/ martes 7 de junio de 2022

Regionalismo o regionalización

La disputa en el continente americano continúa con el debate sobre la dicotomía regional actual, la Organización de los Estados Americanos (OEA) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Incluso, esta disputa actual donde participan presidentes como Maduro (Venezuela), López Obrador (México), Ortega (Nicaragua), Díaz-Canel (Cuba), Arce (Bolivia), Giammattei (Guatemala) o Fernández (Argentina) nos hace olvidar por un momento la idea central de pertenecer a una integración y de alcanzar el desarrollo.

Y es que, primero, se deben recordar los elementos y objetivos que le dan forma a una integración y que tienen que ver con relaciones internacionales funcionales y eficaces que puedan posicionar a los países latinoamericanos en el sistema internacional y en la cooperación económica regional.

Entonces, hay que partir de que una integración regional puede ser entendida, como lo señala Peña (2017), cuando un país desarrolla acciones en conjunto con otras naciones que les rodean con el propósito de potenciar los esfuerzos nacionales en el posicionamiento global o como cuando los gobiernos de la región coadyuvan en el crecimiento económico, que, a su vez, está respaldado por el propio comercio internacional. Incluso, Aguirre (2015) habla de que una integración económica puede verse como un proceso que posibilita la creación de un espacio común entre varios países.

Sin embargo, el hecho relevante de la problemática actual en el devenir continental tiene que ver con la concepción de la integración, no solo en el ámbito económico, el cual se refiere al libre comercio, sino también al verse como una opción social cuando se habla de cooperación entre naciones. De ahí la importancia de saber el por qué o para qué se van a reunir las naciones, ya sea en Estados Unidos o en Argentina, pues al entender a la integración económica como la unión de varios países que buscan eliminar situaciones en donde no son tomados en cuenta para formar un bloque, se debe delimitar si lo harán mediante barreras comerciales en común o mediante políticas públicas en común, es decir, si la integración es económica o política.

Luego, en el estado actual de las cosas y de la situación en la región latinoamericana, habría que entender, como lo menciona Malamud (2011) si lo que se busca es una integración o una fragmentación debido a que la CELAC, al intentar contrarrestar el efecto de la Cumbre de las Américas, no precisamente busca una integración regional, sino una fragmentación de la OEA que proviene de los conceptos nacionalistas de los Estados latinoamericanos, mientras que los Estados Unidos siguen en la lucha de promover una integración basada en la concepción de un mundo globalizado –donde ellos son los que mandan– y que, de acuerdo a su propia percepción, buscan proteger países que no tienen la capacidad de hacerlo por sí mismos.

Es por ello que en estas líneas sugiero el análisis de la diferencia entre regionalismo y regionalización, entendiendo que el primero es visto como un proceso conducido por el Estado, como lo que hace la CELAC en América Latina en materia política, mientras que el segundo es visto como un proceso informal en donde existen flujos comerciales entre estados contiguos, tal como lo quiere la idea clásica del comercio estadounidense.

Es así que sugiero que, para dar entendimiento a lo que está sucediendo en el continente, nuestros gobernantes se deben de pronunciar si lo que buscan es regionalismo o regionalización; ya luego, los gobiernos del continente podrían definir cuál reunión es más importante, si la CELAC o la Cumbre de las Américas, acabando así con dimes y diretes que no llevan a nada positivo y que sí promueven la desestabilización de una región que no ha entendido que una cosa es la afinidad política y otra es el interés comercial. Para ello, la concepción teórica y el regreso a las bases académicas puede ser fundamental, sin embargo, el chiste es que nuestros políticos se acuerden de ello. Veremos…

Twitter: @fabrecam

La disputa en el continente americano continúa con el debate sobre la dicotomía regional actual, la Organización de los Estados Americanos (OEA) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Incluso, esta disputa actual donde participan presidentes como Maduro (Venezuela), López Obrador (México), Ortega (Nicaragua), Díaz-Canel (Cuba), Arce (Bolivia), Giammattei (Guatemala) o Fernández (Argentina) nos hace olvidar por un momento la idea central de pertenecer a una integración y de alcanzar el desarrollo.

Y es que, primero, se deben recordar los elementos y objetivos que le dan forma a una integración y que tienen que ver con relaciones internacionales funcionales y eficaces que puedan posicionar a los países latinoamericanos en el sistema internacional y en la cooperación económica regional.

Entonces, hay que partir de que una integración regional puede ser entendida, como lo señala Peña (2017), cuando un país desarrolla acciones en conjunto con otras naciones que les rodean con el propósito de potenciar los esfuerzos nacionales en el posicionamiento global o como cuando los gobiernos de la región coadyuvan en el crecimiento económico, que, a su vez, está respaldado por el propio comercio internacional. Incluso, Aguirre (2015) habla de que una integración económica puede verse como un proceso que posibilita la creación de un espacio común entre varios países.

Sin embargo, el hecho relevante de la problemática actual en el devenir continental tiene que ver con la concepción de la integración, no solo en el ámbito económico, el cual se refiere al libre comercio, sino también al verse como una opción social cuando se habla de cooperación entre naciones. De ahí la importancia de saber el por qué o para qué se van a reunir las naciones, ya sea en Estados Unidos o en Argentina, pues al entender a la integración económica como la unión de varios países que buscan eliminar situaciones en donde no son tomados en cuenta para formar un bloque, se debe delimitar si lo harán mediante barreras comerciales en común o mediante políticas públicas en común, es decir, si la integración es económica o política.

Luego, en el estado actual de las cosas y de la situación en la región latinoamericana, habría que entender, como lo menciona Malamud (2011) si lo que se busca es una integración o una fragmentación debido a que la CELAC, al intentar contrarrestar el efecto de la Cumbre de las Américas, no precisamente busca una integración regional, sino una fragmentación de la OEA que proviene de los conceptos nacionalistas de los Estados latinoamericanos, mientras que los Estados Unidos siguen en la lucha de promover una integración basada en la concepción de un mundo globalizado –donde ellos son los que mandan– y que, de acuerdo a su propia percepción, buscan proteger países que no tienen la capacidad de hacerlo por sí mismos.

Es por ello que en estas líneas sugiero el análisis de la diferencia entre regionalismo y regionalización, entendiendo que el primero es visto como un proceso conducido por el Estado, como lo que hace la CELAC en América Latina en materia política, mientras que el segundo es visto como un proceso informal en donde existen flujos comerciales entre estados contiguos, tal como lo quiere la idea clásica del comercio estadounidense.

Es así que sugiero que, para dar entendimiento a lo que está sucediendo en el continente, nuestros gobernantes se deben de pronunciar si lo que buscan es regionalismo o regionalización; ya luego, los gobiernos del continente podrían definir cuál reunión es más importante, si la CELAC o la Cumbre de las Américas, acabando así con dimes y diretes que no llevan a nada positivo y que sí promueven la desestabilización de una región que no ha entendido que una cosa es la afinidad política y otra es el interés comercial. Para ello, la concepción teórica y el regreso a las bases académicas puede ser fundamental, sin embargo, el chiste es que nuestros políticos se acuerden de ello. Veremos…

Twitter: @fabrecam