las festividades que forman parte del día de muertos en San José, involucran un fuerte sentido comunitario, si bien las familias festejan en sus casas y colocan ofrendas a sus familiares fallecidos hay también un festejo a nivel social que comprende la participación de mujeres y hombres de diversas edades.

Se festejaba a los muertos pero el pueblo estaba más vivo que nunca; las niñas y los niños corrían contentos pues pronto saldrían a pedir su calaverita. Los jóvenes de la secundaria se alistaban en el salón ejidal, para ver una película de terror con ponche y churros. Mientas que seis jóvenes afinaban los últimos detalles del “Chinelo Muerto”.

San José de los Laureles es un pueblo (como le llaman sus habitantes), localizado al norte del estado, en el municipio de Tlayacapan. Cada año realizan las festividades del día de muertos. Inician el 31 de octubre y finalizan el 2 de noviembre. Este año la tradición del día de muertos estuvo acompañada de música de viento, baile, pendones y el torito.

La festividad comenzó el 31 de octubre en la escuela primaria. Por la mañana los niños se disfrazaron y se pintaron las caras de calavera y participaron en el concurso de baile. Dani, una de las niñas de la primaria nos contó muy emocionada, que el grupo ganador obtuvo como premio ir a nadar gratis. En el transcurso de la tarde, los niños y los familiares que asistieron al concurso, seguían comentando de los bailes y mostrando los videos y fotos que tomaron. Algunos niños mostraban en la tarde los rastros del maquillaje, sus ojos se veían aún delineados de negro.

Panteón de San José. 2 de noviembre de 2018. / Tania Ramírez

A las 6 de la tarde, en el megáfono ubicado en la iglesia, se hacía la invitación a que todas las niñas y los niños del catecismo se reunieran en el atrio de la iglesia. Al principio las catequistas trataban de organizar a los niños en dos filas: una de niñas y otra de niños. Al frente estaban dos niños, los más altos, cargando un huacal de plástico anaranjado.

Un señor iba tocando la campana que traía moviendo en su mano, el sonido acompañaba los cantos de los niños del catecismo y las jóvenes de la confirmación, junto a sus catequistas. Algunos niños y catequistas llevaban en su mano velas encendidas que iban alumbrando su camino. Mientras caminaban por las calles centrales, cantaban algunas canciones como: “El amor de dios es maravilloso, grande es el amor de dios…el perdón de dios es maravilloso, cómo es el perdón de dios? , Grande es el perdón de Dios…”. En la pedida de la calaverita se paraban en ciertas casas y las personas salían a dar fruta, dulces, teleras y pan de muerto. Todo se iba colocando en el huacal, a excepción de los panes que se depositaban en una bolsa de plástico. Cuando las personas daban “la calaverita”, las catequistas les decían a los niños: “¿Cómo se dice?” y todos juntos respondían en voz alta: “Gracias”.

Se insiste mucho en el carácter comunitario basado en las acciones de dar, compartir, recibir y agradecer. Es importante el agradecimiento de quien recibe. La catequista Lety Manzanares nos comenta que realizan esta procesión para fomentar en los niños la tradición, los conocimientos de la iglesia de Dios y enseñarles el valor de compartir y saber dar.

Al final regresan al atrio de la iglesia y ahí se les reparte en partes iguales lo obtenido en la calaverita. Mientras que en la entrada del pueblo, ya venía la banda de viento caminando. La banda junto con la gente que venía bailando (entre ellos un niño como de 5 años vestido de chinelo) se reunieron en enfrente de la iglesia. Vanely, la hija de la ayudanta, la Sra. Hilda Manzanares Martínez, hizo dos pendones con carrizo, que decían “El chinelo Muerto” y un torito como de 1 metro de alto. También se hizo un ataúd de cartón que cargaba un joven. Para este festejo que le llamaron “El chinelo muerto”, los jóvenes organizadores comentan que veinte días antes se reunieron y se preguntaban qué harían el día de muertos; a dónde irían, porque en pueblos vecinos se festeja con banda de viento. Los jóvenes (Horacio Polanco Manzanares, Bruce Flores Pérez, Luis Alberto Polanco Flores, Guner Flores Polanco, Abdiel Flores Polanco y Jesús Polanco Manzanares) decidieron organizar algo similar en su propio pueblo. Le dieron a la festividad un nombre particular que no se encuentra en otra zona. Días antes pidieron una cooperación voluntaria para cubrir los gastos, especialmente los de la banda que oscila entre los 12 mil pesos. Comentan que la gente se emocionó tanto y se puso tan contenta con la música de viento que ese mismo día seguía la cooperación. El festejo terminó alrededor de las 12 de la noche.

Ánimas benditas. 1 de noviembre de 2018. / Foto Patricia Ramírez.

El día 1 de noviembre, como a las 7 de la noche, grupos de niñas y niños, acompañados de sus padres o familiares mayores, recorren las calles del pueblo pidiendo “su calaverita”. Algunos van vestidos de drácula o disfrazados de personajes (brujas, muñecos diabólicos, etc.) o salen con las caras pintadas de calavera. Van de casa en casa cantando: “La calavera tiene hambre, ¿no hay un pancito por ahí? No se lo acaben todo, déjenme la mitad. Ahí viene la chilindrina comiendo su mandarina. Ahí viene el chavo del ocho a pedir su pan del ocho. Veinte de azúcar, veinte de sal, la calavera quiere cenar. Si mi calavera se muere usted me la va a pagar. Cuesta 150 pesos, y eso la va a costar; ¿no se le ocurre nada?”. Y sale la persona de la casa a darles a los niños. Algunas niñas y niños llevan en su mano un chilacayote. Por la mañana de ese día los niños salen a buscar un chilacayote. Vanely menciona que con una navaja o corcholata le quitan toda la pulpa y semillas; la dejan hueca. De un lado graban una cara y a los lados pueden grabarle una cruz, su nombre o grecas. Por debajo hacen un orificio donde pasa la vela que alumbra la cara del chilacayote. Doña Hilda, ayudanta de San José, recordó con nostalgia el cómo se pedía “antes la calaverita”. Era un canto en náhuatl e iban con chilacayotes. Resalta que la tradición local es llevar un chilacayote para pedir la “calaverita”.

A las once de la noche los delegados (mayordomos) de la iglesia, mediante el megáfono los invitan a que los acompañen al recorrido de las “ánimas benditas”. La señora Hilda señala que se efectúa para recolectar “ceras” o velas, fruta, comida o pan, para aquellas ánimas que han sido olvidadas. A las once de la noche salieron los delegados con algunos niños y personas que se unieron. Elías, un niño de la localidad junto con otro niño, iban cantando los cantos como el de “salgan, salgan, salgan ánimas en pena”. Don Leandro, uno de los delegados llevaba una campana, y la demás gente velas. Generalmente se recaudan como 2 o 3 huacales llenos de fruta y bolsas de pan. El recorrido termina alrededor de las dos de la madrugada. Todo lo recaudado se lleva al día siguiente al panteón y se reparte entre todos los que asisten.

El día 2 de noviembre se acude al panteón. Hay quienes van desde las 6 de la mañana y generalmente se van retirando como a las 2 ó 3 de la tarde, pero hay quienes se quedan hasta en la noche. Debido a que este año los jóvenes organizadores del “Chinelo muerto” juntaron algo de dinero, les alcanzó para llevar la banda de viento al panteón. La misa fue a las 10 en el panteón y la gente decoró con flores las tumbas. Algunos llevan comida, refrescos y bebidas. A los que fallecen de niños se les suele colocar sobre las tumbas juguetes.

Don Leandro en el panteón de San José.. 2 de noviembre de 2018. / Tania Ramírez.

Todas las festividades que forman parte del día de muertos en San José, involucran un fuerte sentido comunitario, si bien las familias festejan en sus casas y colocan ofrendas a sus familiares fallecidos hay también un festejo a nivel social que comprende la participación de mujeres y hombres de diversas edades.

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