/ martes 2 de agosto de 2022

Política Mundial | Dragón que alcanza, gana

Luego de los alcances en materia económica y comercial en la década de los años 90 a partir del nuevo orden internacional logrado tras la caída de la URSS, las naciones del Sur Global dieron paso a una serie de lineamientos que tenían como intención mejorar sus economías y fortalecer sus regímenes democráticos.

Sin embargo, al inicio del siglo XXI y luego de algunas circunstancias como el atentado del 11 de septiembre en los Estados Unidos, la primera década volcó en un cambio relacionado a temas que tenían que ver con la securitización de las relaciones entre los Estados, la pérdida de relevancia de las regiones del Sur Global para los poderes centrales y la irrupción de China en el escenario mundial.

A estos factores también debió sumarse la relevancia que la Unión Europea y su moneda suponían para un mundo que se decantaba por seguir modelos de integración económica y comercial que podrían traer beneficios a costa del trabajo en equipo y de los esfuerzos conjuntos.

Empero, los problemas ocurridos por las malas decisiones políticas implementadas en Norteamérica o Europa, como la crisis del 2008 o el propio BREXIT, permitieron que el cambio en la hegemonía global comenzara a virar poco a poco hasta el punto en que algunas naciones como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se reunieran en Ekaterimburgo en el año 2009 para generar un nuevo rol a escala global, donde las naciones antes denominadas de tercer mundo comenzaban a tomar una participación más activa en el devenir internacional.

Fue entonces que los gobiernos occidentales dejaron en el olvido y sin apoyo a las naciones que luchaban contra corriente para posicionarse en la óptica mundial, dejando de lado los apoyos que estos Estados necesitaban para poder desarrollarse armónicamente, justo como los gobiernos occidentales lo habían planteado en aquella última década del siglo XX.

El sur global apareció y junto con él nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento, pero también de visión para poder explotar los recursos. En estas regiones del mundo, el crecimiento económico no se ha dado de forma equitativa y ha generado grandes disparidades que han impactado directamente en el desarrollo de la región del sur-global y sus subregiones. Hay una nueva tendencia que va desde el norte al sur y del occidente al oriente, donde se sitúan China y otras naciones en desarrollo.

Y justo, es imperante hablar de una nación que ha sabido introducirse en el mundo y que ha ido arrebatando la hegemonía de los que dictaron las leyes hace apenas 30 o 40 años: Estados Unidos y la Unión Europea. El caso de China se ha ido estableciendo por encima de cualquier otra nación. Se ha consolidado como un país que se ha sabido mantener al margen de los problemas internacionales a pesar de lo controversial de su economía y política interna. El gobierno de Xi Jinping ha consolidado su expansión en las partes del mundo donde tanto los Estados Unidos como la Unión Europea no lo hicieron: América Latina y África.

Para muestra un botón. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, en la década de los años 80, los principales socios comerciales del mundo eran Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido, sin embargo, 40 años después, poco más del 50% de las naciones a nivel global tienen como principal socio comercial a China, dejando el resto dividido entre Estados Unidos y Alemania, principalmente.

Esto no quiere decir que no existan naciones que sean relevantes en el comercio internacional, pero la estrategia de China con el establecimiento de la Nueva Ruta de la Seda ha sido lapidante. En el caso africano, mientras en el año 2000 China solo tenía presencia relevante en Libia y Sudán, ahora, en el 2022, son solo 10 naciones africanas que no les tienen como primer socio comercial. Pero lo más grave para los otrora líderes mundiales es que ninguno es relevante en estas economías en donde aún no domina China.

Para el caso latinoamericano, en el año 2000, Estados Unidos dominaba el comercio con la región a excepción de los casos de Argentina, Paraguay y Uruguay que eran dominados por Brasil y Argentina, respectivamente. Sin embargo, 20 años después, China domina el mercado sudamericano a excepción de Colombia y Uruguay, dejando a México y a Centroamérica todavía bajo el yugo comercial de los Estados Unidos, principalmente atados a ellos por los Tratados de Libre Comercio firmados.

La situación es que China ha aprovechado la diplomacia de las vacunas donde logró una distribución monumental en ambos continentes, justo porque las principales farmacéuticas se enfocaron en contener la COVID-19 en los países más desarrollados. El punto es que la nueva dirección comercial, social y política, ahora está enfocada a continentes que, si bien tienen graves problemas democráticos, sociales y políticos, pueden servir como una oportunidad para salvar al mundo de una crisis alimentaria y de recursos, sobre todo luego del inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia, donde, por cierto, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni sus organismos internacionales han sabido responder.

Así es que nadie cree el discurso del presidente francés, Macron, en su gira por África cuando ha acusado a los rusos de ser potencias imperialistas que buscan terminar con los recursos continentales cuando fueron ellos mismos –y los demás europeos– los que se dividieron el mundo hace un par de siglos dejando muerte, saqueos y destrucción en África y América Latina. La realidad es que China y Rusia avanzan lo que Estados Unidos y Europa retroceden.

Twitter: @fabrecam

Luego de los alcances en materia económica y comercial en la década de los años 90 a partir del nuevo orden internacional logrado tras la caída de la URSS, las naciones del Sur Global dieron paso a una serie de lineamientos que tenían como intención mejorar sus economías y fortalecer sus regímenes democráticos.

Sin embargo, al inicio del siglo XXI y luego de algunas circunstancias como el atentado del 11 de septiembre en los Estados Unidos, la primera década volcó en un cambio relacionado a temas que tenían que ver con la securitización de las relaciones entre los Estados, la pérdida de relevancia de las regiones del Sur Global para los poderes centrales y la irrupción de China en el escenario mundial.

A estos factores también debió sumarse la relevancia que la Unión Europea y su moneda suponían para un mundo que se decantaba por seguir modelos de integración económica y comercial que podrían traer beneficios a costa del trabajo en equipo y de los esfuerzos conjuntos.

Empero, los problemas ocurridos por las malas decisiones políticas implementadas en Norteamérica o Europa, como la crisis del 2008 o el propio BREXIT, permitieron que el cambio en la hegemonía global comenzara a virar poco a poco hasta el punto en que algunas naciones como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se reunieran en Ekaterimburgo en el año 2009 para generar un nuevo rol a escala global, donde las naciones antes denominadas de tercer mundo comenzaban a tomar una participación más activa en el devenir internacional.

Fue entonces que los gobiernos occidentales dejaron en el olvido y sin apoyo a las naciones que luchaban contra corriente para posicionarse en la óptica mundial, dejando de lado los apoyos que estos Estados necesitaban para poder desarrollarse armónicamente, justo como los gobiernos occidentales lo habían planteado en aquella última década del siglo XX.

El sur global apareció y junto con él nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento, pero también de visión para poder explotar los recursos. En estas regiones del mundo, el crecimiento económico no se ha dado de forma equitativa y ha generado grandes disparidades que han impactado directamente en el desarrollo de la región del sur-global y sus subregiones. Hay una nueva tendencia que va desde el norte al sur y del occidente al oriente, donde se sitúan China y otras naciones en desarrollo.

Y justo, es imperante hablar de una nación que ha sabido introducirse en el mundo y que ha ido arrebatando la hegemonía de los que dictaron las leyes hace apenas 30 o 40 años: Estados Unidos y la Unión Europea. El caso de China se ha ido estableciendo por encima de cualquier otra nación. Se ha consolidado como un país que se ha sabido mantener al margen de los problemas internacionales a pesar de lo controversial de su economía y política interna. El gobierno de Xi Jinping ha consolidado su expansión en las partes del mundo donde tanto los Estados Unidos como la Unión Europea no lo hicieron: América Latina y África.

Para muestra un botón. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, en la década de los años 80, los principales socios comerciales del mundo eran Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido, sin embargo, 40 años después, poco más del 50% de las naciones a nivel global tienen como principal socio comercial a China, dejando el resto dividido entre Estados Unidos y Alemania, principalmente.

Esto no quiere decir que no existan naciones que sean relevantes en el comercio internacional, pero la estrategia de China con el establecimiento de la Nueva Ruta de la Seda ha sido lapidante. En el caso africano, mientras en el año 2000 China solo tenía presencia relevante en Libia y Sudán, ahora, en el 2022, son solo 10 naciones africanas que no les tienen como primer socio comercial. Pero lo más grave para los otrora líderes mundiales es que ninguno es relevante en estas economías en donde aún no domina China.

Para el caso latinoamericano, en el año 2000, Estados Unidos dominaba el comercio con la región a excepción de los casos de Argentina, Paraguay y Uruguay que eran dominados por Brasil y Argentina, respectivamente. Sin embargo, 20 años después, China domina el mercado sudamericano a excepción de Colombia y Uruguay, dejando a México y a Centroamérica todavía bajo el yugo comercial de los Estados Unidos, principalmente atados a ellos por los Tratados de Libre Comercio firmados.

La situación es que China ha aprovechado la diplomacia de las vacunas donde logró una distribución monumental en ambos continentes, justo porque las principales farmacéuticas se enfocaron en contener la COVID-19 en los países más desarrollados. El punto es que la nueva dirección comercial, social y política, ahora está enfocada a continentes que, si bien tienen graves problemas democráticos, sociales y políticos, pueden servir como una oportunidad para salvar al mundo de una crisis alimentaria y de recursos, sobre todo luego del inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia, donde, por cierto, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni sus organismos internacionales han sabido responder.

Así es que nadie cree el discurso del presidente francés, Macron, en su gira por África cuando ha acusado a los rusos de ser potencias imperialistas que buscan terminar con los recursos continentales cuando fueron ellos mismos –y los demás europeos– los que se dividieron el mundo hace un par de siglos dejando muerte, saqueos y destrucción en África y América Latina. La realidad es que China y Rusia avanzan lo que Estados Unidos y Europa retroceden.

Twitter: @fabrecam

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