/ jueves 11 de noviembre de 2021

Un libro de un millón de pesos

La impresión de libros de buena calidad es cara. Mil ejemplares de una obra pueden costar más de cien mil pesos. Claro que los hay mucho más baratos, pero los libros de lujo, esos impresos a color en portadas sulfatadas, páginas en couché y así, suelen ser bastante onerosos. A lo mejor por eso son obras regularmente patrocinadas por bancos o gobiernos, o grandes libros con bellas imágenes conocidos como coffee table books con precios de mercado que oscilan entre los ciento cincuenta (en una muy buena oferta) hasta los seis mil pesos por ejemplar (importados de Alemania con impresiones verdaderamente impecables).

Cuando los gobiernos patrocinan libros las cosas suelen salir bien. Prueba son las colecciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y el Fondo de Cultura Económica, y obras específicas de gobiernos estatales, algunos oaxaqueños, veracruzanos, de la Ciudad de México.

En el caso de Morelos, había una tradición interesante en la impresión de obras en colaboración con el gobierno estatal, recordamos impecables ediciones que promovían el turismo por la ruta de los conventos, otro de rescate del teatro campesino, Los Doce Pares de Francia, con un cuidado impresionante en la impresión, y así. Esto significa que en Morelos hay extraordinarios impresores y grandes diseñadores editoriales, incluso la Universidad del Estado tiene una especialidad en la materia de la que egresan notables talentos. Por escritores tampoco se sufre, Morelos tiene una tradición literaria por lo menos brillante. En todo caso, lo que ha sido sumamente variable ha sido la política editorial del gobierno estatal, en las postrimerías del siglo pasado el deseo de trascender a través de colecciones bibliográficas parecía mucho mayor que ahora.

Pero hasta ahora hemos hablado de libros que sí se imprimieron, que están físicamente el algún sitio, aunque los esquemas de distribución no hayan sido los ideales. Pocas veces puede uno, como Borges, hablar de un libro fantasma. De eso habla la Fiscalía Anticorrupción, cuando siguiendo la pista del dinero gastado por la Secretaría de Cultura en la administración que encabezó Graco Ramírez, nota que hubo pagos por más de 900 mil pesos por la edición de un libro que jamás se imprimió. En efecto, de acuerdo con la fiscalía, en 2014 debió imprimirse un ejemplar “en homenaje a Joy Laville, pintora inglesa naturalizada mexicana y que vivió en Cuernavaca”, con un tiraje que primero se proyectó en 2 mil ejemplares, y al final se redujo a la mitad. La Secretaría de Cultura programó un gasto de “761 mil pesos a 689 mil pesos por su diseño y edición, y de 839 mil a 590 mil 199 pesos por la impresión” de eso ejerció casi un millón, advierte la fiscalía. El costo del diseño y edición parece muy alto, pero se sabe que los gobiernos tienden a pagar demasiado por algunos servicios. La impresión parece sobrepasar también el valor comercial, aunque sin saber exactamente las características de la edición, es difícil juzgar. Pero lo más caro de todo, es que no existe el mentado libro. Es decir, se pagó a impresor y a editores por algo que por lo menos, nunca se concluyó, a lo mejor, nunca se inició. Tienen que aparecer, el dinero o el libro.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La impresión de libros de buena calidad es cara. Mil ejemplares de una obra pueden costar más de cien mil pesos. Claro que los hay mucho más baratos, pero los libros de lujo, esos impresos a color en portadas sulfatadas, páginas en couché y así, suelen ser bastante onerosos. A lo mejor por eso son obras regularmente patrocinadas por bancos o gobiernos, o grandes libros con bellas imágenes conocidos como coffee table books con precios de mercado que oscilan entre los ciento cincuenta (en una muy buena oferta) hasta los seis mil pesos por ejemplar (importados de Alemania con impresiones verdaderamente impecables).

Cuando los gobiernos patrocinan libros las cosas suelen salir bien. Prueba son las colecciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y el Fondo de Cultura Económica, y obras específicas de gobiernos estatales, algunos oaxaqueños, veracruzanos, de la Ciudad de México.

En el caso de Morelos, había una tradición interesante en la impresión de obras en colaboración con el gobierno estatal, recordamos impecables ediciones que promovían el turismo por la ruta de los conventos, otro de rescate del teatro campesino, Los Doce Pares de Francia, con un cuidado impresionante en la impresión, y así. Esto significa que en Morelos hay extraordinarios impresores y grandes diseñadores editoriales, incluso la Universidad del Estado tiene una especialidad en la materia de la que egresan notables talentos. Por escritores tampoco se sufre, Morelos tiene una tradición literaria por lo menos brillante. En todo caso, lo que ha sido sumamente variable ha sido la política editorial del gobierno estatal, en las postrimerías del siglo pasado el deseo de trascender a través de colecciones bibliográficas parecía mucho mayor que ahora.

Pero hasta ahora hemos hablado de libros que sí se imprimieron, que están físicamente el algún sitio, aunque los esquemas de distribución no hayan sido los ideales. Pocas veces puede uno, como Borges, hablar de un libro fantasma. De eso habla la Fiscalía Anticorrupción, cuando siguiendo la pista del dinero gastado por la Secretaría de Cultura en la administración que encabezó Graco Ramírez, nota que hubo pagos por más de 900 mil pesos por la edición de un libro que jamás se imprimió. En efecto, de acuerdo con la fiscalía, en 2014 debió imprimirse un ejemplar “en homenaje a Joy Laville, pintora inglesa naturalizada mexicana y que vivió en Cuernavaca”, con un tiraje que primero se proyectó en 2 mil ejemplares, y al final se redujo a la mitad. La Secretaría de Cultura programó un gasto de “761 mil pesos a 689 mil pesos por su diseño y edición, y de 839 mil a 590 mil 199 pesos por la impresión” de eso ejerció casi un millón, advierte la fiscalía. El costo del diseño y edición parece muy alto, pero se sabe que los gobiernos tienden a pagar demasiado por algunos servicios. La impresión parece sobrepasar también el valor comercial, aunque sin saber exactamente las características de la edición, es difícil juzgar. Pero lo más caro de todo, es que no existe el mentado libro. Es decir, se pagó a impresor y a editores por algo que por lo menos, nunca se concluyó, a lo mejor, nunca se inició. Tienen que aparecer, el dinero o el libro.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx