/ martes 25 de abril de 2023

Viajar

Dicen que viajar ilustra, que abre la mente y que nos enseña mundos que pueden ayudar a formarnos una mejor visión de nuestra ruta y de lo que queremos construir. Viajar, como lo escribió Saramago, no siempre es a los destinos turísticos más emblemáticos, sino a los que nos llenen y nos ayuden a trazar nuevas rutas y a entender nuestro camino. Viajar también forja relaciones y coadyuva al mejor desarrollo de los proyectos. Viajar es un síntoma de querer mejorar, de progresar y de ampliar horizontes, justo como lo ha puesto en perspectiva Lula da Silva.

Resulta que el presidente brasileño se ha caracterizado por muchas cosas positivas y negativas a lo largo de los últimos 20 años, justo cuando inició su primer mandato de gobierno en Brasil, sin embargo, viajar ha sido una de sus constantes.

Tan solo en su primer mandato de gobierno, el presidente viajó a más de 80 países alrededor del planeta para intentar posicionar a Brasil como una economía emergente, sobretodo, luego de la crisis económica sufrida a inicios del siglo que había dejado a la nación sudamericana con temas económicos y políticos muy afectados. Lula recorrió el mundo para entender los procesos en los que se encontraban sus vecinos y socios comerciales potenciales. Los viajes le ayudaron a fortalecer dos bloques que han resultado trascendentales en la recuperación económica brasileña: 1) el Mercosur, de donde es líder y el cual le ha impulsado a mejorar una relación con la Unión Europea; 2) los BRICS, quienes han ido tomando mayor relevancia debido al mercado y posicionamiento político a través de los años.

En su segundo mandato, Lula siguió recorriendo el mundo y alcanzó una hegemonía importante, principalmente, en dos regiones: América Latina y África. Sin embargo, el viaje se pospuso debido a que este segundo periodo de gobierno trajo algunas consecuencias políticas y económicas internas que tenían que ser atendidas de manera urgente. Luego vino la transición y el paso del gobierno a Dilma y el posterior problema judicial en el que se le involucró que le terminó llevando a la cárcel y a no poder competir por una nueva candidatura a la presidencia de la República.

Luego vino Bolsonaro y, finalmente, Lula regresó. Volvió por la puerta grande y, como ya lo había hecho hacía 20 años atrás, Lula ha vuelto a viajar, pero no como un viajero primerizo que no ubica dónde se encuentran los principales lugares o como alguien que no maneja el mismo idioma del lugar al que visita con ánimos de pasarla bien, pero con la angustia de saber que puede perderse en la inmensidad de sus calles y de que algún “vivo” le estafe en la primera de cambios.

Lula da Silva ahora viaja confiado de saber a dónde va, de que en los lugares que le reciben le ven con agrado, con respeto, con amabilidad y de que su presencia es un activo importante para que el mundo pueda plantear alternativas de solución a las problemáticas actuales. Lula sabe reconocer a sus amigos, viaja a cualquier lugar porque, en escasos cuatro meses de gobierno, ha ido a China, Portugal, Estados Unidos, Argentina y algunas otras naciones, solo que ahora elige mejor sus destinos, visita a los que pueden ayudarle a cumplir sus objetivos internos y viaja a aquellas regiones en donde no debe descuidar su liderazgo.

Viaja para dar, pero también para recibir. Lula regresa a los lugares que una vez visitó y que le faltó algo por conocer. Lula elige lugares que le permitan entender el mundo actual, no aquel que conoció 20 años atrás, sino el que ahora demanda de nuevos liderazgos. Lula, sin embargo, no viaja sólo para (re)conocer viejas y nuevas tierras, lo hace para decirle al mundo que la nación que representa existe y que está dispuesto a llevar propuestas y alternativas de solución basadas en nuevas problemáticas. Ahora Lula recibe invitaciones y no solo se encuentra en búsqueda de quién le pueda recibir cuando viaje. Lula es un invitado de honor, pues ya no busca alimentarse en cualquier lugar durante sus viajes, ahora es un invitado en la mesa de honor de los más distinguidos comensales de otras grandes naciones.

Ahora, Lula come con Xi Jinping y los Reyes de España le reciben como un invitado de honor en su visita oficial a tierras ibéricas. Lula, incluso, es invitado a viajar a Ucrania y tiene la capacidad de elegir sus destinos. Pero, como decía, Lula lleva obsequios que son apreciados en la comunidad internacional, entre los que destacan tres: a) la creación de una moneda regional en América del Sur, b) el uso de las monedas locales en las transacciones comerciales y no el dólar y, c) un plan para terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania.

El viaje puede ser largo y agotador, sin embargo, como lo mencionaba al inicio, viajar ilustra, abre la mente y, sobre todo, nos pone en contexto de lo que realmente pasa alrededor del mundo. Habrá que esperar los resultados del presidente Lula para poder hacer un análisis más profundo de sus viajes, pero, si todo sale como hace 20 años se intentó, podríamos decir que el viaje ha valido la pena. Ojalá, que el presidente brasileño pudiera invitar a alguno de sus viajes a su contraparte mexicano. Creo que el viaje sería, al menos, más interesante.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam

Dicen que viajar ilustra, que abre la mente y que nos enseña mundos que pueden ayudar a formarnos una mejor visión de nuestra ruta y de lo que queremos construir. Viajar, como lo escribió Saramago, no siempre es a los destinos turísticos más emblemáticos, sino a los que nos llenen y nos ayuden a trazar nuevas rutas y a entender nuestro camino. Viajar también forja relaciones y coadyuva al mejor desarrollo de los proyectos. Viajar es un síntoma de querer mejorar, de progresar y de ampliar horizontes, justo como lo ha puesto en perspectiva Lula da Silva.

Resulta que el presidente brasileño se ha caracterizado por muchas cosas positivas y negativas a lo largo de los últimos 20 años, justo cuando inició su primer mandato de gobierno en Brasil, sin embargo, viajar ha sido una de sus constantes.

Tan solo en su primer mandato de gobierno, el presidente viajó a más de 80 países alrededor del planeta para intentar posicionar a Brasil como una economía emergente, sobretodo, luego de la crisis económica sufrida a inicios del siglo que había dejado a la nación sudamericana con temas económicos y políticos muy afectados. Lula recorrió el mundo para entender los procesos en los que se encontraban sus vecinos y socios comerciales potenciales. Los viajes le ayudaron a fortalecer dos bloques que han resultado trascendentales en la recuperación económica brasileña: 1) el Mercosur, de donde es líder y el cual le ha impulsado a mejorar una relación con la Unión Europea; 2) los BRICS, quienes han ido tomando mayor relevancia debido al mercado y posicionamiento político a través de los años.

En su segundo mandato, Lula siguió recorriendo el mundo y alcanzó una hegemonía importante, principalmente, en dos regiones: América Latina y África. Sin embargo, el viaje se pospuso debido a que este segundo periodo de gobierno trajo algunas consecuencias políticas y económicas internas que tenían que ser atendidas de manera urgente. Luego vino la transición y el paso del gobierno a Dilma y el posterior problema judicial en el que se le involucró que le terminó llevando a la cárcel y a no poder competir por una nueva candidatura a la presidencia de la República.

Luego vino Bolsonaro y, finalmente, Lula regresó. Volvió por la puerta grande y, como ya lo había hecho hacía 20 años atrás, Lula ha vuelto a viajar, pero no como un viajero primerizo que no ubica dónde se encuentran los principales lugares o como alguien que no maneja el mismo idioma del lugar al que visita con ánimos de pasarla bien, pero con la angustia de saber que puede perderse en la inmensidad de sus calles y de que algún “vivo” le estafe en la primera de cambios.

Lula da Silva ahora viaja confiado de saber a dónde va, de que en los lugares que le reciben le ven con agrado, con respeto, con amabilidad y de que su presencia es un activo importante para que el mundo pueda plantear alternativas de solución a las problemáticas actuales. Lula sabe reconocer a sus amigos, viaja a cualquier lugar porque, en escasos cuatro meses de gobierno, ha ido a China, Portugal, Estados Unidos, Argentina y algunas otras naciones, solo que ahora elige mejor sus destinos, visita a los que pueden ayudarle a cumplir sus objetivos internos y viaja a aquellas regiones en donde no debe descuidar su liderazgo.

Viaja para dar, pero también para recibir. Lula regresa a los lugares que una vez visitó y que le faltó algo por conocer. Lula elige lugares que le permitan entender el mundo actual, no aquel que conoció 20 años atrás, sino el que ahora demanda de nuevos liderazgos. Lula, sin embargo, no viaja sólo para (re)conocer viejas y nuevas tierras, lo hace para decirle al mundo que la nación que representa existe y que está dispuesto a llevar propuestas y alternativas de solución basadas en nuevas problemáticas. Ahora Lula recibe invitaciones y no solo se encuentra en búsqueda de quién le pueda recibir cuando viaje. Lula es un invitado de honor, pues ya no busca alimentarse en cualquier lugar durante sus viajes, ahora es un invitado en la mesa de honor de los más distinguidos comensales de otras grandes naciones.

Ahora, Lula come con Xi Jinping y los Reyes de España le reciben como un invitado de honor en su visita oficial a tierras ibéricas. Lula, incluso, es invitado a viajar a Ucrania y tiene la capacidad de elegir sus destinos. Pero, como decía, Lula lleva obsequios que son apreciados en la comunidad internacional, entre los que destacan tres: a) la creación de una moneda regional en América del Sur, b) el uso de las monedas locales en las transacciones comerciales y no el dólar y, c) un plan para terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania.

El viaje puede ser largo y agotador, sin embargo, como lo mencionaba al inicio, viajar ilustra, abre la mente y, sobre todo, nos pone en contexto de lo que realmente pasa alrededor del mundo. Habrá que esperar los resultados del presidente Lula para poder hacer un análisis más profundo de sus viajes, pero, si todo sale como hace 20 años se intentó, podríamos decir que el viaje ha valido la pena. Ojalá, que el presidente brasileño pudiera invitar a alguno de sus viajes a su contraparte mexicano. Creo que el viaje sería, al menos, más interesante.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam