/ jueves 10 de febrero de 2022

Tienes que emocionar mi alma: Morrison Hotel

Ahora que ha llegado la primavera, es tiempo de vivir bajo el sol, al primer destello del Edén bajamos al mar, ahí nos quedamos en la playa de la libertad.

Y sí, libertad es la palabra que define al espíritu de Jim Morrison, personaje emblema de la contracultura que es identificado como un ícono del rock mundial, pero también hay que reconocerle su esencia de escritor, particularmente de poeta, cuya obra se caracterizó para ser el vínculo entre lo conocido y lo desconocido, de romper el paso hacia lo incierto, vamos, a través de sus letras él sería la puerta de la percepción.

Recordemos que con la irrupción de The Doors a la escena musical se marcó un parteaguas en la historia de la música del rock, caracterizando al grupo originario de Los Ángeles, California, como una innovación no solo musical con las aportaciones de Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore, sino también en el ámbito de las letras con Jim Morrison (Let´s swim to the moon, uh huh. Let´s climb thru the tide. Penetrate the evenin´ that city sleeps to hide) y hasta en el aspecto teatral con su desenvolvimiento en los conciertos de Los Doors.

Pero este espíritu de libertad que caracterizó Morrison de ir más allá de lo establecido y oponerse a las figuras que representaban autoritarismo generó altibajos no solo a él sino también a la banda. Fueron objeto de persecución por el ala conservadora de la sociedad estadounidense, de censura por las estaciones de radio, y hasta de condena por las instituciones judiciales de su país, Estados Unidos, nación que se jacta de ser el paladín de la libertad y la democracia.

De haber llegado a la cima en 1968, Los Doors caen en picada en 1969 al ser catalogados como una banda caótica y peligrosa (tan es así que no fueron invitados al mítico festival de Woodstock), pero para 1970 resurgen con grandeza con el álbum Morrison Hotel que era un retorno a la esencia musical no sólo de Jim Morrison sino de The Doors: el blues.

Y no es que con su trabajo anterior titulado The Soft Parade se hayan alejado de la calidad musical, pues se trata de un disco muy sofisticado y con un alto nivel intelectual en su configuración al igual que en los trabajos discográficos que le antecedieron, pero fue un disco incomprendido por la crítica musical de esos tiempos pero que ha sido revalorizado con los años. Por lo tanto, las críticas a dicho álbum así como el desinterés de Morrison por seguir siendo la estrella de rock y símbolo de portadas de revistas lo llevan a deconstruir su imagen para ahora buscar un reconocimiento como escritor y no solo como cantante.

Jim Morrison podía ser un mister Hyde que podía echar a perder las cosas pero también podía ser un doctor Jekyll, alguien virtuoso, y esta última faceta la podemos apreciar en Morrison Hotel, un trabajo discográfico donde Jim participa en la mayoría de las canciones como autor principal y en algunas como coautor junto con Robby Krieger. Cabe mencionar que a pesar de que Jim Morrison no tocaba algún instrumento musical, su genialidad le permitía concebir en su mente la estructura musical de las canciones para que sus compañeros de grupo las desarrollaran musicalmente.

Y en este caso, Morrison y compañía de manera no intencionada, como así lo declaró en una entrevista el también conocido como El Rey Lagarto, no era regresar a sus raíces musicales pero paradójicamente sí lo fue, pues Morrison Hotel es un buen ejemplo de un blues evolucionado, tomando en cuenta que el rock deriva del blues, y este género musical es lo que más disfrutaba cantar Jim Morrison.

En Morrison Hotel podemos percibir el discurso de libertad de Jim Morrison con su tema “Roadhouse Blues” al escuchar “Yeah, we´re goin´ to the roadhouse, gonna have a real good time. Yeah, in back of the roadhouse they got some bungalows, and that´s for the people who like to go down slow”. Y claro que así es, no acaso Jim Morrison se denominó el hombre de la libertad al cantar “I´m the freedom man, that´s how lucky i am”.

Twitter: @jcarlosjaimes

Facebook: Juan Carlos Jaimes


Ahora que ha llegado la primavera, es tiempo de vivir bajo el sol, al primer destello del Edén bajamos al mar, ahí nos quedamos en la playa de la libertad.

Y sí, libertad es la palabra que define al espíritu de Jim Morrison, personaje emblema de la contracultura que es identificado como un ícono del rock mundial, pero también hay que reconocerle su esencia de escritor, particularmente de poeta, cuya obra se caracterizó para ser el vínculo entre lo conocido y lo desconocido, de romper el paso hacia lo incierto, vamos, a través de sus letras él sería la puerta de la percepción.

Recordemos que con la irrupción de The Doors a la escena musical se marcó un parteaguas en la historia de la música del rock, caracterizando al grupo originario de Los Ángeles, California, como una innovación no solo musical con las aportaciones de Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore, sino también en el ámbito de las letras con Jim Morrison (Let´s swim to the moon, uh huh. Let´s climb thru the tide. Penetrate the evenin´ that city sleeps to hide) y hasta en el aspecto teatral con su desenvolvimiento en los conciertos de Los Doors.

Pero este espíritu de libertad que caracterizó Morrison de ir más allá de lo establecido y oponerse a las figuras que representaban autoritarismo generó altibajos no solo a él sino también a la banda. Fueron objeto de persecución por el ala conservadora de la sociedad estadounidense, de censura por las estaciones de radio, y hasta de condena por las instituciones judiciales de su país, Estados Unidos, nación que se jacta de ser el paladín de la libertad y la democracia.

De haber llegado a la cima en 1968, Los Doors caen en picada en 1969 al ser catalogados como una banda caótica y peligrosa (tan es así que no fueron invitados al mítico festival de Woodstock), pero para 1970 resurgen con grandeza con el álbum Morrison Hotel que era un retorno a la esencia musical no sólo de Jim Morrison sino de The Doors: el blues.

Y no es que con su trabajo anterior titulado The Soft Parade se hayan alejado de la calidad musical, pues se trata de un disco muy sofisticado y con un alto nivel intelectual en su configuración al igual que en los trabajos discográficos que le antecedieron, pero fue un disco incomprendido por la crítica musical de esos tiempos pero que ha sido revalorizado con los años. Por lo tanto, las críticas a dicho álbum así como el desinterés de Morrison por seguir siendo la estrella de rock y símbolo de portadas de revistas lo llevan a deconstruir su imagen para ahora buscar un reconocimiento como escritor y no solo como cantante.

Jim Morrison podía ser un mister Hyde que podía echar a perder las cosas pero también podía ser un doctor Jekyll, alguien virtuoso, y esta última faceta la podemos apreciar en Morrison Hotel, un trabajo discográfico donde Jim participa en la mayoría de las canciones como autor principal y en algunas como coautor junto con Robby Krieger. Cabe mencionar que a pesar de que Jim Morrison no tocaba algún instrumento musical, su genialidad le permitía concebir en su mente la estructura musical de las canciones para que sus compañeros de grupo las desarrollaran musicalmente.

Y en este caso, Morrison y compañía de manera no intencionada, como así lo declaró en una entrevista el también conocido como El Rey Lagarto, no era regresar a sus raíces musicales pero paradójicamente sí lo fue, pues Morrison Hotel es un buen ejemplo de un blues evolucionado, tomando en cuenta que el rock deriva del blues, y este género musical es lo que más disfrutaba cantar Jim Morrison.

En Morrison Hotel podemos percibir el discurso de libertad de Jim Morrison con su tema “Roadhouse Blues” al escuchar “Yeah, we´re goin´ to the roadhouse, gonna have a real good time. Yeah, in back of the roadhouse they got some bungalows, and that´s for the people who like to go down slow”. Y claro que así es, no acaso Jim Morrison se denominó el hombre de la libertad al cantar “I´m the freedom man, that´s how lucky i am”.

Twitter: @jcarlosjaimes

Facebook: Juan Carlos Jaimes