/ martes 1 de octubre de 2019

Revivir la coalición

Afanoso en quedar bien con quien lo escucha el diputado Marcos Zapotitla se ha convertido en un ave de tempestades. Ahora coordinador parlamentario del PES en el Congreso local, el diputado cuautlense fue postulado por Morena y muy pronto les dio la espalda entre acusaciones de chantajes al gobierno del estado que nunca fueron comprobadas. Su intervención en el caso de la separación de Tetelcingo de Cuautla ha sido motivo constante de señalamientos por sus posiciones incendiarias, según advierten los políticos de Morena que dominan en aquella región.

Mientras el gobernador hace llamados a la unidad y los acuerdos, Zapotitla se faja con quienes considera enemigos del régimen, o de su concepción del régimen y trata de minar la fuerza de quienes le significan una rivalidad política en la zona oriente recurriendo al fantasma de Graco Ramírez, ex gobernador a quien el discurso político, mediático y hasta popular han convertido en el villano favorito de Morelos. Para Zapotitla, igual que para muchos otros maniqueos, la vida en Morelos se divide entre quienes están con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, que serían los buenos en la historia; y los demás, malos, engañosos y, por si fuera poco, trabajadores de Graco Ramírez que sería la cabeza de una conspiración en contra de Morelos todo.

¿Dónde está físicamente Graco Ramírez? Sabemos que no en Morelos, pero eso no es relevante mientras pueda ubicarse en el discurso de quienes, como Zapotitla, lo usan para censurar a quienes, a diferencia suya, no son acríticos porristas de la figura de poder en turno.

Es peligroso que el incendiario discurso de Zapotitla siga disfrazado de llamado a la unidad porque realmente lo que busca es la claudicación de la diferencia, del papel de contrapeso que resulta siempre necesario frente a cualquier gobierno. Mucho más cuando el gobernador ha mostrado voluntad para recomponer las relaciones con políticos de Morena a quienes necesita para transitar de forma más o menos eficiente los próximos dos años. A estas alturas de su gobierno Cuauhtémoc Blanco sabe que le sirve más una buena relación con Morena, sus alcaldes, diputados locales, federales y senadores, que la ruptura del primer año. La relación del gobernador con el presidente es buena, según el mismo Cuauh presume, pero es insuficiente para eficientar la atención a los problemas del estado. Los políticos de Morena tienen ambiciones también, quieren ser gobernadores, diputados, senadores, alcaldes, y es sano y hasta conveniente si Cuauhtémoc, que ya es gobernador, puede usar esas ambiciones en beneficio del estado, lograr mejores presupuestos, acuerdos de gobierno regionales, apoyos en las cámaras, en fin. La ruptura no ayuda a los de Morena, pero tampoco al gobierno estatal, porque limita las posibilidades de potenciar el trabajo a favor de un proyecto de gobierno.

Llamar a la unidad en medio del escándalo, de la acusación, de la descalificación del otro es un absurdo enorme. Pretender que los otros depongan intereses legítimos para rendirse, no a un proyecto de Estado, sino a la voluntad única de alguna facción es una ilusión autoritaria.

La llegada al gobierno por medio de una coalición debería significar el enriquecimiento ideológico y de proyectos de quienes participan en el Ejecutivo y el Legislativo, debería convertirlos en un ejemplo de tolerancia y pluralidad. Las tentaciones autoritarias son un contrasentido para quienes desde antes de las campañas políticas supieron coincidir más allá de sus diferencias para construir un proyecto de corto plazo. Nos deben ahora la consolidación de un programa político de largo alcance que incluya, por fin, a todos, también a los ciudadanos.

Cuauhtémoc Blanco, pero también Morena, el PES y hasta el PT lo requieren porque, como todo apunta, solo reunidos podrán competir en las elecciones intermedias, y en eso está la posibilidad de permanencia de todos ellos. Las muchas crisis que atraviesan la seguridad, la economía, la política y la sociedad morelense permiten dudar de que solos el PES, el PT, o Morena sean nuevamente más que sus rivales en la arena electoral. El que PRI y PAN estén aparentemente desaparecidos no los vuelve rivales fáciles, el Congreso podría atomizarse aún más igual que los cabildos.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Afanoso en quedar bien con quien lo escucha el diputado Marcos Zapotitla se ha convertido en un ave de tempestades. Ahora coordinador parlamentario del PES en el Congreso local, el diputado cuautlense fue postulado por Morena y muy pronto les dio la espalda entre acusaciones de chantajes al gobierno del estado que nunca fueron comprobadas. Su intervención en el caso de la separación de Tetelcingo de Cuautla ha sido motivo constante de señalamientos por sus posiciones incendiarias, según advierten los políticos de Morena que dominan en aquella región.

Mientras el gobernador hace llamados a la unidad y los acuerdos, Zapotitla se faja con quienes considera enemigos del régimen, o de su concepción del régimen y trata de minar la fuerza de quienes le significan una rivalidad política en la zona oriente recurriendo al fantasma de Graco Ramírez, ex gobernador a quien el discurso político, mediático y hasta popular han convertido en el villano favorito de Morelos. Para Zapotitla, igual que para muchos otros maniqueos, la vida en Morelos se divide entre quienes están con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, que serían los buenos en la historia; y los demás, malos, engañosos y, por si fuera poco, trabajadores de Graco Ramírez que sería la cabeza de una conspiración en contra de Morelos todo.

¿Dónde está físicamente Graco Ramírez? Sabemos que no en Morelos, pero eso no es relevante mientras pueda ubicarse en el discurso de quienes, como Zapotitla, lo usan para censurar a quienes, a diferencia suya, no son acríticos porristas de la figura de poder en turno.

Es peligroso que el incendiario discurso de Zapotitla siga disfrazado de llamado a la unidad porque realmente lo que busca es la claudicación de la diferencia, del papel de contrapeso que resulta siempre necesario frente a cualquier gobierno. Mucho más cuando el gobernador ha mostrado voluntad para recomponer las relaciones con políticos de Morena a quienes necesita para transitar de forma más o menos eficiente los próximos dos años. A estas alturas de su gobierno Cuauhtémoc Blanco sabe que le sirve más una buena relación con Morena, sus alcaldes, diputados locales, federales y senadores, que la ruptura del primer año. La relación del gobernador con el presidente es buena, según el mismo Cuauh presume, pero es insuficiente para eficientar la atención a los problemas del estado. Los políticos de Morena tienen ambiciones también, quieren ser gobernadores, diputados, senadores, alcaldes, y es sano y hasta conveniente si Cuauhtémoc, que ya es gobernador, puede usar esas ambiciones en beneficio del estado, lograr mejores presupuestos, acuerdos de gobierno regionales, apoyos en las cámaras, en fin. La ruptura no ayuda a los de Morena, pero tampoco al gobierno estatal, porque limita las posibilidades de potenciar el trabajo a favor de un proyecto de gobierno.

Llamar a la unidad en medio del escándalo, de la acusación, de la descalificación del otro es un absurdo enorme. Pretender que los otros depongan intereses legítimos para rendirse, no a un proyecto de Estado, sino a la voluntad única de alguna facción es una ilusión autoritaria.

La llegada al gobierno por medio de una coalición debería significar el enriquecimiento ideológico y de proyectos de quienes participan en el Ejecutivo y el Legislativo, debería convertirlos en un ejemplo de tolerancia y pluralidad. Las tentaciones autoritarias son un contrasentido para quienes desde antes de las campañas políticas supieron coincidir más allá de sus diferencias para construir un proyecto de corto plazo. Nos deben ahora la consolidación de un programa político de largo alcance que incluya, por fin, a todos, también a los ciudadanos.

Cuauhtémoc Blanco, pero también Morena, el PES y hasta el PT lo requieren porque, como todo apunta, solo reunidos podrán competir en las elecciones intermedias, y en eso está la posibilidad de permanencia de todos ellos. Las muchas crisis que atraviesan la seguridad, la economía, la política y la sociedad morelense permiten dudar de que solos el PES, el PT, o Morena sean nuevamente más que sus rivales en la arena electoral. El que PRI y PAN estén aparentemente desaparecidos no los vuelve rivales fáciles, el Congreso podría atomizarse aún más igual que los cabildos.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

ÚLTIMASCOLUMNAS
lunes 23 de diciembre de 2019

La crisis que se asoma

Daniel Martínez

viernes 20 de diciembre de 2019

Otro round: ayuntamientos y ambulantes

Daniel Martínez

jueves 19 de diciembre de 2019

Libertad religiosa o imposición de cultos

Daniel Martínez

miércoles 18 de diciembre de 2019

Impacto de los minisalarios

Daniel Martínez

martes 17 de diciembre de 2019

Cuernavaca y los ausentes del diálogo

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

lunes 16 de diciembre de 2019

Alcaldes: la crisis que viene

Daniel Martínez

viernes 13 de diciembre de 2019

SNTE y aguinaldos

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

jueves 12 de diciembre de 2019

Cuauh y Lobito, el diálogo…

El homicidio del responsable de seguridad pública en Cuernavaca, David Juárez, fue el punto público de culminación del pleito

Daniel Martínez

miércoles 11 de diciembre de 2019

Violencia contra arte y cultura

Daniel Martínez

martes 10 de diciembre de 2019

La oposición también ausente

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

Cargar Más