/ lunes 22 de mayo de 2023

¿Quién teme a la derecha?; es más, ¿cuál derecha?

Gran parte del discurso de odio cuaja en el miedo a la otredad. Primero se define quiénes son los otros, los que piensan y se comportan distinto, los que tienen modos de organización diferentes (aunque no sean similares entre sí). Luego se les asigna una etiqueta bastante abstracta. Finalmente se les ataca por todos los medios posibles, buscando la anulación, la exclusión, lo que el posmodernismo llamaba la última forma del terror generado desde el Estado.

En el México polarizado que gobierna Andrés Manuel López Obrador, a la otredad se le conoce como “derecha”, por una reminiscencia decimonónica que ubicaba a los conservadores en el lado derecho de algún parlamento, mientras que los liberales se ubicaban en el lado izquierdo. Bastaría una revisión seria de la historia para entender que esas categorías han sido rebasadas y que los modelos de Estado construidos en la actualidad son profundamente más híbridos que los planteados en el siglo XIX y la primera parte del XX, entre otras cosas porque responden a realidades mucho más complejas que han superado los dogmas políticos. Por ejemplo, los nacionalismos que entonces eran vistos como urgentes para identificar y salvaguardar las fronteras, hoy resultan un riesgo para la paz y la economía global.

El mundo en el que habita el discurso del lopezobradorismo no existe hace muchas décadas, tantas que incluso el agente identificado como el “enemigo” se extinguió a principios de éste siglo. De hecho, lo que algunos llaman hoy la ultraderecha (grupos profundamente intolerantes y regresivos al grado de la violencia, usuarios de un discurso repetitivo, dogmático y siempre mucho más sensible que racional), tiene las mismas características que otros de símbolo diferente que otros analistas, a falta de mejor categoría, han ubicado en la ultraizquierda. Los extremismos se confunden y a la postre resultan el mismo riesgo.

El temor, el odio por “la derecha” es totalmente infundado porque, igual que el coco, la mentada derecha no existe. Hay en cambio una colección de ideas sobre asuntos diversos que resultan alternativas a las que propone el Estado (siempre las hay), y que pueden generar simpatías mayores en grupos sociales. Estos grupos las ajustan de acuerdo a su relativa importancia en agendas propias que suelen conciliarse con otras. Los atados de ideas que referimos, no integran de forma alguna un sistema de pensamiento, al contrario, lo pragmático se impone y a menudo se complica incluso la integración de esas ideas en un programa integral de políticas públicas. De hecho, gran parte de la dificultad del análisis político actual es justamente la ausencia de sistemas políticos rígidos. Los intentos por imponer estos esquemas aumentan el grado de conflictividad política y social de todas las regiones.

En el caso del lopezobradorismo, podríamos identificar un sistema un poco menos pragmático, caracterizado por dogmas cuya imposición requiere del autoritarismo. Pero tampoco podríamos decir que el gobierno de López Obrador es uno de izquierda en tanto su discurso y acciones son negaciones constantes de la libertad, valor fundamental de la izquierda democrática. El estatismo centralista que promueve López Obrador tampoco es tan otrodoxo. La asociación del Estado con empresarios que han construido grandes capitales a partir de la cercanía con el gobierno federal o los estatales de la misma marca, es innegable; como también lo es la disciplina monetaria que ha evitado una crisis mayor a la que hoy se vive con niveles de inflación superiores a los deseables.

El falso constructo usado por el grupo en el poder para intentar abarcar (no entender) a la oposición: la derecha, resulta inútil en tanto ninguno de los opositores al régimen podría colocarse ese saco, no es de su talla. A algunos les estorba en el tema de la disciplina económica y la participación del capital privado, a muchos más en la reducción del Estado central y el empoderamiento de unidades más pequeñas de gobierno (como los municipios). En todo caso, lo que parece compartir el mosaico opositor son compromisos con la ampliación de libertades, la democracia, la paz, la división de poderes, la igualdad de oportunidades. La derecha no existe.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Gran parte del discurso de odio cuaja en el miedo a la otredad. Primero se define quiénes son los otros, los que piensan y se comportan distinto, los que tienen modos de organización diferentes (aunque no sean similares entre sí). Luego se les asigna una etiqueta bastante abstracta. Finalmente se les ataca por todos los medios posibles, buscando la anulación, la exclusión, lo que el posmodernismo llamaba la última forma del terror generado desde el Estado.

En el México polarizado que gobierna Andrés Manuel López Obrador, a la otredad se le conoce como “derecha”, por una reminiscencia decimonónica que ubicaba a los conservadores en el lado derecho de algún parlamento, mientras que los liberales se ubicaban en el lado izquierdo. Bastaría una revisión seria de la historia para entender que esas categorías han sido rebasadas y que los modelos de Estado construidos en la actualidad son profundamente más híbridos que los planteados en el siglo XIX y la primera parte del XX, entre otras cosas porque responden a realidades mucho más complejas que han superado los dogmas políticos. Por ejemplo, los nacionalismos que entonces eran vistos como urgentes para identificar y salvaguardar las fronteras, hoy resultan un riesgo para la paz y la economía global.

El mundo en el que habita el discurso del lopezobradorismo no existe hace muchas décadas, tantas que incluso el agente identificado como el “enemigo” se extinguió a principios de éste siglo. De hecho, lo que algunos llaman hoy la ultraderecha (grupos profundamente intolerantes y regresivos al grado de la violencia, usuarios de un discurso repetitivo, dogmático y siempre mucho más sensible que racional), tiene las mismas características que otros de símbolo diferente que otros analistas, a falta de mejor categoría, han ubicado en la ultraizquierda. Los extremismos se confunden y a la postre resultan el mismo riesgo.

El temor, el odio por “la derecha” es totalmente infundado porque, igual que el coco, la mentada derecha no existe. Hay en cambio una colección de ideas sobre asuntos diversos que resultan alternativas a las que propone el Estado (siempre las hay), y que pueden generar simpatías mayores en grupos sociales. Estos grupos las ajustan de acuerdo a su relativa importancia en agendas propias que suelen conciliarse con otras. Los atados de ideas que referimos, no integran de forma alguna un sistema de pensamiento, al contrario, lo pragmático se impone y a menudo se complica incluso la integración de esas ideas en un programa integral de políticas públicas. De hecho, gran parte de la dificultad del análisis político actual es justamente la ausencia de sistemas políticos rígidos. Los intentos por imponer estos esquemas aumentan el grado de conflictividad política y social de todas las regiones.

En el caso del lopezobradorismo, podríamos identificar un sistema un poco menos pragmático, caracterizado por dogmas cuya imposición requiere del autoritarismo. Pero tampoco podríamos decir que el gobierno de López Obrador es uno de izquierda en tanto su discurso y acciones son negaciones constantes de la libertad, valor fundamental de la izquierda democrática. El estatismo centralista que promueve López Obrador tampoco es tan otrodoxo. La asociación del Estado con empresarios que han construido grandes capitales a partir de la cercanía con el gobierno federal o los estatales de la misma marca, es innegable; como también lo es la disciplina monetaria que ha evitado una crisis mayor a la que hoy se vive con niveles de inflación superiores a los deseables.

El falso constructo usado por el grupo en el poder para intentar abarcar (no entender) a la oposición: la derecha, resulta inútil en tanto ninguno de los opositores al régimen podría colocarse ese saco, no es de su talla. A algunos les estorba en el tema de la disciplina económica y la participación del capital privado, a muchos más en la reducción del Estado central y el empoderamiento de unidades más pequeñas de gobierno (como los municipios). En todo caso, lo que parece compartir el mosaico opositor son compromisos con la ampliación de libertades, la democracia, la paz, la división de poderes, la igualdad de oportunidades. La derecha no existe.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx