/ lunes 27 de marzo de 2023

Mujeres y niñas en STEM, ¿Cómo la brecha de género afecta su existencia en el mundo?

Andrea Navarro de la Rosa

Empecemos con una reflexión, ¿recuerdas qué querías ser cuando “fueras grande”?

Algunos dirán “yo quería ser súper héroe” o “yo quería ser bombero o piloto” pero, seguramente, para la generación millenial (así como para las generaciones anteriores, desde que el hombre llegó a la luna), era muy común “soñar en volar y ser un astronauta”, tal como el popular personaje de Disney, Buzz Light Year.

Esa pregunta ha sido hecha no solo a los niños, sino también a las niñas (y niñes) que -en su momento- estaban siendo educadas en una sociedad llena de costumbres, tradiciones y estereotipos de género que impedían que la mayoría ‘soñara’ con una profesión de adulto diferente a lo marcado en las estructuras masculinas.

Es así que, comúnmente, las niñas respondían a la misma pregunta de manera diferente: “yo quiero ser enfermera”, “yo voy a ser mamá”, “yo quiero ser maestra”, “yo quiero viajar por el mundo como una aeromoza” … Y aunque ninguna de estas eran malas respuestas, muy pocas niñas respondían “yo quiero ser Doctora”, y aún menos “yo quiero ser científica o astronauta”.

Seguramente, de los que respondimos esa pregunta cuando niñ@s, hoy en día nos dedicamos a cosas totalmente diferentes, o probablemente estemos dentro del 35% de los egresados o 22% de las egresadas (IMCO, 2022) que eligió su sueño de la infancia y que ahora están cambiando al mundo como profesionales de las carreras de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, preocupa el hecho de que solo un tercio de la población elija una carrera STEM (y ya ni decir que solo un cuarto de las mujeres matriculadas están interesadas en dichas carreras) con miras a construir el mundo del futuro; donde, tal como lo refiere Naciones Unidas en su último estudio “Las Mujeres en STEM en América Latina y El Caribe”, cada vez más son los grandes desafíos del trabajo del futuro “desde la mejora de la salud hasta la lucha contra el cambio climático” y para ello “será preciso emplear todo el talento existente”.

Esto claramente indica la necesidad de que la brecha de género en STEM sea inexistente, para que, tanto las mujeres como los hombres, desde su formación en la infancia, sean el recurso humano clave para mejorar los avances en ciencia y tecnología que puedan resolver las grandes problemáticas de nuestros tiempos.

Pero, ¿a qué se debe que muy pocas mujeres se dediquen hoy a carreras STEM? y, aún peor, ¿a qué se debe que el porcentaje de participación entre ambos no sea igual?

Tal como la pregunta inicial no tuvo una respuesta en condiciones de igualdad, para las mujeres que han podido estudiar y matricularse en alguna universidad, la decisión de dedicarse a una carrera STEM no es sencilla. Y no lo es porque además de los estereotipos de género y las violencias a las que se han tenido que enfrentar a lo largo de su desarrollo, el sistema educativo junto con el clima familiar y social, aún no motivan a que las niñas y mujeres puedan aumentar su representación en espacios de las STEM.

De acuerdo con Naciones Unidas, sólo el 35% de los estudiantes de carreras y programas del campo de las STEM son mujeres, solo el 29% de las mujeres a nivel mundial son investigadoras (Instituto de Estadística de la UNESCO), y solo 3% de los Premios Nobel en ciencias han sido ganados por mujeres. En adición a estos datos, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha referido que “una de las brechas de género más trascendentales en STEM es la diferencia entre cuántos empleadores y empleadoras hay”, ya que entre aquellas personas que dan trabajo a otros individuos 7% son hombres, y solo 3% son mujeres, lo cual significa que apenas 1 mujer por cada 7 hombres sostiene una posición de liderazgo en STEM (IMCO, 2022).

Esta subrepresentación también está motivada por otros factores aún más complejos, tales como la brecha salarial del 18%, donde por cada $100 pesos que gana un hombre en STEM, una mujer gana $82 (IMCO, 2022), o incluso barreras para entrar, permanecer y crecer en el mercado laboral, donde la participación de las mujeres STEM con hijos es del 64%, y sin hijos del 78%, ni hablar de la tasa de participación de mujeres sin pareja (79%) vs con pareja o casadas (62%).

Es claro que la falta de representación de mujeres STEM en las posiciones de liderazgo, como consecuencia de la baja tasa de figuras de referencia para las niñas y mujeres en su formación básica y media superior, está directamente relacionada con el bajo porcentaje de participación, estudio e interés de las niñas y mujeres en carreras STEM.

Pero, además del poco apoyo educativo, social y económico que reciben las mujeres y niñas vs sus homólogos masculinos, se suman otras condicionantes como la brecha digital, donde según el Banco Interamericano de Desarrollo, el acceso a internet en la región de LATAM entre hombres y mujeres es aún bastante desigual: 63% hombres vs 57% mujeres tienen acceso a internet. Hecho que, además, afecta la digitalización de las herramientas y medios de aprendizaje, educación y sensibilización en el uso de las TIC de la población.

Entonces, ¿Qué pasaría si las estructuras educativas, familiares y sociales motivaran, apoyaran y financiaran cada vez más a las niñas y mujeres jóvenes para cerrar la brecha en las carreras STEM?; ¿podríamos afrontar y resolver los principales desafíos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con igualdad de género?

La respuesta es, y siempre será, SÍ. Proporcionar los conocimientos y habilidades necesarias para crear sociedades en igualdad, con inclusión y sostenibles a través de la formación de sus generaciones jóvenes en disciplinas STEM, resultará ser la respuesta para crear un mejor mundo del futuro. Sin duda, las mujeres y niñas tienen que ser parte del proceso y recibir todas las condiciones para que su remuneración y contribución sea mejor y en condiciones de igualdad.

ANDREA NAVARRO DE LA ROSA es Maestra en Marketing Digital y Comercio Electrónico. Es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM. Actualmente, es asociada del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PJ COMEXI) y miembro de la Fundación española Ciencias de la Documentación FD – Mujeres Líderes de las Américas. Sígala en Twitter como @andie_nr

Andrea Navarro de la Rosa

Empecemos con una reflexión, ¿recuerdas qué querías ser cuando “fueras grande”?

Algunos dirán “yo quería ser súper héroe” o “yo quería ser bombero o piloto” pero, seguramente, para la generación millenial (así como para las generaciones anteriores, desde que el hombre llegó a la luna), era muy común “soñar en volar y ser un astronauta”, tal como el popular personaje de Disney, Buzz Light Year.

Esa pregunta ha sido hecha no solo a los niños, sino también a las niñas (y niñes) que -en su momento- estaban siendo educadas en una sociedad llena de costumbres, tradiciones y estereotipos de género que impedían que la mayoría ‘soñara’ con una profesión de adulto diferente a lo marcado en las estructuras masculinas.

Es así que, comúnmente, las niñas respondían a la misma pregunta de manera diferente: “yo quiero ser enfermera”, “yo voy a ser mamá”, “yo quiero ser maestra”, “yo quiero viajar por el mundo como una aeromoza” … Y aunque ninguna de estas eran malas respuestas, muy pocas niñas respondían “yo quiero ser Doctora”, y aún menos “yo quiero ser científica o astronauta”.

Seguramente, de los que respondimos esa pregunta cuando niñ@s, hoy en día nos dedicamos a cosas totalmente diferentes, o probablemente estemos dentro del 35% de los egresados o 22% de las egresadas (IMCO, 2022) que eligió su sueño de la infancia y que ahora están cambiando al mundo como profesionales de las carreras de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, preocupa el hecho de que solo un tercio de la población elija una carrera STEM (y ya ni decir que solo un cuarto de las mujeres matriculadas están interesadas en dichas carreras) con miras a construir el mundo del futuro; donde, tal como lo refiere Naciones Unidas en su último estudio “Las Mujeres en STEM en América Latina y El Caribe”, cada vez más son los grandes desafíos del trabajo del futuro “desde la mejora de la salud hasta la lucha contra el cambio climático” y para ello “será preciso emplear todo el talento existente”.

Esto claramente indica la necesidad de que la brecha de género en STEM sea inexistente, para que, tanto las mujeres como los hombres, desde su formación en la infancia, sean el recurso humano clave para mejorar los avances en ciencia y tecnología que puedan resolver las grandes problemáticas de nuestros tiempos.

Pero, ¿a qué se debe que muy pocas mujeres se dediquen hoy a carreras STEM? y, aún peor, ¿a qué se debe que el porcentaje de participación entre ambos no sea igual?

Tal como la pregunta inicial no tuvo una respuesta en condiciones de igualdad, para las mujeres que han podido estudiar y matricularse en alguna universidad, la decisión de dedicarse a una carrera STEM no es sencilla. Y no lo es porque además de los estereotipos de género y las violencias a las que se han tenido que enfrentar a lo largo de su desarrollo, el sistema educativo junto con el clima familiar y social, aún no motivan a que las niñas y mujeres puedan aumentar su representación en espacios de las STEM.

De acuerdo con Naciones Unidas, sólo el 35% de los estudiantes de carreras y programas del campo de las STEM son mujeres, solo el 29% de las mujeres a nivel mundial son investigadoras (Instituto de Estadística de la UNESCO), y solo 3% de los Premios Nobel en ciencias han sido ganados por mujeres. En adición a estos datos, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha referido que “una de las brechas de género más trascendentales en STEM es la diferencia entre cuántos empleadores y empleadoras hay”, ya que entre aquellas personas que dan trabajo a otros individuos 7% son hombres, y solo 3% son mujeres, lo cual significa que apenas 1 mujer por cada 7 hombres sostiene una posición de liderazgo en STEM (IMCO, 2022).

Esta subrepresentación también está motivada por otros factores aún más complejos, tales como la brecha salarial del 18%, donde por cada $100 pesos que gana un hombre en STEM, una mujer gana $82 (IMCO, 2022), o incluso barreras para entrar, permanecer y crecer en el mercado laboral, donde la participación de las mujeres STEM con hijos es del 64%, y sin hijos del 78%, ni hablar de la tasa de participación de mujeres sin pareja (79%) vs con pareja o casadas (62%).

Es claro que la falta de representación de mujeres STEM en las posiciones de liderazgo, como consecuencia de la baja tasa de figuras de referencia para las niñas y mujeres en su formación básica y media superior, está directamente relacionada con el bajo porcentaje de participación, estudio e interés de las niñas y mujeres en carreras STEM.

Pero, además del poco apoyo educativo, social y económico que reciben las mujeres y niñas vs sus homólogos masculinos, se suman otras condicionantes como la brecha digital, donde según el Banco Interamericano de Desarrollo, el acceso a internet en la región de LATAM entre hombres y mujeres es aún bastante desigual: 63% hombres vs 57% mujeres tienen acceso a internet. Hecho que, además, afecta la digitalización de las herramientas y medios de aprendizaje, educación y sensibilización en el uso de las TIC de la población.

Entonces, ¿Qué pasaría si las estructuras educativas, familiares y sociales motivaran, apoyaran y financiaran cada vez más a las niñas y mujeres jóvenes para cerrar la brecha en las carreras STEM?; ¿podríamos afrontar y resolver los principales desafíos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con igualdad de género?

La respuesta es, y siempre será, SÍ. Proporcionar los conocimientos y habilidades necesarias para crear sociedades en igualdad, con inclusión y sostenibles a través de la formación de sus generaciones jóvenes en disciplinas STEM, resultará ser la respuesta para crear un mejor mundo del futuro. Sin duda, las mujeres y niñas tienen que ser parte del proceso y recibir todas las condiciones para que su remuneración y contribución sea mejor y en condiciones de igualdad.

ANDREA NAVARRO DE LA ROSA es Maestra en Marketing Digital y Comercio Electrónico. Es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM. Actualmente, es asociada del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PJ COMEXI) y miembro de la Fundación española Ciencias de la Documentación FD – Mujeres Líderes de las Américas. Sígala en Twitter como @andie_nr