/ lunes 3 de septiembre de 2018

México bárbaro

En el México real, ese que parece invisible para la clase política, se suscitan acontecimientos que lastiman la vida de todos, nos hacen retroceder en el tiempo y nos ponen en un sitio de vergüenza ante las demás naciones, el linchamiento, es las más baja y aberrante expresión de la necesidad de justicia de un pueblo y la falta de confianza en sus gobernantes.

Los hechos sucedidos en el municipio de Acatlán de Osorio, Puebla, son muestra y aviso del grado de podredumbre alcanzado en nuestro entorno, cuando ciudadanos hartos de la delincuencia, paradójicamente se vuelven también delincuentes.

Dos hombres cuya participación en un delito nunca fue demostrada, un estudiante y un agricultor padre de familia, fueron sacados de la comandancia, golpeados, rociados con gasolina y quemados vivos, poniendo de manifiesto la irracionalidad que puede alcanzar la población y la vergonzosa incapacidad de los supuestos guardianes del orden.

De lo anterior nadie escapa a la responsabilidad, ni la policía corrompida y mal capacitada, ni los asesinos en potencia que caminan todos los días a nuestro lado y menos aún, un sistema judicial que ha sido rebasado por la delincuencia y que lo único que ha procurado a manos llenas, es impunidad.

Los escalofriantes acontecimientos pudieron quedar rápidamente en el olvido como tantos otros linchamientos que se dan en el vecino Estado de Puebla, pero había entre la muchedumbre gente con el suficiente morbo y sangre fría para grabar de manera infame las imágenes que hoy le dan la vuelta al mundo.

El Gobierno Poblano ha revelado que existe un protocolo de manejo de crisis específico para estos casos y que ha impedido 200 homicidios tumultuarios, revelando lo terriblemente común que se ha vuelto el hacer justicia por mano propia, las cifras así lo revelan y para hablar de los registros negativos heredados por esta administración, existe un estudio realizado por Universidad Autónoma Metropolitana el cual indica que de 2012 a 2017 hubo 376 linchamientos en el país, concentrados en su mayoría en los Estados de la región centro sur incluyendo obviamente a Morelos, porque si analizamos un poco los acontecimientos ocurridos hace algunas semanas en Tetela del Volcán donde un hombre fue linchado, nos daremos cuenta que existe un común denominador: la difusión criminal de rumores combinado con el hartazgo por la ineficacia de los gobiernos en materia de seguridad y procuración de justicia, esa es la realidad, lo demás, Sres. Peña, Gali y Graco, son discursos vacuos.

Aún sin digerir la terrible noticia de Acatlán, un hombre y una mujer sufrieron la misma suerte, en el municipio de Tula, Hidalgo, fueron quemados vivos en un acto de bestialidad similar, confundidos con secuestradores de niños, después se supo, eran un matrimonio con 3 hijos y dedicados al negocio de las tortillerías, cerrando con broche de oro una semana llena de vergüenza para nuestro País.

El linchamiento es la derrota de la sociedad, el regreso a un pasado bárbaro de México constatado y retratado por John Kenneth Turner en su famoso libro publicado en el ya lejano porfiriato y que hoy toma tanta vigencia, el llamado de atención es para todos y cada uno de los que aquí vivimos, no debe existir impunidad para los asesinos, ni para los omisos, debe quedar bien establecida la existencia de un estado de derecho, a pesar del mediocre desempeño de los gobiernos federal y estatales en materia de seguridad que ha colocado a nuestro país en un proceso involutivo.

Cada vez que una persona, culpable o no, es linchada, mueren con ella todos los avances que como sociedad, hayamos alcanzado.

En el México real, ese que parece invisible para la clase política, se suscitan acontecimientos que lastiman la vida de todos, nos hacen retroceder en el tiempo y nos ponen en un sitio de vergüenza ante las demás naciones, el linchamiento, es las más baja y aberrante expresión de la necesidad de justicia de un pueblo y la falta de confianza en sus gobernantes.

Los hechos sucedidos en el municipio de Acatlán de Osorio, Puebla, son muestra y aviso del grado de podredumbre alcanzado en nuestro entorno, cuando ciudadanos hartos de la delincuencia, paradójicamente se vuelven también delincuentes.

Dos hombres cuya participación en un delito nunca fue demostrada, un estudiante y un agricultor padre de familia, fueron sacados de la comandancia, golpeados, rociados con gasolina y quemados vivos, poniendo de manifiesto la irracionalidad que puede alcanzar la población y la vergonzosa incapacidad de los supuestos guardianes del orden.

De lo anterior nadie escapa a la responsabilidad, ni la policía corrompida y mal capacitada, ni los asesinos en potencia que caminan todos los días a nuestro lado y menos aún, un sistema judicial que ha sido rebasado por la delincuencia y que lo único que ha procurado a manos llenas, es impunidad.

Los escalofriantes acontecimientos pudieron quedar rápidamente en el olvido como tantos otros linchamientos que se dan en el vecino Estado de Puebla, pero había entre la muchedumbre gente con el suficiente morbo y sangre fría para grabar de manera infame las imágenes que hoy le dan la vuelta al mundo.

El Gobierno Poblano ha revelado que existe un protocolo de manejo de crisis específico para estos casos y que ha impedido 200 homicidios tumultuarios, revelando lo terriblemente común que se ha vuelto el hacer justicia por mano propia, las cifras así lo revelan y para hablar de los registros negativos heredados por esta administración, existe un estudio realizado por Universidad Autónoma Metropolitana el cual indica que de 2012 a 2017 hubo 376 linchamientos en el país, concentrados en su mayoría en los Estados de la región centro sur incluyendo obviamente a Morelos, porque si analizamos un poco los acontecimientos ocurridos hace algunas semanas en Tetela del Volcán donde un hombre fue linchado, nos daremos cuenta que existe un común denominador: la difusión criminal de rumores combinado con el hartazgo por la ineficacia de los gobiernos en materia de seguridad y procuración de justicia, esa es la realidad, lo demás, Sres. Peña, Gali y Graco, son discursos vacuos.

Aún sin digerir la terrible noticia de Acatlán, un hombre y una mujer sufrieron la misma suerte, en el municipio de Tula, Hidalgo, fueron quemados vivos en un acto de bestialidad similar, confundidos con secuestradores de niños, después se supo, eran un matrimonio con 3 hijos y dedicados al negocio de las tortillerías, cerrando con broche de oro una semana llena de vergüenza para nuestro País.

El linchamiento es la derrota de la sociedad, el regreso a un pasado bárbaro de México constatado y retratado por John Kenneth Turner en su famoso libro publicado en el ya lejano porfiriato y que hoy toma tanta vigencia, el llamado de atención es para todos y cada uno de los que aquí vivimos, no debe existir impunidad para los asesinos, ni para los omisos, debe quedar bien establecida la existencia de un estado de derecho, a pesar del mediocre desempeño de los gobiernos federal y estatales en materia de seguridad que ha colocado a nuestro país en un proceso involutivo.

Cada vez que una persona, culpable o no, es linchada, mueren con ella todos los avances que como sociedad, hayamos alcanzado.

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