/ miércoles 8 de enero de 2020

Otro cálculo fallido...

Mientras los políticos del estado, sigan anclados en el prejuicio y la exclusión del otro por su presunta pertenencia a uno u otro grupo, cualquier acuerdo resultará imposible y continuará el rezago en los temas que urgen en materia de política económica y social. Si bien han recibido el consejo muchas veces, lo cierto es que los políticos de Morelos siguen instalados en una percepción maniquea de la realidad en que las categorías de bueno o malo se renombran con las etiquetas de las administraciones anteriores o actuales. Decir, como hacen diputadas locales de uno y otro grupo “tal sirve a los intereses de Graco Ramírez”; o “cual es servil a Cuauhtémoc Blanco”, es una forma aburridísima de enfrentar el debate político, la urgencia de construir consensos, el diálogo racional.

Uno tendría que preguntarse si existe, en una realidad política tan egocéntrica, una corriente ideológica que pudiera ser llamada graquismo, o para el caso, adamismo, estradismo, e incluso cuauhtemocismo; conviene preguntarlo cuando es evidente la desaparición por degradación del priismo, panismo, perredismo, morenismo, y etcéteras múltiples. Conviene hacerse la pregunta, porque si los políticos no corresponden con su pensamiento y actos a un marco de referencia ideológica promovido por algún teórico del Estado, por más chafa que éste sea, entonces su actuar se guía por los intereses de un grupo o eminentemente personales, lo que complica severamente no sólo la predicción de los fenómenos políticos (eso que llaman servicios de inteligencia), sino también la promoción de diálogos que generen amplios consensos.

Y esos consensos urgen, porque los grupos ciudadanos que han pasado de la mayoría silenciosa a minorías activas, parecen bastante sólidos en sus posturas ideológicas sobre temas determinados, como el rechazo a los megaproyectos de desarrollo (termoeléctrica, gasoducto, minería), la búsqueda de ampliación de derechos (de convivencia, reproductivos, políticos), o incluso la demanda de mejora en los servicios públicos. Frente a ellos, una clase política desarticulada ideológicamente, empecinada en la eliminación del contrario, parece incapaz de diseñar políticas públicas eficientes para dar respuesta a las demandas sociales, canalizar las inquietudes de los ciudadanos, y mejorar las políticas públicas para garantizar el desarrollo.

El asunto es que, tanto la minoría de 7 que bloquea el Congreso, como la mayoría de 13 que califica sin dialogar, parecen más interesados en el cálculo del futuro electoral de cada una de sus carreras políticas (el proceso para las intermedias delo 2021 inicia ya en septiembre próximo), que en la construcción del futuro de la entidad. Uno asumiría que si las formas de relación política han cambiado, las prácticas de los políticos también tendrían que hacerlo, pero las evidencias descartan esa posibilidad; tenemos formas del siglo XXI con políticos del XIX (pero todos con Twitter y Facebook), lo que los convierte en mucho más peligrosos que los de antes.

Por cierto, su cálculo va a fallar si los votantes valoran más los resultados que las afrentas.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Mientras los políticos del estado, sigan anclados en el prejuicio y la exclusión del otro por su presunta pertenencia a uno u otro grupo, cualquier acuerdo resultará imposible y continuará el rezago en los temas que urgen en materia de política económica y social. Si bien han recibido el consejo muchas veces, lo cierto es que los políticos de Morelos siguen instalados en una percepción maniquea de la realidad en que las categorías de bueno o malo se renombran con las etiquetas de las administraciones anteriores o actuales. Decir, como hacen diputadas locales de uno y otro grupo “tal sirve a los intereses de Graco Ramírez”; o “cual es servil a Cuauhtémoc Blanco”, es una forma aburridísima de enfrentar el debate político, la urgencia de construir consensos, el diálogo racional.

Uno tendría que preguntarse si existe, en una realidad política tan egocéntrica, una corriente ideológica que pudiera ser llamada graquismo, o para el caso, adamismo, estradismo, e incluso cuauhtemocismo; conviene preguntarlo cuando es evidente la desaparición por degradación del priismo, panismo, perredismo, morenismo, y etcéteras múltiples. Conviene hacerse la pregunta, porque si los políticos no corresponden con su pensamiento y actos a un marco de referencia ideológica promovido por algún teórico del Estado, por más chafa que éste sea, entonces su actuar se guía por los intereses de un grupo o eminentemente personales, lo que complica severamente no sólo la predicción de los fenómenos políticos (eso que llaman servicios de inteligencia), sino también la promoción de diálogos que generen amplios consensos.

Y esos consensos urgen, porque los grupos ciudadanos que han pasado de la mayoría silenciosa a minorías activas, parecen bastante sólidos en sus posturas ideológicas sobre temas determinados, como el rechazo a los megaproyectos de desarrollo (termoeléctrica, gasoducto, minería), la búsqueda de ampliación de derechos (de convivencia, reproductivos, políticos), o incluso la demanda de mejora en los servicios públicos. Frente a ellos, una clase política desarticulada ideológicamente, empecinada en la eliminación del contrario, parece incapaz de diseñar políticas públicas eficientes para dar respuesta a las demandas sociales, canalizar las inquietudes de los ciudadanos, y mejorar las políticas públicas para garantizar el desarrollo.

El asunto es que, tanto la minoría de 7 que bloquea el Congreso, como la mayoría de 13 que califica sin dialogar, parecen más interesados en el cálculo del futuro electoral de cada una de sus carreras políticas (el proceso para las intermedias delo 2021 inicia ya en septiembre próximo), que en la construcción del futuro de la entidad. Uno asumiría que si las formas de relación política han cambiado, las prácticas de los políticos también tendrían que hacerlo, pero las evidencias descartan esa posibilidad; tenemos formas del siglo XXI con políticos del XIX (pero todos con Twitter y Facebook), lo que los convierte en mucho más peligrosos que los de antes.

Por cierto, su cálculo va a fallar si los votantes valoran más los resultados que las afrentas.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx