/ lunes 5 de abril de 2021

Vuelve el discurso del odio

Desde los cuarteles donde se preparan las campañas de quienes buscarán posiciones en los ayuntamientos y el congreso local, se escucha una novedosa petición de diversos candidatos: “por favor, con la familia no se metan”. A lo mejor parece inocentada, pero se repite en la voz de tantos candidatos que cualquiera empieza a preocuparse de que el tono de las campañas vaya más al desgaste de las figuras políticas que a las propuestas.

No es gratuito, lo que se ha visto en la etapa de precampañas y desde antes en la “comunicación política” local, es una profunda intromisión con la vida personal de actores políticos, que evidencia profunda misoginia, xenofobia, y hasta coraje por los relativos éxitos de algunos. Alcaldes, diputados, y políticos de toda especie, han visto cómo sus amistades, romances y familias han resultado profundamente afectadas por quienes ejercen campañas sistemáticas para fomentar el repudio, el odio hacia los protagonistas de la política.

Una mujer publicaba hace unos días en redes sociales que ya algunos la habían buscado para pedirle que hablara mal de su expareja, incluso daba a entender que le ofrecieron alguna suma de dinero para dañar el prestigio del político en cuestión y advertía no estar dispuesta a eso. La publicación contrasta con la abundancia de mensajes y publicaciones que hablan de las vidas privadas, reales o inventadas, de decenas de políticos locales que buscarán convencer al electorado de votar por ellos. Paradójicamente, la bajeza suele ser gigantesca. La pregunta que queda es si ese será el tono de las campañas ¿qué espera al electorado de Morelos?

Y claro que en los cuarteles de los políticos difícilmente se confiesa alguna estrategia del tipo, hay los que aseguran, por ejemplo, que los comentarios personales en contra de los políticos son naturales, provienen de ciudadanos a la que se hizo algún daño y que buscan cobrarse las afrentas. La versión es poco creíble, en tanto se trata de campañas perfectamente orquestadas a través de cuentas y páginas de redes sociales dedicadas exclusivamente al vituperio de un conjunto bien definido de personajes. Es decir, son campañas diseñadas con cierto nivel de especialidad, y no los resultados silvestres del estallido de odio de algún enemigo menor.

Lo más fácil sería no prestar atención a esos embates, pero no resulta sencillo, de hecho, si revisamos el contenido de precampañas y campañas políticas, los aspirantes se pasan por lo menos la tercera parte de su tiempo en público aclarando chismes, o tratando de reconstruir sus identidades frente a los ataques de sus acusadores en el terreno de lo personal.

Lo que evidencia este tono de campañas es una profunda ausencia de propuestas que tendrían que ser las líneas centrales del debate político. A estas alturas, la gente ya tiene bastante claro la pulcritud o porqueriza de cada uno de los políticos participantes, lo que aún está a discusión es quiénes tienen las mejores y más alcanzables propuestas para sus municipios o para mejorar la legislación del estado.

Por cierto, el discurso de odio habla mucho más de quienes lo enarbolan, por xenófobos, misóginos, intolerantes, que de sus víctimas atacadas por su condición humana.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Desde los cuarteles donde se preparan las campañas de quienes buscarán posiciones en los ayuntamientos y el congreso local, se escucha una novedosa petición de diversos candidatos: “por favor, con la familia no se metan”. A lo mejor parece inocentada, pero se repite en la voz de tantos candidatos que cualquiera empieza a preocuparse de que el tono de las campañas vaya más al desgaste de las figuras políticas que a las propuestas.

No es gratuito, lo que se ha visto en la etapa de precampañas y desde antes en la “comunicación política” local, es una profunda intromisión con la vida personal de actores políticos, que evidencia profunda misoginia, xenofobia, y hasta coraje por los relativos éxitos de algunos. Alcaldes, diputados, y políticos de toda especie, han visto cómo sus amistades, romances y familias han resultado profundamente afectadas por quienes ejercen campañas sistemáticas para fomentar el repudio, el odio hacia los protagonistas de la política.

Una mujer publicaba hace unos días en redes sociales que ya algunos la habían buscado para pedirle que hablara mal de su expareja, incluso daba a entender que le ofrecieron alguna suma de dinero para dañar el prestigio del político en cuestión y advertía no estar dispuesta a eso. La publicación contrasta con la abundancia de mensajes y publicaciones que hablan de las vidas privadas, reales o inventadas, de decenas de políticos locales que buscarán convencer al electorado de votar por ellos. Paradójicamente, la bajeza suele ser gigantesca. La pregunta que queda es si ese será el tono de las campañas ¿qué espera al electorado de Morelos?

Y claro que en los cuarteles de los políticos difícilmente se confiesa alguna estrategia del tipo, hay los que aseguran, por ejemplo, que los comentarios personales en contra de los políticos son naturales, provienen de ciudadanos a la que se hizo algún daño y que buscan cobrarse las afrentas. La versión es poco creíble, en tanto se trata de campañas perfectamente orquestadas a través de cuentas y páginas de redes sociales dedicadas exclusivamente al vituperio de un conjunto bien definido de personajes. Es decir, son campañas diseñadas con cierto nivel de especialidad, y no los resultados silvestres del estallido de odio de algún enemigo menor.

Lo más fácil sería no prestar atención a esos embates, pero no resulta sencillo, de hecho, si revisamos el contenido de precampañas y campañas políticas, los aspirantes se pasan por lo menos la tercera parte de su tiempo en público aclarando chismes, o tratando de reconstruir sus identidades frente a los ataques de sus acusadores en el terreno de lo personal.

Lo que evidencia este tono de campañas es una profunda ausencia de propuestas que tendrían que ser las líneas centrales del debate político. A estas alturas, la gente ya tiene bastante claro la pulcritud o porqueriza de cada uno de los políticos participantes, lo que aún está a discusión es quiénes tienen las mejores y más alcanzables propuestas para sus municipios o para mejorar la legislación del estado.

Por cierto, el discurso de odio habla mucho más de quienes lo enarbolan, por xenófobos, misóginos, intolerantes, que de sus víctimas atacadas por su condición humana.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx