/ domingo 8 de agosto de 2021

Morir en casa

Al principio de la pandemia por Covid-19 la Organización Mundial de la Salud hizo un llamado enérgico a los países para que colaboraran en evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 ya que por no existir memoria inmunológica previa, aún siendo una enfermedad relativamente leve, se preveía que el impacto en la salud y la vida de la humanidad sería catastrófico.

La insuficiente respuesta a nivel mundial ha provocado que a la fecha se hayan perdido al menos 4 millones 290 mil vidas de las cuales México ha aportado 244 mil 248, posicionándose en el cuarto lugar mundial después de Estados Unidos, Brasil y la India. Por otro lado, el deficiente control en la transmisión del virus aceleró la aparición de nuevas variantes.

Recordemos que el virus solo puede mutar cuando se propaga. Es durante el proceso de replicación que el genoma del virus acumula cambios y gracias una alta tasa de transmisión es que estos cambios se fijan en la población volviéndose preponderantes. Como resultado, han surgido una serie de variantes entre las que se encuentra la delta, la cual en solamente cuatro meses ha desplazado a todas las existentes y es actualmente la responsable de 9 de cada 10 casos confirmados en todo el mundo.

La carrera entre las vacunas y la pandemia se encuentra en estos momentos en su fase decisiva. Aunque las vacunas han demostrado ser razonablemente efectivas para evitar las formas graves de la enfermedad y la muerte por la variante delta, hay razones para prever que en México la intensidad de la tercera ola pudiera ser igual o peor que las anteriores.

La primera es que para que las vacunas protejan a una persona deberán de haber pasado al menos dos semanas después de la aplicación del esquema completo. Eso significa que al día de hoy, de los 27 millones de mexicanos que han recibido el esquema completo, al menos cuatro millones no alcanzarán a desarrollar inmunidad antes del pico del contagio que se espera para la última semana de agosto. Lo mismo ocurrirá con los 18 millones de mexicanos que han recibido solo una dosis.

En consecuencia, en México hay todavía 100 millones de personas susceptibles de contagiarse, enfermarse de gravedad o morir con la proporción que ya conocemos: 8 de cada 10 infectados no presentará síntomas pero propagarán el virus, 2 de cada 10 enfermos requerirán hospitalización y 1 de cada 10 hospitalizados fallecerá.

La situación en México es mejor que en otros países pero de ninguna manera es algo que debiera dejarnos satisfechos ante el enorme costo personal, social y económico que implicará una segunda ola de gran escala en menos de un año. Según datos del INEGI, en 2020 el Covid-19 se erigió como la principal causa de muerte para hombres y la segunda para mujeres en México, superando el máximo histórico de fallecimientos con 1 millón 86 mil 94 casos, 338 mil 310 más que en 2019.

De acuerdo a la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, el costo promedio de un enfermo ambulatorio de Covid-19 es de 14 mil pesos, de necesitarse hospitalización el costo se eleva de 400 mil hasta dos millones de pesos, dependiendo del hospital y de la gravedad del caso. Por tratarse de una enfermedad para la cual la mayoría de los procedimientos se encuentran en fase experimental y por lo tanto no son cubiertos por los seguros de gastos médicos, los hospitales privados solicitan un depósito en garantía de al menos 100 mil pesos para el ingreso del paciente.

Los datos publicados por el INEGI indican que en 2020 ocurrieron 172 mil 137 fallecimientos en casa más que en 2019 los cuales representan aquellos pacientes que no pudieron contratar hospitales privados o que no encontraron lugar en los públicos reconvertidos para Covid-19. De estos, 129 mil 861 pacientes no tuvieron acceso a ningún tipo atención médica, 26 mil 149 más que en 2019.

Durante la ola delta la población de mayor riesgo no son ya los adultos mayores ni quienes presenten comorbilidades sino los no vacunados, aquellas personas que por diferentes razones declinaron aprovechar la vacunación con su grupo de edad y de manera muy importante nuestros jóvenes quienes no han sido convocados todavía. De tal forma que son los menores de 40 años quienes están presentando actualmente la mayor tasa de acumulación de casos positivos y hospitalizaciones.

Es por ellos que ante esta nueva crisis debiéramos rigidizar las medidas preventivas en lugar de tener un semáforo sin consecuencia. El tiempo nos dará la razón, de nada sirve una economía saludable si tenemos una juventud mermada por una enfermedad prevenible.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten:
Reivindicando a Plutón o Brenda Valderrama en Facebook

Al principio de la pandemia por Covid-19 la Organización Mundial de la Salud hizo un llamado enérgico a los países para que colaboraran en evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 ya que por no existir memoria inmunológica previa, aún siendo una enfermedad relativamente leve, se preveía que el impacto en la salud y la vida de la humanidad sería catastrófico.

La insuficiente respuesta a nivel mundial ha provocado que a la fecha se hayan perdido al menos 4 millones 290 mil vidas de las cuales México ha aportado 244 mil 248, posicionándose en el cuarto lugar mundial después de Estados Unidos, Brasil y la India. Por otro lado, el deficiente control en la transmisión del virus aceleró la aparición de nuevas variantes.

Recordemos que el virus solo puede mutar cuando se propaga. Es durante el proceso de replicación que el genoma del virus acumula cambios y gracias una alta tasa de transmisión es que estos cambios se fijan en la población volviéndose preponderantes. Como resultado, han surgido una serie de variantes entre las que se encuentra la delta, la cual en solamente cuatro meses ha desplazado a todas las existentes y es actualmente la responsable de 9 de cada 10 casos confirmados en todo el mundo.

La carrera entre las vacunas y la pandemia se encuentra en estos momentos en su fase decisiva. Aunque las vacunas han demostrado ser razonablemente efectivas para evitar las formas graves de la enfermedad y la muerte por la variante delta, hay razones para prever que en México la intensidad de la tercera ola pudiera ser igual o peor que las anteriores.

La primera es que para que las vacunas protejan a una persona deberán de haber pasado al menos dos semanas después de la aplicación del esquema completo. Eso significa que al día de hoy, de los 27 millones de mexicanos que han recibido el esquema completo, al menos cuatro millones no alcanzarán a desarrollar inmunidad antes del pico del contagio que se espera para la última semana de agosto. Lo mismo ocurrirá con los 18 millones de mexicanos que han recibido solo una dosis.

En consecuencia, en México hay todavía 100 millones de personas susceptibles de contagiarse, enfermarse de gravedad o morir con la proporción que ya conocemos: 8 de cada 10 infectados no presentará síntomas pero propagarán el virus, 2 de cada 10 enfermos requerirán hospitalización y 1 de cada 10 hospitalizados fallecerá.

La situación en México es mejor que en otros países pero de ninguna manera es algo que debiera dejarnos satisfechos ante el enorme costo personal, social y económico que implicará una segunda ola de gran escala en menos de un año. Según datos del INEGI, en 2020 el Covid-19 se erigió como la principal causa de muerte para hombres y la segunda para mujeres en México, superando el máximo histórico de fallecimientos con 1 millón 86 mil 94 casos, 338 mil 310 más que en 2019.

De acuerdo a la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, el costo promedio de un enfermo ambulatorio de Covid-19 es de 14 mil pesos, de necesitarse hospitalización el costo se eleva de 400 mil hasta dos millones de pesos, dependiendo del hospital y de la gravedad del caso. Por tratarse de una enfermedad para la cual la mayoría de los procedimientos se encuentran en fase experimental y por lo tanto no son cubiertos por los seguros de gastos médicos, los hospitales privados solicitan un depósito en garantía de al menos 100 mil pesos para el ingreso del paciente.

Los datos publicados por el INEGI indican que en 2020 ocurrieron 172 mil 137 fallecimientos en casa más que en 2019 los cuales representan aquellos pacientes que no pudieron contratar hospitales privados o que no encontraron lugar en los públicos reconvertidos para Covid-19. De estos, 129 mil 861 pacientes no tuvieron acceso a ningún tipo atención médica, 26 mil 149 más que en 2019.

Durante la ola delta la población de mayor riesgo no son ya los adultos mayores ni quienes presenten comorbilidades sino los no vacunados, aquellas personas que por diferentes razones declinaron aprovechar la vacunación con su grupo de edad y de manera muy importante nuestros jóvenes quienes no han sido convocados todavía. De tal forma que son los menores de 40 años quienes están presentando actualmente la mayor tasa de acumulación de casos positivos y hospitalizaciones.

Es por ellos que ante esta nueva crisis debiéramos rigidizar las medidas preventivas en lugar de tener un semáforo sin consecuencia. El tiempo nos dará la razón, de nada sirve una economía saludable si tenemos una juventud mermada por una enfermedad prevenible.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten:
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