/ lunes 29 de marzo de 2021

Santos tránsfugas

La tránsfuga de políticos de un partido a otro ha dejado de ser noticia. Aspirantes a diputados y alcaldes estrenan siglas cada proceso electoral poniendo en evidencia la luz y sombra del sistema de partidos que es brillante como agencia de postulaciones y terrible como depositario y resguardo de los principios político-ideológicos de los grupos que representa.

Para ejemplo algunos nombres: Amado Orihuela Trejo, Manuel Martínez Garrigós, José Luis Gómez Borbolla, Sergio Estrada Cajigal, José Luis Urióstegui Salgado, Jorge Arizmendi García, Jesús Corona Damián, Agustín Alonso Mendoza, Agustín Alonso Gutiérrez, Matías Nazario Morales, Luis Miguel Ramírez Romero, Julio Espín Navarrete, Hortencia Figueroa Peralta, Enrique Laffite y podríamos seguir. Todos ellos son políticos de carrera y cada uno ha aspirado a posiciones en un conjunto de partidos que a veces los postuló y ahora luego les cerró las puertas por lo que se fueron por una alternativa, o varias, que les dejaran hacer lo que saben, jugar a la política desde diversas posiciones.

Aparentemente, los políticos acá citados quieren ser alcaldes o diputados locales o federales, y para ello buscan las alternativas que les permitan jugar; más o menos como jugadores profesionales de algún deporte. Si no pueden ser titulares en alguna alineación, buscarán otra que se los permita. Parece una teoría sumamente arriesgada el pretender que esos comportamientos son castigados en las urnas. El que los nuevos partidos reciban a esos candidatos y les entreguen nominaciones de forma inmediata destierra la idea de un castigo importante en las urnas. El que muchos de esos candidatos hayan ganado arrolladoramente después de un cambio de partido parece cerrar el caso.

Especialmente en los procesos locales, parece establecerse un puente de mucha mayor cercanía entre los electores y los candidatos, uno en el que no parece intervenir tanto el membrete de un partido como el conocimiento directo o por terceras y cuartas personas de los candidatos.

El fenómeno del tránsfuga siempre es de preocupar, sin embargo, en tanto el sujeto que cambia de partido pareciera considerar que sus ideas personales son mucho más importantes y benéficas para el electorado que el set más rígido que representan los sistemas ideológicos partidistas. El aire de egocentrismo es imposible de quitar pero a la gente tampoco parece importarle porque a final de cuentas, los partidos políticos les parecen entidades corruptas, poco representativas y sobre todo lejanas de la ciudadanía. Así, cualquier agrupación puede postular lo que sea, siempre que genere los suficientes beneficios en número de votos para colocar espacios de representación proporcional, regidurías y diputaciones plurinominales, que pudieran ser custodias de los valores ideológicos que supone tener el partido postulante. El triunfo, entonces, tendría que ser relativo.

Dirán que votar por Amado Orihuela Trejo (tres partidos de historial), Manuel Martínez Garrigós (tres partidos), Julio Espín Navarrete (cuatro partidos), y el resto, es no saber por qué se vota. Probablemente algo haya de eso, pero podríamos decir que la misma ignorancia se tiene al votar por cualquier partido político.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La tránsfuga de políticos de un partido a otro ha dejado de ser noticia. Aspirantes a diputados y alcaldes estrenan siglas cada proceso electoral poniendo en evidencia la luz y sombra del sistema de partidos que es brillante como agencia de postulaciones y terrible como depositario y resguardo de los principios político-ideológicos de los grupos que representa.

Para ejemplo algunos nombres: Amado Orihuela Trejo, Manuel Martínez Garrigós, José Luis Gómez Borbolla, Sergio Estrada Cajigal, José Luis Urióstegui Salgado, Jorge Arizmendi García, Jesús Corona Damián, Agustín Alonso Mendoza, Agustín Alonso Gutiérrez, Matías Nazario Morales, Luis Miguel Ramírez Romero, Julio Espín Navarrete, Hortencia Figueroa Peralta, Enrique Laffite y podríamos seguir. Todos ellos son políticos de carrera y cada uno ha aspirado a posiciones en un conjunto de partidos que a veces los postuló y ahora luego les cerró las puertas por lo que se fueron por una alternativa, o varias, que les dejaran hacer lo que saben, jugar a la política desde diversas posiciones.

Aparentemente, los políticos acá citados quieren ser alcaldes o diputados locales o federales, y para ello buscan las alternativas que les permitan jugar; más o menos como jugadores profesionales de algún deporte. Si no pueden ser titulares en alguna alineación, buscarán otra que se los permita. Parece una teoría sumamente arriesgada el pretender que esos comportamientos son castigados en las urnas. El que los nuevos partidos reciban a esos candidatos y les entreguen nominaciones de forma inmediata destierra la idea de un castigo importante en las urnas. El que muchos de esos candidatos hayan ganado arrolladoramente después de un cambio de partido parece cerrar el caso.

Especialmente en los procesos locales, parece establecerse un puente de mucha mayor cercanía entre los electores y los candidatos, uno en el que no parece intervenir tanto el membrete de un partido como el conocimiento directo o por terceras y cuartas personas de los candidatos.

El fenómeno del tránsfuga siempre es de preocupar, sin embargo, en tanto el sujeto que cambia de partido pareciera considerar que sus ideas personales son mucho más importantes y benéficas para el electorado que el set más rígido que representan los sistemas ideológicos partidistas. El aire de egocentrismo es imposible de quitar pero a la gente tampoco parece importarle porque a final de cuentas, los partidos políticos les parecen entidades corruptas, poco representativas y sobre todo lejanas de la ciudadanía. Así, cualquier agrupación puede postular lo que sea, siempre que genere los suficientes beneficios en número de votos para colocar espacios de representación proporcional, regidurías y diputaciones plurinominales, que pudieran ser custodias de los valores ideológicos que supone tener el partido postulante. El triunfo, entonces, tendría que ser relativo.

Dirán que votar por Amado Orihuela Trejo (tres partidos de historial), Manuel Martínez Garrigós (tres partidos), Julio Espín Navarrete (cuatro partidos), y el resto, es no saber por qué se vota. Probablemente algo haya de eso, pero podríamos decir que la misma ignorancia se tiene al votar por cualquier partido político.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx