/ jueves 7 de julio de 2022

La agresión contra el Instituto de la Mujer

“Las agresiones vienen de mujeres”, advierte Guadalupe Isela Chávez Cardoso, la presidenta de la asociación Mujer Nunca Permitas y una de las 14 aspirantes a dirigir el Instituto de la Mujer de Morelos, luego de los ataques en redes sociales para supuestamente lesionar su anhelo. No son pocos los méritos que la doctorante en Derecho tiene en su carrera; fue visitadora de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, asesora jurídica del Ayuntamiento de Cuernavaca, consejera municipal electoral, directora de vinculación social del órgano interno de control de la Fiscalía, litiga casos en derecho familiar, pero la más importante de todas esas credenciales es su trabajo a favor de las mujeres a las que brindan asesoría jurídica, psicológica y acompañamiento para víctimas.

La agresión consistió en una colección de acusaciones en torno al contenido de presuntos cabildeos de Guadalupe Isela con los diputados para lograr los votos a su favor; una práctica que, en caso de haberse dado, no resultaría ajena a la más elemental arte política. En esencia, cualquier aspirante a un cargo designado por el Congreso suele reunirse con diputados para impulsar su candidatura, lo que no es extraño, y refrenda el compromiso que debe hacer desde su postulación, ejercer el cargo con todo talento e inteligencia conforme a derecho. Si algunos comprometen otras cosas es cuestión de moral y buenas costumbres, pero los acercamientos son necesarios siempre.

No es la sustancia, sino el odio con que fueron escritos los libelos contra Guadalupe Isela los que llaman la atención y podrían considerarse incluso violencia política de género. La pretensión de que el éxito probable en las aspiraciones de Chávez Cardoso provendría del supuesto padrinazgo de un hombre, sin duda es evidencia del lastre de la cultura machista y resulta mucho más preocupante en tanto proviene, según la propia atacada ha señalado, de mujeres. Lo que la especie busca, en todo caso, es ocultar el trabajo de una de las aspirantes legítimas a la posición (la legitimidad radica en cumplir con todos los requisitos de la convocatoria emitida por el Congreso del estado) para hacer pensar que poco tendría que aportar al Instituto de la Mujer que, en cambio, sería comandado por alguien más. Lo mismo podría hacerse en el caso de cualquiera otra de las concursantes por el cargo y sería igual de censurable.

El Instituto de la Mujer de Morelos es un órgano autónomo, y su trabajo es reconocido en el plano nacional, aún en las condiciones de violencia y riesgo permanente que padecen las mujeres en Morelos, donde las agresiones de todo tipo contra las mujeres son extrañamente cotidianas. La invisibilización que desde el discurso pretende hacerse del instituto, reduciéndolo a una suerte de cuota política es gravísima en tanto refleja el escaso interés que la clase política con todo y su Congreso del estado paritario, tiene sobre la agenda urgente para las mujeres del estado. Si a ello sumamos el evidente desinterés del gobierno federal y los insuficientes esfuerzos de instancias municipales de la mujer que operan casi sin recursos, la falta de apoyo institucional a las organizaciones de la sociedad civil con agenda feminista, y la colección de cautelas y tibiezas de los funcionarios para trazar y abanderar realmente una agenda de género que impacte en todas las actividades del estado, poca esperanza hay para que la crítica situación de las mujeres morelenses mejore.

Y conste que las catorce aspirantes, Andrea Acevedo García, Patricia Socorro Bedolla Zamora, Lucero Ivonne Benítez Villaseñor, Micaela Bocanegra Rodríguez, Guadalupe Isela Chávez Cardoso, Kenya Hedrey Cortés Gómez, Flor Dessire León Hernández, Kenia Lugo Delgado, Diana Lizeth Martínez Cuevas, Yazmin Lisette Salgado Bravo, Edna Laura Sandoval Contreras, María Araceli Torres Rodríguez, Ariadna Isabel Urbina Ayala y Angélica Dánae Velázquez Luna, cada una en sus áreas, tienen méritos y trabajo intenso a favor de las mujeres en Morelos. Lo que en todo caso impresiona y hasta indigna es el descuido y la violencia con que se llevó el proceso de designación para la titular de un órgano fundamental para el desarrollo del estado.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

“Las agresiones vienen de mujeres”, advierte Guadalupe Isela Chávez Cardoso, la presidenta de la asociación Mujer Nunca Permitas y una de las 14 aspirantes a dirigir el Instituto de la Mujer de Morelos, luego de los ataques en redes sociales para supuestamente lesionar su anhelo. No son pocos los méritos que la doctorante en Derecho tiene en su carrera; fue visitadora de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, asesora jurídica del Ayuntamiento de Cuernavaca, consejera municipal electoral, directora de vinculación social del órgano interno de control de la Fiscalía, litiga casos en derecho familiar, pero la más importante de todas esas credenciales es su trabajo a favor de las mujeres a las que brindan asesoría jurídica, psicológica y acompañamiento para víctimas.

La agresión consistió en una colección de acusaciones en torno al contenido de presuntos cabildeos de Guadalupe Isela con los diputados para lograr los votos a su favor; una práctica que, en caso de haberse dado, no resultaría ajena a la más elemental arte política. En esencia, cualquier aspirante a un cargo designado por el Congreso suele reunirse con diputados para impulsar su candidatura, lo que no es extraño, y refrenda el compromiso que debe hacer desde su postulación, ejercer el cargo con todo talento e inteligencia conforme a derecho. Si algunos comprometen otras cosas es cuestión de moral y buenas costumbres, pero los acercamientos son necesarios siempre.

No es la sustancia, sino el odio con que fueron escritos los libelos contra Guadalupe Isela los que llaman la atención y podrían considerarse incluso violencia política de género. La pretensión de que el éxito probable en las aspiraciones de Chávez Cardoso provendría del supuesto padrinazgo de un hombre, sin duda es evidencia del lastre de la cultura machista y resulta mucho más preocupante en tanto proviene, según la propia atacada ha señalado, de mujeres. Lo que la especie busca, en todo caso, es ocultar el trabajo de una de las aspirantes legítimas a la posición (la legitimidad radica en cumplir con todos los requisitos de la convocatoria emitida por el Congreso del estado) para hacer pensar que poco tendría que aportar al Instituto de la Mujer que, en cambio, sería comandado por alguien más. Lo mismo podría hacerse en el caso de cualquiera otra de las concursantes por el cargo y sería igual de censurable.

El Instituto de la Mujer de Morelos es un órgano autónomo, y su trabajo es reconocido en el plano nacional, aún en las condiciones de violencia y riesgo permanente que padecen las mujeres en Morelos, donde las agresiones de todo tipo contra las mujeres son extrañamente cotidianas. La invisibilización que desde el discurso pretende hacerse del instituto, reduciéndolo a una suerte de cuota política es gravísima en tanto refleja el escaso interés que la clase política con todo y su Congreso del estado paritario, tiene sobre la agenda urgente para las mujeres del estado. Si a ello sumamos el evidente desinterés del gobierno federal y los insuficientes esfuerzos de instancias municipales de la mujer que operan casi sin recursos, la falta de apoyo institucional a las organizaciones de la sociedad civil con agenda feminista, y la colección de cautelas y tibiezas de los funcionarios para trazar y abanderar realmente una agenda de género que impacte en todas las actividades del estado, poca esperanza hay para que la crítica situación de las mujeres morelenses mejore.

Y conste que las catorce aspirantes, Andrea Acevedo García, Patricia Socorro Bedolla Zamora, Lucero Ivonne Benítez Villaseñor, Micaela Bocanegra Rodríguez, Guadalupe Isela Chávez Cardoso, Kenya Hedrey Cortés Gómez, Flor Dessire León Hernández, Kenia Lugo Delgado, Diana Lizeth Martínez Cuevas, Yazmin Lisette Salgado Bravo, Edna Laura Sandoval Contreras, María Araceli Torres Rodríguez, Ariadna Isabel Urbina Ayala y Angélica Dánae Velázquez Luna, cada una en sus áreas, tienen méritos y trabajo intenso a favor de las mujeres en Morelos. Lo que en todo caso impresiona y hasta indigna es el descuido y la violencia con que se llevó el proceso de designación para la titular de un órgano fundamental para el desarrollo del estado.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx