/ lunes 5 de julio de 2021

Segunda parte sexenal

El sistema democrático, ya sea parlamentario o presidencial, pero especialmente el último por ser nuestro contexto, requiere de un mínimo de disciplina por parte de los partidos políticos, puesto que fortalece la legitimidad del sistema en su conjunto.

Nuestra democracia requiere congruencia tanto del partido en el gobierno como de la oposición para que podamos aspirar a niveles más estables de democratización. Sin embargo, no apoyamos la propuesta de limitar la fragmentación del sistema de partidos, puesto que México ha luchado por la representación de las minorías que buscan incidir en las decisiones gubernamentales.

La disciplina de partido debería buscarse por la vía de las coaliciones y negociación parlamentaria.

Una propuesta que contempla la limitación de la fragmentación de partidos es a partir de cambios en el sistema electoral en los siguientes puntos: teniendo un formato para la elección presidencial de mayoría relativa en una sola vuelta, tener elecciones presidenciales y legislativas sincrónicas y establecer una magnitud de distrito electoral relativamente baja o un umbral de votación alto.

Todo esto incluso con el sistema de representación proporcional. Se descarta la segunda vuelta con mayoría absoluta puesto que alienta la fragmentación en el campo de la contienda para la presidencia de una forma aún más perversa y chantajista, lo que lacera el espíritu democrático.

Lo que sí se busca destacar es la importancia de que las elecciones presidenciales y legislativas sean sincrónicas, pues genera una tendencia importante por votar al partido que postula el candidato presidencial junto a sus legisladores, asegurando así que el presidente tenga mayoría parlamentaria y consiga el apoyo suficiente para hacer funcional su gobierno.

Para el régimen semipresidencial pueden funcionar bien las elecciones no simultáneas por la naturaleza del poder presidencial más débil y los incentivos de la asamblea parlamentaria.

Aunque no se trató de una elección presidencial y legislativa en 2021, el presidente de la República coordinó su agenda gubernamental con la electoral a fin de dar alivio a las aspiraciones de su partido movimiento de cara a los tres años que restan de su gestión.

Es verdad que esa coordinación estratégica, el presidente la extiende ahora a su conversación en materia de revocación de mandato y continuar con ese alivio también a su liderazgo personal y no necesariamente institucional, dado que desde 1934 tenemos un mandato fijo dado por el plan sexenal.

Al 2024, las coaliciones opositora y gubernamental, junto a la distribución del poder político regional derivada de las elecciones 2021, funcionarán de acuerdo a una sumatoria de factores dados por la lógica del lopezobradorismo para trascender en medio de la disputa de sus principales actores para despellejarse y también por la capacidad de identificación que logre alguno de los liderazgos opositores

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Facebook: Daniel Adame Osorio

Instagram: @danieladameosorio

Twitter: @Danieldao1

El sistema democrático, ya sea parlamentario o presidencial, pero especialmente el último por ser nuestro contexto, requiere de un mínimo de disciplina por parte de los partidos políticos, puesto que fortalece la legitimidad del sistema en su conjunto.

Nuestra democracia requiere congruencia tanto del partido en el gobierno como de la oposición para que podamos aspirar a niveles más estables de democratización. Sin embargo, no apoyamos la propuesta de limitar la fragmentación del sistema de partidos, puesto que México ha luchado por la representación de las minorías que buscan incidir en las decisiones gubernamentales.

La disciplina de partido debería buscarse por la vía de las coaliciones y negociación parlamentaria.

Una propuesta que contempla la limitación de la fragmentación de partidos es a partir de cambios en el sistema electoral en los siguientes puntos: teniendo un formato para la elección presidencial de mayoría relativa en una sola vuelta, tener elecciones presidenciales y legislativas sincrónicas y establecer una magnitud de distrito electoral relativamente baja o un umbral de votación alto.

Todo esto incluso con el sistema de representación proporcional. Se descarta la segunda vuelta con mayoría absoluta puesto que alienta la fragmentación en el campo de la contienda para la presidencia de una forma aún más perversa y chantajista, lo que lacera el espíritu democrático.

Lo que sí se busca destacar es la importancia de que las elecciones presidenciales y legislativas sean sincrónicas, pues genera una tendencia importante por votar al partido que postula el candidato presidencial junto a sus legisladores, asegurando así que el presidente tenga mayoría parlamentaria y consiga el apoyo suficiente para hacer funcional su gobierno.

Para el régimen semipresidencial pueden funcionar bien las elecciones no simultáneas por la naturaleza del poder presidencial más débil y los incentivos de la asamblea parlamentaria.

Aunque no se trató de una elección presidencial y legislativa en 2021, el presidente de la República coordinó su agenda gubernamental con la electoral a fin de dar alivio a las aspiraciones de su partido movimiento de cara a los tres años que restan de su gestión.

Es verdad que esa coordinación estratégica, el presidente la extiende ahora a su conversación en materia de revocación de mandato y continuar con ese alivio también a su liderazgo personal y no necesariamente institucional, dado que desde 1934 tenemos un mandato fijo dado por el plan sexenal.

Al 2024, las coaliciones opositora y gubernamental, junto a la distribución del poder político regional derivada de las elecciones 2021, funcionarán de acuerdo a una sumatoria de factores dados por la lógica del lopezobradorismo para trascender en medio de la disputa de sus principales actores para despellejarse y también por la capacidad de identificación que logre alguno de los liderazgos opositores

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