/ jueves 30 de diciembre de 2021

Rapsodia de un marginado

Una de las principales funciones del espectador es la interpretación del tema, tanto si se trata de una canción, novela o película. Lo realmente interesante comienza cuando el tema dispuesto se aleja de lo que quería establecer el autor. Y no es que importe en absoluto lo que diga o piense, sino que el contexto en que se inserta la obra con frecuencia tiene mayor fuerza en el público.

En ocasiones, y muy a su pesar, el autor puede ver como todos comienzan a deliberar distintas interpretaciones sobre el verdadero tema de la obra. Y aunque es fácil creer que es una tendencia negativa, de hecho esa es la riqueza que subyace en la interpretación de un producto. Si la contemplación del arte, con la diversidad de elementos que posee, es reducida a una sola significación, como una puerta con candado, termina volviéndose un cuarto hermético. Esa es la razón por la que muchos prefieren la libre disposición para analizar y perseguir los distintos significados en una obra: el contenido se diversifica.

Por supuesto, tampoco se trata de una indiscriminada lectura que busca propósitos fuera del radio sugerido, escudriñando un hilo negro escondido o rebuscando algo que quiso decirse. Cuando Vargas Llosa, al terminar La ciudad y los perros, confesó que no sabía bien la razón de su novela, muchos críticos no dudaron en decir que los distintos escenarios de pobreza, corrupción y decadencia eran un fiel retrato no sólo de su país, sino de toda latinoamérica, que sin darse cuenta, describió magistralmente. En ocasiones, el espectador versado puede incluso encontrar un sentido más profundo del que estableció el mismo autor.

Un ejemplo que es posible observar se encuentra en la canción Bohemian Rhapsody del grupo Queen; Mercury no sólo compuso la canción para generar una mezcla de diferentes estilos que se terminan complementando, sino que se decidió, a diferencia a muchas de sus letras, por una historia un tanto fatalista. Por mucho tiempo dio paso a distintas interpretaciones, a veces fantásticas o muy íntimas sobre la vida del autor. Ahora realmente sabemos, según la banda, que cuenta como un hijo confiesa a su madre un homicidio tras lo cual vende su alma al demonio y está en espera de su ejecución.

Si tuviéramos que interpretarla en un contexto actual, lejos de la disposición que pretendió el grupo de rock, es posible percibir un escenario bastante diferente. De hecho, la canción habla sobre la vida de un joven pobre que al ser rechazado por todos se vuelve un marginal. El contexto se desenvuelve en un sentimiento de pérdida, nunca encontrando un sitio al que ir. Entonces asesina a un hombre y se lo confiesa a su madre. Arrepentido por la suerte que sufrió, decide marcharse para afrontar la verdad. Ahí, en vísperas de su ejecución, cae en cuenta que su vida, como el viento que va y viene, no tuvo ninguna importancia.

Podemos escucharla y creer que, como dispuso Mercury, es sobre un chico que hizo un pacto con el demonio o preferir una historia sobre los efectos que tiene la pobreza y desigualdad, que es el caso de muchos jóvenes orillados en un ambiente de precariedad. El contexto, sobre todo, es lo que nos hace interpretar un producto de tal o cual forma; como anteojos que usamos, sin darnos cuenta, percibimos las cosas que estamos condicionados, por la normalidad, a ver.

La canción bien funciona como oda a un chico errante que encara las consecuencias de sus decisiones, o como la descripción de un destino cruel e irascible que posee tintes de rapsodia sobre un marginado.

Una de las principales funciones del espectador es la interpretación del tema, tanto si se trata de una canción, novela o película. Lo realmente interesante comienza cuando el tema dispuesto se aleja de lo que quería establecer el autor. Y no es que importe en absoluto lo que diga o piense, sino que el contexto en que se inserta la obra con frecuencia tiene mayor fuerza en el público.

En ocasiones, y muy a su pesar, el autor puede ver como todos comienzan a deliberar distintas interpretaciones sobre el verdadero tema de la obra. Y aunque es fácil creer que es una tendencia negativa, de hecho esa es la riqueza que subyace en la interpretación de un producto. Si la contemplación del arte, con la diversidad de elementos que posee, es reducida a una sola significación, como una puerta con candado, termina volviéndose un cuarto hermético. Esa es la razón por la que muchos prefieren la libre disposición para analizar y perseguir los distintos significados en una obra: el contenido se diversifica.

Por supuesto, tampoco se trata de una indiscriminada lectura que busca propósitos fuera del radio sugerido, escudriñando un hilo negro escondido o rebuscando algo que quiso decirse. Cuando Vargas Llosa, al terminar La ciudad y los perros, confesó que no sabía bien la razón de su novela, muchos críticos no dudaron en decir que los distintos escenarios de pobreza, corrupción y decadencia eran un fiel retrato no sólo de su país, sino de toda latinoamérica, que sin darse cuenta, describió magistralmente. En ocasiones, el espectador versado puede incluso encontrar un sentido más profundo del que estableció el mismo autor.

Un ejemplo que es posible observar se encuentra en la canción Bohemian Rhapsody del grupo Queen; Mercury no sólo compuso la canción para generar una mezcla de diferentes estilos que se terminan complementando, sino que se decidió, a diferencia a muchas de sus letras, por una historia un tanto fatalista. Por mucho tiempo dio paso a distintas interpretaciones, a veces fantásticas o muy íntimas sobre la vida del autor. Ahora realmente sabemos, según la banda, que cuenta como un hijo confiesa a su madre un homicidio tras lo cual vende su alma al demonio y está en espera de su ejecución.

Si tuviéramos que interpretarla en un contexto actual, lejos de la disposición que pretendió el grupo de rock, es posible percibir un escenario bastante diferente. De hecho, la canción habla sobre la vida de un joven pobre que al ser rechazado por todos se vuelve un marginal. El contexto se desenvuelve en un sentimiento de pérdida, nunca encontrando un sitio al que ir. Entonces asesina a un hombre y se lo confiesa a su madre. Arrepentido por la suerte que sufrió, decide marcharse para afrontar la verdad. Ahí, en vísperas de su ejecución, cae en cuenta que su vida, como el viento que va y viene, no tuvo ninguna importancia.

Podemos escucharla y creer que, como dispuso Mercury, es sobre un chico que hizo un pacto con el demonio o preferir una historia sobre los efectos que tiene la pobreza y desigualdad, que es el caso de muchos jóvenes orillados en un ambiente de precariedad. El contexto, sobre todo, es lo que nos hace interpretar un producto de tal o cual forma; como anteojos que usamos, sin darnos cuenta, percibimos las cosas que estamos condicionados, por la normalidad, a ver.

La canción bien funciona como oda a un chico errante que encara las consecuencias de sus decisiones, o como la descripción de un destino cruel e irascible que posee tintes de rapsodia sobre un marginado.