/ lunes 21 de marzo de 2022

Una billonaria enamorada de Cuernavaca

Les narraré una crónica más de nuestra ciudad. Fíjense que a pesar de que aún se dan eventos de glamour en Cuernavaca, hoy son tan sólo un pálido reflejo de su añeja imagen dada a conocer en periódicos del mundo entero. Qué lejos estamos del jet set de aquellos años, a mediados del siglo pasado, en que nos visitaban celebridades de diversa índole como un singular y famoso playboy que inspiró al personaje 007, como fue el diplomático y espía dominicano Porfirio Rubirosa “Rubí”, -con acento en la u-, el que siendo uno de los siete esposos de la multimillonaria norteamericana Bárbara Woolworth Hutton, vino con ella varias veces a Cuernavaca. Por cierto cuando la mencionaban en los periódicos se referían a ella como “la pobre niña rica” desde que a los cinco años su madre se suicida, siendo ella la que la encuentra sin vida y porque a partir de ese momento su padre se desliga presencial y emocionalmente de su pequeña hija a la que envía a vivir con sus abuelos maternos los que, a su muerte, le heredan una fortuna calculada en un billón de dólares. Al crecer Bárbara y a pesar de que, en 1959, ya estaba divorciada de Rubirosa, era habitual su presencia en Cuernavaca, lugar que fue testigo de su enamoramiento de nuestro clima y de nuestra ciudad. La Hutton adquiere ese año un gran terreno en Jiutepec a un paso de la Hacienda de Cortés, zona conurbada a Cuernavaca, y lo comienza a convertir en un palacio japonés con enormes árboles y jardines. Según cuenta la historia oficial del lugar, la casa se terminó de construir en el mismo 1959 y en ella se efectuó el séptimo y último matrimonio de la dueña, en esa ocasión con el príncipe vietnamita Raymond Doan Vinh Na Champassak. Millonaria de vida trágica, despilfarradora y filántropa, coleccionó maridos entre los que se cuentan al famoso actor Cary Grant del que se divorció tres años después de casarse y el mencionado playboy Rubí el que tuvo su época de esplendor durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo quien duró en el poder de 1930 a 1961 que es cuando muere asesinado en una emboscada. Aficionada a todo lo oriental, Bárbara ordena la edificación en Sumiya de una réplica del Teatro Kabuki de Kioto. Todos los materiales para la nueva edificación fueron traídos de Japón así como un baño Ofuro donde se llevaba a cabo la purificación ritual del actor antes de entrar a escena. El jardín Zen de arena y piedra, Bárbara lo trata de adaptar siempre en busca de la tan ansiada paz interior que nunca encontró, así como al jardinero que le diseñó sus espacios abiertos y los arquitectos que le cumplen su sueño nipón, todos traídos de Japón. Lo formidable es que ese brillo por fortuna sigue en el lugar incluido el imponente portón de madera a la entrada de la propiedad, que es una réplica exacta del existente en el Palacio Shogún del siglo IV a. de C. Por cierto, aunque ya todos lo conocen, dejé el significado del nombre del lugar casi para el final, porque ese inmenso esfuerzo que hizo la mujer más rica e infeliz del mundo, fue para que, en esa mansión, en ese palacete japonés, reinara la paz, la tranquilidad, la creatividad, la salud y la longevidad que en idioma japonés todos esos conceptos se resumen en una palabra: SU MI YA. Doña Bárbara en 1979, siete años después de que Lance su único y guapísimo hijo y de su segundo marido, el conde Kurt Haugwitz-Hardenberg-, se mata en un accidente aéreo, ella muere en un Hotel de Beverly Hills, sola, anoréxica, bulímica y en bancarrota. Uno de sus ex maridos, el actor Cary Grant, fue el único que realmente la amó, trató de sacarla inútilmente de las drogas, el alcohol y del infierno de vida que llevó. Pero a pesar de la pobreza en que murió la otrora billonaria, a Cuernavaca, ciudad que tanto amó, le legó una formidable propiedad, ahora ya en otras manos, que, por su belleza, sigue siendo famosa en el mundo. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

Les narraré una crónica más de nuestra ciudad. Fíjense que a pesar de que aún se dan eventos de glamour en Cuernavaca, hoy son tan sólo un pálido reflejo de su añeja imagen dada a conocer en periódicos del mundo entero. Qué lejos estamos del jet set de aquellos años, a mediados del siglo pasado, en que nos visitaban celebridades de diversa índole como un singular y famoso playboy que inspiró al personaje 007, como fue el diplomático y espía dominicano Porfirio Rubirosa “Rubí”, -con acento en la u-, el que siendo uno de los siete esposos de la multimillonaria norteamericana Bárbara Woolworth Hutton, vino con ella varias veces a Cuernavaca. Por cierto cuando la mencionaban en los periódicos se referían a ella como “la pobre niña rica” desde que a los cinco años su madre se suicida, siendo ella la que la encuentra sin vida y porque a partir de ese momento su padre se desliga presencial y emocionalmente de su pequeña hija a la que envía a vivir con sus abuelos maternos los que, a su muerte, le heredan una fortuna calculada en un billón de dólares. Al crecer Bárbara y a pesar de que, en 1959, ya estaba divorciada de Rubirosa, era habitual su presencia en Cuernavaca, lugar que fue testigo de su enamoramiento de nuestro clima y de nuestra ciudad. La Hutton adquiere ese año un gran terreno en Jiutepec a un paso de la Hacienda de Cortés, zona conurbada a Cuernavaca, y lo comienza a convertir en un palacio japonés con enormes árboles y jardines. Según cuenta la historia oficial del lugar, la casa se terminó de construir en el mismo 1959 y en ella se efectuó el séptimo y último matrimonio de la dueña, en esa ocasión con el príncipe vietnamita Raymond Doan Vinh Na Champassak. Millonaria de vida trágica, despilfarradora y filántropa, coleccionó maridos entre los que se cuentan al famoso actor Cary Grant del que se divorció tres años después de casarse y el mencionado playboy Rubí el que tuvo su época de esplendor durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo quien duró en el poder de 1930 a 1961 que es cuando muere asesinado en una emboscada. Aficionada a todo lo oriental, Bárbara ordena la edificación en Sumiya de una réplica del Teatro Kabuki de Kioto. Todos los materiales para la nueva edificación fueron traídos de Japón así como un baño Ofuro donde se llevaba a cabo la purificación ritual del actor antes de entrar a escena. El jardín Zen de arena y piedra, Bárbara lo trata de adaptar siempre en busca de la tan ansiada paz interior que nunca encontró, así como al jardinero que le diseñó sus espacios abiertos y los arquitectos que le cumplen su sueño nipón, todos traídos de Japón. Lo formidable es que ese brillo por fortuna sigue en el lugar incluido el imponente portón de madera a la entrada de la propiedad, que es una réplica exacta del existente en el Palacio Shogún del siglo IV a. de C. Por cierto, aunque ya todos lo conocen, dejé el significado del nombre del lugar casi para el final, porque ese inmenso esfuerzo que hizo la mujer más rica e infeliz del mundo, fue para que, en esa mansión, en ese palacete japonés, reinara la paz, la tranquilidad, la creatividad, la salud y la longevidad que en idioma japonés todos esos conceptos se resumen en una palabra: SU MI YA. Doña Bárbara en 1979, siete años después de que Lance su único y guapísimo hijo y de su segundo marido, el conde Kurt Haugwitz-Hardenberg-, se mata en un accidente aéreo, ella muere en un Hotel de Beverly Hills, sola, anoréxica, bulímica y en bancarrota. Uno de sus ex maridos, el actor Cary Grant, fue el único que realmente la amó, trató de sacarla inútilmente de las drogas, el alcohol y del infierno de vida que llevó. Pero a pesar de la pobreza en que murió la otrora billonaria, a Cuernavaca, ciudad que tanto amó, le legó una formidable propiedad, ahora ya en otras manos, que, por su belleza, sigue siendo famosa en el mundo. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.