/ lunes 15 de febrero de 2021

A mí me faltan dedos

Las vueltas que da la vida

En estos días comerciales en los que no se necesita nada más que querer a los amigos que están y recordar con infinito cariño y gratitud a los que se nos adelantaron; casi todo el mundo se dice amigo o amiga de todo el mundo cuando bien nos han enseñado que los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de las manos y sobran dedos.

Y es que en sentido literal, la amistad nace de repente sin saber cómo y por lo general es para siempre. Lo curioso es que es un tema tan complejo que recurro a diferentes conceptos sobre la amistad. En pocas palabras, la amistad es ver por el amigo, es ofrecerle tu apoyo cuando lo necesita o cuando está caído; en tal sentido, les confieso que yo he sido inmensamente rica.

En mi azarosa profesión de reportera comprometida con la verdad y desligada de los artilugios gubernamentales, he sufrido dos descalabros, sin embargo, en ambas ocasiones conté con verdaderos amigos que cuando me han visto tirada en una cama llorando, se acercaron a mí como verdaderos ángeles. Uno de ellos, Efraín Pacheco Cedillo entonces director del Diario de Morelos, ya fallecido, me llamó: “tienes media hora para arreglarte porque paso por ti, vamos a llegar juntos a la Hacienda de Santa Cruz de Tetecala donde está la TV alemana filmando La Rebelión de los Colgados y estarán presentes casi todos los medios. Quiero que vean que, aunque fuera de Excélsior, Lya sigue en pie”.

Recuerdo la segunda ocasión, cuando fuera de El Universal, mi también amigo Paco Guerrero fue el primero en llegar a verme invitándome a escribir en La Jornada Morelos cuando la dirigía él, a la distancia entiendo a ambos gobernadores, tenían fuera de control a dos muy importantes medios nacionales. Ó al escultor Víctor Manuel Contreras, una Navidad recién divorciada yo, sin mis entonces pequeños hijos porque le tocaban a mi ex marido en esa fecha, me llama por teléfono como a las ocho de la noche y me dice, “como de seguro estás sola y llorando, no comenzamos a cenar si no llegas a la casa, así que eso sí, arréglate bonita y vente rapidito porque tenemos hambre”, o un precioso matrimonio Marta y Javier que deben estar ambos ya en el cielo, de seguro, un día se enteran que estoy en la cama con fiebre tifoidea y salmonela al mismo tiempo sin poder casi ni moverme, llegan, pasan al refrigerador vacío en esa época, ganaba yo sólo mi sueldo de reportera, sin embutes, ni apoyo oficial de ninguna especie que yo no aceptaba; traen a un médico, mandan por lo que hace falta en la cocina y por las medicinas recetadas y se retiran dejando ya todo en orden. Son esas inolvidables ocasiones, son esos amigos, los que llevo prendidos en el alma.

La vida me ha enseñado que las amistades no se condicionan cuando no hay un final feliz, cuando no se hace lo que el amigo quiere ….y ahí viene el pero, ¿sucede realmente así? O más bien en toda amistad se dan una serie de tensiones entre la reciprocidad de la amistad que yo espero y la subjetividad, lo que yo imagino que sería. La amistad es una y no se condicona aunque la otra persona no piense como yo y esto no es fácil, para entenderla, me sumerjo en el ayer y me adentro en la reciprocidad aristotélica de la amistad. Como bien sabemos, desde tiempos inmemoriales, este tema ha inspirado a numerosas historias y leyendas, algunas sobre el valor y la importancia de este tipo de vínculos, otras sobre los riesgos que ello conlleva. Y volviendo desde la Atenas clásica a esta hoja de papel que yo valoro inmensamente, les confieso queridos lectores cuando rodeada del graznar de mis preciosos pericos silvestres, que debe haber un titipuchal de columnistas que nomás de sentarse frente a una computadora, máquina u hoja de papel, les fluyen las ideas como por arte de magia, pero en mi caso personal, no sucede así porque cuando pienso un tema, por respeto a mí, a ustedes y a mi periódico, investigo, leo, busco.

Cómo me impresionaba, de verdad, ver y escuchar a la periodista Nadia Piemonte hace cerca de tres décadas, cuando a diario hablaba al programa de Pedro Ferriz de Con y pedía tema, cuando se lo daban, al momento, sin escribir nada, se soltaba hablando a la radio por teléfono, en vivo, con una propiedad y seguridad pasmosas, sin equivocarse en una sola palabra y cortaba justo cuando debía hacerlo. Eso, no es casualidad, se llama oficio, experiencia y talento para hacerlo. Pero, yo, que soy una humilde florecilla silvestre de la comunicación, eso sí muy animosa, busco las palabras correctas y más cuando me encuentro en esa búsqueda con grandes pensadores y en esta columna de hoy, comienzo con un alemán doctor en Sociología Niklas Luhmann, (1927-1998), reconocido a nivel internacional por su formulación de la teoría general de los sistemas sociales. Con una vida real de película de la que sólo les contaré unos fragmentos, me entenderán porqué me refiero a él. Emerge de una familia en una pequeña localidad del norte de Alemania sin tradición universitaria alguna, a pesar de que se oponía toda su familia al nacionalsocialismo, fue enrolado en el ejército nazi a los 17 años, año y medio antes de que terminara la II Guerra Mundial; formó parte de la Luftwaffe y fue detenido por los aliados cuando la derrota de su país, lógico al ser una víctima más de la guerra, al poco tiempo lo soltaron.

Educado en las universidades de Friburgo, Bielefeld y Harvard y de vuelta a su país natal se dedicó a la cátedra siempre, recibió honores y distintos grados superiores incluido el Premio Europeo de Sociología y Ciencias Sociales un año antes de morir. Una de sus frases me impresionó y aunque no toca el tema de la amistad, ahí me detuve porque me respondió una pregunta que me he hecho una y otra vez desde hace tiempo: ¿Porqué he sentido la necesidad de comunicarme con ustedes a través de los distintos espacios en los que he estado? Y lo que es la vida, al buscar su concepto de amistad, no lo encontré, pero me dio esta respuesta: “Los humanos no pueden comunicarse, ni siquiera sus cerebros pueden comunicarse; ni siquiera la conciencia en sus mentes puede comunicarse. Sólo la comunicación puede comunicar”. Ahí les dejo esta frase de tarea. Sin entrar en meollos típicos y propios de los laberintos filosóficos, regreso al ideal aristotélico de la Amistad. Para el filósofo ateniense, la amistad es una capacidad social que permite la realización ética de los individuos y distingue tres formas de amistad: amistad por placer, por utilidad y por virtud. Dicho lo anterior, desde aquí saludo a la amistad, la que hace de mi soledad un refugio cálido y espero yo asimismo serlo para mis amigos. Saludo y recuerdo a quienes han estado a mi lado a lo largo de los años en las buenas pero sobre todo en las malas. Saludo con afecto a las que están, pero también a quienes se nos adelantaron, porque siempre faltarán.

Y es que el amigo cuando es amigo de verdad, como dicen las coplas, perdona las faltas porque la amistad no tiene días ni semanas se es amigo eternamente de corazón y con el alma…o no se es. Y les aseguro que mi riqueza es que he sobrepasado mis diez dedos en tener verdaderos amigos.


Y hasta el próximo lunes

En estos días comerciales en los que no se necesita nada más que querer a los amigos que están y recordar con infinito cariño y gratitud a los que se nos adelantaron; casi todo el mundo se dice amigo o amiga de todo el mundo cuando bien nos han enseñado que los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de las manos y sobran dedos.

Y es que en sentido literal, la amistad nace de repente sin saber cómo y por lo general es para siempre. Lo curioso es que es un tema tan complejo que recurro a diferentes conceptos sobre la amistad. En pocas palabras, la amistad es ver por el amigo, es ofrecerle tu apoyo cuando lo necesita o cuando está caído; en tal sentido, les confieso que yo he sido inmensamente rica.

En mi azarosa profesión de reportera comprometida con la verdad y desligada de los artilugios gubernamentales, he sufrido dos descalabros, sin embargo, en ambas ocasiones conté con verdaderos amigos que cuando me han visto tirada en una cama llorando, se acercaron a mí como verdaderos ángeles. Uno de ellos, Efraín Pacheco Cedillo entonces director del Diario de Morelos, ya fallecido, me llamó: “tienes media hora para arreglarte porque paso por ti, vamos a llegar juntos a la Hacienda de Santa Cruz de Tetecala donde está la TV alemana filmando La Rebelión de los Colgados y estarán presentes casi todos los medios. Quiero que vean que, aunque fuera de Excélsior, Lya sigue en pie”.

Recuerdo la segunda ocasión, cuando fuera de El Universal, mi también amigo Paco Guerrero fue el primero en llegar a verme invitándome a escribir en La Jornada Morelos cuando la dirigía él, a la distancia entiendo a ambos gobernadores, tenían fuera de control a dos muy importantes medios nacionales. Ó al escultor Víctor Manuel Contreras, una Navidad recién divorciada yo, sin mis entonces pequeños hijos porque le tocaban a mi ex marido en esa fecha, me llama por teléfono como a las ocho de la noche y me dice, “como de seguro estás sola y llorando, no comenzamos a cenar si no llegas a la casa, así que eso sí, arréglate bonita y vente rapidito porque tenemos hambre”, o un precioso matrimonio Marta y Javier que deben estar ambos ya en el cielo, de seguro, un día se enteran que estoy en la cama con fiebre tifoidea y salmonela al mismo tiempo sin poder casi ni moverme, llegan, pasan al refrigerador vacío en esa época, ganaba yo sólo mi sueldo de reportera, sin embutes, ni apoyo oficial de ninguna especie que yo no aceptaba; traen a un médico, mandan por lo que hace falta en la cocina y por las medicinas recetadas y se retiran dejando ya todo en orden. Son esas inolvidables ocasiones, son esos amigos, los que llevo prendidos en el alma.

La vida me ha enseñado que las amistades no se condicionan cuando no hay un final feliz, cuando no se hace lo que el amigo quiere ….y ahí viene el pero, ¿sucede realmente así? O más bien en toda amistad se dan una serie de tensiones entre la reciprocidad de la amistad que yo espero y la subjetividad, lo que yo imagino que sería. La amistad es una y no se condicona aunque la otra persona no piense como yo y esto no es fácil, para entenderla, me sumerjo en el ayer y me adentro en la reciprocidad aristotélica de la amistad. Como bien sabemos, desde tiempos inmemoriales, este tema ha inspirado a numerosas historias y leyendas, algunas sobre el valor y la importancia de este tipo de vínculos, otras sobre los riesgos que ello conlleva. Y volviendo desde la Atenas clásica a esta hoja de papel que yo valoro inmensamente, les confieso queridos lectores cuando rodeada del graznar de mis preciosos pericos silvestres, que debe haber un titipuchal de columnistas que nomás de sentarse frente a una computadora, máquina u hoja de papel, les fluyen las ideas como por arte de magia, pero en mi caso personal, no sucede así porque cuando pienso un tema, por respeto a mí, a ustedes y a mi periódico, investigo, leo, busco.

Cómo me impresionaba, de verdad, ver y escuchar a la periodista Nadia Piemonte hace cerca de tres décadas, cuando a diario hablaba al programa de Pedro Ferriz de Con y pedía tema, cuando se lo daban, al momento, sin escribir nada, se soltaba hablando a la radio por teléfono, en vivo, con una propiedad y seguridad pasmosas, sin equivocarse en una sola palabra y cortaba justo cuando debía hacerlo. Eso, no es casualidad, se llama oficio, experiencia y talento para hacerlo. Pero, yo, que soy una humilde florecilla silvestre de la comunicación, eso sí muy animosa, busco las palabras correctas y más cuando me encuentro en esa búsqueda con grandes pensadores y en esta columna de hoy, comienzo con un alemán doctor en Sociología Niklas Luhmann, (1927-1998), reconocido a nivel internacional por su formulación de la teoría general de los sistemas sociales. Con una vida real de película de la que sólo les contaré unos fragmentos, me entenderán porqué me refiero a él. Emerge de una familia en una pequeña localidad del norte de Alemania sin tradición universitaria alguna, a pesar de que se oponía toda su familia al nacionalsocialismo, fue enrolado en el ejército nazi a los 17 años, año y medio antes de que terminara la II Guerra Mundial; formó parte de la Luftwaffe y fue detenido por los aliados cuando la derrota de su país, lógico al ser una víctima más de la guerra, al poco tiempo lo soltaron.

Educado en las universidades de Friburgo, Bielefeld y Harvard y de vuelta a su país natal se dedicó a la cátedra siempre, recibió honores y distintos grados superiores incluido el Premio Europeo de Sociología y Ciencias Sociales un año antes de morir. Una de sus frases me impresionó y aunque no toca el tema de la amistad, ahí me detuve porque me respondió una pregunta que me he hecho una y otra vez desde hace tiempo: ¿Porqué he sentido la necesidad de comunicarme con ustedes a través de los distintos espacios en los que he estado? Y lo que es la vida, al buscar su concepto de amistad, no lo encontré, pero me dio esta respuesta: “Los humanos no pueden comunicarse, ni siquiera sus cerebros pueden comunicarse; ni siquiera la conciencia en sus mentes puede comunicarse. Sólo la comunicación puede comunicar”. Ahí les dejo esta frase de tarea. Sin entrar en meollos típicos y propios de los laberintos filosóficos, regreso al ideal aristotélico de la Amistad. Para el filósofo ateniense, la amistad es una capacidad social que permite la realización ética de los individuos y distingue tres formas de amistad: amistad por placer, por utilidad y por virtud. Dicho lo anterior, desde aquí saludo a la amistad, la que hace de mi soledad un refugio cálido y espero yo asimismo serlo para mis amigos. Saludo y recuerdo a quienes han estado a mi lado a lo largo de los años en las buenas pero sobre todo en las malas. Saludo con afecto a las que están, pero también a quienes se nos adelantaron, porque siempre faltarán.

Y es que el amigo cuando es amigo de verdad, como dicen las coplas, perdona las faltas porque la amistad no tiene días ni semanas se es amigo eternamente de corazón y con el alma…o no se es. Y les aseguro que mi riqueza es que he sobrepasado mis diez dedos en tener verdaderos amigos.


Y hasta el próximo lunes

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