/ lunes 30 de marzo de 2020

Moneda internacional

La mañana del 26 de marzo, los miembros del parlamento Latinoamericano y del Caribe (Parlatino) —institución en la que funjo como Secretaria General— lanzamos un comunicado en el que hacemos un exhorto a la unión y la solidaridad dentro y hacia la región, con el objetivo de que todos juntos seamos capaces de superar la emergencia sanitaria que nos azota en estos momentos.

Este llamado se realizó luego de tomar en consideración que, además del evidente impacto sanitario que enfrentamos los países Latinoamericanos y Caribeños, las medidas drásticas implementadas por los gobiernos para contener y combatir la creciente pandemia tendrán un efecto negativo en la economía, política y sociedad de nuestros países.

A los impactos propios que cada país, de acuerdo con sus características y contextos particulares, sufrirá; deben agregarse las afectaciones tendrán los mercados financieros, las cadenas mundiales de suministro y las inversiones. Es decir, aunado al daño nacional, existe la posibilidad de una recesión global en el horizonte.

A partir de este escenario desfavorable en el que nos encontramos, es fundamental que entre ciudadanos, comunidades, y Estados nos apoyemos dentro del marco de la solidaridad y la unión. El problema que hoy enfrentamos nos obliga a buscar de manera conjunta respuestas para enfrentar esta crisis

Este apoyo debe partir desde la unión de los países, en términos económicos y políticos. Es imperativo poner los problemas que nos dividen en pausa, para centrarnos en aquel que tenemos en común. Cuando el planeta entero se ve amenazado por un mismo virus, y este ha tenido la capacidad de infectares a millones, matar a miles y dar golpes críticos a la economía del globo; nuestras diferencias se ven más pequeñas.

Hay que tomar en consideración que el poder de acción y reacción de casa Estado es distinto. Si bien cada nación tiene elementos particulares que juegan a su favor en escenarios determinados, en este contexto partículas hay que poder reconocer cuáles son nuestras verdaderas fortalezas y debilidades, de qué manera podemos hacer uso de ellas en este momento y de qué manera podemos apoyar a nuestros vecinos globales. Si bien no todos los países tendrán la posibilidad de compartir sus riquezas, enviar especialistas o regalar equipos médicos; hay una moneda internacional con la que todo el mundo cuenta: información.

Por ello, dentro de este esfuerzo solidario global hay que analizar los conocimientos existentes acerca del virus: la forma y velocidad de contagio, la tasa de letalidad y sus particularidades, los mecanismos de protección sanitaria disponibles para la sociedad y para las autoridades de salud y las acciones más efectivas para su contención. Asimismo, aprender a detectar los aciertos y errores que ha cometido cada país en su lucha contra el COVID-19. Una vez visualizados estos dos elementos, hay que analizar de qué manera podemos aplicar los éxitos en nuestras tierras y evitar tropezar sobre la misma roca que ya se han caído otros.

Finalmente, y comenzando a pensar a futuro, los esfuerzos por encontrar la cura de este mal deben tener como fin máximo el apoyo a las personas del mundo, y no la acumulación de riquezas. Estos no son tiempos de egoísmo y concentración de bienes, sino de solidaridad como especie, de aprendizaje y de reflexión. Hoy más que nunca tenemos la oportunidad de aprender del otro, de reconocer nuestras diferencias, pero también de apreciar nuestras similitudes. Porque el virus no distingue entre colores ni banderas, ni podrá ser detenido por muros y patrullas fronterizas.

Este virus afecta, a nivel nacional, a las personas que menos tienen, y este fenómeno se reproduce a nivel internacional. Los países más marginados serán quienes sufran más las consecuencias de esta pandemia. La bandera de la empatía y la solidaridad será la que nos guíe por el mejor camino para protegernos a nosotros y a las personas (o países) que nos rodean. Esta batalla la ganamos juntos, porque unidos somos más fuertes.


Redes sociales: @LuciaMezaGzm

La mañana del 26 de marzo, los miembros del parlamento Latinoamericano y del Caribe (Parlatino) —institución en la que funjo como Secretaria General— lanzamos un comunicado en el que hacemos un exhorto a la unión y la solidaridad dentro y hacia la región, con el objetivo de que todos juntos seamos capaces de superar la emergencia sanitaria que nos azota en estos momentos.

Este llamado se realizó luego de tomar en consideración que, además del evidente impacto sanitario que enfrentamos los países Latinoamericanos y Caribeños, las medidas drásticas implementadas por los gobiernos para contener y combatir la creciente pandemia tendrán un efecto negativo en la economía, política y sociedad de nuestros países.

A los impactos propios que cada país, de acuerdo con sus características y contextos particulares, sufrirá; deben agregarse las afectaciones tendrán los mercados financieros, las cadenas mundiales de suministro y las inversiones. Es decir, aunado al daño nacional, existe la posibilidad de una recesión global en el horizonte.

A partir de este escenario desfavorable en el que nos encontramos, es fundamental que entre ciudadanos, comunidades, y Estados nos apoyemos dentro del marco de la solidaridad y la unión. El problema que hoy enfrentamos nos obliga a buscar de manera conjunta respuestas para enfrentar esta crisis

Este apoyo debe partir desde la unión de los países, en términos económicos y políticos. Es imperativo poner los problemas que nos dividen en pausa, para centrarnos en aquel que tenemos en común. Cuando el planeta entero se ve amenazado por un mismo virus, y este ha tenido la capacidad de infectares a millones, matar a miles y dar golpes críticos a la economía del globo; nuestras diferencias se ven más pequeñas.

Hay que tomar en consideración que el poder de acción y reacción de casa Estado es distinto. Si bien cada nación tiene elementos particulares que juegan a su favor en escenarios determinados, en este contexto partículas hay que poder reconocer cuáles son nuestras verdaderas fortalezas y debilidades, de qué manera podemos hacer uso de ellas en este momento y de qué manera podemos apoyar a nuestros vecinos globales. Si bien no todos los países tendrán la posibilidad de compartir sus riquezas, enviar especialistas o regalar equipos médicos; hay una moneda internacional con la que todo el mundo cuenta: información.

Por ello, dentro de este esfuerzo solidario global hay que analizar los conocimientos existentes acerca del virus: la forma y velocidad de contagio, la tasa de letalidad y sus particularidades, los mecanismos de protección sanitaria disponibles para la sociedad y para las autoridades de salud y las acciones más efectivas para su contención. Asimismo, aprender a detectar los aciertos y errores que ha cometido cada país en su lucha contra el COVID-19. Una vez visualizados estos dos elementos, hay que analizar de qué manera podemos aplicar los éxitos en nuestras tierras y evitar tropezar sobre la misma roca que ya se han caído otros.

Finalmente, y comenzando a pensar a futuro, los esfuerzos por encontrar la cura de este mal deben tener como fin máximo el apoyo a las personas del mundo, y no la acumulación de riquezas. Estos no son tiempos de egoísmo y concentración de bienes, sino de solidaridad como especie, de aprendizaje y de reflexión. Hoy más que nunca tenemos la oportunidad de aprender del otro, de reconocer nuestras diferencias, pero también de apreciar nuestras similitudes. Porque el virus no distingue entre colores ni banderas, ni podrá ser detenido por muros y patrullas fronterizas.

Este virus afecta, a nivel nacional, a las personas que menos tienen, y este fenómeno se reproduce a nivel internacional. Los países más marginados serán quienes sufran más las consecuencias de esta pandemia. La bandera de la empatía y la solidaridad será la que nos guíe por el mejor camino para protegernos a nosotros y a las personas (o países) que nos rodean. Esta batalla la ganamos juntos, porque unidos somos más fuertes.


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