Llegó el Buen Fin y con ello la esperanza de compra de muchos como un elemento urgente para la reactivación económica del país, especialmente urgente en un Morelos cuyo desempeño económico ha ido de mediocre a malo en lo que va del año derivado de múltiples factores, entre los que no se descuenta la inseguridad, aunque tampoco tendría que ubicarse como el único.
La estrategia comercial diseñada por los empresarios mexicanos a manera de otras similares que se han emprendido hace años en otras naciones, y cuyo éxito es innegable en términos de fomento al consumo.
En Morelos, el comercio espera incrementar en por lo menos un 30 por ciento las ventas que han registrado en las últimas semanas y, en un reconocimiento de que las cosas no andan tan bien como prometían a principio de año, aspiran a lograr alcanzar la meta del año pasado o quizá superarla por algunos pesos. No mucho más, entre otras cosas porque la situación económica, asociada a otros factores de mal desempeño político y social, han erosionado la esperanza, que es fundamental en las decisiones de compra de los consumidores.
El problema no radica solamente en el mal paso de la economía hasta ahora, sino en la percepción de muchos consumidores morelenses sobre la imposibilidad de que la situación mejore en el corto y mediano plazos. La falta de un programa claro y cierto de desarrollo económico, la recesión y falta de liquidez en el mercado, los problemas políticos y de seguridad que hacen percibir la posibilidad de crisis gubernamentales en el corto plazo, y la desconfianza generalizada que han provocado estrategias de comunicación profundamente agresivas y orientadas a la destrucción, mantienen a los consumidores en un estado de cautela extraordinaria a unas horas apenas del arranque del Buen Fin la mañana de hoy.
En lo positivo podríamos decir que no se advierte, pese a la estridencia en la comunicación política, que haya los elementos para una crisis mayor de la que se atraviesa ahora. En todo caso, el consumo estimulado podría favorecer a los indicadores económicos de cierre de año y generar mejores condiciones para iniciar el 2020 que, ya desde ahora, se percibe más difícil que el 19. Si los consumidores se contraen demasiado, podría mantenerse en cambio la tendencia negativa de la economía local y eso significaría aún más presiones para el empleo y la producción.
Cierto que la disponibilidad de recursos para este Buen Fin es menor a la que se presentó en el plano local durante el 2017 y años anteriores, pero también lo es que el retener las compras programables no hará que las condiciones mejoren y, por el contrario, mantendrá la tendencia de escaso circulante que se asocia siempre a episodios recesivos en la economía.
En materia política, tendrían que tomarse algunas precauciones, debidas mucho más a una programación del gasto ineficiente en los gobiernos federal, estatal y municipales, pero que podrían ser agravadas por la falta de acuerdos en materia presupuestal con el Congreso del Estado y los ayuntamientos. Las presiones financieras de quienes están aprendiendo a hacer gobierno son obvias, pero no debieran convertirse en costumbre, después del primer año de ejercicio, todos los niveles y esferas de gobierno debieran tener alguna idea ya de la disciplina necesaria para sobrellevar el flujo de recursos durante todo el año, lo que significaría un elemento de certeza también para la inversión privada y con ello podría retomarse el rumbo del crecimiento económico tan necesario en la entidad, aunque algunos consideren lo contrario.
La decisión del rumbo económico del estado, por primera vez en el año parece estar más en los consumidores, cuyas decisiones pueden contribuir a que la estrategia comercial funcione, pese a los obstáculos provenientes de los gobiernos, las coyunturas, y hasta de los propios empresarios.
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