/ miércoles 6 de julio de 2022

Poliescenarios | Viajes sin registro: El Salvador

Julio César Macés

El 1 de junio el presidente Bukele se prepara para su tercer informe de gobierno frente al pueblo salvadoreño, yo me preparo, sin saberlo, a mi primer intento de asalto en el extranjero. Nuestras historias son paralelas, al menos, en tiempo y lugar.

El 27 de marzo se contabilizaron 87 homicidios en apenas un par de días, el fin de semana más violento en la historia reciente de El Salvador. La ofensiva del Bukelato es la instalación del régimen de excepción, situación que se extenderá hasta a finales de julio, gracias a la complicidad y obediencia de la Asamblea Legislativa, institución cooptada para satisfacer los deseos del presidente.

Los Estados en régimen de excepción se caracterizan clásicamente por limitar o anular diversos derechos fundamentales, como libertad de expresión, de asociación y de reunión. Lo que se vive en El Salvador cumple con todo los requisitos -by the book-. Además, una dosis de propaganda se encarga de mantener al pueblo bueno e inocente lejos de disturbios y complacido de vivir en un país que limita sus libertades con el argumento de que es por su propia seguridad.

Mi llegada a El Salvador es en los días de auge del régimen de excepción, miles de supuestos pandilleros detenidos y encerrados, los que se encuentran en las calles escondidos, disfrazados o tratando de ocultar las marcas que los distinguen no solamente como pandilleros sino como miembros de una familia. Horas más tarde descubriré que algunos o muchos todavía presumen su afiliación, exhibiendo las letras y números que los representan o simplemente pretenden ser aquello que infunde respeto y miedo.

Ante las acusaciones o señalamientos de organismos internacionales y prensa independiente el presidente Bukele tiene dos respuestas, una doméstica y otra internacional. A los organismos fuera de sus fronteras les lanza amenazas ambiguas y reproches por defender los derechos de los ahora sentenciados. La respuesta a lo que el gobierno denomina enemigo interno es alarmante. Cárcel a los que divulguen o compartan información sobre pandillas. Hasta 15 años tras las rejas para los opositores a la causa o a la prensa que se atreva a interferir y cuestionar los planes y acciones del presidente en materia de seguridad. La llamada ley mordaza es un claro reflejo del autoritarismo que se vive en el territorio. Muchos periodistas, curtidos durante años de violencia han preferido el exilio ante la inminente amenaza, los que se quedan temen que sean sus últimos días en el país, conversé con algunos, parece que existe consenso, la libertad de expresión está bajo ataque y está perdiendo.

Camino por las calles que rodean la Asamblea Legislativa, la presencia de policías y militares bien pertrechados es evidente y dista mucho de los elementos de seguridad que se encuentran a unos pasos, custodiando el centro de San Salvador, divagando por las calles, perdidos entre la gente y confundidos por las dudas de un extranjero curioso. Días más tarde aquellos uniformados que protegían el área de poder parlamentario se encuentran ausentes. Supongo que la guardia pretoriana ya está asegurando la zona de la siguiente visita del emperador.

Un hombre me detiene, sujeta mi brazo, se identifica como pandillero, que está armado y que está huyendo. Forcejeamos unos instantes y logro huir. Lo veo a la distancia, no me parece tan intimidante, su baja estatura y delgadez no favorecen a su causa. Aquel hombre, pequeño y delgado, se pierde corriendo entre las calles. Es una lástima, me encuentro a un par de cuadras de la Asamblea, los pretorianos no me ayudan.

Después de identificar que el nombrado acarreó es universal y de mi frustrado intento de presenciar el informe, me resigno a verlo en la televisión de un hotel. “Estamos a punto de ganar la guerra contra las pandillas” insiste el presidente Bukele, seguido de ¡Si se puede, si se puede! ¡Reelección, reelección, reelección! ante las ovaciones del coro el presidente sonríe. Observo una pancarta que dice “Paz, tranquilidad y bienestar familiar gracias al régimen de excepción”. No dejo de pensar en Hannah Arendt y su texto Los orígenes del totalitarismo, líneas que sugieren que cuando una comunidad se embarca en una mentira organizada, cuando todos mienten sobre lo que es importante de forma permanente y rechazan las verdades de hecho, el resultado no es solamente que la gente se crea las mentiras, sino que destruya la realidad del mundo común.

La aerolínea tuvo el infortunio de no señalar mi presencia en el vuelo, lo que me costó unos minutos en migración y un viaje sin registro a El Salvador.

Twitter: @JulioCesarMacs

Julio César Macés

El 1 de junio el presidente Bukele se prepara para su tercer informe de gobierno frente al pueblo salvadoreño, yo me preparo, sin saberlo, a mi primer intento de asalto en el extranjero. Nuestras historias son paralelas, al menos, en tiempo y lugar.

El 27 de marzo se contabilizaron 87 homicidios en apenas un par de días, el fin de semana más violento en la historia reciente de El Salvador. La ofensiva del Bukelato es la instalación del régimen de excepción, situación que se extenderá hasta a finales de julio, gracias a la complicidad y obediencia de la Asamblea Legislativa, institución cooptada para satisfacer los deseos del presidente.

Los Estados en régimen de excepción se caracterizan clásicamente por limitar o anular diversos derechos fundamentales, como libertad de expresión, de asociación y de reunión. Lo que se vive en El Salvador cumple con todo los requisitos -by the book-. Además, una dosis de propaganda se encarga de mantener al pueblo bueno e inocente lejos de disturbios y complacido de vivir en un país que limita sus libertades con el argumento de que es por su propia seguridad.

Mi llegada a El Salvador es en los días de auge del régimen de excepción, miles de supuestos pandilleros detenidos y encerrados, los que se encuentran en las calles escondidos, disfrazados o tratando de ocultar las marcas que los distinguen no solamente como pandilleros sino como miembros de una familia. Horas más tarde descubriré que algunos o muchos todavía presumen su afiliación, exhibiendo las letras y números que los representan o simplemente pretenden ser aquello que infunde respeto y miedo.

Ante las acusaciones o señalamientos de organismos internacionales y prensa independiente el presidente Bukele tiene dos respuestas, una doméstica y otra internacional. A los organismos fuera de sus fronteras les lanza amenazas ambiguas y reproches por defender los derechos de los ahora sentenciados. La respuesta a lo que el gobierno denomina enemigo interno es alarmante. Cárcel a los que divulguen o compartan información sobre pandillas. Hasta 15 años tras las rejas para los opositores a la causa o a la prensa que se atreva a interferir y cuestionar los planes y acciones del presidente en materia de seguridad. La llamada ley mordaza es un claro reflejo del autoritarismo que se vive en el territorio. Muchos periodistas, curtidos durante años de violencia han preferido el exilio ante la inminente amenaza, los que se quedan temen que sean sus últimos días en el país, conversé con algunos, parece que existe consenso, la libertad de expresión está bajo ataque y está perdiendo.

Camino por las calles que rodean la Asamblea Legislativa, la presencia de policías y militares bien pertrechados es evidente y dista mucho de los elementos de seguridad que se encuentran a unos pasos, custodiando el centro de San Salvador, divagando por las calles, perdidos entre la gente y confundidos por las dudas de un extranjero curioso. Días más tarde aquellos uniformados que protegían el área de poder parlamentario se encuentran ausentes. Supongo que la guardia pretoriana ya está asegurando la zona de la siguiente visita del emperador.

Un hombre me detiene, sujeta mi brazo, se identifica como pandillero, que está armado y que está huyendo. Forcejeamos unos instantes y logro huir. Lo veo a la distancia, no me parece tan intimidante, su baja estatura y delgadez no favorecen a su causa. Aquel hombre, pequeño y delgado, se pierde corriendo entre las calles. Es una lástima, me encuentro a un par de cuadras de la Asamblea, los pretorianos no me ayudan.

Después de identificar que el nombrado acarreó es universal y de mi frustrado intento de presenciar el informe, me resigno a verlo en la televisión de un hotel. “Estamos a punto de ganar la guerra contra las pandillas” insiste el presidente Bukele, seguido de ¡Si se puede, si se puede! ¡Reelección, reelección, reelección! ante las ovaciones del coro el presidente sonríe. Observo una pancarta que dice “Paz, tranquilidad y bienestar familiar gracias al régimen de excepción”. No dejo de pensar en Hannah Arendt y su texto Los orígenes del totalitarismo, líneas que sugieren que cuando una comunidad se embarca en una mentira organizada, cuando todos mienten sobre lo que es importante de forma permanente y rechazan las verdades de hecho, el resultado no es solamente que la gente se crea las mentiras, sino que destruya la realidad del mundo común.

La aerolínea tuvo el infortunio de no señalar mi presencia en el vuelo, lo que me costó unos minutos en migración y un viaje sin registro a El Salvador.

Twitter: @JulioCesarMacs