/ lunes 4 de octubre de 2021

Un homenaje único (I)

El sábado pasado queridos lectores, tuve la enorme fortuna de presencia un evento único por varias razones que ya se las detallaré.

En este caso, se trató de uno más de los homenaje al gran pintor Guillermo Monroy, uno de los dos últimos sobrevivientes de los llamados “Fridos” por haber sido alumnos de la inolvidable Frida Kahlo en la Academia de “La Esmeralda” y con ello, que clases de pintura, recibieron la enorme influencia de esa época maravillosa que legó a México enormes artistas de la talla de Diego Rivera, de José Chávez Morado, José Clemente Orozco, de David Alfaro Siqueiros, Gerardo Murillo el Dr. Atl.

Cuando dejó Frida de acudir a clases por su precario estado de saludo, los aceptó en su casa donde vivieron los jóvenes de alguna manera el ambiente que rodeó ese hogar tan lleno de arte y de mexicanidad lo que apreciaban tanto los invitados que recibían Diego y Frida en su casa como André Bretón, Tina Modotti, León Trotsky, Carlos Pellicer, entre otros. Siqueiros no era bienvenido por su simpatía con el Stalinismo. Uno de estos jóvenes aprendices, fue Guillermo Monroy, oriundo de Tlalpujahua, Michoacán, quien superó con creces los méritos de ser un Frido y ha brillado con luz propia en varias partes de México, pero concretamente, en Morelos donde fue uno de los fundadores del Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca, IRBAC y permaneció allí hasta más allá de su jubilación.

Tuvo tantos alumnos de varias generaciones, que donde quiera se pare el Maestro, siempre hay alguno dándole las gracias por las enseñanzas de vida que aprendieron con él en sus clases de pintura y muralismo. El sábado pasado, en el Espacio Cultural del Jardín Borda, concretamente en la Sala Manuel M. Ponce, nombre de uno de los fundadores del Seminario de Cultura Mexicana y Padre del nacionalismo musical de México, se llevó a cabo la presentación de un libro creado y editado por el gobierno del Estado, llamado: “Guillermo Monroy.

Plástica revolucionaria y amorosa: una entrega total”. Pero además de todos los homenajes que se le han hecho en diversos estados de la república y aquí en esta ciudad, este, el del sábado fue increíble, porque además de las excelentes participaciones de quienes le antecedieron como la coordinadora nacional de Artes Visuales Magdalena Zavala, Hugo Juárez, el historiador y crítico de arte Luis Rius Caso, la también miembro del SCM, directora de museos en Morelos y una de las coordinadoras del libro María Helena González, el poeta Ángel Cuevas y su propio hijo, el músico, compositor y guitarrista Guillermo Diego quien ha sido además de hijo, su compañero, amigo y representante, entre otros asistentes como el escritor y poeta Vicente Quirarte el que a través de su obra “Bisturí de 4 filos” sondea una de las grandes paradojas humanas como vivir la pérdida de lo que amamos. En la sala destaca siempre la presencia del gran escultor y pintor, ya ícono de Morelos, Victor Manuel Contreras, gran amigo de Monroy casi desde su llegada a esta ciudad.

Al final, lo que enmudeció la sala, fueron las propias palabras del homenajeado a través de las cuales enmarcó lo que ha sido su vida entera a solo tres años de cumplir un siglo de vida. En ese repaso recordó que hace poco, cuando le informaron que ya existía su página en internet, dijo: “Y ya pa qué”. De manera lúcida, inteligente, apasionado y generoso con la vida, este artista de 97 años bien cumplidos, quien al margen de haber sido un eterno luchador social, un trabajador de las artes plásticas como él se define, un luchador revolucionario, luchador contra los explotadores, siempre fiel a su ideología de izquierda que jamás abandonó, no podía dejar de mencionar la fecha de este evento y con el puño alzado, gritó: "El 2 de octubre, no se olvida”, coreado por gran parte de los asistentes y ex alumnos.

De pronto el maestro continuó: “Amo por igual la música de Tepoztlán y la popular en general que la del Brinco de los Chinelos; la de Beethoven, Vivaldi, Stravinsky, la de Silvestre Revueltas y la música compuesta por mi hijo Guillermo Diego que ha sido más que un hijo y que me encanta escuchar cuando estoy solo, y más allá, amo los sonidos del mar, de la lluvia, del viento, sonidos de tan bellos e inefables que ha querido pintar”. Y siguió: “Amo el amor mismo, amo el arte, la cultura, amo la plástica,las mieles del bosque, las piedras, todo lo que forma parte de la vida misma. Y aunque solo estuve en contacto con ella pocos años, amo a la mujer que comenzó mi trabajo (Frida) y su grandeza que ella mostraba a través de su humildad y que nos enseñó, ´no a pintar´, nos dijo, ´sino que vamos a aprender todos de todos´.

Con Frida aprendí a pintar, entre otras cosas, a los niños con ojitos de capulín. Me enseñó tanto de la vida, que con ella aprendí a pintar con el corazón llorando”. Y yo, con Monroy, queridos lectores, aprendí a escribir llorando. Y hasta el próximo lunes.

El sábado pasado queridos lectores, tuve la enorme fortuna de presencia un evento único por varias razones que ya se las detallaré.

En este caso, se trató de uno más de los homenaje al gran pintor Guillermo Monroy, uno de los dos últimos sobrevivientes de los llamados “Fridos” por haber sido alumnos de la inolvidable Frida Kahlo en la Academia de “La Esmeralda” y con ello, que clases de pintura, recibieron la enorme influencia de esa época maravillosa que legó a México enormes artistas de la talla de Diego Rivera, de José Chávez Morado, José Clemente Orozco, de David Alfaro Siqueiros, Gerardo Murillo el Dr. Atl.

Cuando dejó Frida de acudir a clases por su precario estado de saludo, los aceptó en su casa donde vivieron los jóvenes de alguna manera el ambiente que rodeó ese hogar tan lleno de arte y de mexicanidad lo que apreciaban tanto los invitados que recibían Diego y Frida en su casa como André Bretón, Tina Modotti, León Trotsky, Carlos Pellicer, entre otros. Siqueiros no era bienvenido por su simpatía con el Stalinismo. Uno de estos jóvenes aprendices, fue Guillermo Monroy, oriundo de Tlalpujahua, Michoacán, quien superó con creces los méritos de ser un Frido y ha brillado con luz propia en varias partes de México, pero concretamente, en Morelos donde fue uno de los fundadores del Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca, IRBAC y permaneció allí hasta más allá de su jubilación.

Tuvo tantos alumnos de varias generaciones, que donde quiera se pare el Maestro, siempre hay alguno dándole las gracias por las enseñanzas de vida que aprendieron con él en sus clases de pintura y muralismo. El sábado pasado, en el Espacio Cultural del Jardín Borda, concretamente en la Sala Manuel M. Ponce, nombre de uno de los fundadores del Seminario de Cultura Mexicana y Padre del nacionalismo musical de México, se llevó a cabo la presentación de un libro creado y editado por el gobierno del Estado, llamado: “Guillermo Monroy.

Plástica revolucionaria y amorosa: una entrega total”. Pero además de todos los homenajes que se le han hecho en diversos estados de la república y aquí en esta ciudad, este, el del sábado fue increíble, porque además de las excelentes participaciones de quienes le antecedieron como la coordinadora nacional de Artes Visuales Magdalena Zavala, Hugo Juárez, el historiador y crítico de arte Luis Rius Caso, la también miembro del SCM, directora de museos en Morelos y una de las coordinadoras del libro María Helena González, el poeta Ángel Cuevas y su propio hijo, el músico, compositor y guitarrista Guillermo Diego quien ha sido además de hijo, su compañero, amigo y representante, entre otros asistentes como el escritor y poeta Vicente Quirarte el que a través de su obra “Bisturí de 4 filos” sondea una de las grandes paradojas humanas como vivir la pérdida de lo que amamos. En la sala destaca siempre la presencia del gran escultor y pintor, ya ícono de Morelos, Victor Manuel Contreras, gran amigo de Monroy casi desde su llegada a esta ciudad.

Al final, lo que enmudeció la sala, fueron las propias palabras del homenajeado a través de las cuales enmarcó lo que ha sido su vida entera a solo tres años de cumplir un siglo de vida. En ese repaso recordó que hace poco, cuando le informaron que ya existía su página en internet, dijo: “Y ya pa qué”. De manera lúcida, inteligente, apasionado y generoso con la vida, este artista de 97 años bien cumplidos, quien al margen de haber sido un eterno luchador social, un trabajador de las artes plásticas como él se define, un luchador revolucionario, luchador contra los explotadores, siempre fiel a su ideología de izquierda que jamás abandonó, no podía dejar de mencionar la fecha de este evento y con el puño alzado, gritó: "El 2 de octubre, no se olvida”, coreado por gran parte de los asistentes y ex alumnos.

De pronto el maestro continuó: “Amo por igual la música de Tepoztlán y la popular en general que la del Brinco de los Chinelos; la de Beethoven, Vivaldi, Stravinsky, la de Silvestre Revueltas y la música compuesta por mi hijo Guillermo Diego que ha sido más que un hijo y que me encanta escuchar cuando estoy solo, y más allá, amo los sonidos del mar, de la lluvia, del viento, sonidos de tan bellos e inefables que ha querido pintar”. Y siguió: “Amo el amor mismo, amo el arte, la cultura, amo la plástica,las mieles del bosque, las piedras, todo lo que forma parte de la vida misma. Y aunque solo estuve en contacto con ella pocos años, amo a la mujer que comenzó mi trabajo (Frida) y su grandeza que ella mostraba a través de su humildad y que nos enseñó, ´no a pintar´, nos dijo, ´sino que vamos a aprender todos de todos´.

Con Frida aprendí a pintar, entre otras cosas, a los niños con ojitos de capulín. Me enseñó tanto de la vida, que con ella aprendí a pintar con el corazón llorando”. Y yo, con Monroy, queridos lectores, aprendí a escribir llorando. Y hasta el próximo lunes.