/ lunes 15 de marzo de 2021

Tan sencillo pero tan difícil de entender

Hoy cumplimos un año de trabajar en casa. Cuando el gobierno federal decreta el confinamiento obligatorio con el eufemístico nombre de Jornada de Sana Distancia, el cierre total de nuestros centros e institutos de investigación puso en riesgo actividades fundamentales encaminadas al desarrollo y validación de nuevas pruebas diagnósticas y vacunas contra COVID19.

Afortunadamente para nosotros en Cuernavaca, la invitación del presidente municipal Antonio Villalobos para que la Academia de Ciencias de Morelos participara en el Comité Municipal de Contigencia COVID19 permitió clasificar la investigación científica como actividad escencial. Gracias a esto fue posible que quienes colaboraban en este tipo de proyectos pudieran hacerlo de manera legal durante lo más álgido de las restricciones.

En consecuencia, Morelos fue uno de los pocos estados en el país que pudo establecer desde el principio de la pandemia un laboratorio secundario para la realización de pruebas diagnósticas, liberando parcialmente las limitaciones del gobierno del estado en su Laboratorio Estatal y aliviando el subregistro de casos.

Esto también hizo posible que uno de los cinco proyectos nacionales para el desarrollo de una vacuna contra COVID que se elaboraba en el Instituto de Biotecnología de la UNAM bajo la responsabilidad de la Dra. Laura Palomares no se detuviera.

Sin embargo, muy pronto la escaces de recursos comenzó a poner en riesgo ese proyecto y otros con el mismo fin. A solicitud expresa del Instituto, el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos abrió una convocatoria para proyectos de innovación relacionados a COVID19. Bien intencionada, la convocatoria tuvo un alcance muy limitado al otorgar solamente 300 mil pesos en promedio por proyecto. Una gota de agua en medio de la sequía.

La gestión conjunta de recursos para el desarrollo de vacunas ante el CONACYT tampoco tuvo éxito y fue solamente gracias a las gestiones del Canciller Marcelo Ebrard que finalmente se pudo conseguir financiamiento externo pero no para las vacunas, sino para el establecimiento de una unidad especializada en el análisis de la salud inmunológica de los mexicanos. Una de las sedes de ese proyecto va a estar aquí, en Morelos, dentro del Instituto de Biotecnología de la UNAM.

El destino de los cinco proyectos para la vacuna mexicana contra COVID19 es incierto. Algunos de ellos como el de la Universidad de Querétaro han lanzado campañas de donaciones para completar el presupuesto necesario. Otros han obtenido financiamiento privado y otros simplemente ya no se continuaron.

Desde los primeros meses de la pandemia dije en este espacio que la solidaridad internacional no iba a ser eterna sino que, al contrario, tenía fecha de vencimiento. Y que en esa fecha los países se iban a dividir en dos, los que estarían en un lado del mostrador distribuyendo vacunas y los que iban a estar del otro lado, haciendo fila para comprarlas.

Los esfuerzos de la Organizacion de las Naciones Unidas para prevenir una crisis humanitaria por acaparamiento de vacunas recibió un golpe tremendo de parte de los Estados Unidos, uno de sus principales financiadores, cuando el entonces presidente Donald Trump le retiró su apoyo a la Organización Mundial de la Salud. Igualmente, Estados Unidos sentó un terrible precedente al decretar desde la presidencia que su país que no exportaría vacunas hasta que el total de su población estuviese vacunada.

La suma de todos estos eventos nos puso del lado equivocado del mostrador. Ahora México no solamente tiene, a nivel mundial, una de las tasas más altas de contagio, la tasa más alta de letalidad, la tasa más alta de personal médico y de salud afectado sino también una de las tasas más bajas de vacunación.

Al ritmo que llevamos, se necesitarán tres años y medio para tener vacunada a la totalidad de la población de nuestro país. Para entonces será muy tarde para millones de mexicanos que se sumarán, lamentablemente, a los más de quinientos mil muertos por COVID19 acumulados en los primeros doce meses de la pandemia.

Que difícil ha sido que los políticos entiendan que el ritmo y destino de la pandemia no está, que nunca estuvo, en sus manos. Es el ciclo vital del virus el que determinará quién, cómo y cuándo se infecte o muera y será la historia natural del contagio la que determinará cuándo se termine. Lo único que podemos hacer y eso es gracias a nuestra capacidad científica y tecnológica, es atenuar el impacto y acelerar el proceso mediante una vacunación rápida y efectiva.

Tan sencillo y tan difícil de entender al mismo tiempo.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

https://www.facebook.com/BValderramaB/

Hoy cumplimos un año de trabajar en casa. Cuando el gobierno federal decreta el confinamiento obligatorio con el eufemístico nombre de Jornada de Sana Distancia, el cierre total de nuestros centros e institutos de investigación puso en riesgo actividades fundamentales encaminadas al desarrollo y validación de nuevas pruebas diagnósticas y vacunas contra COVID19.

Afortunadamente para nosotros en Cuernavaca, la invitación del presidente municipal Antonio Villalobos para que la Academia de Ciencias de Morelos participara en el Comité Municipal de Contigencia COVID19 permitió clasificar la investigación científica como actividad escencial. Gracias a esto fue posible que quienes colaboraban en este tipo de proyectos pudieran hacerlo de manera legal durante lo más álgido de las restricciones.

En consecuencia, Morelos fue uno de los pocos estados en el país que pudo establecer desde el principio de la pandemia un laboratorio secundario para la realización de pruebas diagnósticas, liberando parcialmente las limitaciones del gobierno del estado en su Laboratorio Estatal y aliviando el subregistro de casos.

Esto también hizo posible que uno de los cinco proyectos nacionales para el desarrollo de una vacuna contra COVID que se elaboraba en el Instituto de Biotecnología de la UNAM bajo la responsabilidad de la Dra. Laura Palomares no se detuviera.

Sin embargo, muy pronto la escaces de recursos comenzó a poner en riesgo ese proyecto y otros con el mismo fin. A solicitud expresa del Instituto, el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos abrió una convocatoria para proyectos de innovación relacionados a COVID19. Bien intencionada, la convocatoria tuvo un alcance muy limitado al otorgar solamente 300 mil pesos en promedio por proyecto. Una gota de agua en medio de la sequía.

La gestión conjunta de recursos para el desarrollo de vacunas ante el CONACYT tampoco tuvo éxito y fue solamente gracias a las gestiones del Canciller Marcelo Ebrard que finalmente se pudo conseguir financiamiento externo pero no para las vacunas, sino para el establecimiento de una unidad especializada en el análisis de la salud inmunológica de los mexicanos. Una de las sedes de ese proyecto va a estar aquí, en Morelos, dentro del Instituto de Biotecnología de la UNAM.

El destino de los cinco proyectos para la vacuna mexicana contra COVID19 es incierto. Algunos de ellos como el de la Universidad de Querétaro han lanzado campañas de donaciones para completar el presupuesto necesario. Otros han obtenido financiamiento privado y otros simplemente ya no se continuaron.

Desde los primeros meses de la pandemia dije en este espacio que la solidaridad internacional no iba a ser eterna sino que, al contrario, tenía fecha de vencimiento. Y que en esa fecha los países se iban a dividir en dos, los que estarían en un lado del mostrador distribuyendo vacunas y los que iban a estar del otro lado, haciendo fila para comprarlas.

Los esfuerzos de la Organizacion de las Naciones Unidas para prevenir una crisis humanitaria por acaparamiento de vacunas recibió un golpe tremendo de parte de los Estados Unidos, uno de sus principales financiadores, cuando el entonces presidente Donald Trump le retiró su apoyo a la Organización Mundial de la Salud. Igualmente, Estados Unidos sentó un terrible precedente al decretar desde la presidencia que su país que no exportaría vacunas hasta que el total de su población estuviese vacunada.

La suma de todos estos eventos nos puso del lado equivocado del mostrador. Ahora México no solamente tiene, a nivel mundial, una de las tasas más altas de contagio, la tasa más alta de letalidad, la tasa más alta de personal médico y de salud afectado sino también una de las tasas más bajas de vacunación.

Al ritmo que llevamos, se necesitarán tres años y medio para tener vacunada a la totalidad de la población de nuestro país. Para entonces será muy tarde para millones de mexicanos que se sumarán, lamentablemente, a los más de quinientos mil muertos por COVID19 acumulados en los primeros doce meses de la pandemia.

Que difícil ha sido que los políticos entiendan que el ritmo y destino de la pandemia no está, que nunca estuvo, en sus manos. Es el ciclo vital del virus el que determinará quién, cómo y cuándo se infecte o muera y será la historia natural del contagio la que determinará cuándo se termine. Lo único que podemos hacer y eso es gracias a nuestra capacidad científica y tecnológica, es atenuar el impacto y acelerar el proceso mediante una vacunación rápida y efectiva.

Tan sencillo y tan difícil de entender al mismo tiempo.


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