/ lunes 20 de marzo de 2023

Odio desde el podio

La semana pasada se expuso en este espacio la violencia a la que actualmente están sujetas las mujeres en México. Hoy comentaremos cómo a la violencia de género se suma el discurso de odio como otro elemento que enrarece la sana convivencia y amenaza la paz social.

De acuerdo a las Naciones Unidas, cuando hablamos de discurso de odio nos referimos a expresiones discriminatorias o peyorativas dirigidas a grupos o individuos con base en sus características inherentes, es decir, aquellas que los definen. Estas pueden ser género, ascendencia, grupo étnico, religión, discapacidad, estado de salud, orientación sexual, afiliación social o política, entre otras.

Un discurso se identifica como discriminatorio cuando se construye desde una posición ideológica sesgada e intolerante y peyorativo cuando usa lenguaje despectivo y humillante. El discurso de odio puede transmitirse por cualquier medio de expresión incluyendo imágenes, caricaturas, memes, objetos, gestos o símbolos y puede ser diseminado tanto en línea como fuera de ella.

Análisis de redes sociales indican que las personas son más proclives a diseminar información cuando están molestas colaborando para que los mensajes de odio alcancen amplia difusión en tiempo real y a bajo costo. El contenido del discurso de odio permanece en la redes y vuelve a surgir de tiempo en tiempo, avivando la llama del encono.

El discurso de odio ha sido utilizado como arma política desde tiempos remotos y, como nos muestra la historia, cuando se acopla con desinformación puede resultar en estigmatización, discriminación y violencia a gran escala inclusive genocidio, como fue el exterminio de los primeros cristianos en la era romana o de las poblaciones hindús a mano de los musulmanes en el siglo XVI, más recientemente el de la población Armenia en 1915, el de la población Ucraniana en 1933, el de los mayas Ixil en Guatemala en los años 80, el de la población Tutsi en Ruanda en 1994 o el de la población Bosnia en 1995, todos ellos devastadores, aunque palidecen frente al peor momento de la historia que fue el de la Alemania nazi.

Es por eso preocupante que en tiempos recientes, marcados por la polarización, en nuestro país se esté utilizando la falsa afiliación de movimientos sociales con esta última corriente de pensamiento con el fin de despertar rechazo. Ya el Museo Memoria y Tolerancia ha alertado sobre el peligro que conlleva la expresión feminazi, utilizada para estigmatizar las expresiones que buscan eliminar la violencia de género.

Pero es todavía más preocupante cuando el discurso de odio emana de la voz de funcionarios de alto nivel como ocurrió la semana pasada cuando el director general del Tecnológico Nacional de México expresó en un evento oficial transmitido por las redes institucionales que quienes se oponen a la iniciativa oficial de Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación promovida desde el Conacyt lo hacen porque comparten un “pensamiento conservador, ultraconservador, reaccionario y nazi, nazi-fascista”.

El TecNM es una gran institución de educación pública que aglutina 254 Institutos Tecnológicos en todo el país y que en su portal tiene como mensaje central que todas y todos tenemos derecho a ser tratados/as con dignidad. Qué lástima que su director general no comparta la visión de la institución.


Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

Twitter: @BValderramaB

Facebook: https://www.facebook.com/BValderramaB


La semana pasada se expuso en este espacio la violencia a la que actualmente están sujetas las mujeres en México. Hoy comentaremos cómo a la violencia de género se suma el discurso de odio como otro elemento que enrarece la sana convivencia y amenaza la paz social.

De acuerdo a las Naciones Unidas, cuando hablamos de discurso de odio nos referimos a expresiones discriminatorias o peyorativas dirigidas a grupos o individuos con base en sus características inherentes, es decir, aquellas que los definen. Estas pueden ser género, ascendencia, grupo étnico, religión, discapacidad, estado de salud, orientación sexual, afiliación social o política, entre otras.

Un discurso se identifica como discriminatorio cuando se construye desde una posición ideológica sesgada e intolerante y peyorativo cuando usa lenguaje despectivo y humillante. El discurso de odio puede transmitirse por cualquier medio de expresión incluyendo imágenes, caricaturas, memes, objetos, gestos o símbolos y puede ser diseminado tanto en línea como fuera de ella.

Análisis de redes sociales indican que las personas son más proclives a diseminar información cuando están molestas colaborando para que los mensajes de odio alcancen amplia difusión en tiempo real y a bajo costo. El contenido del discurso de odio permanece en la redes y vuelve a surgir de tiempo en tiempo, avivando la llama del encono.

El discurso de odio ha sido utilizado como arma política desde tiempos remotos y, como nos muestra la historia, cuando se acopla con desinformación puede resultar en estigmatización, discriminación y violencia a gran escala inclusive genocidio, como fue el exterminio de los primeros cristianos en la era romana o de las poblaciones hindús a mano de los musulmanes en el siglo XVI, más recientemente el de la población Armenia en 1915, el de la población Ucraniana en 1933, el de los mayas Ixil en Guatemala en los años 80, el de la población Tutsi en Ruanda en 1994 o el de la población Bosnia en 1995, todos ellos devastadores, aunque palidecen frente al peor momento de la historia que fue el de la Alemania nazi.

Es por eso preocupante que en tiempos recientes, marcados por la polarización, en nuestro país se esté utilizando la falsa afiliación de movimientos sociales con esta última corriente de pensamiento con el fin de despertar rechazo. Ya el Museo Memoria y Tolerancia ha alertado sobre el peligro que conlleva la expresión feminazi, utilizada para estigmatizar las expresiones que buscan eliminar la violencia de género.

Pero es todavía más preocupante cuando el discurso de odio emana de la voz de funcionarios de alto nivel como ocurrió la semana pasada cuando el director general del Tecnológico Nacional de México expresó en un evento oficial transmitido por las redes institucionales que quienes se oponen a la iniciativa oficial de Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación promovida desde el Conacyt lo hacen porque comparten un “pensamiento conservador, ultraconservador, reaccionario y nazi, nazi-fascista”.

El TecNM es una gran institución de educación pública que aglutina 254 Institutos Tecnológicos en todo el país y que en su portal tiene como mensaje central que todas y todos tenemos derecho a ser tratados/as con dignidad. Qué lástima que su director general no comparta la visión de la institución.


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