/ lunes 20 de junio de 2022

'¡Mía nomás, como quedó Panchito!', dijo tranquilo Obregón al ver a Serrano muerto

“¡Mía nomás, como quedó Panchito!”, dijo tranquilo Obregón al ver a Serrano muerto.

El miércoles 5 de octubre del 2005 el historiador Pedro Castro publica Bajo la Sombra del Caudillo. Vida y muerte del general Francisco R. Serrano. Éste último, atado militar y políticamente al general Álvaro Obregón desde muy joven. Crece como íntimo colaborador, leal lugarteniente y hombre de las mayores confianzas de Obregón, con el tiempo llega a ser uno de los actores más destacados de la Revolución Mexicana incluso es nombrado Secretario de Guerra y Marina al triunfo del obregonismo. Tanto había crecido Serrano que casi al término de la administración del general Plutarco Elías Calles y desde su llegada a la gubernatura del Distrito Federal, todos lo veían como el sucesor natural de Calles. Nadie imaginaba que Obregón iba por la reelección. Confiado Serrano, hizo pública su aspiración enarbolando la bandera antirreeleccionista sin darse cuenta que su principal contendiente era su propio amigo de toda la vida, Álvaro Obregón, que iba por la reelección. De los tres generales, amigos entre ellos, Serrano, nacido en Sinaloa en 1889, era el menor de edad y el más frágil y más aún desde que discutió con Obregón la modificación de la Constitución que le permitiría a Obregón volver al poder. Se entrevista inútilmente con Calles, pero los dos generales sonorenses mayores que él: Obregón nacido en 1880 y Calles en 1877m ya se habían alíado y en una negra noche deciden eliminarlo de inmediato acusándolo de sublevación. Sin imaginarlo Serrano, que se encontraba en Cuernavaca celebrando su santo con otras 13 personas, --ya habiendo discutido con ambos acerca de sus aspiraciones--, hasta ese lugar llega el general Claudio Fox y lo detiene junto con las 13 personas que lo acompañaban. Les dicen que los trasladan a la capital del país para juzgar a Serrano, pero se detienen en la carretera vieja de México a Cuernavaca en el Km. 46. Allí mismo ocurre la Masacre. Un día, intento googelear imágenes del sitio exacto donde ocurrió y qué creen, el resultado luego de varios intentos, arroja lo mismo: pantalla negra con la leyenda No hay resultados. Busco entonces el oficio que ordena la muerte de Serrano, me indican que se reproduce en el libro: “El triunfo de la Revolución Mexicana”, del general Luis Garfias Magaña en el que se transcribe una orden escrita y firmada del general Plutarco Elías Calles al general de Brigada Claudio Fox donde le ordena asesinar a Serrano por sublevación. El oficio, reproducido en la revista Proceso No. 0965/1 de mayo de 1995, dice así: “Sírvase Ud. marchar inmediatamente a la ciudad de Cuernavaca, Morelos, acompañado de una escolta de 50 hombres del Primer Regimiento de Artillería, para recibir del general Enrique Díaz González, Jefe del 57º Batallón, a los rebeldes Francisco R. Serrano y personas que le acompañan quienes deberán ser pasados por las armas sobre el propio camino a esta capital…en la inteligencia de que deberá rendir el parte respectivo, tan pronto como se haya cumplido la presente orden directamente al suscrito, presidente de la República P. ELÍAS CALLES. Comenta en su libro el general Garfias: “Era una orden terrible, ya que Serrano y su comitiva debían de haber sido juzgados por un tribunal competente más aun teniendo en cuenta que iba acompañado por un grupo de civiles que no estaban sujetos al fuero de guerra y que iban a ser muertos por el solo hecho de haber sido capturados en unión del general Francisco Serrano”. Al preguntarle el reportero al general Garfias de dónde tomó esa carta, éste respondió: “La tomé de un libro -creo se llama “Cuando el águila se cortó las alas”-, escrito hace muchos años por la periodista Magdalena Mondragón y publicado en los cuarentas. Allí se cita esa carta, que no lo es, es una orden, un oficio delicado, pero eran los tiempos de la revolución y Obregón, que para muchos fue la figura más brillante de la historia militar de México, también fue un hombre de mano muy dura. Él no se andaba con medias tintas”. Imagínense queridos lectores lo que debió ser esa noche de los generales, en la que se alían ambos sonorenses y deciden allanarle el camino a la reelección presidencial a Obregón. Impresiona la dureza de este caudillo que en espera del parte y los cuerpos en el Castillo de Chapultepec, entonces residencia oficial acompañando a Calles, anuncian la llegada de los cuerpos donde se apreciaban los terribles golpes recibidos. Ahí, Obregón, que desciende solo, al ver a Serrano, entre todo el amasijo de muertos, dice tranquilo al general Claudio Fox con una leve palmada en la espalda a manera de saludo: “¡Mia nomás como quedó Panchito!” Y hasta el próximo lunes.

“¡Mía nomás, como quedó Panchito!”, dijo tranquilo Obregón al ver a Serrano muerto.

El miércoles 5 de octubre del 2005 el historiador Pedro Castro publica Bajo la Sombra del Caudillo. Vida y muerte del general Francisco R. Serrano. Éste último, atado militar y políticamente al general Álvaro Obregón desde muy joven. Crece como íntimo colaborador, leal lugarteniente y hombre de las mayores confianzas de Obregón, con el tiempo llega a ser uno de los actores más destacados de la Revolución Mexicana incluso es nombrado Secretario de Guerra y Marina al triunfo del obregonismo. Tanto había crecido Serrano que casi al término de la administración del general Plutarco Elías Calles y desde su llegada a la gubernatura del Distrito Federal, todos lo veían como el sucesor natural de Calles. Nadie imaginaba que Obregón iba por la reelección. Confiado Serrano, hizo pública su aspiración enarbolando la bandera antirreeleccionista sin darse cuenta que su principal contendiente era su propio amigo de toda la vida, Álvaro Obregón, que iba por la reelección. De los tres generales, amigos entre ellos, Serrano, nacido en Sinaloa en 1889, era el menor de edad y el más frágil y más aún desde que discutió con Obregón la modificación de la Constitución que le permitiría a Obregón volver al poder. Se entrevista inútilmente con Calles, pero los dos generales sonorenses mayores que él: Obregón nacido en 1880 y Calles en 1877m ya se habían alíado y en una negra noche deciden eliminarlo de inmediato acusándolo de sublevación. Sin imaginarlo Serrano, que se encontraba en Cuernavaca celebrando su santo con otras 13 personas, --ya habiendo discutido con ambos acerca de sus aspiraciones--, hasta ese lugar llega el general Claudio Fox y lo detiene junto con las 13 personas que lo acompañaban. Les dicen que los trasladan a la capital del país para juzgar a Serrano, pero se detienen en la carretera vieja de México a Cuernavaca en el Km. 46. Allí mismo ocurre la Masacre. Un día, intento googelear imágenes del sitio exacto donde ocurrió y qué creen, el resultado luego de varios intentos, arroja lo mismo: pantalla negra con la leyenda No hay resultados. Busco entonces el oficio que ordena la muerte de Serrano, me indican que se reproduce en el libro: “El triunfo de la Revolución Mexicana”, del general Luis Garfias Magaña en el que se transcribe una orden escrita y firmada del general Plutarco Elías Calles al general de Brigada Claudio Fox donde le ordena asesinar a Serrano por sublevación. El oficio, reproducido en la revista Proceso No. 0965/1 de mayo de 1995, dice así: “Sírvase Ud. marchar inmediatamente a la ciudad de Cuernavaca, Morelos, acompañado de una escolta de 50 hombres del Primer Regimiento de Artillería, para recibir del general Enrique Díaz González, Jefe del 57º Batallón, a los rebeldes Francisco R. Serrano y personas que le acompañan quienes deberán ser pasados por las armas sobre el propio camino a esta capital…en la inteligencia de que deberá rendir el parte respectivo, tan pronto como se haya cumplido la presente orden directamente al suscrito, presidente de la República P. ELÍAS CALLES. Comenta en su libro el general Garfias: “Era una orden terrible, ya que Serrano y su comitiva debían de haber sido juzgados por un tribunal competente más aun teniendo en cuenta que iba acompañado por un grupo de civiles que no estaban sujetos al fuero de guerra y que iban a ser muertos por el solo hecho de haber sido capturados en unión del general Francisco Serrano”. Al preguntarle el reportero al general Garfias de dónde tomó esa carta, éste respondió: “La tomé de un libro -creo se llama “Cuando el águila se cortó las alas”-, escrito hace muchos años por la periodista Magdalena Mondragón y publicado en los cuarentas. Allí se cita esa carta, que no lo es, es una orden, un oficio delicado, pero eran los tiempos de la revolución y Obregón, que para muchos fue la figura más brillante de la historia militar de México, también fue un hombre de mano muy dura. Él no se andaba con medias tintas”. Imagínense queridos lectores lo que debió ser esa noche de los generales, en la que se alían ambos sonorenses y deciden allanarle el camino a la reelección presidencial a Obregón. Impresiona la dureza de este caudillo que en espera del parte y los cuerpos en el Castillo de Chapultepec, entonces residencia oficial acompañando a Calles, anuncian la llegada de los cuerpos donde se apreciaban los terribles golpes recibidos. Ahí, Obregón, que desciende solo, al ver a Serrano, entre todo el amasijo de muertos, dice tranquilo al general Claudio Fox con una leve palmada en la espalda a manera de saludo: “¡Mia nomás como quedó Panchito!” Y hasta el próximo lunes.