/ jueves 5 de septiembre de 2019

Medio ambiente: crisis del modelo...

Apostar al desarrollo de las comunidades no tendría que traducirse en la destrucción del medio ambiente. La disyuntiva entre generación de riqueza y bienestar o conservación de la naturaleza tendría que ser falsa si se reconsidera el modelo de desarrollo al que históricamente se ha apostado y, en cambio se introduce un paradigma diferente de progreso para las comunidades. Es difícil pues una gran parte de los esfuerzos de cuidado ambiental son impulsados más desde una perspectiva que podríamos llamar monográfica e ideologizada: tratan sobre un tema específico y desde una perspectiva mucho más dogmática que científica que, a final de cuentas, refuerza actitudes personales o comunitarias incongruentes con el equilibrio ecológico: ser activista, por ejemplo en el cuidado y respeto a los animales mientras se conduce una camioneta de ocho cilindros movida por combustibles fósiles y se queja del alto costo de la gasolina.

Tres notas ambientales brincan hoy al escenario público:

Primero, el rechazo del gobierno estatal a las restricciones al tránsito vehicular de unidades morelenses que la Comisión Ambiental de la Megalópolis, CAME, pretende imponer como medida de prevención a los altos niveles de contaminantes en la Ciudad de México; que plantea una cuestión de percibidos derechos humanos fundamentales contra la idea de conservación del entorno. Pero el problema no es la circulación o no de unidades contaminantes, sino las omisiones históricas en materia de transición a vehículos de cero emisiones de carbono o por lo menos de formas alternativas y eficientes de transporte público, contra la apuesta a mantener los combustibles fósiles y hasta la tendencia a abaratarlos para incrementar su consumo a niveles de absoluta irracionalidad.

Segundo, el fracaso de la reforestación en la zona oriente debido a fallas en la plantación de los árboles sustitutos, y al daño intencional que algunos sujetos han provocado a los ejemplares. La apuesta por la reforestación como medida de cuidado de la calidad del ambiente es peligrosa en tanto requiere de especialistas para concluirse efectivamente, como ha quedado demostrado. Reforestar mal daña los ejemplares previamente existentes y los nuevos, puede afectar la calidad del suelo, y afecta profundamente el ánimo de los ciudadanos que llegan a considerar esas acciones como meras actuaciones para postales, y a menudo lo son. En los hechos, las acciones de reforestación en Morelos han sido insuficientes e ineficaces como demuestra el hecho de que las mediciones de calidad del aire en la estación de monitoreo de Cuernavaca arrojan resultados similares o de mayor contaminación a los que reportan algunas de las ubicadas en la Ciudad de México. La región más transparente del aire tampoco parece estar en Morelos. Renunciar a la reforestación sería un absurdo, pero hacerlo con la supervisión de especialistas es obligatorio.

Tercero, en Cuernavaca sólo funcionan cuatro de las siete plantas tratadoras de agua, que por sí mismas ya eran insuficientes, lo que permite que continúe un alto índice descargas de aguas no tratadas al río Apatlaco. La reiterada elección de gobiernos municipales y estatales que poca o nula atención ponen al cuidado del medio ambiente, y la constante poblacional de establecer asentamientos irregulares frente a la laxitud de las normas o de la aplicación de las mismas por parte de la autoridad, junto con el desorden histórico que en Morelos acompañó al desarrollo urbano, han permitido que continúe la contaminación de acuíferos, de suelos, de laderas y barrancas; a ello hay que sumar múltiples historias de corrupción que ha generado fortunas en torno a acciones disfrazadas de cuidado ambiental que resultan verdaderos robos en despoblado. Los problemas, insistimos, están en el modelo de desarrollo.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Apostar al desarrollo de las comunidades no tendría que traducirse en la destrucción del medio ambiente. La disyuntiva entre generación de riqueza y bienestar o conservación de la naturaleza tendría que ser falsa si se reconsidera el modelo de desarrollo al que históricamente se ha apostado y, en cambio se introduce un paradigma diferente de progreso para las comunidades. Es difícil pues una gran parte de los esfuerzos de cuidado ambiental son impulsados más desde una perspectiva que podríamos llamar monográfica e ideologizada: tratan sobre un tema específico y desde una perspectiva mucho más dogmática que científica que, a final de cuentas, refuerza actitudes personales o comunitarias incongruentes con el equilibrio ecológico: ser activista, por ejemplo en el cuidado y respeto a los animales mientras se conduce una camioneta de ocho cilindros movida por combustibles fósiles y se queja del alto costo de la gasolina.

Tres notas ambientales brincan hoy al escenario público:

Primero, el rechazo del gobierno estatal a las restricciones al tránsito vehicular de unidades morelenses que la Comisión Ambiental de la Megalópolis, CAME, pretende imponer como medida de prevención a los altos niveles de contaminantes en la Ciudad de México; que plantea una cuestión de percibidos derechos humanos fundamentales contra la idea de conservación del entorno. Pero el problema no es la circulación o no de unidades contaminantes, sino las omisiones históricas en materia de transición a vehículos de cero emisiones de carbono o por lo menos de formas alternativas y eficientes de transporte público, contra la apuesta a mantener los combustibles fósiles y hasta la tendencia a abaratarlos para incrementar su consumo a niveles de absoluta irracionalidad.

Segundo, el fracaso de la reforestación en la zona oriente debido a fallas en la plantación de los árboles sustitutos, y al daño intencional que algunos sujetos han provocado a los ejemplares. La apuesta por la reforestación como medida de cuidado de la calidad del ambiente es peligrosa en tanto requiere de especialistas para concluirse efectivamente, como ha quedado demostrado. Reforestar mal daña los ejemplares previamente existentes y los nuevos, puede afectar la calidad del suelo, y afecta profundamente el ánimo de los ciudadanos que llegan a considerar esas acciones como meras actuaciones para postales, y a menudo lo son. En los hechos, las acciones de reforestación en Morelos han sido insuficientes e ineficaces como demuestra el hecho de que las mediciones de calidad del aire en la estación de monitoreo de Cuernavaca arrojan resultados similares o de mayor contaminación a los que reportan algunas de las ubicadas en la Ciudad de México. La región más transparente del aire tampoco parece estar en Morelos. Renunciar a la reforestación sería un absurdo, pero hacerlo con la supervisión de especialistas es obligatorio.

Tercero, en Cuernavaca sólo funcionan cuatro de las siete plantas tratadoras de agua, que por sí mismas ya eran insuficientes, lo que permite que continúe un alto índice descargas de aguas no tratadas al río Apatlaco. La reiterada elección de gobiernos municipales y estatales que poca o nula atención ponen al cuidado del medio ambiente, y la constante poblacional de establecer asentamientos irregulares frente a la laxitud de las normas o de la aplicación de las mismas por parte de la autoridad, junto con el desorden histórico que en Morelos acompañó al desarrollo urbano, han permitido que continúe la contaminación de acuíferos, de suelos, de laderas y barrancas; a ello hay que sumar múltiples historias de corrupción que ha generado fortunas en torno a acciones disfrazadas de cuidado ambiental que resultan verdaderos robos en despoblado. Los problemas, insistimos, están en el modelo de desarrollo.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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