/ lunes 2 de diciembre de 2019

Un año después; el saldo

Desde el Senado

Como candidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador advirtió que de ganar en México viviríamos un cambio de régimen, más no un cambio de gobierno.

Muchos no alcanzaron a dimensionar lo que significaba su apuesta; otros avezados en el mundo de la política supieron que las cosas no iban a ser como ellos las llevaron a cabo, que las fórmulas de los gobiernos neoliberales no habrían de repetirse.

A un año de haber iniciado el gobierno de la 4T, vemos que efectivamente la forma de gobernar ha cambiado radicalmente. Un cambio de régimen significa una transformación profunda de las relaciones sociales; acabar con un modelo económico, antipopular y entreguista. En pocas palabras, significaría un rompimiento de esquemas y paradigmas de gobierno.

Sin embargo, nos es tan fácil cambiar las cosas cuando los gobiernos que le antecedieron dejaron un “cochinero”, al grado de que prácticamente en este último año no hubo día o semana en que los mexicanos conociéramos de un hecho nuevo de corrupción.

Sí en algo destacaron los gobiernos neoliberales fue en la corrupción, en particular el de Enrique Peña Nieto, que se involucró en un sinnúmero de escándalos, junto con una buena parte de sus colaboradores más cercanos y amigos empresarios. Los presidentes panistas lo hicieron también por igual.

Si bien la llamada Estafa Maestra es la acción fraudulenta más conocida y nombrada, son muchas otras las que en la administración del gobierno del expresidente Peña se practicaron para desviar miles de millones de pesos para campañas electorales del PRI y llenar los bolsillos de funcionarios federales y gobernadores de ese partido.

El “cochinero” que dejaron no es nada fácil de limpiar sólo con agua y jabón, se requiere más que cloro, se necesita de sosa cáustica, lejía y amoniaco y de un buen tiempo para higienizar al país. La Estafa Maestra es el ejemplo más elevado de la corrupción donde está involucrada Rosario Robles, pero también las corruptelas del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte y el de Chihuahua, César Duarte.

Aunque poco mediática, pero al final otro desfalco, la llamada “Operación Safiro”, significó recursos públicos a las campañas del PRI, donde se ha involucrado al expresidente nacional del tricolor y exgobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.

Igual, está el fraude de las empresas fantasmas del que el SAT detectó la emisión de facturas con documentos originales para amparar operaciones simuladas y evadir al fisco o lavar dinero, monto que significó 1.6 billones de pesos, lo que permitió una evasión a las arcas federales por 354 mil millones de pesos.

En días pasados en una reunión en el Senado de la República, Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP, dio a conocer el informe “Casa Limpia”, donde nos informó que se habían presentado denuncias ante la Fiscalía General de la República contra el ex titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruíz Esparza y la empresa constructora OHL por presuntos actos de corrupción cometidos en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

En este proceso de limpiar toneladas de “escombro”, el presidente de México han tomado decisiones severas, serias, porque ha tocado fuertes intereses económicos y políticos.

En cualquier democracia la participación de los medios es primordial para su fortalecimiento. La crítica constructiva siempre será un instrumento que permita a los gobiernos mirarse al espejo y revisar los saldos de su administración. Sin embargo, durante este tiempo, el gobierno de la 4T ha tenido que enfrentar una guerra comunicativa, y contra restar campañas sucias no sólo desde algunos medios tradicionales, sino también a través de las “benditas redes sociales”.

Sí, como ya lo he expuesto en otros momentos, es necesario que desde nuestro gobierno, el de la 4T, revisemos con espíritu crítico los desaciertos y los reclamos de la población por incumplimientos.

La inseguridad es un problema que se debe asumir como una responsabilidad del Estado mexicano donde debemos involucrarnos todos, los tres poderes de la unión y todos los niveles de gobierno.

Negar este problema no esconde una realidad que lacera a la sociedad. La inseguridad sigue siendo un dolor de cabeza que desde luego debe ser atendido con inteligencia y decisión.

A un año de haber iniciado el cambio de régimen, los saldos, dirán algunos, “son negativos”, pero su aseveración tiene que ver mucho con una posición política que busca descalificar al opositor y desde luego que no le reconocerá nada, si acaso algo.

Desde Morena creemos que el saldo es positivo, sobre todo cuando los que gobernaron antes la casa, la dejaron “asquerosa”, y sólo le daban una “limpiadita” nada más, como dice el dicho popular, “por donde ve mi suegra”.

Bien ha señalado el presidente López Obrador, si las cosas estuvieran mal, si hay menos inversión en la economía mundial, ¿cómo es que en México crece la inversión extranjera?

Y sí, se necesita una “sacudida" para crecer más en términos económicos, como llamó el empresario Carlos Slim, pero también una “sacudida” a todos y cada uno de los actores políticos y sociales que le están apostando al fracaso de quien hoy gobierna, porque si así fuera, la derrota sería para el país y para todos los mexicanos.

Como candidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador advirtió que de ganar en México viviríamos un cambio de régimen, más no un cambio de gobierno.

Muchos no alcanzaron a dimensionar lo que significaba su apuesta; otros avezados en el mundo de la política supieron que las cosas no iban a ser como ellos las llevaron a cabo, que las fórmulas de los gobiernos neoliberales no habrían de repetirse.

A un año de haber iniciado el gobierno de la 4T, vemos que efectivamente la forma de gobernar ha cambiado radicalmente. Un cambio de régimen significa una transformación profunda de las relaciones sociales; acabar con un modelo económico, antipopular y entreguista. En pocas palabras, significaría un rompimiento de esquemas y paradigmas de gobierno.

Sin embargo, nos es tan fácil cambiar las cosas cuando los gobiernos que le antecedieron dejaron un “cochinero”, al grado de que prácticamente en este último año no hubo día o semana en que los mexicanos conociéramos de un hecho nuevo de corrupción.

Sí en algo destacaron los gobiernos neoliberales fue en la corrupción, en particular el de Enrique Peña Nieto, que se involucró en un sinnúmero de escándalos, junto con una buena parte de sus colaboradores más cercanos y amigos empresarios. Los presidentes panistas lo hicieron también por igual.

Si bien la llamada Estafa Maestra es la acción fraudulenta más conocida y nombrada, son muchas otras las que en la administración del gobierno del expresidente Peña se practicaron para desviar miles de millones de pesos para campañas electorales del PRI y llenar los bolsillos de funcionarios federales y gobernadores de ese partido.

El “cochinero” que dejaron no es nada fácil de limpiar sólo con agua y jabón, se requiere más que cloro, se necesita de sosa cáustica, lejía y amoniaco y de un buen tiempo para higienizar al país. La Estafa Maestra es el ejemplo más elevado de la corrupción donde está involucrada Rosario Robles, pero también las corruptelas del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte y el de Chihuahua, César Duarte.

Aunque poco mediática, pero al final otro desfalco, la llamada “Operación Safiro”, significó recursos públicos a las campañas del PRI, donde se ha involucrado al expresidente nacional del tricolor y exgobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.

Igual, está el fraude de las empresas fantasmas del que el SAT detectó la emisión de facturas con documentos originales para amparar operaciones simuladas y evadir al fisco o lavar dinero, monto que significó 1.6 billones de pesos, lo que permitió una evasión a las arcas federales por 354 mil millones de pesos.

En días pasados en una reunión en el Senado de la República, Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP, dio a conocer el informe “Casa Limpia”, donde nos informó que se habían presentado denuncias ante la Fiscalía General de la República contra el ex titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruíz Esparza y la empresa constructora OHL por presuntos actos de corrupción cometidos en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

En este proceso de limpiar toneladas de “escombro”, el presidente de México han tomado decisiones severas, serias, porque ha tocado fuertes intereses económicos y políticos.

En cualquier democracia la participación de los medios es primordial para su fortalecimiento. La crítica constructiva siempre será un instrumento que permita a los gobiernos mirarse al espejo y revisar los saldos de su administración. Sin embargo, durante este tiempo, el gobierno de la 4T ha tenido que enfrentar una guerra comunicativa, y contra restar campañas sucias no sólo desde algunos medios tradicionales, sino también a través de las “benditas redes sociales”.

Sí, como ya lo he expuesto en otros momentos, es necesario que desde nuestro gobierno, el de la 4T, revisemos con espíritu crítico los desaciertos y los reclamos de la población por incumplimientos.

La inseguridad es un problema que se debe asumir como una responsabilidad del Estado mexicano donde debemos involucrarnos todos, los tres poderes de la unión y todos los niveles de gobierno.

Negar este problema no esconde una realidad que lacera a la sociedad. La inseguridad sigue siendo un dolor de cabeza que desde luego debe ser atendido con inteligencia y decisión.

A un año de haber iniciado el cambio de régimen, los saldos, dirán algunos, “son negativos”, pero su aseveración tiene que ver mucho con una posición política que busca descalificar al opositor y desde luego que no le reconocerá nada, si acaso algo.

Desde Morena creemos que el saldo es positivo, sobre todo cuando los que gobernaron antes la casa, la dejaron “asquerosa”, y sólo le daban una “limpiadita” nada más, como dice el dicho popular, “por donde ve mi suegra”.

Bien ha señalado el presidente López Obrador, si las cosas estuvieran mal, si hay menos inversión en la economía mundial, ¿cómo es que en México crece la inversión extranjera?

Y sí, se necesita una “sacudida" para crecer más en términos económicos, como llamó el empresario Carlos Slim, pero también una “sacudida” a todos y cada uno de los actores políticos y sociales que le están apostando al fracaso de quien hoy gobierna, porque si así fuera, la derrota sería para el país y para todos los mexicanos.

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