/ jueves 11 de junio de 2020

Renacimiento eclesial

La era está pariendo un corazón,

No puede más, se muere de dolor

Y hay que acudir corriendo

Pues se cae el porvenir

Silvio Rodríguez


Los gemidos de dolor son estruendos lamentables de una agonizante sociedad que no ha aprendido a rehacerse desde el sufrimiento; sino más bien, en su ceguera espiritual se devela la mezquindad de quienes obstinados e inconscientes quieren aprovecharse de la cruenta pandemia, para prolongar la enfermedad o expandir su impacto en otros ámbitos psíquico-sociales maximizando la crisis humanitaria.

Hemos de acudir prontamente a este parto espiritual evitando la tragedia de quienes desean consumar su estrategia abortista para convencernos de la fatalidad como un hecho irreversible y causante de una fallida intervención gubernamental; pero aunque fuera así, el asunto de trasfondo no radica sólo en la acción del Estado sino de una capacidad organizativa y reconstructiva de la sociedad civil así como de todas las instituciones para dar un resurgimiento de ese sujeto histórico del que tanto esperaba Walter Benjamin.

Tales circunstancias límite que estamos experimentando a nivel mundial deben hacernos recapacitar y poner sobre la mesa de reflexión este punto crucial de la humanidad: la pandemia como inflexión de una nueva existencia civilizatoria. Quienes siguen pensando en continuar sus empresas como si nada hubiese pasado, atentan a la memoria de las víctimas, pues no han logrado o no han querido tomar consciencia del replanteamiento inevitable que la naturaleza nos exige. No es sólo generar minuciosos protocolos sino una reinvención de nuestra humanidad.

Hago un llamado imperativo a Iglesia de Morelos a continuar en estos procesos de ingenio pastoral para dar lugar a una Iglesia renovada que surge renacida y con un nuevo avivamiento del espíritu. He visto el trabajo pastoral de mis sacerdotes, a muchos esta pandemia los ha despertado a la creatividad, a la austeridad, a la cercanía y hemos emprendido juntos una iglesia sinagogal que aunque nuestros templos están cerrados no ha sido motivo para claudicar en la misionalidad encomendada.

Paradójicamente la Iglesia de Cristo en momentos como estos resplandece, pues precisamente se transparenta la esencia de las fuentes cristianas; es decir, en estos momentos la iglesia donde no hay entradas económicas no dejamos de construir el Reino, nuestros sacerdotes no dejan de celebrar misa, de confesar, de asistir a sus enfermos, de atender a los difuntos, de orar con la comunidad, de generar proyectos innovadores por las redes sociales; y sobre todo, no deja su acción social en la caridad, puesto que es la Iglesia quien en estos momentos ha brindado una significativa ayuda de despensas que realiza cada quince días desde sus centros de Acopio de Cáritas Parroquiales.

Nuestros templos pueden estar cerrados porque estamos a la espera de un renacimiento eclesial. Sabemos que el dolor de nuestro pueblo no es en vano, nuestra fe en el crucificado nos muestra que el camino al Gólgota está lleno de dolores e injusticias, pero confiados en Aquel que ha vencido la muerte, peregrinamos en este proceso pascual que habrá curtido una fe con mayor viveza, llena de esperanza, más fortalecida por la gracia, una fe resucitadora que nos abrirá el alba. Si no creyéramos en el Resucitado, vana sería nuestra fe.

La era está pariendo un corazón,

No puede más, se muere de dolor

Y hay que acudir corriendo

Pues se cae el porvenir

Silvio Rodríguez


Los gemidos de dolor son estruendos lamentables de una agonizante sociedad que no ha aprendido a rehacerse desde el sufrimiento; sino más bien, en su ceguera espiritual se devela la mezquindad de quienes obstinados e inconscientes quieren aprovecharse de la cruenta pandemia, para prolongar la enfermedad o expandir su impacto en otros ámbitos psíquico-sociales maximizando la crisis humanitaria.

Hemos de acudir prontamente a este parto espiritual evitando la tragedia de quienes desean consumar su estrategia abortista para convencernos de la fatalidad como un hecho irreversible y causante de una fallida intervención gubernamental; pero aunque fuera así, el asunto de trasfondo no radica sólo en la acción del Estado sino de una capacidad organizativa y reconstructiva de la sociedad civil así como de todas las instituciones para dar un resurgimiento de ese sujeto histórico del que tanto esperaba Walter Benjamin.

Tales circunstancias límite que estamos experimentando a nivel mundial deben hacernos recapacitar y poner sobre la mesa de reflexión este punto crucial de la humanidad: la pandemia como inflexión de una nueva existencia civilizatoria. Quienes siguen pensando en continuar sus empresas como si nada hubiese pasado, atentan a la memoria de las víctimas, pues no han logrado o no han querido tomar consciencia del replanteamiento inevitable que la naturaleza nos exige. No es sólo generar minuciosos protocolos sino una reinvención de nuestra humanidad.

Hago un llamado imperativo a Iglesia de Morelos a continuar en estos procesos de ingenio pastoral para dar lugar a una Iglesia renovada que surge renacida y con un nuevo avivamiento del espíritu. He visto el trabajo pastoral de mis sacerdotes, a muchos esta pandemia los ha despertado a la creatividad, a la austeridad, a la cercanía y hemos emprendido juntos una iglesia sinagogal que aunque nuestros templos están cerrados no ha sido motivo para claudicar en la misionalidad encomendada.

Paradójicamente la Iglesia de Cristo en momentos como estos resplandece, pues precisamente se transparenta la esencia de las fuentes cristianas; es decir, en estos momentos la iglesia donde no hay entradas económicas no dejamos de construir el Reino, nuestros sacerdotes no dejan de celebrar misa, de confesar, de asistir a sus enfermos, de atender a los difuntos, de orar con la comunidad, de generar proyectos innovadores por las redes sociales; y sobre todo, no deja su acción social en la caridad, puesto que es la Iglesia quien en estos momentos ha brindado una significativa ayuda de despensas que realiza cada quince días desde sus centros de Acopio de Cáritas Parroquiales.

Nuestros templos pueden estar cerrados porque estamos a la espera de un renacimiento eclesial. Sabemos que el dolor de nuestro pueblo no es en vano, nuestra fe en el crucificado nos muestra que el camino al Gólgota está lleno de dolores e injusticias, pero confiados en Aquel que ha vencido la muerte, peregrinamos en este proceso pascual que habrá curtido una fe con mayor viveza, llena de esperanza, más fortalecida por la gracia, una fe resucitadora que nos abrirá el alba. Si no creyéramos en el Resucitado, vana sería nuestra fe.