/ jueves 16 de diciembre de 2021

Tendencia contra calidad

Nunca es la constante repetición de un tema lo que vuelve tedioso el contenido, sino la forma que éste es abordado. La mayoría de las veces es evidente cuando uno de los elementos es tomado con más efusividad que otro, por morbo o mera ignorancia, o cuando el argumento principal de la cuestión en realidad se basa en los ánimos del momento. No sólo es importante el qué, sino la forma en que se estructura el cómo.

Por ejemplo, no es extraño que el realismo socialista fuera de los géneros literarios más populares durante el ascenso de la izquierda comunista a inicios del siglo XX, y una vez instaurada la URSS, decayera con gran estrépito debido a su función propagandística y la presión ejercida por el gobierno. De igual forma, el realismo mágico tuvo bastante renombre entre los novelistas latinoamericanos de mediados del siglo, pero justo después de su éxito, la mayoría excedió tanto sus efectos que desgastó el vigor que gozaba.

Este vicio es más obvio en la industria musical, ya que la mayoría de su producción se basa en modelos impuestos por el mercado, que ha captado el público, y utiliza esos elementos para generar un alcance seguro. Una vez más, no es casualidad que los géneros musicales del momento sean convenientemente similares a nivel rítmico y las letras rocen los mismos temas.

Por supuesto, no es que la popularidad esté reñida con la calidad, sino que la mayoría de las veces suele confundirse la amplitud con la aptitud. La fórmula, bien esparcida y conocida, suele oponerse a la forma, muchas veces creativa y siempre reflexiva. Tampoco significa que los elementos de la fórmula sean tachados como clichés insignificantes y poco convincentes; en ocasiones, bien colocados, tienen un efecto innovador.

Estos problemas dentro de los parámetros en que se define el arte y la cultura, según se mire, bien pueden ser enriquecedores y productivos. Pero no ocurre lo mismo en asuntos más delicados como la discusión política y asuntos de índole pública. Ya que a diferencia de los primeros, en el segundo campo puede tener serias repercusiones en el tejido social.

Un ejemplo es la oposición política creada por inercia, que es el simple antagonismo contra el gobierno sólo por el hecho de ser una contraparte de los demás actores. Criticar únicamente por criticar no sólo es estéril, sino que afecta negativamente la función del verdadero juicio reflexivo, reduciendo toda la cuestión a un juego de polémicas, creando una oposición tendenciosa que no es en realidad una verdadera oposición.

En el debate público es bastante necesaria una oposición, ya que gracias a esta se crea un mecanismo de respuesta y responsabilidades que, siempre vigilante de los actos, procura una comunicación fecunda entre las partes. Los periodistas, analistas y medios de comunicación poseen un papel bastante importante, no sólo porque funcionan como contrapeso en la sociedad, sino que ellos mismos son un baluarte de la libertad de expresión.

El problema surge cuando estos actores prefieren perseguir noticias tendenciosas que son polémicas infladas descuidando el ejercicio de la responsabilidad. Y al ocurrir, como una bola de nieve rodando cuesta abajo, la mayoría de las cuestiones pierde credibilidad y los argumentos legitimidad. Ahora, no sólo es necesaria una crítica concienzuda y real, sino una crítica que ponga en duda a la crítica de los demás. El problema ya no es la imposibilidad del decir, sino cómo este también puede desvirtuar el mismo discurso.

Nunca es la constante repetición de un tema lo que vuelve tedioso el contenido, sino la forma que éste es abordado. La mayoría de las veces es evidente cuando uno de los elementos es tomado con más efusividad que otro, por morbo o mera ignorancia, o cuando el argumento principal de la cuestión en realidad se basa en los ánimos del momento. No sólo es importante el qué, sino la forma en que se estructura el cómo.

Por ejemplo, no es extraño que el realismo socialista fuera de los géneros literarios más populares durante el ascenso de la izquierda comunista a inicios del siglo XX, y una vez instaurada la URSS, decayera con gran estrépito debido a su función propagandística y la presión ejercida por el gobierno. De igual forma, el realismo mágico tuvo bastante renombre entre los novelistas latinoamericanos de mediados del siglo, pero justo después de su éxito, la mayoría excedió tanto sus efectos que desgastó el vigor que gozaba.

Este vicio es más obvio en la industria musical, ya que la mayoría de su producción se basa en modelos impuestos por el mercado, que ha captado el público, y utiliza esos elementos para generar un alcance seguro. Una vez más, no es casualidad que los géneros musicales del momento sean convenientemente similares a nivel rítmico y las letras rocen los mismos temas.

Por supuesto, no es que la popularidad esté reñida con la calidad, sino que la mayoría de las veces suele confundirse la amplitud con la aptitud. La fórmula, bien esparcida y conocida, suele oponerse a la forma, muchas veces creativa y siempre reflexiva. Tampoco significa que los elementos de la fórmula sean tachados como clichés insignificantes y poco convincentes; en ocasiones, bien colocados, tienen un efecto innovador.

Estos problemas dentro de los parámetros en que se define el arte y la cultura, según se mire, bien pueden ser enriquecedores y productivos. Pero no ocurre lo mismo en asuntos más delicados como la discusión política y asuntos de índole pública. Ya que a diferencia de los primeros, en el segundo campo puede tener serias repercusiones en el tejido social.

Un ejemplo es la oposición política creada por inercia, que es el simple antagonismo contra el gobierno sólo por el hecho de ser una contraparte de los demás actores. Criticar únicamente por criticar no sólo es estéril, sino que afecta negativamente la función del verdadero juicio reflexivo, reduciendo toda la cuestión a un juego de polémicas, creando una oposición tendenciosa que no es en realidad una verdadera oposición.

En el debate público es bastante necesaria una oposición, ya que gracias a esta se crea un mecanismo de respuesta y responsabilidades que, siempre vigilante de los actos, procura una comunicación fecunda entre las partes. Los periodistas, analistas y medios de comunicación poseen un papel bastante importante, no sólo porque funcionan como contrapeso en la sociedad, sino que ellos mismos son un baluarte de la libertad de expresión.

El problema surge cuando estos actores prefieren perseguir noticias tendenciosas que son polémicas infladas descuidando el ejercicio de la responsabilidad. Y al ocurrir, como una bola de nieve rodando cuesta abajo, la mayoría de las cuestiones pierde credibilidad y los argumentos legitimidad. Ahora, no sólo es necesaria una crítica concienzuda y real, sino una crítica que ponga en duda a la crítica de los demás. El problema ya no es la imposibilidad del decir, sino cómo este también puede desvirtuar el mismo discurso.