/ jueves 21 de julio de 2022

Mentes brillantes pero arrogantes

Fueron unos inadaptados, rebeldes arrogantes. Pusieron en evidencia la sabiduría convencional. Cada uno de ellos brindó una visión radicalmente nueva del cosmos. Galileo Galilei, Isaac Newton y Albert Einstein, todos ellos tuvieron una vida agitada. Cargada de grandes triunfos y humildes fracasos.

Especialistas afirman que este tipo de genios se tuvieron que confrontar a una avasalladora oposición de algunos y no supieron cómo enfrentar a eso.

Pero ¿quiénes eran esos genios rebeldes y qué secretos guardaban sus mentes para conseguir concebir lo inconcebible?

En la Europa del siglo XVI existe una certeza que las generaciones posteriores no podrán más que envidiar. Todos sabemos que la Tierra es el centro del universo. Desde luego esa visión tan alentadora de nuestro mundo se empezó a resquebrajar. Y mucho de ello, tuvo que ver el autoproclamado genio, Galileo Galilei.

Galileo era un hombre engreído de carácter férreo. Sin embargo, tenía una mente privilegiada, un factor que le permitió examinar uno de los misterios más recónditos del universo.

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Este científico ambicioso, demasiado seguro de sí mismo. Le dio un vuelco al mundo. Aunque pagó un precio muy alto por ello.

Galileo nació en 1564 en Pisa, Italia. Su padre, un laudista era conocido por haber rechazado las convenciones para crear una nueva forma de armonía musical. Luego entonces, el pequeño heredó ese carácter de insurrección de su progenitor.

A los 25 años se convirtió en profesor de matemáticas de la Universidad de Pisa, solo que cada vez se volvió más insolente con sus colegas, quienes instruían las teorías científicas del filósofo griego Aristóteles, casi dos mil años después de su muerte.

Antes de Galileo, no había ciencia como la conocemos. De acuerdo con la filosofía aristotélica, establecía que los cuerpos en movimiento se detenían, no por fricción si no porque se habían cansado. Y caían al suelo no por la gravedad, sino porque anhelaban estar unidos a la Tierra.

Desde luego, Galileo encuentra absurdos tales conjeturas. Entonces este hombre consiguió lo inaudito. Aniquiló una creencia milenaria. Su intuición le dictó que los cuerpos no se movían por deseos, si no por leyes matemáticas que subyacen el movimiento.

Dio un paso más que resultó impensable. Instante en el que realizó experimentos, comenzó estudiando la caída de los cuerpos.

Por primera vez, un hombre de ciencia establece las leyes básicas del movimiento. Tales como el hecho de que la velocidad está determinada por el tiempo y la aceleración. Incluso, más tarde, Albert Einstein lo llamaría el “padre de la física moderna”.

Galileo abrió la brecha que siguieron Newton y Einstein.

Hasta los 45 años, Galileo era un profesor de matemáticas con un sueldo pésimo pero su ambición y arrogancia lo catapultaron pronto a la fama.

Isaac Newton, autor de los Philosophiæ naturalis

Isaac Newton fue una figura mucho más oscura. Era un hombre solitario. Una persona patológicamente incapaz de conversar.

Se podría decir que tenía una obsesión. Es el clásico ejemplo de una persona consumida por la pasión a su trabajo. Posiblemente sea el mayor científico de todos los tiempos.

A su nacimiento, la física prácticamente es un campo inexplorado. Antes de morir, descifró con exactitud las leyes que describen cualquier tipo de movimiento. Desde la caída de una manzana hasta las órbitas de los planetas.

En 1642, Isaac Newton nació en un pueblo remoto de Inglaterra. La suya será una infancia desdichada. Su padre murió antes de su nacimiento. Y con solo tres años, su madre lo envía a vivir con una abuela severa y puritana.

A Newton no siempre le fue bien en la escuela. Pero despertó la curiosidad en el pueblo porque construía aparatos mecánicos extraordinarios como molinos de viento.

Newton se convirtió en un puritano obsesionado con el pecado. Se autoimpuso un estricto control emocional y sexual, llevando una existencia solitaria. No se molestaba con hacer amigos, le resultaba difícil relacionarse.

Es él quien inventó el cálculo, quien además describió la ley de la gravitación y estableció las bases de la mecánica clásica mediante los postulados que llevan su nombre.

Einstein y su teoría de la relatividad

200 años después, otro rebelde arrogante descubrió que, a velocidades muy altas, las leyes de Newton no se cumplían.

A los 16 años, Albert Einstein se planteó una pregunta muy simple: ¿qué pasaría si corriera a la velocidad de una onda de luz?, ¿la luz parecería estar quieta? Ahí fue cuando empieza la revolución de la concepción espacio-tiempo.

A Einstein le encantaba imaginar mundos que no existían. Ese era su poder. Ser capaz de ver físicamente en una imagen, cosas que los demás no podían ver.

El hombre que hizo estos descubrimientos era un catedrático distraído. Un gran enamorado de la humanidad de ojos brillantes. Pero también es egoísta. Tuvo dos fracasos matrimoniales y confesó de sí mismo, ser un desastre en la esfera emocional.

Albert Einstein nació en 1879 en el sur de Alemania, en el seno de una familia judía de clase media.

De niño se mostró callado e introvertido. De hecho, tardó en comenzar a hablar. Parece que estaba muy ocupado emitiendo sus propios razonamientos. A los 9 años, construyó una torre de cartas de 14 pisos de altura.

En 1896 con 17 años, Einstein es admitido en la ETH Zurich, una universidad politécnica de Suiza, pionera en investigaciones en todo el mundo. Es cuando decidió convertirse en un físico teórico.

Fue dos años después de su egreso de la institución cuando encontró trabajo en una oficina de patentes, el puesto no tenía nada que ver con la física teórica empero este empleo fue su salvación.

Pareciera que los más grandes físicos de la historia fueron en su tiempo considerados unos “patitos feos”, rebeldes y distraídos.

Unas mentes tan brillantes solo aparecen cada cierto tiempo, aunque me gusta pensar que es posible que el próximo rebelde brillante esté ya entre nosotros.




Fueron unos inadaptados, rebeldes arrogantes. Pusieron en evidencia la sabiduría convencional. Cada uno de ellos brindó una visión radicalmente nueva del cosmos. Galileo Galilei, Isaac Newton y Albert Einstein, todos ellos tuvieron una vida agitada. Cargada de grandes triunfos y humildes fracasos.

Especialistas afirman que este tipo de genios se tuvieron que confrontar a una avasalladora oposición de algunos y no supieron cómo enfrentar a eso.

Pero ¿quiénes eran esos genios rebeldes y qué secretos guardaban sus mentes para conseguir concebir lo inconcebible?

En la Europa del siglo XVI existe una certeza que las generaciones posteriores no podrán más que envidiar. Todos sabemos que la Tierra es el centro del universo. Desde luego esa visión tan alentadora de nuestro mundo se empezó a resquebrajar. Y mucho de ello, tuvo que ver el autoproclamado genio, Galileo Galilei.

Galileo era un hombre engreído de carácter férreo. Sin embargo, tenía una mente privilegiada, un factor que le permitió examinar uno de los misterios más recónditos del universo.

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Este científico ambicioso, demasiado seguro de sí mismo. Le dio un vuelco al mundo. Aunque pagó un precio muy alto por ello.

Galileo nació en 1564 en Pisa, Italia. Su padre, un laudista era conocido por haber rechazado las convenciones para crear una nueva forma de armonía musical. Luego entonces, el pequeño heredó ese carácter de insurrección de su progenitor.

A los 25 años se convirtió en profesor de matemáticas de la Universidad de Pisa, solo que cada vez se volvió más insolente con sus colegas, quienes instruían las teorías científicas del filósofo griego Aristóteles, casi dos mil años después de su muerte.

Antes de Galileo, no había ciencia como la conocemos. De acuerdo con la filosofía aristotélica, establecía que los cuerpos en movimiento se detenían, no por fricción si no porque se habían cansado. Y caían al suelo no por la gravedad, sino porque anhelaban estar unidos a la Tierra.

Desde luego, Galileo encuentra absurdos tales conjeturas. Entonces este hombre consiguió lo inaudito. Aniquiló una creencia milenaria. Su intuición le dictó que los cuerpos no se movían por deseos, si no por leyes matemáticas que subyacen el movimiento.

Dio un paso más que resultó impensable. Instante en el que realizó experimentos, comenzó estudiando la caída de los cuerpos.

Por primera vez, un hombre de ciencia establece las leyes básicas del movimiento. Tales como el hecho de que la velocidad está determinada por el tiempo y la aceleración. Incluso, más tarde, Albert Einstein lo llamaría el “padre de la física moderna”.

Galileo abrió la brecha que siguieron Newton y Einstein.

Hasta los 45 años, Galileo era un profesor de matemáticas con un sueldo pésimo pero su ambición y arrogancia lo catapultaron pronto a la fama.

Isaac Newton, autor de los Philosophiæ naturalis

Isaac Newton fue una figura mucho más oscura. Era un hombre solitario. Una persona patológicamente incapaz de conversar.

Se podría decir que tenía una obsesión. Es el clásico ejemplo de una persona consumida por la pasión a su trabajo. Posiblemente sea el mayor científico de todos los tiempos.

A su nacimiento, la física prácticamente es un campo inexplorado. Antes de morir, descifró con exactitud las leyes que describen cualquier tipo de movimiento. Desde la caída de una manzana hasta las órbitas de los planetas.

En 1642, Isaac Newton nació en un pueblo remoto de Inglaterra. La suya será una infancia desdichada. Su padre murió antes de su nacimiento. Y con solo tres años, su madre lo envía a vivir con una abuela severa y puritana.

A Newton no siempre le fue bien en la escuela. Pero despertó la curiosidad en el pueblo porque construía aparatos mecánicos extraordinarios como molinos de viento.

Newton se convirtió en un puritano obsesionado con el pecado. Se autoimpuso un estricto control emocional y sexual, llevando una existencia solitaria. No se molestaba con hacer amigos, le resultaba difícil relacionarse.

Es él quien inventó el cálculo, quien además describió la ley de la gravitación y estableció las bases de la mecánica clásica mediante los postulados que llevan su nombre.

Einstein y su teoría de la relatividad

200 años después, otro rebelde arrogante descubrió que, a velocidades muy altas, las leyes de Newton no se cumplían.

A los 16 años, Albert Einstein se planteó una pregunta muy simple: ¿qué pasaría si corriera a la velocidad de una onda de luz?, ¿la luz parecería estar quieta? Ahí fue cuando empieza la revolución de la concepción espacio-tiempo.

A Einstein le encantaba imaginar mundos que no existían. Ese era su poder. Ser capaz de ver físicamente en una imagen, cosas que los demás no podían ver.

El hombre que hizo estos descubrimientos era un catedrático distraído. Un gran enamorado de la humanidad de ojos brillantes. Pero también es egoísta. Tuvo dos fracasos matrimoniales y confesó de sí mismo, ser un desastre en la esfera emocional.

Albert Einstein nació en 1879 en el sur de Alemania, en el seno de una familia judía de clase media.

De niño se mostró callado e introvertido. De hecho, tardó en comenzar a hablar. Parece que estaba muy ocupado emitiendo sus propios razonamientos. A los 9 años, construyó una torre de cartas de 14 pisos de altura.

En 1896 con 17 años, Einstein es admitido en la ETH Zurich, una universidad politécnica de Suiza, pionera en investigaciones en todo el mundo. Es cuando decidió convertirse en un físico teórico.

Fue dos años después de su egreso de la institución cuando encontró trabajo en una oficina de patentes, el puesto no tenía nada que ver con la física teórica empero este empleo fue su salvación.

Pareciera que los más grandes físicos de la historia fueron en su tiempo considerados unos “patitos feos”, rebeldes y distraídos.

Unas mentes tan brillantes solo aparecen cada cierto tiempo, aunque me gusta pensar que es posible que el próximo rebelde brillante esté ya entre nosotros.