/ miércoles 28 de abril de 2021

No hay Mesías de la Eterna Primavera

Si hay un saber que debieran tener claro Sergio Estrada y Antonio Villalobos, es que el Ayuntamiento de Cuernavaca no puede refundarse cada trienio. Deben saberlo porque los dos han sido ya alcaldes, pero igual tendrán que reconocer a quienes habitan en una ciudad tan extraordinaria, el anhelo de que las cosas cambien profundamente en la ciudad y sus alrededores (porque las fronteras políticas de Cuernavaca son bastante difusas a la luz de la realidad).

Sergio y Toño han padecido lo poco que son tres años para renovar estructuralmente un ayuntamiento que no funciona; el reto de Sergio en 1997 fue equiparable entonces al de Toño ahora; y los resultados de los gobiernos municipales de uno y otro son profundamente diferentes. Ambos se encontraron estructuras gubernamentales penetradas por la corrupción e impunidad; ambos padecieron el abandono de las legislaturas con las que les tocó convivir; ambos tuvieron enfrente a un ejecutivo estatal inestable y escasamente operante.

Acaso los pasivos que encontró Estrada resultaban bastante menores que los hallados por Villalobos, pero la ciudad era entonces mucho más pequeña que ahora.

Pero este espacio no pretende ser una comparación entre sólo dos de los casi 20 candidatos a la presidencia municipal de Cuernavaca. Lo que pretendemos resaltar es la imposibilidad de un borrón y cuenta nueva en una estructura municipal comprometida por la deuda y capturada por los intereses políticos de unos y otros. Es decir, mentiría el candidato a la alcaldía que prometiera una conversión profunda de la noche a la mañana de un Ayuntamiento que por un par de décadas ha sido un costal de mañas.

Pero a final de cuentas, comentan muchos cuernavacos en charlas informales, nadie espera una gran transformación proveniente de algún Mesías de la Eterna Primavera. De hecho, lo que más molesta a la gente de Cuernavaca es la incapacidad de resolver cosas sumamente sencillas. No se pide una revolución, pues, sino una colección de pequeños cambios básicos: que cuando uno abra la llave salga agua; que las calles estén iluminadas y relativamente libres de baches; que los negocios pequeños, medianos y grandes puedan trabajar a gusto y generar empleos sin que la autoridad estorbe su apertura y operación; que uno se sienta seguro al salir a las calles; que la ciudad recupere el crecimiento económico; que se promueva efectivamente al turismo; que las mujeres estén seguras y tengan oportunidades de estudio, empleo y emprendimiento sin ser hostigadas de ninguna forma; que se restaure el medio ambiente para revertir los efectos del cambio climático. Es decir, no hacen falta Mesías, sino equipos de trabajo que den resultados suficientes.

A lo mejor por eso están prendiendo tan poco a los habitantes de Cuernavaca las campañas políticas por la alcaldía. Esos ejercicios en que nos presentan a simples ciudadanos como paridos por algún dios griego que los dotó de superpoderes para solucionarlo todo con su simple ascenso al poder. Porque a final de cuentas, todos siguen con sus actos de campaña pero ninguno de esas prácticas ha resultado en que se solucione el problema de agua, tampoco en tapar un solo bache, o en salvar a algún negocio de la quiebra.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Si hay un saber que debieran tener claro Sergio Estrada y Antonio Villalobos, es que el Ayuntamiento de Cuernavaca no puede refundarse cada trienio. Deben saberlo porque los dos han sido ya alcaldes, pero igual tendrán que reconocer a quienes habitan en una ciudad tan extraordinaria, el anhelo de que las cosas cambien profundamente en la ciudad y sus alrededores (porque las fronteras políticas de Cuernavaca son bastante difusas a la luz de la realidad).

Sergio y Toño han padecido lo poco que son tres años para renovar estructuralmente un ayuntamiento que no funciona; el reto de Sergio en 1997 fue equiparable entonces al de Toño ahora; y los resultados de los gobiernos municipales de uno y otro son profundamente diferentes. Ambos se encontraron estructuras gubernamentales penetradas por la corrupción e impunidad; ambos padecieron el abandono de las legislaturas con las que les tocó convivir; ambos tuvieron enfrente a un ejecutivo estatal inestable y escasamente operante.

Acaso los pasivos que encontró Estrada resultaban bastante menores que los hallados por Villalobos, pero la ciudad era entonces mucho más pequeña que ahora.

Pero este espacio no pretende ser una comparación entre sólo dos de los casi 20 candidatos a la presidencia municipal de Cuernavaca. Lo que pretendemos resaltar es la imposibilidad de un borrón y cuenta nueva en una estructura municipal comprometida por la deuda y capturada por los intereses políticos de unos y otros. Es decir, mentiría el candidato a la alcaldía que prometiera una conversión profunda de la noche a la mañana de un Ayuntamiento que por un par de décadas ha sido un costal de mañas.

Pero a final de cuentas, comentan muchos cuernavacos en charlas informales, nadie espera una gran transformación proveniente de algún Mesías de la Eterna Primavera. De hecho, lo que más molesta a la gente de Cuernavaca es la incapacidad de resolver cosas sumamente sencillas. No se pide una revolución, pues, sino una colección de pequeños cambios básicos: que cuando uno abra la llave salga agua; que las calles estén iluminadas y relativamente libres de baches; que los negocios pequeños, medianos y grandes puedan trabajar a gusto y generar empleos sin que la autoridad estorbe su apertura y operación; que uno se sienta seguro al salir a las calles; que la ciudad recupere el crecimiento económico; que se promueva efectivamente al turismo; que las mujeres estén seguras y tengan oportunidades de estudio, empleo y emprendimiento sin ser hostigadas de ninguna forma; que se restaure el medio ambiente para revertir los efectos del cambio climático. Es decir, no hacen falta Mesías, sino equipos de trabajo que den resultados suficientes.

A lo mejor por eso están prendiendo tan poco a los habitantes de Cuernavaca las campañas políticas por la alcaldía. Esos ejercicios en que nos presentan a simples ciudadanos como paridos por algún dios griego que los dotó de superpoderes para solucionarlo todo con su simple ascenso al poder. Porque a final de cuentas, todos siguen con sus actos de campaña pero ninguno de esas prácticas ha resultado en que se solucione el problema de agua, tampoco en tapar un solo bache, o en salvar a algún negocio de la quiebra.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx