Ya había caído varias veces en El Azulengo y había proyectado escribirles la recomendación, sin embargo atravesadas como teníamos las medidas restrictivas a causa del Covid-19, había venido postergándolo varias semanas, pero ya no pude más.
Es que hace un par de semanas regresé por una chela bien fría y comprobé que ese pequeño localito ubicado sobre San Diego, las trae consigo.
Al Azulengo nunca he ido a comer aunque tienen una carta que permite hacerlo, sino más bien a botanear y platicar a gusto. Como esta muy abierto casi no hace calor y lo que queda, mengua con una cebada bien fría y una buena compañía.
Les recomiendo para empezar un taco de marlín, que viene bien sazonadito y bien servido, con copia, para los que saben agarrar el taco. Hay que aderezarlo con unas gotas de limón y cualquiera de las salsas que te ofrecen de cajón, pero aguas: quien como yo no está acostumbrado al picor se puede llevar una sorpresa.
Luego del entremés y otra chela, es tiempo de un gobernador. Los camarones bien gratinados con el queso son básicos. Este taco no tiene gran ciencia, pero no a todos les queda bien como aquí, así que puedes pensar hasta en repetir.
Si la plática es buena, es tiempo de un tercer antojo: un taquito de chile relleno ya sea de pescado o camarón para seguir haciendo sed. A este si hay que aplicarle una buena cucharada de salsa, aunque duela, y reponerse poco a poco.
Quizá lo único malo de El Azulengo es que está a bordo de la calle, aunque eso para muchos es lo atractivo. Del servicio no hay qué decir, los chavos son dinámicos, amables y aplican las medidas necesarias para generar confianza en tiempos de la cochina pandemia.
Además la cuenta no es nada abultada y saliendo uno está listo para más. El Azulengo está en todas las redes y para llegar no hay pierde, así que solo faltan las ganas.