No es que uno dude de las tareas de la reconstrucción pero… para los soñadores de los gobiernos, la realidad es una perra traicionera.
Y sin que sea necesariamente una responsabilidad absoluta del gobierno, los problemas de transparencia, y las fallas en el proceso de limpieza de escombros y reconstrucción, han llegado a un tope crítico evidente en el nuevo desastre que vive Jojutla con la inundación de quince de sus colonias; y no tan notorio, pero igual de grave, en las denuncias de organizaciones y ciudadanos sobre los problemas de opacidad en las cuentas de la reconstrucción que no sólo atizan la sospecha de corrupción en el proceso, sino afectan directamente a miles de personas que perdieron mucho, o todo, durante el sismo.
Un dato, en el caso del retiro del escombro de la Casa Latinoamericana, el emblemático edificio del centro de Cuernavaca, las autoridades calcularon que serían necesarios hasta dos millones de pesos para los trabajos que eliminarían el riesgo de nuevos derrumbes y facilitarían el que los vecinos pudieran regresar a sus casas y comenzar las reparaciones que requiere el inmueble. Cuando los vecinos desesperaron por la falta de ayuda oficial (que se detuvo en espera de la millonaria cantidad), lograron un trato por poco menos de la quinta parte de lo que sugería el gobierno estatal como costo. ¿Fue éste un caso atípico? Todo indica que no, muchos damnificados del sismo han denunciado en repetidas ocasiones las fallas en el flujo de recursos de la reconstrucción. De forma pública o en privado, los afectados han señalado los abusos, los errores y las omisiones de personal de la Sedatu, de Unidos por Morelos, del FONDEN, de Bansefi, de autoridades municipales, estatales y federales. Casos similares al de la Casa Latinoamericana son muchos y marcan a la gente en dos sentidos, negativo manifiesto en una profunda desconfianza a los gobiernos, y positivo con el reforzamiento del sentido de comunidad. Si a estas denuncias y sospechas de corrupción se suma la falta de información precisa, clara y oportuna de a dónde ha ido cada peso del dinero que los mexicanos hemos destinado a la reconstrucción, la suspicacia de la gente es mucho mayor.
Otro dato, las autoridades atribuyen el taponamiento de los canales de drenaje que llevó a la inundación en Jojutla, al exceso de basura y escombro. Uno pensaría en la responsabilidad de la población, en primer término, pero también en la ineludible culpa de las autoridades del municipio y de los responsables de tareas de limpieza de escombros y reconstrucción que han permitido el que se disponga de desperdicios en las calles y los drenajes se tapen. El gobierno del estado asegura que el sistema de drenaje y alcantarillado del Plan Nuevo Jojutla, su proyecto de reconstrucción del municipio más afectado por el sismo del 19 de septiembre de 2017, funcionó de manera adecuada y logró evitar que el daño fuera mayor. Habrá que reconocerlo, pero también tendría que advertirse que, a diferencia de los sismos, las lluvias son previsibles y hace por lo menos una semana se había alertado de la severidad con que azotarían los aguaceros a varios municipios, entre ellos, justamente Jojutla. ¿A nadie se le ocurrió revisar drenajes y canales para advertir de taponamientos que provocaran inundaciones? ¿No nos ha enseñado la historia reciente que en Jojutla deberíamos poner una especial atención? ¿No es la disposición final del escombro un problema evidentemente asociado a la reconstrucción después del sismo del 19 de septiembre? No hay que buscar quién falló, cuando lo hicieron todos.
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