/ martes 22 de noviembre de 2022

Reivindicando a Plutón | Sin ánimo de polarizar

Las sociedades se polarizan políticamente cuando las personas que simpatizan con diferentes opciones políticas se niegan a interactuar amigablemente entre ellas. Esto tiene como consecuencia el deterioro de las relaciones en espacios convencionales, ya sea en familia, en grupos sociales, en actividades de esparcimiento o en lugares de trabajo.

La polarización no es una consecuencia natural de la existencia de diferentes opciones políticas sino que se presenta como una anomalía que puede tener diferentes orígenes pero una sola solución, diálogo y concertación.

Los datos reportados por el sitio Variedades por la Democracia (V-Dem), un ejercicio académico asentado en Suecia y Alemania, permiten analizar los niveles de polarización política a escala mundial desde 1900 a la fecha, destacando las dos guerras mundiales, la guerra fría concurrente con la revolución cultural china, y un periodo más reciente que comienza en el año 2000 y que no ha concluido. De hecho, es en estos últimos años que el indicador alcanza sus niveles máximos.

En nuestro continente, la polarización política se mantuvo en un valor mínimo entre 1980 y 2000, incrementándose a partir de entonces de manera constante hasta alcanzar su nivel más alto en 2021. Desagregando por país, en Estados Unidos, la polarización política comienza a incrementarse a partir de 2005 sin alcanzar todavía un máximo. En Brasil, Chile y Nicaragua, la polarización reciente comienza a partir de 2010 mientras que Venezuela se encuentra en sus niveles máximos desde el año 2000. Pero no todo es crítico, otros países como Canadá, Costa Rica y Colombia presentan niveles sostenidos de baja polarización política.

En México, la polarización política alcanza su nivel máximo durante la Revolución Mexicana, la cual conmemoramos esta semana, para disminuir posteriormente entre 1930 y 1980 con una elevación transitoria en 1968. A partir de 1980 y hasta el año 2000 se observa un nuevo momento de polarización política con un máximo en 1988 concurrente con lo que conocemos coloquialmente como la caída del sistema, periodo que identificamos en toda su extensión como la transición democrática.

A partir del año 2000 los niveles de polarización se estabilizaron de nuevo en su valor mínimo hasta 2016, a partir de cuando se incrementan de manera constante con una aceleración prácticamente vertical en los últimos cuatro años alcanzando valores cercanos a los de tiempos revolucionarios.

Los tres primeros picos de polarización política que ha sufrido nuestro país, la Revolución, el 68 y 1988, se resolvieron canónicamente, con diálogo y concertación, dando como resultado el fortalecimiento de nuestras instituciones políticas, entendiendo por éstas nuevas y mejores reglas del juego, entra las que destacan las diferentes reformas electorales.

Abatir la polarización política en la que estamos inmersos a partir de 2016 requerirá de un enorme esfuerzo de diálogo, concertación y creación de instituciones, de la misma magnitud del periodo post-revolucionario, siendo el inminente proceso electoral de 2024 la oportunidad idónea para que recuperemos una sana convivencia privilegiando liderazgos que demuestren su voluntad para crear consensos.

Ya lo hicimos antes, podemos volver a hacerlo.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Twitter: @BValderramaB

Facebook: https://www.facebook.com/BValderramaB

Las sociedades se polarizan políticamente cuando las personas que simpatizan con diferentes opciones políticas se niegan a interactuar amigablemente entre ellas. Esto tiene como consecuencia el deterioro de las relaciones en espacios convencionales, ya sea en familia, en grupos sociales, en actividades de esparcimiento o en lugares de trabajo.

La polarización no es una consecuencia natural de la existencia de diferentes opciones políticas sino que se presenta como una anomalía que puede tener diferentes orígenes pero una sola solución, diálogo y concertación.

Los datos reportados por el sitio Variedades por la Democracia (V-Dem), un ejercicio académico asentado en Suecia y Alemania, permiten analizar los niveles de polarización política a escala mundial desde 1900 a la fecha, destacando las dos guerras mundiales, la guerra fría concurrente con la revolución cultural china, y un periodo más reciente que comienza en el año 2000 y que no ha concluido. De hecho, es en estos últimos años que el indicador alcanza sus niveles máximos.

En nuestro continente, la polarización política se mantuvo en un valor mínimo entre 1980 y 2000, incrementándose a partir de entonces de manera constante hasta alcanzar su nivel más alto en 2021. Desagregando por país, en Estados Unidos, la polarización política comienza a incrementarse a partir de 2005 sin alcanzar todavía un máximo. En Brasil, Chile y Nicaragua, la polarización reciente comienza a partir de 2010 mientras que Venezuela se encuentra en sus niveles máximos desde el año 2000. Pero no todo es crítico, otros países como Canadá, Costa Rica y Colombia presentan niveles sostenidos de baja polarización política.

En México, la polarización política alcanza su nivel máximo durante la Revolución Mexicana, la cual conmemoramos esta semana, para disminuir posteriormente entre 1930 y 1980 con una elevación transitoria en 1968. A partir de 1980 y hasta el año 2000 se observa un nuevo momento de polarización política con un máximo en 1988 concurrente con lo que conocemos coloquialmente como la caída del sistema, periodo que identificamos en toda su extensión como la transición democrática.

A partir del año 2000 los niveles de polarización se estabilizaron de nuevo en su valor mínimo hasta 2016, a partir de cuando se incrementan de manera constante con una aceleración prácticamente vertical en los últimos cuatro años alcanzando valores cercanos a los de tiempos revolucionarios.

Los tres primeros picos de polarización política que ha sufrido nuestro país, la Revolución, el 68 y 1988, se resolvieron canónicamente, con diálogo y concertación, dando como resultado el fortalecimiento de nuestras instituciones políticas, entendiendo por éstas nuevas y mejores reglas del juego, entra las que destacan las diferentes reformas electorales.

Abatir la polarización política en la que estamos inmersos a partir de 2016 requerirá de un enorme esfuerzo de diálogo, concertación y creación de instituciones, de la misma magnitud del periodo post-revolucionario, siendo el inminente proceso electoral de 2024 la oportunidad idónea para que recuperemos una sana convivencia privilegiando liderazgos que demuestren su voluntad para crear consensos.

Ya lo hicimos antes, podemos volver a hacerlo.

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