/ jueves 20 de febrero de 2020

Urge una masa crítica

En los últimos días hemos ido de episodio en episodio en los casos de violencia. No habíamos terminado de cuestionar lo ocurrido en el caso de Ingrid, cuando surge lo de la niña Fátima.

Antes de eso, aún seguíamos alterados por la muerte de los jóvenes de Uruapan y la violencia alcanzada en Guanajuato, Chihuahua, Estado de México; incluso, seguía en el ambiente las omisiones de la autoridad cometidos en el caso de Abril y el ataque a la familia Lebaron.

En medio de esta sensación de desesperanza general, las autoridades sólo nos demuestran que no alcanzan a entender el problema de lo que ocurre. La Presidencia, Gobernadores, Jueces y Legisladores han dicho lo obvio, lo típico; cada quien señala los errores del otro, al tiempo que destacan el ˝trabajo” que realizan aisladamente por considerarlo la mejor solución posible.

Reproducir este tipo de debates en cada episodio nos debe dejar claro que la salida no está en nuestras autoridades. Entonces, ¿Qué hacemos? Las últimos diagnósticos y estadísticas oficiales nos están reventando en la cara dos cosas: (1) La violencia y (2) los niveles de impunidad han escalado a niveles incontrolables.

Las instituciones están rebasadas, colapsadas, hay un Estado fallido. Seamos responsables y dejemos de pensar que la solución está en que cada quien haga “lo suyo”. Hasta ahora cada quien lo ha hecho (a su manera) y nada ha cambiado.

¿Cómo romper con este tipo de discusiones? Quienes tienen resabios totalitarios dirán que con la pena de muerte o la libertad para armarse. Los institucionalistas dirán que con más leyes, presupuesto y capacitación. Otros dirán que la solución está combatiendo la corrupción de los jueces; otros que con valores en el seno familiar y en la escuela. Los diputados lo resolverán creando leyes al vapor y aumentando las penas de los delitos. Y los gobernantes, prometiendo acabar con el neoliberalismo.

Así no hay salida. Hay quienes piensan que la impunidad es herencia de nuestra tradición política y sin ella no es posible entender nuestro actual régimen político. Sin embargo, la actual crisis de seguridad se caracteriza no sólo por nuestra histórica tradición de impunidad sino por los altos niveles de violencia.

Lo cierto es que la realidad nos ha alcanzado y por eso todos nos quejamos, pero ¿hasta dónde hemos visto el compromiso permanente de los medios de comunicación, de los empresarios, de la academia, de las familias, de la iglesia y de todos los actores sociales? No basta una caravana, sino un millón. No basta una pinta, una marcha, un panfleto, una voz, sino un millón.

Son pocos los que quieren discutir los asuntos públicos, organizarse y movilizarse de forma consciente y permanente. La solución no está en encerrarnos en lo individual, en cuidar “lo nuestro” y aislarnos de lo público o social.

Para los expertos en justicia transicional, un país no podrá avanzar si seguimos desconectados de nuestro pasado y de nuestra memoria; si dejamos en “el otro” las soluciones, pero que sean rápidas y sencillas. Si no pensamos en soluciones extraordinarias y en procesos globales no se resolverá la actual crisis.

Coincido con los que dicen que necesitamos una masa crítica ciudadana que impulse los cambios que se requieren en nuestro país, que promueva nuestra propia transformación poniendo por delante los estándares de derechos humanos universales como principal guía.

Necesitamos medidas disruptivas capaces de enfrentar la crisis. Si de verdad nos importa cambiar, nos urge crear esa masa crítica ciudadana que construya de forma permanente los cambios que nuestra sociedad requiere con justicia, verdad y dignidad.


Twitter / Facebook: @CzarArenas

En los últimos días hemos ido de episodio en episodio en los casos de violencia. No habíamos terminado de cuestionar lo ocurrido en el caso de Ingrid, cuando surge lo de la niña Fátima.

Antes de eso, aún seguíamos alterados por la muerte de los jóvenes de Uruapan y la violencia alcanzada en Guanajuato, Chihuahua, Estado de México; incluso, seguía en el ambiente las omisiones de la autoridad cometidos en el caso de Abril y el ataque a la familia Lebaron.

En medio de esta sensación de desesperanza general, las autoridades sólo nos demuestran que no alcanzan a entender el problema de lo que ocurre. La Presidencia, Gobernadores, Jueces y Legisladores han dicho lo obvio, lo típico; cada quien señala los errores del otro, al tiempo que destacan el ˝trabajo” que realizan aisladamente por considerarlo la mejor solución posible.

Reproducir este tipo de debates en cada episodio nos debe dejar claro que la salida no está en nuestras autoridades. Entonces, ¿Qué hacemos? Las últimos diagnósticos y estadísticas oficiales nos están reventando en la cara dos cosas: (1) La violencia y (2) los niveles de impunidad han escalado a niveles incontrolables.

Las instituciones están rebasadas, colapsadas, hay un Estado fallido. Seamos responsables y dejemos de pensar que la solución está en que cada quien haga “lo suyo”. Hasta ahora cada quien lo ha hecho (a su manera) y nada ha cambiado.

¿Cómo romper con este tipo de discusiones? Quienes tienen resabios totalitarios dirán que con la pena de muerte o la libertad para armarse. Los institucionalistas dirán que con más leyes, presupuesto y capacitación. Otros dirán que la solución está combatiendo la corrupción de los jueces; otros que con valores en el seno familiar y en la escuela. Los diputados lo resolverán creando leyes al vapor y aumentando las penas de los delitos. Y los gobernantes, prometiendo acabar con el neoliberalismo.

Así no hay salida. Hay quienes piensan que la impunidad es herencia de nuestra tradición política y sin ella no es posible entender nuestro actual régimen político. Sin embargo, la actual crisis de seguridad se caracteriza no sólo por nuestra histórica tradición de impunidad sino por los altos niveles de violencia.

Lo cierto es que la realidad nos ha alcanzado y por eso todos nos quejamos, pero ¿hasta dónde hemos visto el compromiso permanente de los medios de comunicación, de los empresarios, de la academia, de las familias, de la iglesia y de todos los actores sociales? No basta una caravana, sino un millón. No basta una pinta, una marcha, un panfleto, una voz, sino un millón.

Son pocos los que quieren discutir los asuntos públicos, organizarse y movilizarse de forma consciente y permanente. La solución no está en encerrarnos en lo individual, en cuidar “lo nuestro” y aislarnos de lo público o social.

Para los expertos en justicia transicional, un país no podrá avanzar si seguimos desconectados de nuestro pasado y de nuestra memoria; si dejamos en “el otro” las soluciones, pero que sean rápidas y sencillas. Si no pensamos en soluciones extraordinarias y en procesos globales no se resolverá la actual crisis.

Coincido con los que dicen que necesitamos una masa crítica ciudadana que impulse los cambios que se requieren en nuestro país, que promueva nuestra propia transformación poniendo por delante los estándares de derechos humanos universales como principal guía.

Necesitamos medidas disruptivas capaces de enfrentar la crisis. Si de verdad nos importa cambiar, nos urge crear esa masa crítica ciudadana que construya de forma permanente los cambios que nuestra sociedad requiere con justicia, verdad y dignidad.


Twitter / Facebook: @CzarArenas