/ jueves 25 de febrero de 2021

Más que verificentros

En agosto de 2021, gobiernos subnacionales de varias partes del mundo, signaron la Declaración de Edimburgo, un documento con diez compromisos y cuatro llamados a la acción para evitar que continúe el deterioro de la biodiversidad que pone en riesgo a la humanidad y a miles de especies en todo el planeta. Como toda acción ambiental con base científica, se considera el problema desde una perspectiva global que debe ser atendida con acciones firmes en el plano microrregional para poder incidir en la conservación y eventualmente en una deseable restauración de los ecosistemas en el mundo.

Se trata de una acción para la que se construye un marco de acción multilateral que permita el diseño conjunto de estrategias para básicamente reducir el riesgo de que una nueva pandemia tenga el impacto que la actual ha tenido en prácticamente todo el mundo y que los expertos atribuyen en gran medida a problemas asociados a la pérdida de biodiversidad. “la pandemia mundial de COVID-19 nos ha recordado la importancia de vivir en armonía con la naturaleza. Una biodiversidad sana y los servicios ecosistémicos que ofrece son fundamentales para el bienestar humano y para aumentar la resiliencia de nuestras ciudades y regiones, tanto durante como después de la pandemia, y deben ser fundamentales para nuestra recuperación”, dicen los firmantes de la declaración que el gobierno de Morelos ha hecho suya.

Probablemente por un error de fraseo que esperamos quede en lo anecdótico, el comunicado del gobierno del estado asegura que la Declaración es “una iniciativa coordinada por el Gobierno de Escocia para impulsar la participación de gobiernos subnacionales y locales como agentes clave para vivir en armonía con la naturaleza”; lo que, si resulta tan mal leído como fue escrito, podría sugerir la sujeción del gobierno de Morelos a un poder extranjero. Lo cierto es que la sede de la declaración y el soporte para el inicio de los trabajos fue en el país europeo, pero se pretende una coordinación multinacional y el intercambio de buenas prácticas como recomendaciones para el cuidado del ambiente.

Obvio que dada la tradición poco amigable con el medio ambiente del gobierno federal. De hecho, parecería que la firma de la declaración contraviene a muchos de los hechos del gobierno federal, la apuesta por los combustibles fósiles, el tren maya, por mencionar sólo dos. Morelos, sin embargo, tiene una agenda ciudadana que incluye el cuidado del medio ambiente, a veces de forma mucho más romántica que científica, y que el estado haya suscrito los acuerdos de Edimburgo parece una señal esperanzadora, siempre que cumpla con lo que debe hacerse. Es el reto.

La urgencia de impulsar el desarrollo económico del estado es innegable y hacerlo sin una orientación científica para la conservación ecológica puede resultar profundamente peligroso en dos sentidos, permitiendo crímenes terribles contra el medio ambiente (como quemar combustóleo), o frenando proyectos sustentables bajo una lógica de conservacionismo que acabe abandonando como ocurre con el Chichinautzin a merced de talamontes, por mencionar sólo un caso. La apuesta por el desarrollo sustentable debe ser más que administrar verificentros.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

En agosto de 2021, gobiernos subnacionales de varias partes del mundo, signaron la Declaración de Edimburgo, un documento con diez compromisos y cuatro llamados a la acción para evitar que continúe el deterioro de la biodiversidad que pone en riesgo a la humanidad y a miles de especies en todo el planeta. Como toda acción ambiental con base científica, se considera el problema desde una perspectiva global que debe ser atendida con acciones firmes en el plano microrregional para poder incidir en la conservación y eventualmente en una deseable restauración de los ecosistemas en el mundo.

Se trata de una acción para la que se construye un marco de acción multilateral que permita el diseño conjunto de estrategias para básicamente reducir el riesgo de que una nueva pandemia tenga el impacto que la actual ha tenido en prácticamente todo el mundo y que los expertos atribuyen en gran medida a problemas asociados a la pérdida de biodiversidad. “la pandemia mundial de COVID-19 nos ha recordado la importancia de vivir en armonía con la naturaleza. Una biodiversidad sana y los servicios ecosistémicos que ofrece son fundamentales para el bienestar humano y para aumentar la resiliencia de nuestras ciudades y regiones, tanto durante como después de la pandemia, y deben ser fundamentales para nuestra recuperación”, dicen los firmantes de la declaración que el gobierno de Morelos ha hecho suya.

Probablemente por un error de fraseo que esperamos quede en lo anecdótico, el comunicado del gobierno del estado asegura que la Declaración es “una iniciativa coordinada por el Gobierno de Escocia para impulsar la participación de gobiernos subnacionales y locales como agentes clave para vivir en armonía con la naturaleza”; lo que, si resulta tan mal leído como fue escrito, podría sugerir la sujeción del gobierno de Morelos a un poder extranjero. Lo cierto es que la sede de la declaración y el soporte para el inicio de los trabajos fue en el país europeo, pero se pretende una coordinación multinacional y el intercambio de buenas prácticas como recomendaciones para el cuidado del ambiente.

Obvio que dada la tradición poco amigable con el medio ambiente del gobierno federal. De hecho, parecería que la firma de la declaración contraviene a muchos de los hechos del gobierno federal, la apuesta por los combustibles fósiles, el tren maya, por mencionar sólo dos. Morelos, sin embargo, tiene una agenda ciudadana que incluye el cuidado del medio ambiente, a veces de forma mucho más romántica que científica, y que el estado haya suscrito los acuerdos de Edimburgo parece una señal esperanzadora, siempre que cumpla con lo que debe hacerse. Es el reto.

La urgencia de impulsar el desarrollo económico del estado es innegable y hacerlo sin una orientación científica para la conservación ecológica puede resultar profundamente peligroso en dos sentidos, permitiendo crímenes terribles contra el medio ambiente (como quemar combustóleo), o frenando proyectos sustentables bajo una lógica de conservacionismo que acabe abandonando como ocurre con el Chichinautzin a merced de talamontes, por mencionar sólo un caso. La apuesta por el desarrollo sustentable debe ser más que administrar verificentros.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx