/ sábado 4 de diciembre de 2021

Una crisis de gobernabilidad (I)

La crisis del agua en México se debe no sólo a una condición hidrológica natural desfavorable, sino a la falta de gobernabilidad del recurso.

Esto se afirma en las Memorias del Segundo Encuentro Universitario del Agua de las que hace poco recibí una copia. Esta publicación se realizó con el patrocinio de la Fundación Gonzalo Río Arronte I.A.P. y bajo la coordinación del Dr. Fernando González Villarreal apoyado en la Red del Agua de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aquí algunas de las conclusiones centrales de este encuentro:

La gobernabilidad hídrica tiene una conexión directa con la gobernabilidad del país en general.

La gobernabilidad puede entenderse como la capacidad de los países para dirigir o conducir el cambio en las condiciones o procesos políticos, económicos, sociales y ambientales, de manera armónica y pacífica hacia metas acordadas por la sociedad y con la participación conciliatoria de las autoridades democráticamente elegidas por ésta.

Por su parte, la gobernabilidad hídrica se refiere a la capacidad de los países de organizar el desarrollo y manejo sustentable del agua como un “elemento natural” jurídicamente tutelable, en toda la extensión de su complejidad, no nada más como un “recurso natural” ingobernable pero tampoco solamente como un “recurso económico” antrópicamente manipulable.

La falta de gobernabilidad hídrica en México se percibe claramente en el número de plantas de tratamiento construidas que no operan o lo hacen en forma deficiente, en el número de pozos sin título de concesión, en los aprovechamientos de aguas superficiales no autorizados o en las descargas de aguas negras sin permiso de descarga.

También se percibe falta de gobernabilidad hídrica en los recientes fenómenos extremos que ponen de manifiesto tanto la vulnerabilidad de la población más pobre que ocupa con frecuencia los cauces y llanuras de inundación como la falta de integración de las medidas estructurales y no estructurales para prevención de daños por sequías e inundaciones.

El agua tiene características especiales que hacen de su gobernabilidad una tarea compleja, entre otros aspectos porque: i) es multisectorial por su carácter indispensable para la agricultura, la industria, el desarrollo urbano, el turismo, el medio ambiente y la energía; ii) es multinacional, multiestatal y multimunicipal con fuertes interacciones y competencias por su disponibilidad dentro de las cuencas hidrológicas, que no coinciden con las fronteras políticas; iii) es un elemento dinámico con variaciones temporales durante las estaciones del año y con ciclos de abundancia y sequía; iv) es difícil de medir a lo largo del ciclo hidrológico, en el cual puede haber conexiones entre las aguas superficiales y las subterráneas y donde son atributos importantes tanto la cantidad como la calidad; v) tiene una diversidad de valores, entre ellos el social, el ambiental, el económico, el cultural y el religioso; vi) provoca condiciones de vulnerabilidad para la población que fácilmente se convierten en conflictos, y vii) su aprovechamiento y protección requiere de la intervención de muy diversas áreas del conocimiento.

La crisis de gobernabilidad del agua en México es una condición que no ha disminuido en los últimos años. Las discusiones más sobresalientes se dan en el Congreso pero no dejan de estar “partidizadas” y los resultados que se plasman en las normas jurídicas, lejos de resolver las problemáticas y orientar los caminos, producen leyes, reglamentos y normas incumplibles y llenas de defectos, contradicciones y lagunas jurídicas.


Correo: juancarlos.valencia@live.com.mx


La crisis del agua en México se debe no sólo a una condición hidrológica natural desfavorable, sino a la falta de gobernabilidad del recurso.

Esto se afirma en las Memorias del Segundo Encuentro Universitario del Agua de las que hace poco recibí una copia. Esta publicación se realizó con el patrocinio de la Fundación Gonzalo Río Arronte I.A.P. y bajo la coordinación del Dr. Fernando González Villarreal apoyado en la Red del Agua de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aquí algunas de las conclusiones centrales de este encuentro:

La gobernabilidad hídrica tiene una conexión directa con la gobernabilidad del país en general.

La gobernabilidad puede entenderse como la capacidad de los países para dirigir o conducir el cambio en las condiciones o procesos políticos, económicos, sociales y ambientales, de manera armónica y pacífica hacia metas acordadas por la sociedad y con la participación conciliatoria de las autoridades democráticamente elegidas por ésta.

Por su parte, la gobernabilidad hídrica se refiere a la capacidad de los países de organizar el desarrollo y manejo sustentable del agua como un “elemento natural” jurídicamente tutelable, en toda la extensión de su complejidad, no nada más como un “recurso natural” ingobernable pero tampoco solamente como un “recurso económico” antrópicamente manipulable.

La falta de gobernabilidad hídrica en México se percibe claramente en el número de plantas de tratamiento construidas que no operan o lo hacen en forma deficiente, en el número de pozos sin título de concesión, en los aprovechamientos de aguas superficiales no autorizados o en las descargas de aguas negras sin permiso de descarga.

También se percibe falta de gobernabilidad hídrica en los recientes fenómenos extremos que ponen de manifiesto tanto la vulnerabilidad de la población más pobre que ocupa con frecuencia los cauces y llanuras de inundación como la falta de integración de las medidas estructurales y no estructurales para prevención de daños por sequías e inundaciones.

El agua tiene características especiales que hacen de su gobernabilidad una tarea compleja, entre otros aspectos porque: i) es multisectorial por su carácter indispensable para la agricultura, la industria, el desarrollo urbano, el turismo, el medio ambiente y la energía; ii) es multinacional, multiestatal y multimunicipal con fuertes interacciones y competencias por su disponibilidad dentro de las cuencas hidrológicas, que no coinciden con las fronteras políticas; iii) es un elemento dinámico con variaciones temporales durante las estaciones del año y con ciclos de abundancia y sequía; iv) es difícil de medir a lo largo del ciclo hidrológico, en el cual puede haber conexiones entre las aguas superficiales y las subterráneas y donde son atributos importantes tanto la cantidad como la calidad; v) tiene una diversidad de valores, entre ellos el social, el ambiental, el económico, el cultural y el religioso; vi) provoca condiciones de vulnerabilidad para la población que fácilmente se convierten en conflictos, y vii) su aprovechamiento y protección requiere de la intervención de muy diversas áreas del conocimiento.

La crisis de gobernabilidad del agua en México es una condición que no ha disminuido en los últimos años. Las discusiones más sobresalientes se dan en el Congreso pero no dejan de estar “partidizadas” y los resultados que se plasman en las normas jurídicas, lejos de resolver las problemáticas y orientar los caminos, producen leyes, reglamentos y normas incumplibles y llenas de defectos, contradicciones y lagunas jurídicas.


Correo: juancarlos.valencia@live.com.mx