/ miércoles 9 de marzo de 2022

Tiempos Violentos: cultura de la violencia

En una condición natural, el hombre (hablando como género humano) que no se aprecia como bueno, tiende a la confrontación, a la disputa. El hombre es el lobo del hombre.

Y a pesar de la conformación de la sociedad, y la construcción del Estado (organización del poder que implica la cohesión política en búsqueda del bien común) y con ello de la Justicia y el Derecho, vivimos tiempos violentos tanto en un aspecto micro como macro, desde situaciones de violencia familiar, en la vía pública con asaltos, el problema nacional de la delincuencia organizada, conflictos bélicos entre naciones, y ahora hasta en estadios de fútbol, la violencia está más visible.

El Estado ha dejado de garantizar su principal función, la seguridad y protección de sus gobernados; sin embargo, la violencia se debe a que se ha convertido en una estructura que se ha ido normalizando poco a poco, y sólo hasta que afecta de una manera directa es cuando se expresa inconformidad. Se mira violencia por diversión o distracción (y se paga un dinero por ello) en la televisión, en videojuegos, en películas y hasta en plataformas digitales, éstas últimas con la tendencia de las narco series, generando el efecto de que muchas personas admiren a capos de la mafia, narcotraficantes o jefes de la crimen organizado, desvirtuando el sentido de ilustrar fenómenos que han dañado a la sociedad. Y en esa tesitura se ha ido abonando a una normalización de la violencia que ha dado pauta a una cultura de la violencia con la que se pretende resolver las problemáticas del día a día, en virtud de una pérdida de valores, empatía y amistad.

Con la postmodernidad se ha ido perdiendo el valor de lo teórico, de la ideología, de los vínculos de amistad, de comunicación, de empatía y del respeto por la vida, ocasionado una fractura en las distintas esferas de la comunidad política, configurándose una sociedad liquida (en ideas de Zygmunt Bauman) donde predomina la inestabilidad en las distintas dimensiones de la comunidad.

Siguiendo con las ideas de Bauman, lo anterior es efecto del fenómeno de la globalización en el que estamos inmersos, y que ha generado sociedades consumistas, induciendo a los individuos a creer que dar satisfacción a sus deseos es la regla de oro, orientando nuestras elecciones y el criterio regente de una vida válida y exitosa, situación ilusoria pues se ha transformado al ciudadano político en un consumidor de mercado. Lo anterior contribuye a una búsqueda mundana por los placeres económicos y el poder, que han fracturado la cohesión social, desvalorizando la sacralidad de la vida.

El conflicto no solo está presente en un nivel interpersonal sino entre países, teniendo el claro ejemplo de la situación en Ucrania, donde se ha difundido el discurso de ser Rusia el malo de la historia, siendo Estados Unidos el más claro ejemplo de un país con invasiones e intervenciones bélicas en otras naciones, de acuerdo a intereses propios y no por querer ser el libertador de pueblos como es la imagen que han construido para justificar su injerencia política y económica. En este tipo de conflictos internacionales entre potencias como Rusia y Estados Unidos, se muestra la naturaleza de estas estructuras de poder que despliegan su fuerza sobre otras comunidades o estructuras más débiles, bajo una lógica de aumentar o contener el prestigio político. En este caso Rusia, no ve con buenos ojos que Ucrania sea (por su posición geográfica) un aliado de occidente, y obviamente Estados Unidos quiere tener presencia en Europa del este para contrarrestar el poder de la ex Unión Soviética. Vemos una lucha de intereses políticos y económicos disfrazados de ideas de libertad y democracia.

Bajo estos contextos de violencia, se necesita una igualación política que se sustente en la categoría de amistad, que de acuerdo al filósofo Aristóteles, es el vínculo que permite que los individuos se conviertan en compañeros que construyan una comunidad donde cada uno pueda ver y comprender la realidad del otro, y así establecer una comunicación entre los ciudadanos. Se tiene que superar lo que Bauman llamó modularidad, que implica incertidumbre y desprotección, que se traduce en que el Estado se niega a responsabilizarse de la seguridad de todos, acrecentando el sometimiento de las clases dominantes hacia las dominadas.

La justicia nace con el Estado pero si éste se desestabiliza por la violencia estructural que permea en diferentes dimensiones de la sociedad, no se puede garantizar seguridad ni justicia. Por lo que se debe girar a la búsqueda de la excelencia humana a través del binomio educación-política, y así disminuir la indiferencia política y la apatía por el Estado Político y por la Política de Estado.

Twitter: @jcarlosjaimes

Facebook: Juan Carlos Jaimes

En una condición natural, el hombre (hablando como género humano) que no se aprecia como bueno, tiende a la confrontación, a la disputa. El hombre es el lobo del hombre.

Y a pesar de la conformación de la sociedad, y la construcción del Estado (organización del poder que implica la cohesión política en búsqueda del bien común) y con ello de la Justicia y el Derecho, vivimos tiempos violentos tanto en un aspecto micro como macro, desde situaciones de violencia familiar, en la vía pública con asaltos, el problema nacional de la delincuencia organizada, conflictos bélicos entre naciones, y ahora hasta en estadios de fútbol, la violencia está más visible.

El Estado ha dejado de garantizar su principal función, la seguridad y protección de sus gobernados; sin embargo, la violencia se debe a que se ha convertido en una estructura que se ha ido normalizando poco a poco, y sólo hasta que afecta de una manera directa es cuando se expresa inconformidad. Se mira violencia por diversión o distracción (y se paga un dinero por ello) en la televisión, en videojuegos, en películas y hasta en plataformas digitales, éstas últimas con la tendencia de las narco series, generando el efecto de que muchas personas admiren a capos de la mafia, narcotraficantes o jefes de la crimen organizado, desvirtuando el sentido de ilustrar fenómenos que han dañado a la sociedad. Y en esa tesitura se ha ido abonando a una normalización de la violencia que ha dado pauta a una cultura de la violencia con la que se pretende resolver las problemáticas del día a día, en virtud de una pérdida de valores, empatía y amistad.

Con la postmodernidad se ha ido perdiendo el valor de lo teórico, de la ideología, de los vínculos de amistad, de comunicación, de empatía y del respeto por la vida, ocasionado una fractura en las distintas esferas de la comunidad política, configurándose una sociedad liquida (en ideas de Zygmunt Bauman) donde predomina la inestabilidad en las distintas dimensiones de la comunidad.

Siguiendo con las ideas de Bauman, lo anterior es efecto del fenómeno de la globalización en el que estamos inmersos, y que ha generado sociedades consumistas, induciendo a los individuos a creer que dar satisfacción a sus deseos es la regla de oro, orientando nuestras elecciones y el criterio regente de una vida válida y exitosa, situación ilusoria pues se ha transformado al ciudadano político en un consumidor de mercado. Lo anterior contribuye a una búsqueda mundana por los placeres económicos y el poder, que han fracturado la cohesión social, desvalorizando la sacralidad de la vida.

El conflicto no solo está presente en un nivel interpersonal sino entre países, teniendo el claro ejemplo de la situación en Ucrania, donde se ha difundido el discurso de ser Rusia el malo de la historia, siendo Estados Unidos el más claro ejemplo de un país con invasiones e intervenciones bélicas en otras naciones, de acuerdo a intereses propios y no por querer ser el libertador de pueblos como es la imagen que han construido para justificar su injerencia política y económica. En este tipo de conflictos internacionales entre potencias como Rusia y Estados Unidos, se muestra la naturaleza de estas estructuras de poder que despliegan su fuerza sobre otras comunidades o estructuras más débiles, bajo una lógica de aumentar o contener el prestigio político. En este caso Rusia, no ve con buenos ojos que Ucrania sea (por su posición geográfica) un aliado de occidente, y obviamente Estados Unidos quiere tener presencia en Europa del este para contrarrestar el poder de la ex Unión Soviética. Vemos una lucha de intereses políticos y económicos disfrazados de ideas de libertad y democracia.

Bajo estos contextos de violencia, se necesita una igualación política que se sustente en la categoría de amistad, que de acuerdo al filósofo Aristóteles, es el vínculo que permite que los individuos se conviertan en compañeros que construyan una comunidad donde cada uno pueda ver y comprender la realidad del otro, y así establecer una comunicación entre los ciudadanos. Se tiene que superar lo que Bauman llamó modularidad, que implica incertidumbre y desprotección, que se traduce en que el Estado se niega a responsabilizarse de la seguridad de todos, acrecentando el sometimiento de las clases dominantes hacia las dominadas.

La justicia nace con el Estado pero si éste se desestabiliza por la violencia estructural que permea en diferentes dimensiones de la sociedad, no se puede garantizar seguridad ni justicia. Por lo que se debe girar a la búsqueda de la excelencia humana a través del binomio educación-política, y así disminuir la indiferencia política y la apatía por el Estado Político y por la Política de Estado.

Twitter: @jcarlosjaimes

Facebook: Juan Carlos Jaimes