Los pueblos del poniente de Morelos se caracterizan por estar integrados por pueblos originarios con menor o mayor presencia de elementos indígenas, sin embargo, cada una de ellas forma procesos de regionalización particular.
El presente artículo tiene como finalidad describir dos tradiciones distintas de religiosidad popular en dos pueblos del poniente de Morelos. El primero estará centrado en la historia de Martina, una mujer de casi setenta años que fue participe activa de a la hora de ejecutar un ritual terapéutico, “dar Santo” en Coatetelco, hasta que sus hijos regresaron de los Estados Unidos con nuevas ideas que la llevaron a convertirse en testigo de Jehová. En el segundo nos enfocaremos en la fiesta de la “mojiganga” la cual se realiza antes de la celebración San Lucas el 18 de octubre en Mazatepec, el cual es el santo patrono del pueblo.
Es así que, los pueblos del poniente del estado de Morelos se caracterizan por generar procesos de regionalización sumamente heterogénea que dividen a sus habitantes en grupos indígenas y campesinos. Según Brígida von Mentz (1988) en su trabajo Pueblos de indios, mulatos y mestizos, 1770-1870: los campesinos y las transformaciones protoindustriales en el poniente de Morelos, la gran diversidad en los pueblos el poniente se debe a condicionantes históricas propias que dividieron a éstos en varios tipos, pero que, a su vez, se mantienen unidos por ejes articuladores que tienen que ver con procesos políticos, productivos, económicos, laborales y religiosos.
De tal manera que, los pueblos del poniente están conformados por pueblos originarios distintos en cuanto a la mayor o menor presencia de elementos indígenas. Estos mantienen una serie de relaciones no sólo laborales sino también en sus sistemas de creencias, cada una con particularidades culturales debido a sus propios procesos históricos que los han transformado, pero que, al mismo tiempo los configuran dentro de una región específica.
Dar santo en Coatetelco
Martina es una mujer de ochenta años, originaria del pueblo de Coatetelco. Ella viene de una familia de origen indígena, actualmente no le sobrevive ningún hermano ni sus padres, quienes se dedicaban a trabajar como jornaleros en los poblados campesinos cercanos a su comunidad.
Entre las tradiciones más importantes de su pueblo se encuentra el “dar Santo” (también es conocido como fiesta al escapulario) el cual es un ritual terapéutico que se hace a partir de una enfermedad en el que una persona presenta diversos síntomas (cansancio, falta de apetito, dolor de cuerpo) que, después de buscar ayuda médica alópata sin mejoría del enfermo, es diagnosticado por un curandero o curandera del pueblo. Martina señala que son dos Santos los que te enferman: Santo Domingo y San Antonio, siendo el primero el más agresivo de estos.
Santo Domingo y San Antonio aparecen en dos fechas distintas. El primero, dice Martina, te agarra antes o después de su fiesta, el 13 de junio. En el caso del segundo, te enferma a partir del 4 de agosto.
Ella relata que en su familia hubo varios casos en los que estos dos santos enfermaron a algunos miembros. Debido a esto su hermana Flora, recién fallecida, tuvo que irse a vivir a Mazatepec, pues dicen que la furia de Santo Domingo o San Antonio no llegan más allá de su pueblo.
Martina cuenta que ella desde muy niña asistía a estos rituales con su madre y su hermana. De ahí aprendió a acomodar las cosas para la ofrenda o huentle que se pone dentro de la casa del enfermo. Así poco a poco fue requerida con mayor frecuencia para apoyar en los preparativos para “dar Santo” con diferentes personas en su pueblo.
Siempre me venían a ver que compusiera yo la mesa –donde van a dar santo- componía yo la mesa para que fueran a dar santo, en esa casa donde tenían la mesa, nada más componía yo la mesa [donde se ponía la ofrenda]. Llegaban los que le iban a dar santo y ya empezaba la pachanga. Empecé un día que me dijeron que compusiera yo una mesa, vi como la componían desde niña y cuando vieron que la puse, les gusto y siempre me venían a ver para componerla
Sin embargo, después de casi veinte años en que ella fue participe activa en estos rituales, los abandonó. Esto debido a que uno de sus hijos que había migrado a los Estados Unidos se convirtió en testigo de Jehová. De esta manera, Martina empezó poco a poco a dejar de apoyar en los preparativos para “dar Santo”, pues por influencia de su hijo, sus otros hijos e hijas empezaron a asistir a esta nueva iglesia.
Después de que vino mi hijo del otro lado [Estados Unidos) y me dijo: mamá eso no es de Dios. Le digo: si, sé que es malo, pero ya lo voy a dejar, ya no voy a dar santo. Porque iba yo a dar, yo componía la mesa y ya cuando regreso mi hijo nada de eso. Después mis hijas también empezaron a ir al templo de los hermanos [como les dicen a todos los miembros que no pertenecen a la religión católica] y mis hijos ahora me llevan a los servicios a su iglesia
Desde ese momento ella empezó a asistir con mayor frecuencia a la iglesia de los testigos de Jehová y a dejar apoyar a “dar Santo”. Dentro de los cambios en los modos de vida que se han dado en Coatetelco están los que han introducido nuevas religiones a través de las migraciones a los Estados Unidos. Pero, en su mayoría, esta población mantiene un fuerte arraigo por las creencias de su religiosidad popular con base en el catolicismo que les dan identidad y los identifican con un territorio físico y simbólico determinado.
Entre la familia de Martina se sigue creyendo que Santo Domingo y San Antonio los pueden enfermar por el sólo hecho de visitar el pueblo, aunque su residencia esté en otra población o que hayan cambiado de religión. Martina cuenta que antes de que falleciera su hermana Flora le dieron “Santo” porque su familia creía que había enfermado por una visita que había hecho a Coatetelco.
Los hijos de Flora decidieron invitar a la familia y amigos cercanos para que le dieran “santo” a su mamá ya que no se recuperaba de su enfermedad. Sin embargo, a los pocos días Flora falleció y la explicación de Martina fue que los Santos no estuvieron contentos con la fiesta, que seguro querían una más grande.
Asimismo, la familia de Martina le dio “Santo” a ella, después del sismo del 19 de septiembre de 2017, pues su casa se había caído y sus hijos creyeron que debido al susto fue propensa a que Santo Domingo la enfermara. Después del sismo, Martina empezó a sentirse mal de salud y una de sus hijas la llevó al médico varias veces, pero los medicamentos no funcionaban, por esta razón la llevaron con la curandera del pueblo y les dijo que ella quería “Santo”.
A unas semanas de haber ocurrido el sismo, sus hijos e hijas le dieron “Santo” a Martina. Organizaron los preparativos e invitaron a la familia y amigos cercanos, le hicieron todo el ritual, tal como establece la tradición: la vistieron de rojo, bailaron, bebieron, pusieron la ofrenda y comieron. Los hijos de Martina señalan que a pesar de a ver cambiado de religión los santos los seguían agarrando, pues ya sabían que ellos eran del pueblo.
La fiesta de la “mojiganga” en Mazatepec
Una de las festividades más importantes para la gente de Mazatepec se celebra el 18 de octubre, día en que se hace la fiesta a San Lucas, santo patrono del pueblo. No obstante, esta fecha esta antecedida por una serie de preparativos en los que se incluye un novenario en el que el santo visita a nueve familias lo albergan por 24 horas dentro de su domicilio. Al mismo tiempo, se hace un ritual previo organizado desde la gente conocido como “la mojiganga”.
La mojiganga se realiza el día 17 de octubre y se caracteriza por la elaboración de muñecos de papel, carrizo/alambre y engrudo que miden aproximadamente dos metros, con el centro hueco para que ahí sea manejado por una persona. Asimismo, el ritual incluye también un recorrido por las principales calles del pueblo bailando y bebiendo agua de distintos sabores preparadas con mezcal. El recorrido se ameniza con diferentes bandas de viento que tocan distintas melodías a lo largo de las casi cuatro horas en las que la gente se apropia de las calles de poblado.
Durante la mojiganga, la gente sale después de las doce del día, hora en que se sueltan los diablos anunciados por el primer cohete. A partir de ese momento, salen principalmente jóvenes entre 15 y 30 años, vestidos de diablos y con la cara tapada por una masacra. Ellos tienen como objetivo salir a las calles a romper con el orden, pintando con chapopote a todo aquel que se encuentren en la calle o a quien los “toree” haciendo un sonido particular que se genera abriendo la boca y golpeándola con la palma de mano.
Este ritual antecede al día en el que se celebra la fiesta a San Lucas antes de que llegue a la casa en la que se realizará una velación y la danza de los vaqueritos. Para la iglesia católica la mojiganga representa un rito pagano, de hecho, los párrocos que han llegado al pueblo prohíben a los feligreses asistir, sin embargo, la gente sigue esta tradición como parte de la celebración a San Lucas.
Carlos un hombre de 34 originario de Mazatepec señala:
Ya es la costumbre entre nosotros ir primero a convivir con la gente del pueblo en la mojiganga y luego irnos a velar al santo antes de regresarlo a su morada en la iglesia dedicada a él. En la tarde, cuando se sueltan los diablos salimos a atraparlos y en la noche vamos en la procesión para llevar al San Lucas a la casa donde le bailaran los vaqueritos, ahí pasamos toda la noche o un rato, esa es la tradición aquí
La fiesta de la mojiganga es parte de la identidad de los mazatepequenses, celebración que se ha ido transformando con el paso del tiempo debido a los procesos que se viven en la región: migraciones, inseguridad y violencia. Por ejemplo, el 17 de octubre del 2017 se hicieron muñecos alusivos a lo ocurrido en el 19 de septiembre, la perra Frida y un rescatista fueron las principales figuras en esta fiesta.
Asimismo, la migración de la gente de Mazatepec a los Estados Unidos ha llevado a que se empiece a realizar esta fiesta en diferentes puntos de la Unión Americana siendo uno de los más importantes el estado de California. Ahí se juntaron varios pobladores de Mazatepec, para hacer la “mojiganga”, pero a diferencia del pueblo, rentaron un salón de eventos y ahí, al son de la banda y las “aguas locas” los mazatepequenses se reunieron para hacer la mojiganga.
Reflexiones finales
Los procesos de transformación de las poblaciones del poniente han llevado a que sus tradiciones tengan que reconfigurarse. A pesar de la migración a los Estados Unidos que ha traído una serie de cambios a su territorio, las creencias y fiestas se mantienen, acoplándolas a la llegada de nuevas religiones o la distancia provocada por la migración.
Estas se han mantenido en el poniente porque se han convertido en parte de la identidad y el arraigo al territorio de las personas que habitan en estas poblaciones que aún mantienen elementos indígenas. La reciprocidad y el arraigo a su territorio permite que sigan celebrando estas fiestas.
En los pueblos del poniente existe una gran diversidad entre ellos, sin embargo, mantienen elementos propios que les han sido heredados por sus antepasados. Dar Santo o “la mojiganga” son dos ejemplos claros de la permanencia de elementos que les dan identidad a los pueblos originarios del poniente de Morelos.
Coordinación editorial: Luis Miguel Morayta Mendoza