/ martes 19 de julio de 2022

La dimensión académica de la libertad de expresión

Ejercer nuestra libertad de expresión conlleva una responsabilidad en cualquier ámbito de nuestro desenvolvimiento.

Hace unas semanas me referí a los problemas de inseguridad que viven representantes de medios de comunicación, pero dejé un pendiente, las personas líderes en la política, deben tener un mayor respeto por el ejercicio de la prensa.

En sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se da cuenta de que esos liderazgos, cuando señalan a comunicadores, pues los podrían poner en un riesgo a partir de la legitimidad con la cual se ostentan. Por eso deben ser mucho más tolerantes a la crítica; habrá publicaciones con noticias falsas, esas hay que refutarlas sin enfrascarse en un pleito con el emisor.

Ahora bien, me referiré a una dimensión de la libertad de expresión desde la academia; sí los salones de clases son escenarios perfectos para la difusión, discusión, acuerdos de planteamientos desde la profesora o el profesor y sus estudiantes.

Cabe destacar a Estados Unidos, donde la Corte Suprema vincula la expresión a la libertad de cátedra, fijando una protección a lo que quienes se encuentran en ella digan. En el caso del profesorado, se cuenta también con libertad para investigar.

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Vayamos con México, la dimensión abordada por la Suprema Corte de Justicia indica una especial protección en virtud y cito a la letra, de que:

“las libertades de expresión y pensamiento constituyen la esencia de la actividad académica. No se reduce a transmitir el conocimiento existente, sino que incluye la exploración de sus límites y posibilidades. De ahí que, en un ambiente académico, cualquier restricción al contenido de una expresión sea perniciosa, al grado de que, en ocasiones, puede ser incompatible con la investigación y difusión de conocimiento. Lo anterior exige un mayor grado de tolerancia a la crítica en el ámbito académico —como puede ser la universidad pública—, en donde el intercambio de opiniones debe ser particularmente robusto”.

El punto en el cual quiero converger entre la arena política y las aulas, es el fortalecimiento del debate, abonar, proponer, solo surgirá de una participación plena. En ambas, podemos distinguir la dimensión dual de la libertad de expresión, la individual y la social como parte del equilibrio y la construcción. Como vemos, todas y todos, somos parte día con día, del ejercicio de esta libertad política por excelencia.

Ejercer nuestra libertad de expresión conlleva una responsabilidad en cualquier ámbito de nuestro desenvolvimiento.

Hace unas semanas me referí a los problemas de inseguridad que viven representantes de medios de comunicación, pero dejé un pendiente, las personas líderes en la política, deben tener un mayor respeto por el ejercicio de la prensa.

En sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se da cuenta de que esos liderazgos, cuando señalan a comunicadores, pues los podrían poner en un riesgo a partir de la legitimidad con la cual se ostentan. Por eso deben ser mucho más tolerantes a la crítica; habrá publicaciones con noticias falsas, esas hay que refutarlas sin enfrascarse en un pleito con el emisor.

Ahora bien, me referiré a una dimensión de la libertad de expresión desde la academia; sí los salones de clases son escenarios perfectos para la difusión, discusión, acuerdos de planteamientos desde la profesora o el profesor y sus estudiantes.

Cabe destacar a Estados Unidos, donde la Corte Suprema vincula la expresión a la libertad de cátedra, fijando una protección a lo que quienes se encuentran en ella digan. En el caso del profesorado, se cuenta también con libertad para investigar.

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Vayamos con México, la dimensión abordada por la Suprema Corte de Justicia indica una especial protección en virtud y cito a la letra, de que:

“las libertades de expresión y pensamiento constituyen la esencia de la actividad académica. No se reduce a transmitir el conocimiento existente, sino que incluye la exploración de sus límites y posibilidades. De ahí que, en un ambiente académico, cualquier restricción al contenido de una expresión sea perniciosa, al grado de que, en ocasiones, puede ser incompatible con la investigación y difusión de conocimiento. Lo anterior exige un mayor grado de tolerancia a la crítica en el ámbito académico —como puede ser la universidad pública—, en donde el intercambio de opiniones debe ser particularmente robusto”.

El punto en el cual quiero converger entre la arena política y las aulas, es el fortalecimiento del debate, abonar, proponer, solo surgirá de una participación plena. En ambas, podemos distinguir la dimensión dual de la libertad de expresión, la individual y la social como parte del equilibrio y la construcción. Como vemos, todas y todos, somos parte día con día, del ejercicio de esta libertad política por excelencia.