/ martes 6 de noviembre de 2018

Manifestantes y panistas…

A poco más de tres semanas del relevo en el gobierno federal, Cuernavaca vivió uno de sus peores infiernos viales cuando tres manifestaciones de grupos políticos diversos bloquearon diversas avenidas de la ciudad para manifestarse por causas diversas, dos de ellas, de índole federal, y una que se mantiene en el plano eminentemente local.

Las quejas contra las tarifas y el servicio de la CFE fueron llevadas a las oficinas de Profeco; los antorchistas bloquearon Domingo Díez a la altura de la delegación de SEDATU, para reclamar acciones contra el desvío de 17 millones de pesos correspondientes; y vecinos de Flores Magón bloquearon Plan de Ayala para protestar por el desalojo de la unidad deportiva de esa colonia. Dos de los tres temas tocan directamente a Andrés Manuel López Obrador, quien como presidente tendrá que ofrecer respuestas a los esquemas de corrupción en SEDATU y a casi insostenibles tarifas por el servicio de la CFE. El otro tema, en caso de comprobarse actos de corrupción en la transferencia a un particular de la unidad deportiva, le tocará indirectamente como parte de su cruzada anticorrupción.

En términos aparentes, ese sería el significado de las movilizaciones de este martes. Pero en el plano de lo real, las movilizaciones buscan reconocimientos a organizaciones políticas que, al más puro estilo del lopezobradorismo sin poder, utilizan la manifestación como arma de negociación política, de cercanía con el poder, de obtención de espacios formales o no, para gestión de beneficios particulares o de grupo. Naturalmente, con el lopezobradorismo en el poder, y los espacios que ha ganado su partido en los gobiernos estatales, municipales y los congresos, estos grupos podrían quedar en la orfandad política y sus métodos podrían resultar insuficientes para negociar con los nuevos gobiernos, lo que les coloca en una posición de vulnerabilidad que sólo saben enfrentar de esa tradicional manera. (Cierto que en el caso de Antorcha Campesina pueden percibirse más ligas con el PRI que con Morena, pero la forma de actuación es la misma).

Los que sí parecen muy cambiados son los panistas. Luego de ver algunas partes de su casi infumable debate por la dirigencia en Morelos entre Adrián Rivera y Juan Carlos Martínez, todo parece indicar que aquella sentencia de Luis H. Álvarez, de ganar el poder sin perder el partido, se ha vuelto intrascendente, como la decencia que los panistas ponían al debate político. Los dos aspirantes se acusaron de una bola de cosas que, de ser ciertas, en cualquier otra época habrían provocado su expulsión del blanquiazul. Si son ciertas las acusaciones, no se podría votar por ellos más que como jefes de alguna mafia; si no lo son, no se debe votar por ellos por ser capaces de mentir abiertamente con tal de eliminar al adversario.

De cualquier manera, el ejercicio de diálogo debió servir a los panistas para sentirse avergonzados por quienes aspiran a dirigirlos, pues fueron capaces de poner la diatriba por encima de cualquier proyecto de mando, a lo mejor contaminados por la efectivísima forma en que Morena les comió el mandado fundándose más en las acusaciones (ciertas muy pocas, absurdas la mayoría) contra los adversarios. Un panismo así no es alternativa, no es representativo para los ciudadanos que no se sienten identificados por las pseudoizquierdas dominantes en el mapa político morelense. El PAN es necesario: podría darle cauce a muchos grupos ciudadanos que actualmente están marginados de los espacios de toma de decisiones, pero lo que exhiben los panistas hasta ahora es francamente, una caricatura de partido político, y con eso, no pueden representarse ni a sí mismos.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

A poco más de tres semanas del relevo en el gobierno federal, Cuernavaca vivió uno de sus peores infiernos viales cuando tres manifestaciones de grupos políticos diversos bloquearon diversas avenidas de la ciudad para manifestarse por causas diversas, dos de ellas, de índole federal, y una que se mantiene en el plano eminentemente local.

Las quejas contra las tarifas y el servicio de la CFE fueron llevadas a las oficinas de Profeco; los antorchistas bloquearon Domingo Díez a la altura de la delegación de SEDATU, para reclamar acciones contra el desvío de 17 millones de pesos correspondientes; y vecinos de Flores Magón bloquearon Plan de Ayala para protestar por el desalojo de la unidad deportiva de esa colonia. Dos de los tres temas tocan directamente a Andrés Manuel López Obrador, quien como presidente tendrá que ofrecer respuestas a los esquemas de corrupción en SEDATU y a casi insostenibles tarifas por el servicio de la CFE. El otro tema, en caso de comprobarse actos de corrupción en la transferencia a un particular de la unidad deportiva, le tocará indirectamente como parte de su cruzada anticorrupción.

En términos aparentes, ese sería el significado de las movilizaciones de este martes. Pero en el plano de lo real, las movilizaciones buscan reconocimientos a organizaciones políticas que, al más puro estilo del lopezobradorismo sin poder, utilizan la manifestación como arma de negociación política, de cercanía con el poder, de obtención de espacios formales o no, para gestión de beneficios particulares o de grupo. Naturalmente, con el lopezobradorismo en el poder, y los espacios que ha ganado su partido en los gobiernos estatales, municipales y los congresos, estos grupos podrían quedar en la orfandad política y sus métodos podrían resultar insuficientes para negociar con los nuevos gobiernos, lo que les coloca en una posición de vulnerabilidad que sólo saben enfrentar de esa tradicional manera. (Cierto que en el caso de Antorcha Campesina pueden percibirse más ligas con el PRI que con Morena, pero la forma de actuación es la misma).

Los que sí parecen muy cambiados son los panistas. Luego de ver algunas partes de su casi infumable debate por la dirigencia en Morelos entre Adrián Rivera y Juan Carlos Martínez, todo parece indicar que aquella sentencia de Luis H. Álvarez, de ganar el poder sin perder el partido, se ha vuelto intrascendente, como la decencia que los panistas ponían al debate político. Los dos aspirantes se acusaron de una bola de cosas que, de ser ciertas, en cualquier otra época habrían provocado su expulsión del blanquiazul. Si son ciertas las acusaciones, no se podría votar por ellos más que como jefes de alguna mafia; si no lo son, no se debe votar por ellos por ser capaces de mentir abiertamente con tal de eliminar al adversario.

De cualquier manera, el ejercicio de diálogo debió servir a los panistas para sentirse avergonzados por quienes aspiran a dirigirlos, pues fueron capaces de poner la diatriba por encima de cualquier proyecto de mando, a lo mejor contaminados por la efectivísima forma en que Morena les comió el mandado fundándose más en las acusaciones (ciertas muy pocas, absurdas la mayoría) contra los adversarios. Un panismo así no es alternativa, no es representativo para los ciudadanos que no se sienten identificados por las pseudoizquierdas dominantes en el mapa político morelense. El PAN es necesario: podría darle cauce a muchos grupos ciudadanos que actualmente están marginados de los espacios de toma de decisiones, pero lo que exhiben los panistas hasta ahora es francamente, una caricatura de partido político, y con eso, no pueden representarse ni a sí mismos.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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