/ miércoles 4 de marzo de 2020

Breve historia del sufragismo feminista en México

Sororidad

El Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV con avances en su religión, el arte y la ciencia. A comienzos de 1500, la civilización europea experimentó cambios que condujeron a la revolu-ción científica e industrial y, debido a estos cambios, se ejerció, además de la dominación política y cultural, una poderosa dominación religiosa sobre las sociedades en gran parte del planeta. A partir de estos dos cotos de poder que heredaron la antíquisima y muy conveniente postura de soslayar lo femenino, el cual también incluía la dominación sexual, escribieron sus propias leyes y determinando los usos y costumbres de todas sus sociedades. Esta transmisión de valores que consideraron como verdaderos, nos alejaron de una genuina posibilidad de formación en los valo-res cívicos, creando un mundo patriarcal, misógino, falocéntrico, deshonesto, injusto, confuso e insoportablemente violento que ha determinado, desde siempre, la desigualdad en que vivimos.

Sin embargo, la Historia también nos demuestra que de igual manera existieron mujeres y hom-bres de pensamiento libertario, respetuoso, justo y poderoso que, a pesar de las vicisitudes que encontraron en el camino, nos fueron abriendo brecha para ser y pertenecer, de igual manera, en este mundo separatista. Se tiene registro que las primeras manifestaciones de la lucha “escrita” fueron entre 1884 y 1887. Esto, a través de una publicación de la revista “Violetas del Anáhuac”, fundada y dirigida por la guerrerense Laureana Wright González, en la cual se planteaba el sufra-gio femenino y la igualdad de ambos sexos. Se le otorgó el máximo diploma del Liceo Hidalgo que representaba la vanguardia de las Bellas Artes. Además, se le otorgaron también las distin-ciones del Liceo Mexicano y el Liceo Altamirano de Oaxaca. Todo esto, por iniciativa de Ignacio Ramírez, “el Nigromante”, nuestro pensador más liberal y quien fuera Secretario de Justicia e Ins-trucción Pública en la época de Benito Juárez.

Hoy no escribiré de las mujeres independentistas, ni de las mujeres revolucionarias que, sin todas ellas, la historia de nuestro país, sería otra. Hoy escribo acerca de las primeras feministas de la alta sociedad que se abrieron paso al modelo de avanzada de los países europeos, aunque su campo de acción era muy acotado y su reconocimiento social básicamente filantrópico o de tipo espiritual. Sin embargo, las demás mujeres, las proletarias, campesinas, trabajadoras, amas de casa de cualquier edad y de cualquier estatus civil, nunca habrían aspirado a mezclarse ni en sus propios asuntos familiares por ser consideradas, ante la ley, algo así como menores de edad. Sin ninguna facultad jurídica.

Las críticas que hizo Laureana Wright a la iglesia católica mostrando su desacuerdo en la difu-sión de la vida de Jesuscristo en nuestro país, le valieron muchos ataques profesionales y perso-nales. No obstante a esto, Laureana también colaboró en el “Diario del Hogar” atreviéndose a censurar al presidente Porfirio Diaz, por lo cual estuvo a punto de ser expulsada del país. Hoy, para nuestra fortuna, se la reconoce como precursora de la igualdad de género. Laureana escri-bió tres libros que confirman su pensamiento libertario que muchos no entendían en ese tiempo, convirtiéndola, para muchas y muchos, en la escritora "incómoda" del momento: 1) La emancipa-ción de la mujer por medio del estudio en 1891. 2) La educación errónea de la mujer y medio práctico para corregirla 1892. 3) Mujeres notables mexicanas 1910.

En 1910, varias asociaciones y personalidades, cansadas del conservadurismo de Porfirio Díaz, quien parecía haberse olvidado de la gente de su pueblo, se unieron al movimiento antirreleccio-nista de Francisco I. Madero. Una de ellas, por ejemplo, fue la fundadora de la Cruz Blanca, la famosa Elena Arizmendi. Aquella mujer que, según la doctora Gabriela Cano en su libro "Se lla-maba Elena Arizmendi", volvió loco de amor al Secretario de Educación, José Vasconcelos. Tam-bién existía en ese entonces el club femenil antirreeleccionista llamado: “Las Hijas de Cuau-htémoc” . Este club fue fundado por Dolores Jiménez y Muro y en el cual también participó Laure-ana Wright. Ellas se identificaban con un pendón de seda roja como una organización puramente femenina, protestando por el fraude de las elecciones y demandando también la participación polí-tica de las mujeres.¿De qué les serviría votar? Se preguntaban con gran enojo muchas de las mujeres conservadoras. Después de una gran golpiza, muchos de los manifestantes, incluyendo a su lideresa, fueron arrestados y detenidos en la Cárcel de Belén de aquel entonces.

Entre los años 1915 y 1919, se llevaron a cabo dos congresos feministas en Mérida, Yucatán, un Estado francamente conservador hoy en día. Esto sucedió en el Teatro Peón Contreras a cargo de Consuelo Zavala Contreras por iniciativa del gobernador Salvador Alvarado. En ambos congre-sos convergieron mujeres de posturas muy de avanzada, moderadas y conservadoras. Entre ellas se encontraban Hermila Galindo, Elena Torres Cuéllar, Elvia Carrillo Puerto, (hermana de Carrillo Puerto), Rosa Torre González y Atala Apodaca. Su preocupación primordial era: "la secularización de la educación y la ciudadanía política de las mujeres". El pronunciamiento de la maestra duran-guense Hermila Galindo fue: "la necesidad de igualdad entre mujeres y hombres, incluyendo sus derechos sexuales y políticos y la necesidad de implementar un plan de educación sexual, seña-lando a la religión como la principal responsable de la ignorancia de la población al respecto de este tema por tratarlo como un tabú". Esel tema que levantó todo tipo de resquemor e hizo levan-tar la voz de aquellos que consideraron que se estaba atentando en contra de su moral y sus bue-nas costumbres.

Entre los años 1915 y 1919, Hermila Galindo publicó un semanario ilustrado llamado: “La mujer moderna”, dirigido por ella misma y en el cual tenía como filosofía un alto ideal de libertad y pro-greso que, poniendo a la mujer al nivel del hombre, la comprendiera, no sólo nominalmente en la misma ilustración y justicia, sino que le otorgara los mismos derechos y las mismas prerrogativas que se conceden al sexo fuerte”. Su ponencia causó reacciones muy adversas por parte de la prensa y también la calificaron de inmoral.

Fue durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto que se les permitió a las mujeres poder votar y ocupar cargos públicos de manera municipal y estatal, aunque no se había conseguido la aproba-ción del Congreso. Fue entonces cuando la maestra Rosa Torre González la eligieron como la primera regidora del Ayuntamiento de Mérida. La maestra Rosa Torre, a su vez, había sido alum-na de la maestra Rita Cetina, quien rechazaba categóricamente que las chicas fueran instruidas únicamente en habilidades domésticas. Ella quería incluir estudios de astronomía, derecho consti-tucional, geometría, geografía, historia, matemáticas… Cuando asesinaron a Felipe Carrillo Puer-to, las mujeres tuvieron que abandonar sus puestos.

Y el reclamo del sufragio femenino seguía pendiente como acto de reivindicación para saldar la deuda con las mujeres de la Revolución.

En 1937, el presidente Cárdenas envió un Proyecto de Reforma Constitucional al Congreso en el que aparentemente se le otorgaba el voto a la mujeres en su calidad de ciudadanas, pero no fue así realmente, ya que esta aprobación no bastó para que la propuesta presidencial se convirtiera en ley. Las mujeres del Frente se movilizaron, organizaron mítines, manifestaciones, conferencias, llegaron hasta a amenazar con quemar el palacio nacional e iniciaron una huelga de hambre fren-te a la casa de Cárdenas tal como lo habían hecho también las sufragistas inglesas que se enca-denaban en las vías del tren, saboteaban las líneas eléctricas, rompían los escaparates y hasta llegaron a detonar una bomba en casa de uno de los ministros. El escándalo causó enorme des-contento en los los sectores del poder, de la misma manera que está sucediendo en nuestros días y las mujeres no recibieron el derecho al voto. Mejor proceder de “poquito en poquito” Pensaban los desdichados.

En 1947, Miguel Alemán con la idea de fortalecer su sistema federal, "permitió" incursionar a las mujeres en el campo de la política. Sin embargo, tampoco les otorgó el voto en el ámbito federal. Cuando Adolfo Adolfo Ruiz Cortines era candidato del PRI, marcó claramente su posición conser-vadora diciendo algo que hizo que las mujeres se jalaran de los cabellos por lo absurdo del caso: “las mujeres no deben participar por un sentido de justicia, sino porque desde su hogar, ayudarán a los hombres a resolver con abnegación, trabajo, fuerza espiritual y moral los problemas de la educación y la asistencia social”. Es decir, las mujeres sólo eran importantes en función de sus hombres siempre y cuando cumplieran, ellas, todos los requisitos. No había cabida para “otro tipo” de mujeres. Pero, cuando tomó posesión como presidente en 1951, ese mismo Ruiz Cortines env-ío una iniciativa de ley para reformar el Art. 34 de la Constitución con la finalidad de reconocer el derecho de las mujeres al voto, respondiendo al ingenio, a la movilización y a la inconformidad de cientos de mujeres y algunos hombres que las habían acompañado en el sofocante camino y, el sábado 17 de octubre de 1953 despertaron con la noticia tan esperada aunque el presidente todavía pensaba que, esto, no afectaba al sistema y que, ellas, seguirían bajo el control político e ideológico del partido oficial dejándolas circunscritas a actividades pertenecientes al ámbito do-méstico. Algo que hemos arrastrado, de alguna manera, hasta nuestros días, a pesar de las lu-chas feministas de los años 70s que merecen un tratado aparte por su gran importancia.

Artistas plásticos, poetas, cineastas, las mismas universidades se han unido a esta lucha por el feminismo, por el respeto a la diversidad y la inclusión. Hoy, por ejemplo, en el Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca, con la curaduría de Conch de María, presenciamos la obra del pintor vivo más importante de México, Rafael Cauduro con el tema "La injusticia y sus grandes pendientes" y en el Estado de Morelos hay un ambiente de gran intensidad alrededor de este tema.

Han sido muchos años, muchos siglos de esta forma de no querer entender lo verdaderamente humano y hoy, hemos llegado a momentos inusitados de terrible violencia. La feminista mexicana Marcela Lagarde, nos ha recordado que el feminismo, es filosofía y que hay que tocarlo, olerlo, hacerlo nuestro, hasta entenderlo.

Es hora de que el mundo cambie su visión patriarcal de una vez por todas. Es hora que las muje-res decidan sobre sus propios cuerpos y no sean obligadas a tener hijos que no quieran sin dis-cursos moralistas y metafísicos. Es hora de acabar con los femenicidios y la violencia. Es hora de aprender a respetar la diversidad que nos rodea. Es hora de voltear a ver a las mujeres indíge-nas. Es hora de cuidar a la Tierra que ha sido violentada al igual que las mujeres. Es hora de voltearnos de cabeza, si fuera necesario, para empezar todo de nuevo.

Porque nos hemos atrevido a comer de la manzana del conocimiento. Ya es hora…

El Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV con avances en su religión, el arte y la ciencia. A comienzos de 1500, la civilización europea experimentó cambios que condujeron a la revolu-ción científica e industrial y, debido a estos cambios, se ejerció, además de la dominación política y cultural, una poderosa dominación religiosa sobre las sociedades en gran parte del planeta. A partir de estos dos cotos de poder que heredaron la antíquisima y muy conveniente postura de soslayar lo femenino, el cual también incluía la dominación sexual, escribieron sus propias leyes y determinando los usos y costumbres de todas sus sociedades. Esta transmisión de valores que consideraron como verdaderos, nos alejaron de una genuina posibilidad de formación en los valo-res cívicos, creando un mundo patriarcal, misógino, falocéntrico, deshonesto, injusto, confuso e insoportablemente violento que ha determinado, desde siempre, la desigualdad en que vivimos.

Sin embargo, la Historia también nos demuestra que de igual manera existieron mujeres y hom-bres de pensamiento libertario, respetuoso, justo y poderoso que, a pesar de las vicisitudes que encontraron en el camino, nos fueron abriendo brecha para ser y pertenecer, de igual manera, en este mundo separatista. Se tiene registro que las primeras manifestaciones de la lucha “escrita” fueron entre 1884 y 1887. Esto, a través de una publicación de la revista “Violetas del Anáhuac”, fundada y dirigida por la guerrerense Laureana Wright González, en la cual se planteaba el sufra-gio femenino y la igualdad de ambos sexos. Se le otorgó el máximo diploma del Liceo Hidalgo que representaba la vanguardia de las Bellas Artes. Además, se le otorgaron también las distin-ciones del Liceo Mexicano y el Liceo Altamirano de Oaxaca. Todo esto, por iniciativa de Ignacio Ramírez, “el Nigromante”, nuestro pensador más liberal y quien fuera Secretario de Justicia e Ins-trucción Pública en la época de Benito Juárez.

Hoy no escribiré de las mujeres independentistas, ni de las mujeres revolucionarias que, sin todas ellas, la historia de nuestro país, sería otra. Hoy escribo acerca de las primeras feministas de la alta sociedad que se abrieron paso al modelo de avanzada de los países europeos, aunque su campo de acción era muy acotado y su reconocimiento social básicamente filantrópico o de tipo espiritual. Sin embargo, las demás mujeres, las proletarias, campesinas, trabajadoras, amas de casa de cualquier edad y de cualquier estatus civil, nunca habrían aspirado a mezclarse ni en sus propios asuntos familiares por ser consideradas, ante la ley, algo así como menores de edad. Sin ninguna facultad jurídica.

Las críticas que hizo Laureana Wright a la iglesia católica mostrando su desacuerdo en la difu-sión de la vida de Jesuscristo en nuestro país, le valieron muchos ataques profesionales y perso-nales. No obstante a esto, Laureana también colaboró en el “Diario del Hogar” atreviéndose a censurar al presidente Porfirio Diaz, por lo cual estuvo a punto de ser expulsada del país. Hoy, para nuestra fortuna, se la reconoce como precursora de la igualdad de género. Laureana escri-bió tres libros que confirman su pensamiento libertario que muchos no entendían en ese tiempo, convirtiéndola, para muchas y muchos, en la escritora "incómoda" del momento: 1) La emancipa-ción de la mujer por medio del estudio en 1891. 2) La educación errónea de la mujer y medio práctico para corregirla 1892. 3) Mujeres notables mexicanas 1910.

En 1910, varias asociaciones y personalidades, cansadas del conservadurismo de Porfirio Díaz, quien parecía haberse olvidado de la gente de su pueblo, se unieron al movimiento antirreleccio-nista de Francisco I. Madero. Una de ellas, por ejemplo, fue la fundadora de la Cruz Blanca, la famosa Elena Arizmendi. Aquella mujer que, según la doctora Gabriela Cano en su libro "Se lla-maba Elena Arizmendi", volvió loco de amor al Secretario de Educación, José Vasconcelos. Tam-bién existía en ese entonces el club femenil antirreeleccionista llamado: “Las Hijas de Cuau-htémoc” . Este club fue fundado por Dolores Jiménez y Muro y en el cual también participó Laure-ana Wright. Ellas se identificaban con un pendón de seda roja como una organización puramente femenina, protestando por el fraude de las elecciones y demandando también la participación polí-tica de las mujeres.¿De qué les serviría votar? Se preguntaban con gran enojo muchas de las mujeres conservadoras. Después de una gran golpiza, muchos de los manifestantes, incluyendo a su lideresa, fueron arrestados y detenidos en la Cárcel de Belén de aquel entonces.

Entre los años 1915 y 1919, se llevaron a cabo dos congresos feministas en Mérida, Yucatán, un Estado francamente conservador hoy en día. Esto sucedió en el Teatro Peón Contreras a cargo de Consuelo Zavala Contreras por iniciativa del gobernador Salvador Alvarado. En ambos congre-sos convergieron mujeres de posturas muy de avanzada, moderadas y conservadoras. Entre ellas se encontraban Hermila Galindo, Elena Torres Cuéllar, Elvia Carrillo Puerto, (hermana de Carrillo Puerto), Rosa Torre González y Atala Apodaca. Su preocupación primordial era: "la secularización de la educación y la ciudadanía política de las mujeres". El pronunciamiento de la maestra duran-guense Hermila Galindo fue: "la necesidad de igualdad entre mujeres y hombres, incluyendo sus derechos sexuales y políticos y la necesidad de implementar un plan de educación sexual, seña-lando a la religión como la principal responsable de la ignorancia de la población al respecto de este tema por tratarlo como un tabú". Esel tema que levantó todo tipo de resquemor e hizo levan-tar la voz de aquellos que consideraron que se estaba atentando en contra de su moral y sus bue-nas costumbres.

Entre los años 1915 y 1919, Hermila Galindo publicó un semanario ilustrado llamado: “La mujer moderna”, dirigido por ella misma y en el cual tenía como filosofía un alto ideal de libertad y pro-greso que, poniendo a la mujer al nivel del hombre, la comprendiera, no sólo nominalmente en la misma ilustración y justicia, sino que le otorgara los mismos derechos y las mismas prerrogativas que se conceden al sexo fuerte”. Su ponencia causó reacciones muy adversas por parte de la prensa y también la calificaron de inmoral.

Fue durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto que se les permitió a las mujeres poder votar y ocupar cargos públicos de manera municipal y estatal, aunque no se había conseguido la aproba-ción del Congreso. Fue entonces cuando la maestra Rosa Torre González la eligieron como la primera regidora del Ayuntamiento de Mérida. La maestra Rosa Torre, a su vez, había sido alum-na de la maestra Rita Cetina, quien rechazaba categóricamente que las chicas fueran instruidas únicamente en habilidades domésticas. Ella quería incluir estudios de astronomía, derecho consti-tucional, geometría, geografía, historia, matemáticas… Cuando asesinaron a Felipe Carrillo Puer-to, las mujeres tuvieron que abandonar sus puestos.

Y el reclamo del sufragio femenino seguía pendiente como acto de reivindicación para saldar la deuda con las mujeres de la Revolución.

En 1937, el presidente Cárdenas envió un Proyecto de Reforma Constitucional al Congreso en el que aparentemente se le otorgaba el voto a la mujeres en su calidad de ciudadanas, pero no fue así realmente, ya que esta aprobación no bastó para que la propuesta presidencial se convirtiera en ley. Las mujeres del Frente se movilizaron, organizaron mítines, manifestaciones, conferencias, llegaron hasta a amenazar con quemar el palacio nacional e iniciaron una huelga de hambre fren-te a la casa de Cárdenas tal como lo habían hecho también las sufragistas inglesas que se enca-denaban en las vías del tren, saboteaban las líneas eléctricas, rompían los escaparates y hasta llegaron a detonar una bomba en casa de uno de los ministros. El escándalo causó enorme des-contento en los los sectores del poder, de la misma manera que está sucediendo en nuestros días y las mujeres no recibieron el derecho al voto. Mejor proceder de “poquito en poquito” Pensaban los desdichados.

En 1947, Miguel Alemán con la idea de fortalecer su sistema federal, "permitió" incursionar a las mujeres en el campo de la política. Sin embargo, tampoco les otorgó el voto en el ámbito federal. Cuando Adolfo Adolfo Ruiz Cortines era candidato del PRI, marcó claramente su posición conser-vadora diciendo algo que hizo que las mujeres se jalaran de los cabellos por lo absurdo del caso: “las mujeres no deben participar por un sentido de justicia, sino porque desde su hogar, ayudarán a los hombres a resolver con abnegación, trabajo, fuerza espiritual y moral los problemas de la educación y la asistencia social”. Es decir, las mujeres sólo eran importantes en función de sus hombres siempre y cuando cumplieran, ellas, todos los requisitos. No había cabida para “otro tipo” de mujeres. Pero, cuando tomó posesión como presidente en 1951, ese mismo Ruiz Cortines env-ío una iniciativa de ley para reformar el Art. 34 de la Constitución con la finalidad de reconocer el derecho de las mujeres al voto, respondiendo al ingenio, a la movilización y a la inconformidad de cientos de mujeres y algunos hombres que las habían acompañado en el sofocante camino y, el sábado 17 de octubre de 1953 despertaron con la noticia tan esperada aunque el presidente todavía pensaba que, esto, no afectaba al sistema y que, ellas, seguirían bajo el control político e ideológico del partido oficial dejándolas circunscritas a actividades pertenecientes al ámbito do-méstico. Algo que hemos arrastrado, de alguna manera, hasta nuestros días, a pesar de las lu-chas feministas de los años 70s que merecen un tratado aparte por su gran importancia.

Artistas plásticos, poetas, cineastas, las mismas universidades se han unido a esta lucha por el feminismo, por el respeto a la diversidad y la inclusión. Hoy, por ejemplo, en el Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca, con la curaduría de Conch de María, presenciamos la obra del pintor vivo más importante de México, Rafael Cauduro con el tema "La injusticia y sus grandes pendientes" y en el Estado de Morelos hay un ambiente de gran intensidad alrededor de este tema.

Han sido muchos años, muchos siglos de esta forma de no querer entender lo verdaderamente humano y hoy, hemos llegado a momentos inusitados de terrible violencia. La feminista mexicana Marcela Lagarde, nos ha recordado que el feminismo, es filosofía y que hay que tocarlo, olerlo, hacerlo nuestro, hasta entenderlo.

Es hora de que el mundo cambie su visión patriarcal de una vez por todas. Es hora que las muje-res decidan sobre sus propios cuerpos y no sean obligadas a tener hijos que no quieran sin dis-cursos moralistas y metafísicos. Es hora de acabar con los femenicidios y la violencia. Es hora de aprender a respetar la diversidad que nos rodea. Es hora de voltear a ver a las mujeres indíge-nas. Es hora de cuidar a la Tierra que ha sido violentada al igual que las mujeres. Es hora de voltearnos de cabeza, si fuera necesario, para empezar todo de nuevo.

Porque nos hemos atrevido a comer de la manzana del conocimiento. Ya es hora…

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