/ miércoles 29 de diciembre de 2021

“Y en la escena hubo 5 degollados y un niño bañado de sangre”

Hola estimados lectores, espero estén pasando gratos momentos en compañía de familiares y amigos, pero en especial, que gocen de salud. Es un factor que se ha convertido en algo fundamental.

Anteriormente habíamos hecho hincapié en que las mentes criminales nunca descansan. Diciembre no está exento de experiencias non gratas. En cambio, sí está cargado de actos violentos.

En esta ocasión, haremos un retroceso. Viajaremos en la cápsula del tiempo y regresamos 30 años atrás.

Haremos una parada en el año de 1991. Período en el que diversos acontecimientos cobraron importancia en la nación mexicana. El 5 de febrero, México, Estados Unidos y Canadá acordaban las negociaciones para la firma de un pacto de libre comercio; el 11 de julio miles de mexicanos pudieron observar el eclipse de sol; el primero de mayo, por primera vez en la historia, Lupita Jones, fue elegida Miss Universo y en junio, se iniciaba la venta de los bancos nacionales.

Sin embargo, el primero de diciembre de ese mismo lapso, ocurrió un hecho que estremeció a la sociedad entera.

Era otoño. Las hojas de los árboles caían por doquier. Y al paso de los días decembrinos, la estación iba anunciando su partida. Mientras, las familias se ocupaban un tanto entusiastas, en adornar puertas, fachadas y paredes con luces de colores, muñecos de nieve y demás decoraciones navideñas. Parecía que la popular colonia Jardines de Morelos era un lugar tranquilo para vivir.

Ningún habitante imaginaba que Ecatepec se convertiría en una zona insegura y violenta. Porque lo peor estaba por suceder. Colocando al municipio en los principales titulares de los periódicos, una vez que ahí se realizó el que se considera el primer homicidio múltiple de la era moderna en el Estado de México.

Las primeras declaraciones de los custodios, Eusebio Torres y Elías González, que habían sido contratados para proveer de la seguridad a la colonia, manifestaban afirmaciones impactantes.

Era un día domingo. -cuenta uno de ellos-. Estaba de guardia en la oficina. De pronto, timbró el teléfono de manera insistente. Al responder, se identificó uno de los compañeros para reportar que había ocurrido un homicidio. Tan rápido como pudimos, nos trasladamos al domicilio referido: calle Volcán, de la sección Elementos y la sorpresa fue desgarradora porque al ingresar descubrimos la siguiente escena: cinco víctimas degolladas y un niño bañado de sangre como único testigo, Alejandro, de solo 3 años.

Sin sospechosos. Sin motivo. Ninguna pista en la escena del crimen. No había rastros de robo. Todos los objetos de valor estaban en su lugar. Así fue como se escribió la nota del primer homicidio múltiple en el Estado de México. Información que se mantuvo en la penumbra durante casi 30 años hasta que las autoridades decidieron develar la carpeta de investigación denominada Fausto.

// Alejandro, el único sobreviviente //

La muerte había hecho lo suyo. Varios integrantes de la familia Chávez López habían perdido la vida. El aire que resoplaba en cada rincón de la vivienda era difícil de aspirar.

Las interrogantes saltaban entre los testigos oculares, qué había pasado horas antes del deceso. Por qué los habían exterminado de esa forma y quiénes habían efectuado tan retorcida acción.

Esa noche, Alejandro Chávez Sahagún y su esposa, Febe, ambos profesores de la escuela primaria Juan Jacobo Rousseau, regresaban a casa después de haber asistido a una fiesta.

Un conocido de la pareja había insistido en llevarlos hasta su hogar. Lo escalofriante de la decisión, es que este hombre aparentaba reunir todas las señales de que él había cometido esa atrocidad. Y como tal, fue el único detenido.

No obstante, todo apuntaba que el victimario no había actuado solo, que tenía cómplices. En suma, los peritajes arrojaban que primero habían asesinado a las hijas del matrimonio Chávez, se trataba de tres personas del sexo femenino de 10, 12 y 18 años.

De acuerdo a las indagatorias elaboradas, se trataba de una venganza personal.

Las conjeturas comenzaron a salir a la luz. El maestro Alejandro era propietario de dos escuelas y se dedicaba a comprar automóviles americanos, los arreglaba y los vendía. Fue entonces que contrató al hojalatero José Julio Cipriano Luna para reparar un oldsmobile convertible. Habían acordado una cantidad de dinero y una fecha de entrega.

Sin embargo, Cipriano no terminó el trabajo a tiempo. Le faltaba poco para concluir. Sólo era cuestión de pulirlo. Pero el profesor le reclamó y se llevó el carro, quedando a deber 600 mil pesos, lo que hoy equivaldría a la cantidad de dos mil pesos, los cuales no pagó. Lo cierto es que esa deuda ocasionó rencor y futuras rencillas.

// “Ecatepec y su primer multihomicidio” //

Pero insisto de nuevo, entre los escombros de la desgracia, solo hubo un niño caminando afuera de su casa -de aspecto elegante y de clase media alta- con el cuerpo y la ropa repletas de un color rojo vivo.

Y sí. Los asesinatos ya se habían consumado. El tiempo no paraba. Las manecillas del reloj zigzagueaban.

A las 8 de la mañana del 2 de diciembre, un mariachi que regresaba del trabajo caminaba por la calle, cuando ve a un niño de 3 años saliendo por la puerta de una morada, completamente bañado de sangre. Primero piensa que todo es una visión irreal, que tal vez está sucio y que sus ropas están impregnadas de lodo seco.

Tras acelerar el paso, se acerca hasta el infante, quien tratando de explicar qué había sucedido, en su limitado lenguaje, le indicaba que su madre la había operado un doctor y que por eso ella no despertaba.

Ese niño, Alejandro, forma parte de una de tantas historias llenas de tristeza y dolor, una de las que todos los días escuchamos.

La miseria y corrupción han devorado a México. Pero, algunos lugares sufren más que otros. Y Ecatepec es una tierra jodida, donde escasea el agua. Habitada por más de un millón de residentes. Sin futuro. Con mujeres desaparecidas y secuestradas. Un lugar destinado a la inseguridad.

Es uno de los 125 municipios del Estado de México en los que nueve de cada diez crímenes quedan impunes.

Lo único rescatable de este desafortunado acontecimiento es que el rastreo y la búsqueda de información rindió frutos y los resultados evidenciaron los nombres de los culpables del múltiple homicidio: José Julio Cipriano Luna, de 28 años (el hojalatero); Alejandro Cruz Martínez de 18 años, de ocupación comerciante y Adán Robledo, de 20 años, empleado de una empresa que expedía garrafones de vidrio.

Pienso que se hizo justicia legal pero, ¿y qué será de ese niño al que le arrebataron a su familia?

Hola estimados lectores, espero estén pasando gratos momentos en compañía de familiares y amigos, pero en especial, que gocen de salud. Es un factor que se ha convertido en algo fundamental.

Anteriormente habíamos hecho hincapié en que las mentes criminales nunca descansan. Diciembre no está exento de experiencias non gratas. En cambio, sí está cargado de actos violentos.

En esta ocasión, haremos un retroceso. Viajaremos en la cápsula del tiempo y regresamos 30 años atrás.

Haremos una parada en el año de 1991. Período en el que diversos acontecimientos cobraron importancia en la nación mexicana. El 5 de febrero, México, Estados Unidos y Canadá acordaban las negociaciones para la firma de un pacto de libre comercio; el 11 de julio miles de mexicanos pudieron observar el eclipse de sol; el primero de mayo, por primera vez en la historia, Lupita Jones, fue elegida Miss Universo y en junio, se iniciaba la venta de los bancos nacionales.

Sin embargo, el primero de diciembre de ese mismo lapso, ocurrió un hecho que estremeció a la sociedad entera.

Era otoño. Las hojas de los árboles caían por doquier. Y al paso de los días decembrinos, la estación iba anunciando su partida. Mientras, las familias se ocupaban un tanto entusiastas, en adornar puertas, fachadas y paredes con luces de colores, muñecos de nieve y demás decoraciones navideñas. Parecía que la popular colonia Jardines de Morelos era un lugar tranquilo para vivir.

Ningún habitante imaginaba que Ecatepec se convertiría en una zona insegura y violenta. Porque lo peor estaba por suceder. Colocando al municipio en los principales titulares de los periódicos, una vez que ahí se realizó el que se considera el primer homicidio múltiple de la era moderna en el Estado de México.

Las primeras declaraciones de los custodios, Eusebio Torres y Elías González, que habían sido contratados para proveer de la seguridad a la colonia, manifestaban afirmaciones impactantes.

Era un día domingo. -cuenta uno de ellos-. Estaba de guardia en la oficina. De pronto, timbró el teléfono de manera insistente. Al responder, se identificó uno de los compañeros para reportar que había ocurrido un homicidio. Tan rápido como pudimos, nos trasladamos al domicilio referido: calle Volcán, de la sección Elementos y la sorpresa fue desgarradora porque al ingresar descubrimos la siguiente escena: cinco víctimas degolladas y un niño bañado de sangre como único testigo, Alejandro, de solo 3 años.

Sin sospechosos. Sin motivo. Ninguna pista en la escena del crimen. No había rastros de robo. Todos los objetos de valor estaban en su lugar. Así fue como se escribió la nota del primer homicidio múltiple en el Estado de México. Información que se mantuvo en la penumbra durante casi 30 años hasta que las autoridades decidieron develar la carpeta de investigación denominada Fausto.

// Alejandro, el único sobreviviente //

La muerte había hecho lo suyo. Varios integrantes de la familia Chávez López habían perdido la vida. El aire que resoplaba en cada rincón de la vivienda era difícil de aspirar.

Las interrogantes saltaban entre los testigos oculares, qué había pasado horas antes del deceso. Por qué los habían exterminado de esa forma y quiénes habían efectuado tan retorcida acción.

Esa noche, Alejandro Chávez Sahagún y su esposa, Febe, ambos profesores de la escuela primaria Juan Jacobo Rousseau, regresaban a casa después de haber asistido a una fiesta.

Un conocido de la pareja había insistido en llevarlos hasta su hogar. Lo escalofriante de la decisión, es que este hombre aparentaba reunir todas las señales de que él había cometido esa atrocidad. Y como tal, fue el único detenido.

No obstante, todo apuntaba que el victimario no había actuado solo, que tenía cómplices. En suma, los peritajes arrojaban que primero habían asesinado a las hijas del matrimonio Chávez, se trataba de tres personas del sexo femenino de 10, 12 y 18 años.

De acuerdo a las indagatorias elaboradas, se trataba de una venganza personal.

Las conjeturas comenzaron a salir a la luz. El maestro Alejandro era propietario de dos escuelas y se dedicaba a comprar automóviles americanos, los arreglaba y los vendía. Fue entonces que contrató al hojalatero José Julio Cipriano Luna para reparar un oldsmobile convertible. Habían acordado una cantidad de dinero y una fecha de entrega.

Sin embargo, Cipriano no terminó el trabajo a tiempo. Le faltaba poco para concluir. Sólo era cuestión de pulirlo. Pero el profesor le reclamó y se llevó el carro, quedando a deber 600 mil pesos, lo que hoy equivaldría a la cantidad de dos mil pesos, los cuales no pagó. Lo cierto es que esa deuda ocasionó rencor y futuras rencillas.

// “Ecatepec y su primer multihomicidio” //

Pero insisto de nuevo, entre los escombros de la desgracia, solo hubo un niño caminando afuera de su casa -de aspecto elegante y de clase media alta- con el cuerpo y la ropa repletas de un color rojo vivo.

Y sí. Los asesinatos ya se habían consumado. El tiempo no paraba. Las manecillas del reloj zigzagueaban.

A las 8 de la mañana del 2 de diciembre, un mariachi que regresaba del trabajo caminaba por la calle, cuando ve a un niño de 3 años saliendo por la puerta de una morada, completamente bañado de sangre. Primero piensa que todo es una visión irreal, que tal vez está sucio y que sus ropas están impregnadas de lodo seco.

Tras acelerar el paso, se acerca hasta el infante, quien tratando de explicar qué había sucedido, en su limitado lenguaje, le indicaba que su madre la había operado un doctor y que por eso ella no despertaba.

Ese niño, Alejandro, forma parte de una de tantas historias llenas de tristeza y dolor, una de las que todos los días escuchamos.

La miseria y corrupción han devorado a México. Pero, algunos lugares sufren más que otros. Y Ecatepec es una tierra jodida, donde escasea el agua. Habitada por más de un millón de residentes. Sin futuro. Con mujeres desaparecidas y secuestradas. Un lugar destinado a la inseguridad.

Es uno de los 125 municipios del Estado de México en los que nueve de cada diez crímenes quedan impunes.

Lo único rescatable de este desafortunado acontecimiento es que el rastreo y la búsqueda de información rindió frutos y los resultados evidenciaron los nombres de los culpables del múltiple homicidio: José Julio Cipriano Luna, de 28 años (el hojalatero); Alejandro Cruz Martínez de 18 años, de ocupación comerciante y Adán Robledo, de 20 años, empleado de una empresa que expedía garrafones de vidrio.

Pienso que se hizo justicia legal pero, ¿y qué será de ese niño al que le arrebataron a su familia?