/ miércoles 22 de marzo de 2023

Cuando Cárdenas nos entregó el petróleo

El 12 de marzo de 1938, el general Lázaro Cárdenas, presidente de la República, redactó en su casa de Cuernavaca, ubicada en la Avenida Palmira, el proyecto de decreto de Expropiación Petrolera, con la asesoría y consejo del general Francisco J. Múgica, el legislador más radical de quienes en 1917 redactaron la Constitución Política de México.

Entre el 10 y el 12 de marzo de ese año, Cárdenas había visitado el ingenio azucarero “Emiliano Zapata”, ubicado en Zacatepec, Morelos. Mantuvo conversaciones tanto con Múgica –quien fungía como secretario de Comunicaciones-- como con Eduardo Suárez, secretario de Hacienda, quienes aportaron diversas consideraciones políticas, financieras y diplomáticas acerca de los efectos de una medida de ese calibre.

Días después, a las 20 horas del 18 de marzo en Palacio Nacional, el presidente Cárdenas dio a conocer el decreto a los miembros de su gabinete, quienes lo aprobaron con muestras de entusiasmo. Dos horas más tarde, Cárdenas lo comunicó a la población mexicana en general, a través de un mensaje por radio.

Finalmente, firmó el decreto a las 3 de la mañana en el recinto presidencial, para su publicación inmediata en el Diario Oficial de la Federación. Esta información causó una sorpresa total al cuerpo diplomático, en especial a los embajadores de Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes hasta ese momento fueron notificados.

En esta forma, sencilla y dramática, el general Cárdenas arrancó el petróleo de manos de las compañías extranjeras –inglesas y estadunidenses—y lo entregó al pueblo de México. Y ese gesto no tuvo solo un valor simbólico sino muy efectivo, porque a partir de esa fecha las escuelas superiores de México se dieron a la tarea urgente de formar técnicos petroleros, quienes tomaron en sus manos la responsabilidad de extraer el petróleo del subsuelo mexicano para comercializarlo y dedicar el beneficio al presupuesto nacional.

Desde 1940 hasta 2018 –incluyendo los regímenes neoliberales de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y la “docena trágica” de Fox y Calderón—el petróleo fue la palanca del desarrollo mexicano. En algunas etapas, los ingresos petroleros aportaron alrededor del 40% del presupuesto federal. En conjunto –tomando en cuenta al gobierno de EPN—la renta petrolera se elevó a poco más de la tercera parte de los ingresos fiscales del gobierno.

“País petrolero../ y el pueblo sin dinero..” era el estribillo que se coreaba en los años siguientes en muchas movilizaciones en contra del manejo neoliberal de los recursos del país. Nada conmovió a esos funcionarios. A las arcas del país ingresaron más de 600 mil millones de dólares en esa época. Esa cifra nos arroja un total de 12 billones de pesos mexicanos, una fortuna colosal. Buena parte se esfumó en manos de los funcionarios corruptos.

Hay que tomar en cuenta que el presupuesto actual del gobierno federal es de 7 billones de pesos. Si bien todas las obras de infraestructura se financiaron históricamente con la renta petrolera, la corrupción de los funcionarios generó el enriquecimiento de miles de ellos y sus familias, quienes hoy protestan por haber sido privados de tan suculentos negocios.

Al descubrirse en 1976 los grandes yacimientos de petróleo –sobre todo el de Cantarell, en la sonda de Campeche—José López Portillo lanzó a su gobierno a “administrar la abundancia” petrolera. Pero esa abundancia fue solo para él, su familia, sus ministros y sus allegados. El despilfarro fue enorme. Las anécdotas de la época son muchas: un día, en gira de trabajo por la Unión Soviética, JLP quiso rentar un tren para recorrer la ruta del Ferrocarril Transiberiano.

Los soviéticos prepararon un vagón para JLP y su comitiva. Pero el presidente mexicano aclaró que no quería un vagón, sino el tren entero. Los soviéticos se vieron sorprendidos pero al final accedieron. Y así, una comitiva de funcionarios mexicanos –más sus invitados soviéticos—pudieron viajar cómodamente durante los 15 mil kilómetros del recorrido, de Moscú hasta Vladivostok, la perla del oriente ruso.

Necesario es decir que la dilapidación de esos enormes ingresos durante el sexenio de JLP trajo como resultado la quiebra financiera del país, y finalmente la devaluación del peso y su resultado predecible: el descrédito de JLP y el ascenso de Miguel de la Madrid, quien con su séquito –Carlos Salinas y sus funcionarios neoliberales-- se adueñaron del país, y lo condujeron a la catástrofe de la privatización masiva de empresas del estado mexicano.

Ernesto Zedillo siguió manejando la renta petrolera, pero su corrupción hundió al país. La solución de esa crisis fue un nuevo atraco: los bancos privatizados fueron salvados de la quiebra mediante el expediente del Fobaproa, una loza que aún pesa sobre las espaldas del pueblo trabajador.

En los siguientes sexenios la voracidad panista acabó con el cuadro: no solo manejaron la renta petrolera, sino entregaron al país en manos de la delincuencia organizada, detonando una guerra fratricida que aún hoy causa fuertes estragos a la población. Formaron una pandilla de delincuentes que se apoderó del país y hoy ha sido exhibida ante el mundo mediante el juicio a su personaje simbólico, Genaro García Luna.

Más adelante, las “reformas estructurales” de Peña Nieto terminaron con el resto de la riqueza. No solo descuartizaron Pemex y la CFE, sino que hicieron lo posible por entregar sus beneficios a los empresarios nacionales y extranjeros. La producción petrolera se derrumbó en sus manos ineptas y voraces; secaron los pozos y anunciaron el fin de la era petrolera, la muerte de “la gallina de los huevos de oro”.

Las reformas energéticas neoliberales constituyeron un costoso fracaso del gobierno de EPN para el país. La producción petrolera se fue a la baja; no hubo exploración de nuevos campos; se hicieron ruinosos negocios en el área de petroquímicos; con las refinerías abandonadas, los neoliberales se dedicaron a rematar las ruinas de lo que un día fue la bonanza del oro negro.

Hoy las reservas petroleras probadas de México se elevan a 7 mil millones de barriles de petróleo, que bien administradas pueden sostener la renta nacional por unos 20 años. Hay un nuevo descubrimiento que hizo una empresa italiana, cuyas reservas probables representan unos 200 millones de barriles de petróleo, en aguas someras del Golfo de México.

Y desde luego, hoy existe un pueblo consciente de la riqueza colectiva y dueño de su destino. Es el pueblo que se reunió en el Zócalo de la Ciudad de México, el pasado 18 de marzo, a festejar un nuevo aniversario de la gesta de Lázaro Cárdenas. Y a confirmar su determinación de que esa enorme riqueza nunca volverá a manos de los atracadores de cuello blanco.


El 12 de marzo de 1938, el general Lázaro Cárdenas, presidente de la República, redactó en su casa de Cuernavaca, ubicada en la Avenida Palmira, el proyecto de decreto de Expropiación Petrolera, con la asesoría y consejo del general Francisco J. Múgica, el legislador más radical de quienes en 1917 redactaron la Constitución Política de México.

Entre el 10 y el 12 de marzo de ese año, Cárdenas había visitado el ingenio azucarero “Emiliano Zapata”, ubicado en Zacatepec, Morelos. Mantuvo conversaciones tanto con Múgica –quien fungía como secretario de Comunicaciones-- como con Eduardo Suárez, secretario de Hacienda, quienes aportaron diversas consideraciones políticas, financieras y diplomáticas acerca de los efectos de una medida de ese calibre.

Días después, a las 20 horas del 18 de marzo en Palacio Nacional, el presidente Cárdenas dio a conocer el decreto a los miembros de su gabinete, quienes lo aprobaron con muestras de entusiasmo. Dos horas más tarde, Cárdenas lo comunicó a la población mexicana en general, a través de un mensaje por radio.

Finalmente, firmó el decreto a las 3 de la mañana en el recinto presidencial, para su publicación inmediata en el Diario Oficial de la Federación. Esta información causó una sorpresa total al cuerpo diplomático, en especial a los embajadores de Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes hasta ese momento fueron notificados.

En esta forma, sencilla y dramática, el general Cárdenas arrancó el petróleo de manos de las compañías extranjeras –inglesas y estadunidenses—y lo entregó al pueblo de México. Y ese gesto no tuvo solo un valor simbólico sino muy efectivo, porque a partir de esa fecha las escuelas superiores de México se dieron a la tarea urgente de formar técnicos petroleros, quienes tomaron en sus manos la responsabilidad de extraer el petróleo del subsuelo mexicano para comercializarlo y dedicar el beneficio al presupuesto nacional.

Desde 1940 hasta 2018 –incluyendo los regímenes neoliberales de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y la “docena trágica” de Fox y Calderón—el petróleo fue la palanca del desarrollo mexicano. En algunas etapas, los ingresos petroleros aportaron alrededor del 40% del presupuesto federal. En conjunto –tomando en cuenta al gobierno de EPN—la renta petrolera se elevó a poco más de la tercera parte de los ingresos fiscales del gobierno.

“País petrolero../ y el pueblo sin dinero..” era el estribillo que se coreaba en los años siguientes en muchas movilizaciones en contra del manejo neoliberal de los recursos del país. Nada conmovió a esos funcionarios. A las arcas del país ingresaron más de 600 mil millones de dólares en esa época. Esa cifra nos arroja un total de 12 billones de pesos mexicanos, una fortuna colosal. Buena parte se esfumó en manos de los funcionarios corruptos.

Hay que tomar en cuenta que el presupuesto actual del gobierno federal es de 7 billones de pesos. Si bien todas las obras de infraestructura se financiaron históricamente con la renta petrolera, la corrupción de los funcionarios generó el enriquecimiento de miles de ellos y sus familias, quienes hoy protestan por haber sido privados de tan suculentos negocios.

Al descubrirse en 1976 los grandes yacimientos de petróleo –sobre todo el de Cantarell, en la sonda de Campeche—José López Portillo lanzó a su gobierno a “administrar la abundancia” petrolera. Pero esa abundancia fue solo para él, su familia, sus ministros y sus allegados. El despilfarro fue enorme. Las anécdotas de la época son muchas: un día, en gira de trabajo por la Unión Soviética, JLP quiso rentar un tren para recorrer la ruta del Ferrocarril Transiberiano.

Los soviéticos prepararon un vagón para JLP y su comitiva. Pero el presidente mexicano aclaró que no quería un vagón, sino el tren entero. Los soviéticos se vieron sorprendidos pero al final accedieron. Y así, una comitiva de funcionarios mexicanos –más sus invitados soviéticos—pudieron viajar cómodamente durante los 15 mil kilómetros del recorrido, de Moscú hasta Vladivostok, la perla del oriente ruso.

Necesario es decir que la dilapidación de esos enormes ingresos durante el sexenio de JLP trajo como resultado la quiebra financiera del país, y finalmente la devaluación del peso y su resultado predecible: el descrédito de JLP y el ascenso de Miguel de la Madrid, quien con su séquito –Carlos Salinas y sus funcionarios neoliberales-- se adueñaron del país, y lo condujeron a la catástrofe de la privatización masiva de empresas del estado mexicano.

Ernesto Zedillo siguió manejando la renta petrolera, pero su corrupción hundió al país. La solución de esa crisis fue un nuevo atraco: los bancos privatizados fueron salvados de la quiebra mediante el expediente del Fobaproa, una loza que aún pesa sobre las espaldas del pueblo trabajador.

En los siguientes sexenios la voracidad panista acabó con el cuadro: no solo manejaron la renta petrolera, sino entregaron al país en manos de la delincuencia organizada, detonando una guerra fratricida que aún hoy causa fuertes estragos a la población. Formaron una pandilla de delincuentes que se apoderó del país y hoy ha sido exhibida ante el mundo mediante el juicio a su personaje simbólico, Genaro García Luna.

Más adelante, las “reformas estructurales” de Peña Nieto terminaron con el resto de la riqueza. No solo descuartizaron Pemex y la CFE, sino que hicieron lo posible por entregar sus beneficios a los empresarios nacionales y extranjeros. La producción petrolera se derrumbó en sus manos ineptas y voraces; secaron los pozos y anunciaron el fin de la era petrolera, la muerte de “la gallina de los huevos de oro”.

Las reformas energéticas neoliberales constituyeron un costoso fracaso del gobierno de EPN para el país. La producción petrolera se fue a la baja; no hubo exploración de nuevos campos; se hicieron ruinosos negocios en el área de petroquímicos; con las refinerías abandonadas, los neoliberales se dedicaron a rematar las ruinas de lo que un día fue la bonanza del oro negro.

Hoy las reservas petroleras probadas de México se elevan a 7 mil millones de barriles de petróleo, que bien administradas pueden sostener la renta nacional por unos 20 años. Hay un nuevo descubrimiento que hizo una empresa italiana, cuyas reservas probables representan unos 200 millones de barriles de petróleo, en aguas someras del Golfo de México.

Y desde luego, hoy existe un pueblo consciente de la riqueza colectiva y dueño de su destino. Es el pueblo que se reunió en el Zócalo de la Ciudad de México, el pasado 18 de marzo, a festejar un nuevo aniversario de la gesta de Lázaro Cárdenas. Y a confirmar su determinación de que esa enorme riqueza nunca volverá a manos de los atracadores de cuello blanco.