/ miércoles 13 de febrero de 2019

Mujeres: entre valentía y hartazgo

La historia es más o menos así: Un pequeño grupo de mujeres, pasajeras de un autobús que fue asaltado por un par de sujetos que las amagaron con un cuchillo de cocina decidió perseguir a los malhechores por la calle de Galeana. Al oír el escándalo, los vecinos de negocios y establecimientos salieron a ayudarlas, los maleantes fueron sometidos por las mujeres y vecinos y poco después llegó la policía para ponerlos a disposición de la Fiscalía.

En cualquier situación la detención sería un hecho digno de llamar la atención, en tanto la ciudadanía se organizó en pocos segundos para enfrentar una amenaza y logró contenerla. En el contexto del Morelos actual, un estado donde se agrede y somete a las mujeres todos los días, se trata de una historia ejemplar. Y más que para el anecdotario, el acontecimiento ofrece múltiples aristas para el análisis.

La más barata podría ser la crítica a los órganos de seguridad pública (el asalto ocurrió a unas cuadras del centro de la ciudad en una unidad de transporte colectivo). Cierto que un capítulo más de la inseguridad es terrible, pero direccionar el asunto a un aspecto exclusivamente de inoperancia de las autoridades, o ascenso de la ola criminal resulta francamente mezquino cuando se tiene frente la acción espontánea, pero bastante organizada, de la sociedad y más cuando de apoyar a las mujeres se trata.

Porque quizá lo más interesante del hecho es que, justo en medio de las alertas de género, de las manifestaciones y foros en que, con toda justicia, se exige protección para las mujeres; tres de ellas hayan dicho basta y enfrentaran a sus agresores, pidieran el apoyo de los ciudadanos, detuvieran a los sujetos y superaran una situación de peligro. Entre valentía y hartazgo estas mujeres han despertado para retomar, por sí mismas, la seguridad que les ha sido negada constantemente por una ola criminal infame, y por una sociedad omisa ante sus moderadas quejas. La respuesta de los vecinos, la persecución y captura de los maleantes ante las arengas de las mujeres que los perseguían fue una espontánea respuesta a un grito que en lo simbólico se ha desoído, y en lo instrumental también pasaba desapercibido hasta hace poco.

La noticia de que las mujeres detuvieron a los presuntos delincuentes fue probablemente la más vista y comentada en Morelos ayer, y con razón, en tanto los ciudadanos parecen fastidiados de derrotas contra la delincuencia y el poderse anotar un triunfo civilizado, sin linchamientos ni abusos, parece de esas que tanta falta nos hacen.

El hecho podría parecer a muchos una simple disrupción del patético orden establecido, ese en el que los malos ganan, en que las mujeres siguen siendo violentadas todos los días en todas las esferas. Pero también es cierto que asoma como una esperanza enorme sobre todo para quienes, desde la condición femenina, han gritado ayuda una y otra vez a los muros de una sociedad aparentemente sorda; es una esperanza porque esa tarde, en la calle de Galeana, quedó demostrado que hay quienes están dispuestos a escuchar el grito de ayuda, que están listos para hacer algo en cuanto se les requiera.

Hoy podemos imaginar que la sociedad está cambiando y que podemos, juntos, hacer frente a la violencia contra las mujeres, frenar el ambiente de temor que la sociedad entera ha generado por acciones u omisiones. Porque probablemente lo único que nos haga falta para lograr esa transformación sea empezar a imaginarla, y lo demás esté en nuestras manos. Hubo una época en que Cuernavaca era así, colaborativa, se sintió bien, por momentos, estar de vuelta en el pasado.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca. com.mx

La historia es más o menos así: Un pequeño grupo de mujeres, pasajeras de un autobús que fue asaltado por un par de sujetos que las amagaron con un cuchillo de cocina decidió perseguir a los malhechores por la calle de Galeana. Al oír el escándalo, los vecinos de negocios y establecimientos salieron a ayudarlas, los maleantes fueron sometidos por las mujeres y vecinos y poco después llegó la policía para ponerlos a disposición de la Fiscalía.

En cualquier situación la detención sería un hecho digno de llamar la atención, en tanto la ciudadanía se organizó en pocos segundos para enfrentar una amenaza y logró contenerla. En el contexto del Morelos actual, un estado donde se agrede y somete a las mujeres todos los días, se trata de una historia ejemplar. Y más que para el anecdotario, el acontecimiento ofrece múltiples aristas para el análisis.

La más barata podría ser la crítica a los órganos de seguridad pública (el asalto ocurrió a unas cuadras del centro de la ciudad en una unidad de transporte colectivo). Cierto que un capítulo más de la inseguridad es terrible, pero direccionar el asunto a un aspecto exclusivamente de inoperancia de las autoridades, o ascenso de la ola criminal resulta francamente mezquino cuando se tiene frente la acción espontánea, pero bastante organizada, de la sociedad y más cuando de apoyar a las mujeres se trata.

Porque quizá lo más interesante del hecho es que, justo en medio de las alertas de género, de las manifestaciones y foros en que, con toda justicia, se exige protección para las mujeres; tres de ellas hayan dicho basta y enfrentaran a sus agresores, pidieran el apoyo de los ciudadanos, detuvieran a los sujetos y superaran una situación de peligro. Entre valentía y hartazgo estas mujeres han despertado para retomar, por sí mismas, la seguridad que les ha sido negada constantemente por una ola criminal infame, y por una sociedad omisa ante sus moderadas quejas. La respuesta de los vecinos, la persecución y captura de los maleantes ante las arengas de las mujeres que los perseguían fue una espontánea respuesta a un grito que en lo simbólico se ha desoído, y en lo instrumental también pasaba desapercibido hasta hace poco.

La noticia de que las mujeres detuvieron a los presuntos delincuentes fue probablemente la más vista y comentada en Morelos ayer, y con razón, en tanto los ciudadanos parecen fastidiados de derrotas contra la delincuencia y el poderse anotar un triunfo civilizado, sin linchamientos ni abusos, parece de esas que tanta falta nos hacen.

El hecho podría parecer a muchos una simple disrupción del patético orden establecido, ese en el que los malos ganan, en que las mujeres siguen siendo violentadas todos los días en todas las esferas. Pero también es cierto que asoma como una esperanza enorme sobre todo para quienes, desde la condición femenina, han gritado ayuda una y otra vez a los muros de una sociedad aparentemente sorda; es una esperanza porque esa tarde, en la calle de Galeana, quedó demostrado que hay quienes están dispuestos a escuchar el grito de ayuda, que están listos para hacer algo en cuanto se les requiera.

Hoy podemos imaginar que la sociedad está cambiando y que podemos, juntos, hacer frente a la violencia contra las mujeres, frenar el ambiente de temor que la sociedad entera ha generado por acciones u omisiones. Porque probablemente lo único que nos haga falta para lograr esa transformación sea empezar a imaginarla, y lo demás esté en nuestras manos. Hubo una época en que Cuernavaca era así, colaborativa, se sintió bien, por momentos, estar de vuelta en el pasado.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca. com.mx

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