/ miércoles 29 de agosto de 2018

Paradoja de la serpiente

En simbología, la serpiente que muerde su cola está basada en una suposición donde se desconoce el punto de inicio por ser el mismo que el final. Al comer la cola de su cuerpo se conforma un círculo que se ha interpretado como un ciclo sin fin, una lucha eterna e inclusive inútil. Para algunos, también expresa la infinidad y el retorno de las cosas; un proceso cerrado, repetitivo, un principio y fin, siempre ausente de renovación.


Este proceso sin fin al que aludo con la paradoja de la serpiente, es la idea que me produce al conocer las posiciones sobre el futuro próximo del Partido de la Revolución Democrática (PRD); uno de los partidos de izquierda más importantes en la historia de los últimos 29 años en el país.


En noviembre de 2012 cuando AMLO decidió separarse del partido para formar Morena, los líderes del PRD hablaban de una izquierda moderna y responsable, la que debía negociar y alcanzar consensos con otras fuerzas políticas. Pocas semanas después, la izquierda moderna suscribía el Pacto por México.


Ahora se habla de la izquierda opositora y madura, con una clara alusión de que sus posiciones se alejarán de Morena. Entre la izquierda moderna y la opositora, el PRD ha sufrido una permanente descomposición en su estructura, liderazgo y rumbo con las renuncias al partido; traiciones y derrotas electorales y una lucha interna en la que no existen ni por asomo una ideología de sacrificio, una ideología de izquierda.


Es válido que al interior subsistan diversas posiciones en función de cada tema, pero lo que es insostenible es la ausencia de metodologías para conciliar las diferencias, establecer estrategias y determinar objetivos de izquierda. Todos coinciden con la refundación del partido, pero las visiones son distintas y hasta contradictorias desde hace más de 10 años.


Como la serpiente que come su cola sin encontrar un fin o una salida, así han sido todas las veces que se ha planteado la refundación porque al interior del partido hay distintas visiones que no logran reconciliarse y todo termina en una simulación.


Hace un año en este espacio escribí “La izquierda del 18” donde señalaba que los partidos de izquierda, y en especial el PRD, tenían la obligación de legitimar la decisión de impulsar el Frente con un partido de ideología ajena a la izquierda.


Movimiento Ciudadano ha decidido en congruencia aceptar su decisión pasada y comenzar hacia adelante al ofrecer todos sus votos a Morena. Lo que demuestra su coherencia como partido socialdemócrata, con la señal de reivindicación de las experiencias de lucha con los partidos de izquierda.


Ahora, los líderes del partido consideran que fue un error el Frente porque no se socializó con la militancia y la gente. Sin embargo, nunca hicieron nada por revertir esa ruta de construcción. Por supuesto que existían márgenes de decisión y mecanismos de presión, pero nadie quiso ir más allá de lo que pusiera en riesgo la seguridad de sus propios intereses.


No es de demócratas pedir que exista un nuevo armado del federalismo o que sean los tribunales federales quienes se encarguen de ejercer su poder para limitar al Ejecutivo, solo exponen que han perdido espacios de poder para incidir en las decisiones públicas. La idea de “carro completo” es anacrónica, implica no conocer el actual proceso alcanzado por la cultura política y la participación en los asuntos públicos; el cual persiste en las lógicas de viejos políticos.


Ser demócratas es construir, dialogar y convencer entre la diferencia, bajo una visión, metodología y objetivos de izquierda. En Morelos se impuso la fuerza, la cooptación de actores políticos, y aprovechar respaldo federal para imponer. La ciudadanía ya emitió su veredicto al primer gobierno de izquierda y reprobó el experimento.

En simbología, la serpiente que muerde su cola está basada en una suposición donde se desconoce el punto de inicio por ser el mismo que el final. Al comer la cola de su cuerpo se conforma un círculo que se ha interpretado como un ciclo sin fin, una lucha eterna e inclusive inútil. Para algunos, también expresa la infinidad y el retorno de las cosas; un proceso cerrado, repetitivo, un principio y fin, siempre ausente de renovación.


Este proceso sin fin al que aludo con la paradoja de la serpiente, es la idea que me produce al conocer las posiciones sobre el futuro próximo del Partido de la Revolución Democrática (PRD); uno de los partidos de izquierda más importantes en la historia de los últimos 29 años en el país.


En noviembre de 2012 cuando AMLO decidió separarse del partido para formar Morena, los líderes del PRD hablaban de una izquierda moderna y responsable, la que debía negociar y alcanzar consensos con otras fuerzas políticas. Pocas semanas después, la izquierda moderna suscribía el Pacto por México.


Ahora se habla de la izquierda opositora y madura, con una clara alusión de que sus posiciones se alejarán de Morena. Entre la izquierda moderna y la opositora, el PRD ha sufrido una permanente descomposición en su estructura, liderazgo y rumbo con las renuncias al partido; traiciones y derrotas electorales y una lucha interna en la que no existen ni por asomo una ideología de sacrificio, una ideología de izquierda.


Es válido que al interior subsistan diversas posiciones en función de cada tema, pero lo que es insostenible es la ausencia de metodologías para conciliar las diferencias, establecer estrategias y determinar objetivos de izquierda. Todos coinciden con la refundación del partido, pero las visiones son distintas y hasta contradictorias desde hace más de 10 años.


Como la serpiente que come su cola sin encontrar un fin o una salida, así han sido todas las veces que se ha planteado la refundación porque al interior del partido hay distintas visiones que no logran reconciliarse y todo termina en una simulación.


Hace un año en este espacio escribí “La izquierda del 18” donde señalaba que los partidos de izquierda, y en especial el PRD, tenían la obligación de legitimar la decisión de impulsar el Frente con un partido de ideología ajena a la izquierda.


Movimiento Ciudadano ha decidido en congruencia aceptar su decisión pasada y comenzar hacia adelante al ofrecer todos sus votos a Morena. Lo que demuestra su coherencia como partido socialdemócrata, con la señal de reivindicación de las experiencias de lucha con los partidos de izquierda.


Ahora, los líderes del partido consideran que fue un error el Frente porque no se socializó con la militancia y la gente. Sin embargo, nunca hicieron nada por revertir esa ruta de construcción. Por supuesto que existían márgenes de decisión y mecanismos de presión, pero nadie quiso ir más allá de lo que pusiera en riesgo la seguridad de sus propios intereses.


No es de demócratas pedir que exista un nuevo armado del federalismo o que sean los tribunales federales quienes se encarguen de ejercer su poder para limitar al Ejecutivo, solo exponen que han perdido espacios de poder para incidir en las decisiones públicas. La idea de “carro completo” es anacrónica, implica no conocer el actual proceso alcanzado por la cultura política y la participación en los asuntos públicos; el cual persiste en las lógicas de viejos políticos.


Ser demócratas es construir, dialogar y convencer entre la diferencia, bajo una visión, metodología y objetivos de izquierda. En Morelos se impuso la fuerza, la cooptación de actores políticos, y aprovechar respaldo federal para imponer. La ciudadanía ya emitió su veredicto al primer gobierno de izquierda y reprobó el experimento.

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