/ lunes 20 de septiembre de 2021

Será el Señor del Universo quien decida sobre la gran cueva (III)

Sentada hace años frente al entonces delegado del INAH en Morelos, el antropólogo Victor Hugo Valencia Valera me explicaba que los enterramientos prehispánicos encontrados en la Cueva Chimalacatépetl de San Juan Tlacotenco, y que entonces permitieron los lugareños fueran trasladados al Monasterio dominico de Santa María de la Natividad en la cabecera municipal para su estudio, llegó un momento en que la población los pidió de regreso y actualmente se exhiben en un pequeño museo ubicado a un costado de la ayudantía municipal de ese poblado sin que hayan vuelto a ser prestados por la comunidad.

Y los descubrimientos no cesan. En un largo batallar con promotores del desarrollo turístico Six Flags porque les permitieran hacer excavaciones en dos sitios, al fin lo pudieron hacer y descubrieron, entre otros, un entierro infantil ocurrido durante el período Posclásico, entre los siglos VIII y X de nuestra era. El Arqueólogo Raúl Francisco González Quezada, a cargo de los trabajos narra que a finales del año 2016 y principios del 17 comenta que todas las autoridades con las que tuvieron que hablar, todos daban por sentado que no hallaríamos nada pues desde hacía 50 años funcionaba el Centro Vacacional Oaxtepec del IMSS y más tarde en 1998 se realizaron excavaciones profundas para preparar la instalación del Parque Acuático Six Flags por lo que se creía perdido todo hallazgo arqueológico en la zona. Pero el INAH supo esperar. Y al fin, ya que ubicaron dos espacios, iniciaron la búsqueda, en el primer sitio ubicado al sur de la ribera del río Yautepec.

Así, entre lo que rescataron, pudieron advertir la transformación de esa comunidad indígena en pueblo. Y cuando llegaron a la segunda etapa, encontraron dos entierros infantiles, uno de ellos impresionantemente bello. En un profundo agujero dentro de una gran olla de barro, de unos dos metros de ancho por dos de alto, estaba bien colocado uno de los infantes con sus piernitas dobladas frente a el y su cabecita tapada por una cazuelita de barro para evitar le cayera tierra sobre el rostro. “Con las piezas cerámicas restauradas, -comentó González Quezada- pudimos inferir que la olla que se usó para inhumación infantil fue con seguridad para acompañarlo pues sirvió para preparar alimentos ya que mostraban los efectos de haber sido constantemente expuesta al fuego sobre el tlecuil -fogón-. Se cree, añadió el arqueólogo que pudo haber habido un ritual de traslado de los restos del infante hasta el sitio mismo de su inhumación.

Las fotos del rescate publicadas en la Revista El Tlacuache, órgano de difusión del INAH Morelos, son espectaculares. Dejamos un momento a Oaxtepec y regresamos al cercano Tepoztlán donde en aquel entonces en comunicación con el delegado Valencia Valera, que afortunadamente de vuelta ya en Morelos en su mismo cargo, respecto a las opiniones de don Daniel Ruzo sobre el origen de los cerros aledaños en el Valle Sagrado de Tepoztlán, respondió: “No comparto aspectos esotéricos, pero no se puede negar que los cerros cambiar de formas”. Todas estas historias recuerdan que aquí, en Tepoztlán, todo es posible. Muy cerca existían ocho calpullis sobre los que actualmente están los ocho barrios de este lugar cada uno con su iglesia, todas mirando hacia el mismo punto cardinal hacia donde se pone el sol, igual que el boquete de entrada a la gran cueva del Chimalacatépetl, son barrios donde continúan con el mismo sistema de autoridades de antaño lo que le ha dado al pueblo tanto poder sobre sus gobernantes. Esa investigación y estudio se encuentran recopilados en la Antología Histórica de Tepoztlán de la etno historiadora Pilar Sánchez Ascencio.

Ese estudio refiere que con la evangelización llegó un nombre de santo para cada uno de los ocho barrio. Y en San Juan Tlacotenco, el monje dominico fray Domingo de la Anunciación, que en 1538 bautizó incluso al mismo rey Ometochtli. En ese entonces entrevisté al presidente municipal Fermín Bello Villamil quien atento me escuchó lo referente a las cuevas y al final mencionó: “Mire Lya, respecto a la gran cueva, será -dijo- el Señor que hizo el Universo, la Tierra y los Cielos quien decida quién se salvará en ella. Nadie más”. -¿Cuál Señor, don Fermín, -pregunté-, el de siempre o el que trajo el evangelizador dominico?- “Usted, diga cuál Señor prefiere”, contestó tranquilo a quien esto escribe. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

Sentada hace años frente al entonces delegado del INAH en Morelos, el antropólogo Victor Hugo Valencia Valera me explicaba que los enterramientos prehispánicos encontrados en la Cueva Chimalacatépetl de San Juan Tlacotenco, y que entonces permitieron los lugareños fueran trasladados al Monasterio dominico de Santa María de la Natividad en la cabecera municipal para su estudio, llegó un momento en que la población los pidió de regreso y actualmente se exhiben en un pequeño museo ubicado a un costado de la ayudantía municipal de ese poblado sin que hayan vuelto a ser prestados por la comunidad.

Y los descubrimientos no cesan. En un largo batallar con promotores del desarrollo turístico Six Flags porque les permitieran hacer excavaciones en dos sitios, al fin lo pudieron hacer y descubrieron, entre otros, un entierro infantil ocurrido durante el período Posclásico, entre los siglos VIII y X de nuestra era. El Arqueólogo Raúl Francisco González Quezada, a cargo de los trabajos narra que a finales del año 2016 y principios del 17 comenta que todas las autoridades con las que tuvieron que hablar, todos daban por sentado que no hallaríamos nada pues desde hacía 50 años funcionaba el Centro Vacacional Oaxtepec del IMSS y más tarde en 1998 se realizaron excavaciones profundas para preparar la instalación del Parque Acuático Six Flags por lo que se creía perdido todo hallazgo arqueológico en la zona. Pero el INAH supo esperar. Y al fin, ya que ubicaron dos espacios, iniciaron la búsqueda, en el primer sitio ubicado al sur de la ribera del río Yautepec.

Así, entre lo que rescataron, pudieron advertir la transformación de esa comunidad indígena en pueblo. Y cuando llegaron a la segunda etapa, encontraron dos entierros infantiles, uno de ellos impresionantemente bello. En un profundo agujero dentro de una gran olla de barro, de unos dos metros de ancho por dos de alto, estaba bien colocado uno de los infantes con sus piernitas dobladas frente a el y su cabecita tapada por una cazuelita de barro para evitar le cayera tierra sobre el rostro. “Con las piezas cerámicas restauradas, -comentó González Quezada- pudimos inferir que la olla que se usó para inhumación infantil fue con seguridad para acompañarlo pues sirvió para preparar alimentos ya que mostraban los efectos de haber sido constantemente expuesta al fuego sobre el tlecuil -fogón-. Se cree, añadió el arqueólogo que pudo haber habido un ritual de traslado de los restos del infante hasta el sitio mismo de su inhumación.

Las fotos del rescate publicadas en la Revista El Tlacuache, órgano de difusión del INAH Morelos, son espectaculares. Dejamos un momento a Oaxtepec y regresamos al cercano Tepoztlán donde en aquel entonces en comunicación con el delegado Valencia Valera, que afortunadamente de vuelta ya en Morelos en su mismo cargo, respecto a las opiniones de don Daniel Ruzo sobre el origen de los cerros aledaños en el Valle Sagrado de Tepoztlán, respondió: “No comparto aspectos esotéricos, pero no se puede negar que los cerros cambiar de formas”. Todas estas historias recuerdan que aquí, en Tepoztlán, todo es posible. Muy cerca existían ocho calpullis sobre los que actualmente están los ocho barrios de este lugar cada uno con su iglesia, todas mirando hacia el mismo punto cardinal hacia donde se pone el sol, igual que el boquete de entrada a la gran cueva del Chimalacatépetl, son barrios donde continúan con el mismo sistema de autoridades de antaño lo que le ha dado al pueblo tanto poder sobre sus gobernantes. Esa investigación y estudio se encuentran recopilados en la Antología Histórica de Tepoztlán de la etno historiadora Pilar Sánchez Ascencio.

Ese estudio refiere que con la evangelización llegó un nombre de santo para cada uno de los ocho barrio. Y en San Juan Tlacotenco, el monje dominico fray Domingo de la Anunciación, que en 1538 bautizó incluso al mismo rey Ometochtli. En ese entonces entrevisté al presidente municipal Fermín Bello Villamil quien atento me escuchó lo referente a las cuevas y al final mencionó: “Mire Lya, respecto a la gran cueva, será -dijo- el Señor que hizo el Universo, la Tierra y los Cielos quien decida quién se salvará en ella. Nadie más”. -¿Cuál Señor, don Fermín, -pregunté-, el de siempre o el que trajo el evangelizador dominico?- “Usted, diga cuál Señor prefiere”, contestó tranquilo a quien esto escribe. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.