/ miércoles 3 de agosto de 2022

El futuro del Congreso

Según todo apunta, los órganos de dirección en el Congreso del Estado quedarán tal como están ahora. La mesa directiva seguirá en manos del PAN y la Junta Política a cargo de Morena y tampoco se percibe que haya los consensos para hacer cambios en las comisiones. Podría darse, de acuerdo con los movimientos dentro de las fracciones (se espera que en Morena se releve la coordinación parlamentaria), que la Junta Política estrene titular, pero aún siga en manos de Morena, y más exactamente, de Ariadna Barrera Vázquez, única alternativa visible a Paola Cruz Torres hasta el momento. Sobre todo considerando lo mal que fue a los diputados morenistas que buscaron ser consejeros del partido, aspiración que sólo cumplieron Cruz Torres y Barrera Vázquez.

Así que nuevamente, la viabilidad en la atención que el Legislativo morelense tiene que dar a los asuntos que le competen (y que en términos de representación popular son todos los públicos), seguirá sujeta a la voluntad de las partes que, idealmente, tendrían que ver por el bien del estado; en un escenario menos optimista, lo que ellos perciben como el bien del estado; y no en el horrible realismo de la práctica política, lo que conviene a los intereses de algún grupo.

De los males el menor, si bien no hay posibilidad mayor de acuerdos entre los grupos y fracciones parlamentarias y el escenario del debate legislativo advierte ya desde ahora la contaminación de los intereses electorales de cada una de las partes, no parece haber riesgo de volver al rompimiento del diálogo, como pasó al final de 2021 y principio del año que corre, en que el Congreso prácticamente se paralizó.

Habrá, sin duda, un cúmulo de problemas y grillas que impidan, la mayoría de los acuerdos, pero parece haber una disposición no confesa de los grupos en el Legislativo para transitar por lo menos en los temas que se perciben como urgentes para evitar que el poder caiga en responsabilidad jurídica, a la que todos parecen temerle más que a la política. También hay el estado de cosas suficiente para que en lo administrativo el Congreso funcione adecuadamente. Pero con mucho, todo apunta a que esta Legislatura, aunque seguirá siendo un fiel contrapeso del Ejecutivo, no contribuirá mayormente a la evolución de Morelos hacia los derroteros que nos gustaría.

Tampoco puede achacarse a los diputados de uno u otro bando demasiada responsabilidad en lo que podría considerarse una baja productividad legislativa. Lo cierto es que, como cada político que ha pasado por el Legislativo, son víctimas de las circunstancias. Los electores nuevamente negaron la mayoría a una sola fuerza o a una alianza, y determinaron que el Congreso transitara por la vía de los acuerdos, pero también que vigilara y frenara las acciones equívocas del Ejecutivo. La primera parte no se ha cumplido del todo, pero en la segunda, las cosas no pintan tan mal y eso debe reconocerse.

¿Es probable que el presupuesto para el 2023 corra la misma suerte que el de 2022 que se archivó sin aprobarse? Claro que sí. Porque todo apunta a que el gobierno estatal no cambiará sus prioridades de gasto, que la mayor parte del ingreso del estado seguiría viniendo del gobierno federal, que las presiones para incrementar los recursos que se destinan al desarrollo social y económico del estado, y a la seguridad pública continuarán dados los magros resultados del Ejecutivo. Son los mismos actores para el mismo libreto, extraño sería que llegaran a un acuerdo. Pero esa discusión no debiera angustiar mucho a los legisladores que, en cambio, tienen frente a ellos tareas enormes como la aprobación de por lo menos una docena de leyes y otros tantos nombramientos de funcionarios que impactan directamente en la sociedad morelense.

Por lo que sabemos, la mira está puesta en eso.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Según todo apunta, los órganos de dirección en el Congreso del Estado quedarán tal como están ahora. La mesa directiva seguirá en manos del PAN y la Junta Política a cargo de Morena y tampoco se percibe que haya los consensos para hacer cambios en las comisiones. Podría darse, de acuerdo con los movimientos dentro de las fracciones (se espera que en Morena se releve la coordinación parlamentaria), que la Junta Política estrene titular, pero aún siga en manos de Morena, y más exactamente, de Ariadna Barrera Vázquez, única alternativa visible a Paola Cruz Torres hasta el momento. Sobre todo considerando lo mal que fue a los diputados morenistas que buscaron ser consejeros del partido, aspiración que sólo cumplieron Cruz Torres y Barrera Vázquez.

Así que nuevamente, la viabilidad en la atención que el Legislativo morelense tiene que dar a los asuntos que le competen (y que en términos de representación popular son todos los públicos), seguirá sujeta a la voluntad de las partes que, idealmente, tendrían que ver por el bien del estado; en un escenario menos optimista, lo que ellos perciben como el bien del estado; y no en el horrible realismo de la práctica política, lo que conviene a los intereses de algún grupo.

De los males el menor, si bien no hay posibilidad mayor de acuerdos entre los grupos y fracciones parlamentarias y el escenario del debate legislativo advierte ya desde ahora la contaminación de los intereses electorales de cada una de las partes, no parece haber riesgo de volver al rompimiento del diálogo, como pasó al final de 2021 y principio del año que corre, en que el Congreso prácticamente se paralizó.

Habrá, sin duda, un cúmulo de problemas y grillas que impidan, la mayoría de los acuerdos, pero parece haber una disposición no confesa de los grupos en el Legislativo para transitar por lo menos en los temas que se perciben como urgentes para evitar que el poder caiga en responsabilidad jurídica, a la que todos parecen temerle más que a la política. También hay el estado de cosas suficiente para que en lo administrativo el Congreso funcione adecuadamente. Pero con mucho, todo apunta a que esta Legislatura, aunque seguirá siendo un fiel contrapeso del Ejecutivo, no contribuirá mayormente a la evolución de Morelos hacia los derroteros que nos gustaría.

Tampoco puede achacarse a los diputados de uno u otro bando demasiada responsabilidad en lo que podría considerarse una baja productividad legislativa. Lo cierto es que, como cada político que ha pasado por el Legislativo, son víctimas de las circunstancias. Los electores nuevamente negaron la mayoría a una sola fuerza o a una alianza, y determinaron que el Congreso transitara por la vía de los acuerdos, pero también que vigilara y frenara las acciones equívocas del Ejecutivo. La primera parte no se ha cumplido del todo, pero en la segunda, las cosas no pintan tan mal y eso debe reconocerse.

¿Es probable que el presupuesto para el 2023 corra la misma suerte que el de 2022 que se archivó sin aprobarse? Claro que sí. Porque todo apunta a que el gobierno estatal no cambiará sus prioridades de gasto, que la mayor parte del ingreso del estado seguiría viniendo del gobierno federal, que las presiones para incrementar los recursos que se destinan al desarrollo social y económico del estado, y a la seguridad pública continuarán dados los magros resultados del Ejecutivo. Son los mismos actores para el mismo libreto, extraño sería que llegaran a un acuerdo. Pero esa discusión no debiera angustiar mucho a los legisladores que, en cambio, tienen frente a ellos tareas enormes como la aprobación de por lo menos una docena de leyes y otros tantos nombramientos de funcionarios que impactan directamente en la sociedad morelense.

Por lo que sabemos, la mira está puesta en eso.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx